jueves, 31 de marzo de 2011

Antonio Gramsci y los Consejos de Trabajadores y Trabajadoras

www.aporrea.org
Antonio Gramsci y los Consejos de Trabajadores y Trabajadoras
Por: Omar Vázquez*
Fecha de publicación: 31/03/11

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En el marco de la lucha revolucionaria que se desarrolla en Venezuela, en algunas instituciones del Estado; así como, en empresas públicas y privadas se vienen organizando los Consejos de Trabajadores y Trabajadoras. Espacios embrionarios del Poder Popular, que descansan en la necesidad de estimular el control obrero y popular de la economía y de la gestión pública.

Situación que tiene una vinculación con los aportes políticos y teóricos del militante comunista italiano: Antonio Gramsci. Gramsci en el marco del proceso de movilización y organización de los trabajadores industriales italianos en Consejos de Fabrica, ocurrido en la ciudad de Turín entre los años 1919-1920 y denominado el bienio rojo, identifica como fundamental al espacio laboral como escenario del proceso revolucionario; afirmando que:

“El proceso revolucionario se realiza en el campo de la producción, en la fabrica, donde las relaciones son de opresor a oprimido, de explotador a explotado, donde no hay libertad para el obrero ni existe democracia; el proceso revolucionario se realiza allí donde el obrero no es nadie y quiere convertirse en todo, allí donde el poder del propietario es ilimitado1”

Al mismo tiempo, que nos plantea que un escenario fundamental para el desarrollo del proceso revolucionario son los centros de trabajo, Gramsci considera que:

“el período actual es revolucionario precisamente porque comprobamos que la clase obrera tiende a crear, en todas las naciones, tiende con todas sus energías… a engendrar de su seno instituciones de tipo nuevo en el campo obrero, instituciones de base representativa, construidas según un esquema industrial; decimos que el período actual es revolucionario porque la clase obrera tiende con todas sus fuerzas, con toda su voluntad, a fundar su Estado”2

En este sentido, el proceso bolivariano necesita para su profundización revolucionaria, la construcción de instancias organizativas autónomas del pueblo trabajador; como los Consejos de Trabajadores y Trabajadoras que permiten en términos orgánicos su participación y control de los procesos de planificación y decisión de los centros de trabajo privados y públicos. Permitiendo que el trabajador y la trabajadora se conviertan en sujetos colectivos que construyan su cotidianidad laboral, dejando de ser una simple mercancía que se alquila mediante un salario.

El mismo Gramsci, a pesar de los obstáculos colocados por la burguesía y los reformistas, caracteriza como logros de los Consejos de Fabrica turineses que:

“Aunque ni los industriales ni la burocracia sindical quisieron reconocer a los Consejos y sus comités, éstos consiguieron éxitos notables: echaron a los agentes y espías de los capitalistas, establecieron relaciones con los empleados y con los técnicos para obtener información financiera e industrial; por lo que hace a los asuntos de la empresa, concentraron en sus manos el poder disciplinario y mostraron a las masas desunidas y disgregadas lo que significa la gestión directa de los obreros en la industria”3

De esta manera, podemos observar una relación con la situación venezolana actual, cuando entendemos que los Consejos de Trabajadores y Trabajadoras, implican la transformación de las relaciones sociales de producción y la edificación de una representación cultural socialista; donde el pueblo trabajador no es observado como un receptor y ejecutor de ordenes emanadas de los gerentes de las empresas y de los altos jerarcas del Estado, sino como planificador, decisor, contralor y ejecutor de todas las actividades desarrolladas en sus centros de trabajo.

Sin embargo, la construcción de instancias como los Consejos de Trabajadores y Trabajadoras genera una reacción de la burguesía y de algunos sectores que dirigen la institucionalidad administrativa y económica del actual Estado burgués. Negando las capacidades que tiene el pueblo trabajador para dirigir el nuevo Estado, afirmando que se desea eliminar los sindicatos, botando a los cuadros revolucionarios que inician los procesos de organización consejista, entre otras maniobras reaccionarias y contra-revolucionarias; que desarrollan para desmovilizar a la clase trabajadora y al pueblo, con la finalidad de evitar que podamos avanzar en la edificación del socialismo y combatiendo males como la ineficiencia y la corrupción.

En ese escenario de luchas en contra el empresariado y algunos altos burócratas del Estado, debemos seguir organizándonos y movilizándonos como pueblo trabajador; por nuestras reivindicaciones económicas y para lograr la construcción del Poder Popular, que nos permita dirigir y controlar la economía y la gestión pública.

*Militante Comunista.



1 El Consejo de Fabrica, Antonio Gramsci. (1920). Publicado originalmente en El Orden Nuevo.

2 Idem.

3 El Movimiento Turines de los Consejos de Fabrica (Informe enviando a la Internacional Comunista). Antonio Gramsci. (1920). Publicado originalmente en El Orden Nuevo.


ogvh_21@hotmail.com

miércoles, 30 de marzo de 2011

La crisis del capitalismo


30-03-2011

Entrevista a Alex Callinicos, profesor de Teoría Social en el King's College de Londres
La crisis del capitalismo

Socialist Worker


El Socialist Worker ha pedido a Alex Callinicos que nos explique la crisis del capitalismo global que aún continúa, y si cree que los gobiernos podrán hacer que la pague la clase trabajadora. Parece que esta crisis no afloja. ¿Cómo nos hemos metido en este lío?
Algunos economistas e historiadores económicos describen esta crisis diciendo que es la primera Gran Depresión del siglo XXI, y la comparan con la Gran Depresión de finales del s. XIX y la de los años treinta. Me parece que tienen razón cuando afirman que ésta es una crisis muy profunda: no se trata de una alteración normal del «ciclo económico», sino de una crisis mucho más profunda y prolongada, y que hace mucho tiempo que se estaba preparando.
Desde finales de la década de los sesenta, el capitalismo, sobre todo en el mismo centro del sistema, ha sufrido una crisis crónica de rentabilidad. Lo que llamamos ‘neoliberalismo’, el giro hacia el mercado, era una manera de intentar recuperar beneficios a través de exprimir a las personas trabajadoras tanto como fuera posible. Pero se trata de una rentabilidad recuperada sólo parcialmente, lo cual podemos ver claramente echando un vistazo a los EEUU, el centro del sistema.
Los que controlan la economía mundial –los banqueros centrales–, han ido confiando en alentar el desarrollo de las burbujas financieras. Esto comenzó a finales de los años ochenta, pero el proceso ha sido más acusado desde finales de los noventa. Estas burbujas especulativas, que hacían que la gente creyera que era más rica, les conducían a pedir más préstamos y gastar más, y de esta manera hacían que la economía fuese adelante. La gran burbuja desarrollada en el mercado inmobiliario de EEUU a mediados de la década pasada fue la culminación de este proceso, y chupó secciones y más secciones del sistema financiero global –en EEUU y Europa– alimentando los préstamos y la especulación. Esto quiere decir que cuando la burbuja reventó al final, lo que pasó el 2006-7, provocó una crisis global general.
¿Hasta qué punto es esta una crisis general, que va más allá de los banqueros y el sistema financiero?
Es una crisis mucho más general. En 2009 la economía mundial se contrajo por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Las causas más remotas se remontan a la misma base del capitalismo, que es un sistema de inversiones sin planificación y de crisis. Por culpa de las dificultades a largo plazo del sistema económico, el sistema financiero ha jugado un papel dirigente cada vez más importante en las últimas décadas. La crisis la provocó la especulación financiera y la manera como se han comportado los banqueros para obtener sus enormes bonificaciones. Pero los banqueros son sólo una parte del problema, no son el centro.
Después de tanto debate sobre la regulación, ¿qué se ha hecho, realmente?
Los banqueros hacen mucho ruido quejándose de las restricciones que se les ha impuesto. Las más serias son las que se han llamado «acuerdos de Basel», que son, en esencia, un intento de restringir la cantidad que pueden prestar. Pero si miramos de cerca lo ocurrido en EEUU y Gran Bretaña, que son los centros del sistema financiero global, veremos que, a los bancos se les han impuesto algunas restricciones.
Los bancos son muy poderosos políticamente; hacen un lobbying efectivo, y básicamente han presionado a los gobiernos para que les dejen más o menos en paz. De modo que ahora nos encontramos con indicios de que el mismo tipo de prácticas especulativas que se desarrollaron durante la burbuja se están volviendo a utilizar. Los bancos que han sobrevivido son más grandes y más fuertes, y tienen suficiente confianza para empezar a repartir bonificaciones masivas otra vez. Bob Diamond, el director del banco Barclays, dijo hace poco que ha llegado el momento en que los bancos dejen de pedir perdón. Sí, a mí me parece que eso es tener suficiente confianza.
El gobierno dice que la única solución a la crisis es el programa de recortes. Los laboristas dicen que son demasiado rápidas, pero aceptan que se deben hacer. ¿Tú qué crees?
Muchos economistas e historiadores económicos rigurosos dicen que el crecimiento de la deuda que se ha visto en los últimos años, en términos históricos, no es tan importante. Hay que entender por qué ha aumentado la deuda del gobierno: es por culpa de la crisis, no sólo por culpa de los rescates. La crisis significa que el gobierno recibe menos en recaudación de impuestos y, en cambio, debe gastar más en prestaciones por desempleo. De modo que cuando los tories y los liberal-demócratas hablan de déficit, están hablando del coste de la crisis: estamos ante una lucha de clases para ver quién la pagará.
Los banqueros son suficientemente fuertes, políticamente, para protegerse y evitar que les toque pagar a ellos. El giro hacia la austeridad tiene por objetivo que sean las personas trabajadoras las que soporten la carga. Es interesante que el director del Banco de Inglaterra, Mervyn King, dijo que el gran déficit presupuestario no es culpa de la gente ni de los trabajadores del sector público; no obstante, dice que la austeridad es necesaria.
No hay la necesidad económica de instaurar medidas de austeridad, sino que, de hecho, desde el punto de vista económico son peligrosas. El jefe de la OCDE –el club global de las naciones ricas– compareció, la semana pasada, con el ministro de economía George Osborne, y dijo que las políticas económicas del gobierno eran muy buenas. Pero, hace poco, la OCDE ha publicado un informe que prevé un crecimiento muy lento para Gran Bretaña durante este año y el siguiente. La cuestión es esta: si sacudes a la gente de una manera tan salvaje con el tipo de medidas que se están aprobando (exprimiendo el sector público, forzando la disminución de los salarios...), el efecto podría ser que la economía cayera otra vez en recesión. En los países donde las medidas de austeridad ya se han puesto en práctica, como Grecia e Irlanda, ha pasado justamente eso.
La posición de los laboristas (austeridad, sí, pero no tan salvaje como la de los tories) deja ver que, a pesar de haber escogido a Ed Miliband como líder, el Partido Laborista sigue pegado a la ideología del neoliberalismo, de modo que la alternativa que ofrecen es extremadamente débil.
¿El gobierno y la clase dirigente tienen confianza en la austeridad?
No me parece que haya grandes divisiones entre la clase dirigente. Pienso que las grandes empresas estaban cansadas del Nuevo Laborismo, al final de la legislatura de Gordon Brown. Habían aceptado todas las golosinas, en materia de exenciones fiscales, que les habían ofrecido los laboristas; pero querían más, por eso dieron la bienvenida a la coalición. Hay dudas sobre la austeridad, pero no se está elaborando ningún proyecto alternativo, desde la clase dirigente.
La coalición se acerca a su examen más importante. Las protestas de los estudiantes de antes de navidad fueron un duro golpe para ellos: expusieron las grietas que había dentro de la coalición; particularmente, la desazón que sienten muchos liberal-demócratas. A medida que los recortes empiezan a hacer daño, Cameron y Osborne esperan que los líderes de los sindicatos sean demasiado débiles y demasiado cobardes para organizar una resistencia efectiva. Estas previsiones se pondrán a prueba pronto.
La resistencia, en Europa, ha sido desigual. En Grecia, ha sido fuerte. En Irlanda, en cuanto a huelgas y manifestaciones, ha habido movimiento, pero es a través de las urnas que se ha producido el impacto. La aniquilación de Fianna Fail, que había dominado la vida política desde los años treinta, ha sido una derrota importante para ellos.
¿Cuál es la alternativa a los recortes? ¿De dónde deberían venir el dinero?
Esta cuestión no debería intimidarnos. Por ejemplo, la tasa de intereses es baja, por lo que, en realidad, a los gobiernos les resulta fácil obtener préstamos. De manera más general, necesitamos una serie de medidas que se dirijan a la raíz de la crisis. Esto quiere decir nacionalizar adecuadamente los bancos, en vez de utilizar grandes cantidades de dinero público para salvarlos mientras continúan funcionando sin que se les puedan exigir responsabilidades. Significaría reconvertir los bancos en empresas públicas que organizaran el tipo de inversiones que son necesarias.
Un área de inversión obligatoria es la intervención sobre el cambio climático. El terremoto de Japón no lo causó el calentamiento global, pero sabemos que sí producirá más desastres de esta magnitud. Y lo que ha pasado en Fukushima nos muestra el peligro de utilizar la energía nuclear. La campaña para crear un millón de puestos de trabajo contra el cambio climático, apoyada por varios sindicatos, es una manera de impulsar el trabajo que se necesita para reducir las emisiones, y al mismo tiempo se crea empleo.
Además, el sistema del bienestar debe reorganizarse para acabar con la miseria de los subsidios reducidos y condicionales, y deberían tomarse otras medidas para combatir el paro. Este es el tipo de programa que comenzaría a subordinar la economía a la lógica de las necesidades sociales, en vez de subordinarla a los beneficios.
¿Puede recuperarse el capitalismo y proveer para la mayoría de personas?
Lenin, el gran revolucionario ruso, dijo que el capitalismo nunca estará en una situación absolutamente desesperada mientras las personas trabajadoras le permitan sobrevivir. Tarde o temprano el sistema se puede recuperar de cualquier crisis, aunque le costaría recuperar el nivel alcanzado en el pasado más reciente, porque el sistema financiero se habría debilitado mucho.
Mientras la recesión continúa, es importante ver que es desigual. Una sección del sistema, el núcleo histórico en América del norte y gran parte de Europa, aún continúa en un estado bastante deprimido. Pero, en cambio, si miramos hacia China y las economías que se asocian, Alemania y Brasil incluidos, vemos que crecen bastante deprisa. Esto refleja los esfuerzos del estado chino, que hizo todo lo posible para evitar una depresión económica prolongada. Sin embargo, el hecho de que esta pequeña parte del sistema esté creciendo es otro factor desestabilizador: produce tensiones entre EEUU, la fuerza capitalista dominante, y China, que cada vez más se presenta como su rival principal. Esto hace más difícil de controlar el capitalismo.
Pero incluso si encuentran una manera de salir adelante, la crisis se ha producido como resultado de la lógica del capitalismo y de un sistema que tiene como único objetivo la competición ciega para conseguir beneficios. Este sistema seguirá produciendo crisis y seguirá intentando resolverlas haciendo que paguen las personas trabajadoras y pobres. Por lo tanto, la única garantía real para evitar más crisis como la que nos afecta ahora es deshacerse completamente del capitalismo.
Alex Callinicos es profesor de teoría social en el King's College de Londres, y autor de libros como “Los nuevos mandarines del poder americano” o “Un manifiesto anticapitalista” y miembro destacado del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha en Gran Bretaña.
Artículo publicado en Socialist Worker, periódico del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha en Gran Bretaña.
http://www.enlucha.org/site/?q=node/15886

viernes, 25 de marzo de 2011

Las relaciones económicas de Gadafi con el imperialismo


25-03-2011

Las relaciones económicas de Gadafi con el imperialismo

www.litci.org


Hoy existe una polémica en toda la izquierda sobre el apoyo o no a Gadafi, contra el levantamiento revolucionario que intenta derrumbarlo. El principal argumento de las corrientes que lo defienden, principalmente aquellas de origen stalinista y castrista, es que los gobiernos imperialistas están contra Gadafi y, por eso, es necesario defenderlo incondicionalmente contra la amenaza de la invasión imperialista.

Aunque estamos en contra de cualquier tipo de intervención del imperialismo, es necesario esclarecer que nuestros motivos no son los mismos que los motivos de los defensores de Gadafi. Esta intervención, con la votación de la zona de exclusión aérea por la ONU, no sería para “derrumbar a Gadafi del poder”, sino para derrotar el proceso revolucionario en curso en Libia y, así, intentar enterrar la revolución árabe, aunque para eso el imperialismo necesite librarse de su aliado.

Para mostrar las relaciones de Kadafi con los imperialismos europeos y norteamericano publicamos este estudio hecho por el ILAESE de Brasil sobre la geopolítica del petróleo. Esperamos así esclarecer a nuestros lectores sobre los reales motivos de la intervención del imperialismo en la revolución libia.

La Exxon descubrió el petróleo en Libia en 1959 en Zaltán, al oeste del país. Las exportaciones de petróleo comenzaron en 1961. El coronel Gadafi subió al poder, después de un golpe militar contra el rey Idris I, en 1969.

Siguiendo los pasos de Gamal Abdel Nasser, del Egipto, Gadafi puso en práctica el panarabismo nacionalista, expropió y nacionalizó las empresas petrolíferas extranjeras y desmontó bases militares británicas y norteamericanas instaladas en el país.

Por eso, la nación libia fue blanco de sanciones comerciales del imperialismo de 1986 hasta el 2004, que produjeron un efecto sofocante sobre la inmensa mayoría del pueblo y sólo fueron eliminadas con la apertura del territorio libio a las multinacionales a través de la creación de un modelo de explotación y de producción de petróleo favorable a los negocios de las Big Oil de Europa y de los Estados Unidos de América.

El hijo de Gadafi, Saif, fue el principal articulador neoliberal de Libia. Él ofreció un mayor acceso al capital, incentivos fiscales y privatización. En concordancia con un informe de abril de 2010 del gobierno de Libia, el régimen privatizó 110 empresas públicas estatales en los últimos diez años. El mismo informe promete privatizar el 100% de la economía de Libia a lo largo del tiempo. [1]

En el 2004 Inglaterra firmó el “Acuerdo en el Desierto”, que preveía miles de millones en contratos de explotación de petróleo en el país. En agosto de 2004 una subasta de 4ª ronda ofrecía 15 áreas de explotación, con la participación de 56 empresas y el registro de 104 propuestas.

En el 2006, los EUA removieron a Libia de su lista de estados que patrocinan el terrorismo. Con eso, Gadafi se abrió camino para la explotación de petróleo libio por las empresas de petróleo de los EUA. Una serie de reformas para liberalizar la economía y abrir el país al capital internacional fueron realizadas, dando como resultado numerosos contratos con empresas multinacionales.

Entraron así: Amerada Hess, Canadian Occidental, la Chevron-Texaco, la CNPC, Indian Oil Corp, Liwa (EUA), Nimr Petróleo (Arabia Saudí), OMV, Occidental, ONGC, Petrobras (Brasil), PetroCanada, Óleo del Mar Rojo Corp (Canadá), Repsol, Shell, Verenex, Total, la Wintershall (Alemania), la Woodside (Australia).

La empresa estatal libia, National Oil Corporation (NOC), tiene poco peso, a pesar de estar aún bajo control estricto de Gadafi, y realiza "joint ventures" con la ConocoPhillips, Marahton y Hess.

Gracias a esos negocios, Libia tiene una balanza comercial positiva de US$ 27 mil millones por año y una renta per cápita de US$ 12 mil, seis veces mayor que la de Egipto. Tiene el mayor IDH de África y el cuarto mayor PIB del continente.

Desde el 2004, Libia registra tasas de crecimiento favorables, con un crecimiento estimado del PIB del 10,6% en el 2010, con una economía totalmente dependiente del petróleo que, en consonancia con el FMI, representó más del 95% de los ingresos de las exportaciones en el 2010.

El petróleo bruto y sus derivados refinados en Libia son exportados hacia los países imperialistas y asiáticos. En contrapartida, los productos importados de los países imperialistas por el gobierno de Gadafi incluyen máquinas, equipos de transporte, alimentos y bienes manufacturados, además de muchas armas.

Pero, a pesar de ser el sector petrolífero de Libia, de lejos, el más importante en términos de ingresos nacionales, esto no se traduce en el incremento de la calidad vida de la inmensa mayoría del pueblo libio. El desempleo, por ejemplo, es del 30% y llega a 40% entre los más jóvenes.

En virtud de su antigua influencia sobre las masas, así como por el hecho de controlar un enorme aparato de seguridad, Gadafi abrió las cortinas a una mayor penetración económica del país para las Big Oil.

A partir de esa situación, Gadafi se convirtió en uno más de los agentes del imperialismo esparcidos por el mundo. El resultado ha sido graves violaciones de los derechos humanos, con ejecuciones sumarias y torturas, para contener la insatisfacción del pueblo libio.

Geopolítica del petróleo

A partir de enero del 2011, las reservas de gas natural de Libia fueron estimadas en 54,7 billones de pies cúbicos. Posee las mayores reservas de petróleo de África. Cerca del 80% de las reservas probadas están localizadas en los sedimentos de Sirte. La cuenca de Murzuq brinda un 25% de la producción y el resto proviene de la región de la costa, cerca de Trípoli.

El objetivo inmediato es la construcción de una nueva refinería para procesar el petróleo de Murzuq, y otra debido a la extracción anticipada de petróleo de Sebha. Una refinería en Misurata, exclusiva para exportación, con capacidad de 200 mil barriles de petróleo por día, también tiene su construcción prevista.

Con eso, la producción puede llegar a 3 millones de barriles diarios (mbd) para el 2013. Ese es el objetivo, aumentar la exportación de petróleo hacia los países imperialistas. El país casi duplicó sus exportaciones de gas natural en tres años.

Libia tiene costos de producción bajos, petróleo de buena calidad y campos próximos a las refinerías y mercados de Europa. El de mejor calidad (más liviano) es vendido a Europa y Estados Unidos, mientras que el pesado es exportado hacia los mercados asiáticos.

La revolución libia aumenta la crisis en Europa

Libia exporta cerca de 1,1 millón de barriles por día y es el tercer productor de petróleo de África. Responsable por el 2% de la producción mundial, 90% de sus exportaciones se dirige hacia los países europeos y un tercio a Italia, lo que explica el apoyo de Berlusconi a Gadafi.

Además de eso, la empresa italiana ENI, la mayor operadora de petróleo en Libia, compra gas natural de Libia desde hace décadas. La BP (Inglaterra), Repsol YPF (España) y Total (Francia) son otras que operan en Libia.

Sustituir esta exportación por la distante Arabia Saudí exigiría más navíos, más tiempo, y más costos.

Con la revolución, la producción y exportación de petróleo y derivados están prácticamente paralizados, a pesar de que ambos lados del conflicto garanticen que no reducirán la producción de las regiones que controlan.

Diversas compañías de petróleo anunciaron la suspensión de sus operaciones y la retirada de los funcionarios y familiares de Libia. La española Repsol-YPF suspendió sus operaciones por que las condiciones no eran seguras. Fue seguida por la Wintershall, subsidiaria de la Basf, y la BP, que anunciaron la suspensión temporal de las operaciones. La noruega Statoil, la austríaca OMV y la anglo-holandesa Shell, la francesa Total y la rusa Gazprom están siguiendo el mismo camino, y ni que decir de los 30 mil trabajadores chinos semi-esclavos de compañías de petróleo y de la construcción civil.

La Eni redujo su producción a la mitad. Con eso, la producción bruta total cayó de 1,6 millón de barriles diarios a 850 mil, según relatos de los productores occidentales.

La mayoría de los puertos de Libia - principal plataforma de exportación - también fue cerrada debido a la falta de personal o a las interrupciones de producción.

El gaseoducto de gas natural en el Mediterráneo, desde Libia y de la isla italiana de Sicilia, fue desactivado, sin orientación de cuándo se puede volver a bombear.

La industria de petróleo de Libia está en caos - y no se sabe cuándo va a terminar.

La Asociación Internacional de Energía (AIE) informó que las refinerías europeas tienen stocks solamente hasta el fin de marzo. Esta situación está llevando a un nuevo aumento del precio del barril de petróleo, que ya rebasa los US$ 100, y los economistas hacen la previsión de una nueva recesión, principalmente en los países no productores, por eso la desesperación del imperialismo por un desenlace rápido.

Petrodólares por armas

Pero las relaciones de Gadafi con el imperialismo no se dan sólo a través del comercio de petróleo. El imperialismo también le suministra armas libremente.

Italia concedió a Libia licencias de exportación de 112 millones de euros en armamento y 108 millones de euros para aviones militares, los mismos que bombardean al pueblo libio.

Malta es el segundo mayor exportador, con un lote de 80 millones de euros de armas de pequeño porte y Alemania, en tercer lugar, con 53 millones de euros en licencias, principalmente para equipamientos de interferencia electrónica, usados para interrumpir señales de celulares, internet y comunicación GPS. Gran Bretaña exporta gas lacrimógeno, munición de control de multitudes, municiones de armas portátiles y lanzadores de proyectiles, además de que sus oficiales de policía viajan frecuentemente a Trípoli para entrenar a la policía Libia.

La Brigada Khamis tiene medios de comunicación y sistemas de datos valorados en US$ 165 millones, suministrados por Inglaterra. Las Unidades del Servicio Aeroespacial (SAS) están directamente involucradas en la formación de las Fuerzas Especiales de Libia. Irónicamente, las mismas que estaban implicadas en la lucha contra el Ejército Republicano Irlandés (IRA), que ya recibió ayuda de Gadafi. Gran Bretaña también fue responsable por el envío de vehículos armados con cañones de agua y furgonetas antidisturbios, identificados en la represión a la ciudad de Benghazi.

El imperialismo sostiene a Gadafi

Gadafi mantiene el control del oeste y está atacando la revolución en el este, sostenido e impulsado por los millones de dólares de los ingresos de exportación de petróleo para los países imperialistas.

Los pagos por las exportaciones de petróleo continúan siendo hechos en el Banco Central de Libia, bajo control de Gadafi.

Por el petróleo exportado en una quincena, durante el conflicto, fueron depositados cerca de US$ 770 millones (550 millones de euros).

Por eso, la Federación Internacional de los Trabajadores de la Industria Química, Energía y Minas, presentó una solicitud a las empresas multinacionales del petróleo y a las industrias de productos químicos para que suspendan estos pagos.

A pesar del genocidio contra el pueblo libio, Barak Obama no había condenado Gadafi hasta 23 de febrero. Y ahora el imperialismo espera el desenlace de la ofensiva de las fuerzas de Gadafi para tomar alguna decisión de intervención.

Los lazos entre Italia y Libia fueron reforzados después de la firma, en agosto de 2008, de un acuerdo histórico para indemnizar las consecuencias del colonialismo italiano (1911-1942) con US$ 5 mil millones en 25 años. El llamado "pacto de amistad" incluyó una solicitud de disculpas solemne de Italia por el periodo de la colonización, que asesinó a 100 mil personas de una población de 800 mil.

En intercambio, el régimen de Muamar Gadafi invirtió los petrodólares en empresas italianas, como la FIAT, de la cual llegó a poseer el 10% de las acciones. La mayor inversión de Libia es el UniCredit. A finales de 2008, en plena crisis financiera mundial, el Banco Central libio compró acciones del mayor banco italiano, que estaba en serios problemas. Con la ayuda del fondo soberano Libyan Investment Authority (LEIA), Libia se hizo el mayor accionista de UniCredit (con 7,582%), actualmente uno de los mayores bancos de Europa.

Desde enero de 2011 el gobierno libio es dueño del 2,01% del grupo aeronáutico y de defensa Finmeccanica, controlado por el Estado italiano. Libia tiene también casi 0,5% de la empresa de petróleo ENI. Posee 22% de la empresa textil Olcese y 7,5% del club de fútbol Juventus. En junio de 2009, una empresa controlada por la Compañía Árabe de Inversión Extranjera adquirió una participación del 10% en Comunicaciones Quinta, de la cual el accionista mayoritario es Berlusconi. Según el periódico económico Il Sole 24 Ore, el valor de las acciones del gobierno de Gadafi en Italia alcanza 3,6 mil millones de euros.

Además del barato petróleo libio, muchas empresas italianas de construcción firmaron contratos para la construcción de carreteras, universidades, ferrocarriles y hoteles, lo que ha beneficiado a Italia con una lluvia de "petrodólares".

Italia es el mayor socio comercial de Libia: en 2009 había un total de 180 empresas italianas activas en Libia, donde viven 1.500 italianos.

Pero no son solamente los italianos ganan mucho en Libia. Cerca de 150 empresas británicas establecieron presencia en este país desde que Europa suspendió las sanciones económicas. Entre ellas, los principales minoristas como la Marks & Spencer, Next, Monsoon Accessorize y empresas como la AMEC (ingeniería), y Biwater (tratamiento de residuos), aprovechándose de la ola de gastos de infraestructura, con un costo estimado de 310 mil millones de libras en una década.

En Inglaterra, cuando el Partido Laborista estaba en el gobierno, también se convirtió en un importante socio comercial.

Saif declaró al periódico británico Daily Mirror, en junio de 2010: “Tony Blair tiene una excelente relación con mi padre”. Blair es considerado un consejero de confianza para la Libyan Investment Authority. Con eso, las exportaciones británicas para Libia subieron cerca de 930 millones de euros en los últimos años.

[1] How Gaddafi became a Western-backed dictator: Como Gaddafi se hizo un dictador apoyado por los Occidentales, por Peter Boyle

Américo Gomes, abogado con especialización en Política y Relaciones Internacionales y Dalton Santos, geólogo y Director del Sindicato de los Petroleros de Alagoas y Sergipe. ILAESE: ILAESE – Instituto Latino Americano de Estudios Socio Económicos.

Traducción: Jessica Barquero

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jueves, 24 de marzo de 2011

"Una confrontación violenta por la configuración de un régimen político, no por mejoras parciales"


24-03-2011

Entrevista a Joaquín Miras sobre Marx y la Comuna de París, en su 140º aniversario
"Una confrontación violenta por la configuración de un régimen político, no por mejoras parciales"


Marx escribió sobre la Comuna de París. ¿Cuáles fueron sus principales escritos?
El texto más importante de Marx sobre la Comuna es La guerra civil en Francia, publicado en Londres inmediatamente después de los acontecimientos, en 1871. Guerra civil, no luchas de clases; recoge el eco de una tradición política, las luchas en la antigua Roma, entre los cives, una confrontación violenta por la configuración de un régimen político, no por mejoras parciales. Todo el texto está repleto de referencias a esa cultura, que era la interna al movimiento insurrecto, la tradición demo republicana. La Comuna es presentada por Marx como la forma adecuada de la República, - “…la comuna era la forma posible de esta república…”- por el “ciudadano” Marx, así solía firmar sus cartas, en este texto.
¿Estuvo Marx inicialmente a favor del movimiento? ¿Por qué?
En principio Marx no estuvo de acuerdo con el movimiento revolucionario, y en esto fue clarividente. La guerra franco-prusiana había sido la puntilla final para el movimiento revolucionario internacional que durante casi un decenio había sido la AIT, y que, sobre no haber conseguido cuajar las expectativas depositadas en el mismo, y haber llegado muy debilitado y enfrentado a finales de la década, quedaba dividido por la guerra entre naciones. Sobre esta situación de aislamiento internacional se daba la ocupación de Francia por el ejército poderosísimo, reaccionario, prusiano, amenaza militar inmediata para la Comuna y fuerza que impedía la propagación de las ideas democráticas de la comuna. Pero, una vez estalla el proceso, Marx y Engels se comprometieron con todas sus fuerzas en su ayuda. Una vez aplastado el proceso, Marx se percata de la gravedad de la derrota, que sella un periodo de movilización. Sabe que al menos durante una generación –la experiencia de lo ocurrido tras 1848- todo quedará, desmovilizado; nosotros sabemos de eso también por experiencia. Y utiliza el ejemplo de la Comuna para recordar a los por nacer cuál era la tradición política que había existido. Marx con todo, no se había hecho grandes ilusiones sobre el periodo. El mismo Marx sabía de la pobreza intelectual del movimiento de la AIT en relación con 1848, y no digamos en relación con la Revolución Francesa. Había esperado que la experiencia de lucha fuese la que autoeducase un poderoso movimiento. Sobre eso escribe algo Karl Korsch en Marxismo y filosofía
¿Qué te parece más destacable de sus aproximaciones?
Creo que la característica más destacada por Marx es la creación de un poder popular desde la autoorganización popular, esto es, como consecuencia de las deliberaciones y decisiones del movimiento popular Creo que esto es lo que recalca Marx y lo hace al hilo de los debates que han sobrevenido en el seno de la AIT. Ya en ese periodo habían apuntado las posiciones que luego marcarán el último tercio del siglo XlX y el siglo XX. Podemos seguirlas leyendo la carta a Kugelman de 1866 o la carta a Bolte de 1871. En la primera, en la que Marx responde al interés de su amigo [1]: le habían solicitado su intervención como sabio para que elaborase una estrategia, un proyecto que iluminase pedagógicamente las mentes de las masas. Él explica lo que hizo: “Lo limité intencionadamente a los puntos que hacen posible un acuerdo inmediato para la acción conjunta de los obreros, y que pueden satisfacer directamente las necesidades de la lucha de clases y fomentar las organizaciones de los obreros como clase. Los señores de París tienen la cabeza atiborrada de las más hueras frases proudhonianas. Charlan de la ciencia y no saben nada. Mantienen una actitud despectiva ante todo los revolucionario, es decir, hacia toda acción que dimane de la propia lucha de clases, hacia todo movimiento social concentrado, que, por tanto, puede llevarse también por medios políticos…”
Al igual que en el Manifiesto, Marx volvía a recalcar que los comunistas no tenían un programa propio, salvo el de organizar el proletariado y construir así la clase –organización del proletariado en clase-. Y que la tarea de los comunistas era ser “expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos”. Ser saber segundo, filosofar sobre la experiencia generada por la praxis, para reintroducir la reflexión en el debate público; no cabeza guía, no “estado mayor” dentro de una división del trabajo en la que una elite decide y una masa actúa. Creo que la frase sobre la Comuna como la forma de la república “al fin encontrada” apunta esta idea: es una forma política surgida de la lucha y de la deliberación interna al movimiento. Esta forma de pensar el proceso revolucionario sería abandonada.
 ¿Por qué fue abandonada?
Marx sería derrotado. Se impondría en la nueva etapa el tipo de organización partido socialdemócrata. Por cierto, a los 20 años de la Comuna, Engels recuperaría este texto –lo haría además en los pocos años de vida que le quedaban, con otros textos del periodo de 1848; inventaría un libro de Marx inexistente Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 en el que incluiría su gran prólogo testamento de 1894- para polemizar con la forma de hacer político de la socialdemocracia, presentando una alternativa de hacer político. No es que Engels pensase que aquello –la Comuna, las luchas del 48, etc- hubiese sido algo satisfactorio. Su preocupación por el campesinado -por ejemplo, “El problema campesino en Francia y en Alemania” de 1894-, esto es, por la mayoría de la población subalterna, sin la que no hay democracia, ni proceso revolucionario con posibilidades, era muy consciente y clara. Y esa preocupación había estado desaparecida en el proceso francés desde 1848 y también en 1871. Queda en el prólogo de Engels, de 1891 a Guerra civil en Francia una frase ambigua en relación con el fracaso de 1848 : “si el proletariado no estaba todavía en condiciones de gobernar…” ¿Cuáles eran esas condiciones? En el futuro se abrirían dos respuestas.
 ¿Cuáles son esas respuestas?
Una confiaría en el desarrollo de la clase obrera hasta ser mayoritaria, de la mano del capitalismo. Otra, minoritaria, pero que lograría sostenerse a la cabeza de la experiencia de la revolución rusa hasta la muerte de Lenin, insistiría en la Democracia: en el acuerdo entre las clases subalternas. En el acuerdo con la mayoría campesina y la aceptación política de sus justas reivindicaciones. En la subordinación del programa económico a las exigencias de la democracia. Pero el caso de la Comuna sí ofrecía un modelo político alternativo. “Político”, esto es, no anarquista, pero tampoco dirigido por una elite desarrollista, industrialista, sino basado en el proceso de masas y en las deliberaciones internas del mismo
Este carácter de proceso político cuyo fin es convertir el movimiento en Estado, esto es, cuyo programa, cuya meta, no es “económica” –mejoras salariales o socialización de la propiedad- sino que la propia alternativa económica queda sometida al proceso deliberativo del movimiento y no se piensa al movimiento, a la soberanía, a la democracia real como un instrumento para el fin de la socialización, era lo que Marx recalcaba en polémica con otras corrientes mediante su texto sobre la Comuna.
 ¿Qué lecciones extrajo Marx del, digamos, fracaso comunero en tu opinión?
Creo respondida de alguna manera esta pregunta. Los procesos revolucionarios deben ser capaces, en primer lugar, de interpelar a la mayoría de la población.
¿Volvió a escribir sobre la Comuna en sus últimos años?
Como nos recuerda Arthur Rosenberg, la importancia de la Comuna para Marx fue momentánea. Una vez cerrado el proceso no volvió sobre el mismo
¿Los blanquistas fueron mayoría en el movimiento insurreccional? ¿Quiénes eran?
Los blanquistas eran los herederos de la revolución del 48 en 1871, aunque Auguste Blanqui no pudo participar en ella al estar en la cárcel. El blanquismo era una teoría conspiratoria de la política, que había surgido como consecuencia de la derrota de la revolución Francesa de 1789 a 1795, que mantenía una desconfianza hacia los procesos de masas. Pero los grupos blanquistas no actuaron según ese proceder durante la Comuna, sino como grupos de activación de la democracia.
Se ha hablado del primer Estado obrero de la historia. ¿Te parece exacta esta afirmación?
Creo que esa idea fue construida a posteriori y de forma retrospectiva… por quienes eran capaces de pensar que un Estado podía ser “obrero”. No pretendo criticar con esto la aspiración a un poder político creado por las clases subalternas; no estoy criticando la idea de que éstas puedan constituirse en poder político. Sino a la realidad de que en Europa, hasta la segunda mitad del siglo XX la mayoría social era campesina. El proyecto de un Estado obrero era un disparate antidemocrático. El olvido del campesinado por parte del economicismo impuesto por las elites dirigentes al movimiento político, su desarrollismo industrialista, obsesionaba al viejo Engels. Y esa ideología fue puesta en ejecución en la URSS tras la muerte de Lenin. Sabemos lo que significó, romper el bloque de masas sobre el que se sustentaba el régimen, persecución masiva contra los “kulaks” burgueses –sic-, esto es contra el campesinado, y una catástrofe agrícola de la que el régimen nunca se sobrepondría
 ¿Ves algún hilo de continuidad entre la revolución francesa de 1789 y la comuna, casi un siglo después?
Desde la reconstrucción hecha a posteriori, que tomaba como criterio de discriminación la existencia o no de una organización estilo partido social demócrata, la Comuna ha sido considerada el último episodio de la Revolución de 1789. Sí creo que es una continuación del proceso revolucionario de 1848. Si se quiere, del abierto en 1830 en Francia. Sin embargo, existe una enorme diferencia entre el sujeto revolucionario de las luchas que van de 1789 a 1795 y lo que sobreviene después. La revolución francesa se produjo con toda esa potencia de la que sabemos, la que hace que el mundo, tras ella, no fuese el mismo, como consecuencia de que en esa lucha participó la inmensa mayoría de la población. Y por ello su “motor” fueron, no la toma de la Bastilla, no el juramento del juego de la pelota, sino 6 colosales jacqueríes, esto es, movilizaciones o levantamiento organizados por el campesinado, de ámbito nacional que recorrieron el país y dieron respuesta a los 6 estados de sitio –el estado de excepción, con el uso del ejército para reprimir a las masas, es un invento francés de ese periodo. La declaración de la patria en peligro puso en pie de guerra a un millón de hombres: era el campesinado insurrecto. Creo, que, como reconoció el gran historiador de la Revolución francesa, y gran defensor de Robespierre, Albert Mathiez, la revolución que sí tenía continuidad con la de 1789 era la revolución rusa de 1917 –“Jacobins et comunistes”-. Las revoluciones del siglo XlX se dieron de espaldas al campesinado. De nuevo creo que es conveniente recordar el análisis de Arthur Rosenberg sobre la revolución de 1848. Los obreros aceptaron un pacto sobre la segunda república según el que el campesinado pasaba a ser el que pechaba con el grueso de los impuestos y se convertía en un instrumentum vocale dedicado a la producción de alimentos baratos para compensar los salarios bajos, dejarlo en manos de los usureros. Aceptar esto era hacer perder la ilusión sobre el nuevo régimen a las cuatro quintas partes de la población; perder como aliado a la mayoría de la población francesa. Esta miopía es la que produjo la derrota de julio. Los tres jornadas de julio fueron muy heroicas, pero la derrota estaba ya sellada por el aislamiento político de los obreros.
 ¿Crees que la tradición de los comunes debe seguir reconociéndose en la Comuna?
Creo que esa tradición de acción soberana de masas, de no subordinación a proyectos exógenos, de lucha política organizada de los subalternos y de aprender de la propia experiencia es un patrimonio fundamental para los “muchos pobres” de todos los tiempos
 Nota:
[1] Carlos Marx, “Carta a Ludwig Kugelmann” 1866, en Marx y Engels, Obras Escogidas en tres volúmenes, vol 2, Ed Progreso, Moscú , 1974 pp 440, 441

* El autor es filólogo, discípulo de Giulia Adinolfi y Manuel Sacristán, profesor de historia, marxista documentado y con interpretación nada talmúdica de la tradición, autor de artículos y ensayos sobre republicanismo y democracia, Joaquín Miras es, además de una de las almas esenciales de Espai Marx, uno de los revolucionarios comunistas más íntegros y honestos que este entrevistador ha conocido a lo largo de años y décadas. Un comunista de la tradición de Lukács, Guevara, Allende, Luxemburg, Nelson Mandela o Marcos Ana. 

domingo, 20 de marzo de 2011

Hablemos de productividad


20-03-2011

Hablemos de productividad



La aceptación de aumentar el Fondo de Rescate hasta 440.000 millones de euros para respaldar la deuda pública de países con riesgo de insolvencia tenía su cruz. En la medida que los esfuerzos financieros de ese fondo provendrán principalmente de Alemania, la canciller Merkel, junto con el solícito Sarkozy, han propuesto un supuesto pacto por la competitividad. Este contiene alguna propuesta interesante, aunque insuficiente, como la búsqueda de un cálculo común para el impuesto de sociedades a escala europea. Para evitar una permanente devaluación fiscal, no sólo debe homogeneizarse la definición de su base imponible, sino también de sus tipos. En palabras del economista alemán H. W. Sinn, “con una armonización planificada colectivamente, en lugar de una forzada por la competencia entre sistemas fiscales, Europa no tendrá que renunciar a sus logros sociales y no tendría que sufrir las distorsiones de origen fiscal”.

Sin embargo, el centro del debate se sitúa en la polémica propuesta de la eliminación del sistema de indexación de salarios
–que posibilita el mantenimiento del poder adquisitivo de las rentas del trabajo– y su sustitución por un modelo que vincule los crecimientos salariales (nominales) al incremento de la productividad. Esta propuesta, de aceptarse, supondría la institucionalización de un mecanismo de “ajuste salarial permanente”.

Según datos de la Comisión Europea, el crecimiento de la productividad en España –definida esta como el PIB real por hora trabajada– durante la década de los noventa ha sido del 1,5% anual, y del 1% durante la década de 2000. Sin embargo, el crecimiento medio de la inflación durante esas décadas fue del 4,2% y del 3% respectivamente. Si en estas últimas dos décadas se hubiese arbitrado un mecanismo como el del plan de competitividad, la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios españoles hubiese sido aún mayor.
De hecho, los salarios reales en España han crecido durante las últimas dos décadas por debajo de la productividad. Esta es la razón por la cual los costes laborales unitarios –que relacionan salario medio y productividad– se han reducido un 10% desde 1990 hasta hoy.
Los representantes de la CEOE que reclaman ligar salarios (nominales) y productividad pretenden, al igual que el Banco de España, acabar con las cláusulas de revisión y aumentar con ello el peso de las rentas del capital en el PIB. Nada nuevo bajo el sol: en los últimos 25 años, los 40.000 españoles más ricos han pasado de poseer el 2% de la riqueza nacional al 4%, sobre todo por ganancias de capital. Los ajustes frente a la crisis vuelven a intentar repercutirse sobre los y las trabajadoras, en este caso no ya por la vía del empleo, sino de la depresión salarial.

Además, si se tomara de referencia salarial la productividad en el ámbito de las empresas, nos encontraríamos con que esta no sólo depende de la competitividad de sus productos, sino también de su poder de mercado y de otros factores contextuales (infraestructuras, nivel tecnológico, innovación organizativa y comercial, economías de escala interempresariales, provisión de servicios públicos en el entorno, prosperidad del mercado en el que se mueve, etc.). Hacer una negociación colectiva descentralizada sobre los salarios en función de la productividad de las empresas estaría abriendo la brecha salarial entre los trabajadores de sectores oligopólicos (por ejemplo, financiero, producción eléctrica, fabricación de automóviles) y el resto, lo que conllevaría que el ajuste se propicie contra las plantillas del tejido empresarial más débil, reforzando la recesión.

Otra cosa sería que, partiendo de un sueldo digno (salarios mínimos sectoriales que deberían actualizarse con respecto a con la evolución del poder adquisitivo), se desarrollen instrumentos para disputar la generación de riqueza producida en las empresas. La participación colectiva de los trabajadores en las decisiones empresariales podría implicar una mejora de la productividad de las mismas si incrementara el volumen de beneficios no distribuidos a los accionistas, reinvirtiéndolos en actividades de I+D+i que impulsen un cambio del modelo tecnoproductivo en clave de sostenibilidad y en la formación de los trabajadores. Las fórmulas de participación de los trabajadores en sus empresas pueden ser diferentes, unas pueden cuestionar el modelo socioeconómico y otras moverse en el existente.

El último Gobierno de Olof Palme impulsó en Suecia los Fondos de Inversión de los Asalariados. Una parte añadida al salario se remunera en acciones, que se sindican colectivamente, lo que posibilita influir o bloquear determinadas decisiones, reducir la presión sobre los salarios y una cierta defensa para los trabajadores en tiempos de crisis. Los fondos garantizan un núcleo estable de capital, reduciendo la dependencia del capital impaciente que exclusivamente busca incrementar el reparto de dividendos.
Impulsar nuevos elementos en el modelo de negociación colectiva que armonicen al alza los derechos laborales debería ser el eje central de un pacto europeo por la competitividad favorable a una mayoría social. La generación de riqueza en una sociedad basada en el conocimiento, como quiere ser la sociedad europea del siglo XXI, sólo puede sustentarse en la democratización de la economía.

Bruno Estrada es Economista. Director de Estudios de la Fundación 1º de mayo

*También firman este artículo Daniel Albarracín, Ignacio Álvarez, Manuel Garí y Bibiana Medialdea.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/3168/hablemos-de-productividad/
rCR

jueves, 17 de marzo de 2011

Discurso ante la tumba de Carlos Marx

 17-03-2011

Discurso pronunciado en el cementerio de Highgate en Londres el 17 de marzo de 1883
Discurso ante la tumba de Carlos Marx

Federico Engels
Revista Libre Pensamiento


El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre.

Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza idológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo.

Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.


Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así, ya puede considerarse feliz. Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación -y éstos campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo- incluyendo las matemáticas, en la que no hiciese descubrimientos originales. Tal era el hombre de ciencia.

Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en general. Por eso seguía al detalle la marcha de los descubrimientos realizados en el campo de la electricidad, hasta los de Marcel Deprez en los últimos tiempos.

Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida.

La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos.

Primera Gaceta del Rin, 1842; Vorwärts* de París, 1844; Gaceta Alemana de Bruselas, 1847; Nueva Gaceta del Rin, 1848-1849; New York Tribune, 1852 a 1861, a todo lo cual hay que añadir un montón de folletos de lucha, y el trabajo en las organizaciones de París, Bruselas y Londres, hasta que, por último, nació como remate de todo, la gran Asociación Internacional de Trabajadores, que era, en verdad, una obra de la que su autor podía estar orgulloso, aunque no hubiera creado ninguna otra cosa.

Por eso, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los repulicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones contra él.


Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido, llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y América, desde la minas de Siberia hasta California. Y puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra.
------ http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=10449

lunes, 14 de marzo de 2011

Ley del valor e independencia nacional


14-03-2011

Ley del valor e independencia nacional




Herria 2000 Eliza ha abierto una reflexión sobre el futuro del trabajo en el contexto de la crisis mundial. Hace falta este estudio para comprender el presente y para saber qué hacemos en el futuro. Ahora la parte de Euskal Herria bajo dominación española está entre las 40 zonas más ricas1 de la UE las 286 existentes, pero tiene una tasa de paro del 13,83%, el 36,5% de los parados no reciben ayuda oficial alguna, el gasto de protección social está ocho puntos más bajo que la media europea, el 93% de los contratos nuevos son precarios, la tasa de temporalidad es de 8,6 puntos por encima de la media europea, el pueblo trabajador ha perdido 5,3 puntos de salario en los últimos 14 años, el 35% de los asalariado gana menos de 1100 € al mes y el 71% de las pensiones está por debajo del umbral de pobreza, 1,45% de la población controla el 44,78% de la riqueza, mientras que al 98,55% se reparte el 55,22%.
¿Quiénes son los responsables de esta angustiosa situación? ¿La “economía” a secas o el Estado como “forma política del capital”2? Sin duda, lo segundo. El Estado no es un ente pasivo, es una fuerza activa, y más en lo político, que es la quintaesencia de lo económico3. Por ejemplo, en 1997 el gobiernillo vascongado editó un insípido libro4 en el que se recogían las ideas de la intelectualidad socialdemócrata. A. Touraine, volvió a repetir lo esencial de su idea sobre la sociedad post-industrial5 anunciada en 1969, sin preocuparse porque había sido criticada como “engañosa”6 por autores de la derecha civilizada de la época. A. Gorz también participó en el libro, repitiendo prácticamente lo mismo que en 19917. M. Cetron8, explicó que un robot sustituye a cuatro operarios todo el día, cometiendo un 1% de errores frente al 15% de los trabajadores, y los coches hechos por robots duran 90 meses contra los 42 que duran los hechos por trabajadores. Este investigador yanqui propuso recortar derechos laborales; educación tecnológica y abrirse a la tecnología extranjera; invertir en comercio y turismo, y pocos impuestos y muchas privatizaciones.
Este último autor ofreció una visión fieramente neoliberal con altas dosis de Schumpeter, comparada con otras que sólo denunciaban la “crisis laboral mundial”9 sin proponer nada. O que creaban pesimismo al sostener que nadie tenía respuesta ante la pregunta de “cómo hacer compatible con la era global la justicia social”10; o lo que peor, tras reconocer que se estában perdiendo decenas de miles de puestos industriales debido a la “globalización”, el mensaje no era otro que el de combinar la globalización con gobiernos socialmente responsables11. Y lo peor era cuando algún reformista huía de cualquier referencia al poder de clase mientras hablaba de “cambio radical en el mundo del trabajo”12. En los ’90 la socialdemocracia divagaba sobre la economía informatizada y desmaterializada13; sobre la supuesta “nueva economía” que había acabado para siempre con el capitalismo clásico, inaugurando el “postcapitalismo”14, etc.; aunque no faltaron algunos estudios semi-críticos15 sobre el deterioro y la precarización del trabajo. Releídos ahora estos y otros textos comprobamos su nulidad teórica y estratégica para no ya prever lo que se avecinaba sino siquiera para interpretar lo que entonces ya sucedía, y resistir un poco el contraataque burgués en vez de apoyarlo con todas sus fuerzas.
Pero no todo era desierto intelectual. La “crisis del trabajo” es efecto, entre otras causas, de la financiarización y mundialización del capital, y autores marxistas ya demostraron la larga base teórica16 que confirmaba la solidez de método marxista ante la gravedad y complejización crecientes de la explotación asalariada. El mito del “fin del trabajo” fue desmitificado al demostrarse que se ampliaba justo lo opuesto, el “trabajo sin fin”17. Se demostró que la destrucción del trabajo seguro y con derechos, y su sustitución por trabajos precarizados y sin derechos, incluso “invisibles” al estar en la economía sumergida, respondía a la contraofensiva del capital para salir de su crisis de fondo18, a la vez que se llegaba a la raíz del problema: la incapacidad del keynesianismo y del marginalismo neoclásico para conocer el funcionamiento del capitalismo19. Las intermitentes promesas del capital de que, por fin, saldremos de la crisis y entraremos en un eterno mundo feliz de pluriempleo y buenos salarios, han sido refutadas sin piedad20.
Visto lo anterior, podemos decir que está mal planteada la pregunta que nos hace Herria 2000 Eliza sobre si teniendo en cuenta “la nueva realidad en la producción de riqueza. ¿De qué sirve la mano de obra en una sociedad de servicios?”. La supuesta “nueva realidad de producción de riqueza” es simplemente la táctica del capital para intentar acelerar al máximo el ciclo entero de producción y realización del beneficio. El sector I, productor de bienes de producción, está sobrecargado de capacidades productivas excedentarias, y para desatascar los crecientes cuellos de botella que frenan la acumulación, la burguesía expande la “sociedad de servicios” comerciales, administrativos, financieros, etc., encargado de que las mercancías lleguen al mercado, se vendan, aumenten la tasa de ganancia y con ésta la tasa de beneficio. La crisis de 1968-73 confirmó la importancia del “sector servicios”21, especializada cada vez más en la financiarización para agilizar la acumulación, pero que no se ha convertido en la rama económica vital sino que sigue bullendo la prioridad genético-estructural de la ley del valor22 y de la producción de mercancías aunque sean inmateriales. Las viejas elucubraciones de que la financiarización y los servicios han logrado que el dinero cree dinero, en vez de la explotación asalariada, han sido desbaratadas por múltiples estudios que confirman la identidad histórica sustantiva, al margen de sus formas externas23, de la financiarización actual con la del capitalismo de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Parte de la confusión sobre la mentira de que los servicios “crean dinero”, cuando sólo ayudan a la circulación del capital y la transformación de la plusvalía en plusvalor y en beneficio, proviene de aceptar la clasificación burguesa del sector primario o agrícola y extractor; del secundario o industrial y transformador, y del terciario o de servicios. Esta clasificación invierte la causa por el efecto, la producción por la circulación, y así la realidad aparece cabeza abajo, ocultando la contradicción antagónica entre el trabajo como capacidad humana y el trabajo explotado, alienado e inhumano, y sobre todo la cuestión del trabajo abstracto24 como plasmación de la dictadura del capital sobre el ser humano. La crítica marxista sostiene que lo decisivo es el sector I, el de la producción de bienes de producción, de máquinas, infraestructuras e instalaciones imprescindibles para la fabricación de mercancías, para poner en acción la fuerza de trabajo, la única que crea valor25. El sector II es el de la producción de bienes de consumo, que no sirven para producir nuevas mercancías sino para gastar las mercancías fabricadas y obtener así el beneficio; y el sector III el de la producción de medios de destrucción, de armas que aseguran la explotación, que a la larga son un despilfarro improductivo pero no de inmediato. Un ejemplo de la irracionalidad capitalista es la tendencia imparable a la militarización destructiva cada vez más costosa para obtener cada vez menos beneficios económicos26.
Que en una economía domine el “sector servicios” indica que depende mucho de otras economías que sí producen valor porque en ellas predomina la producción de bienes de producción, o sector I. Lo vital a medio y largo plazo es la producción de valor, la productividad del trabajo y el ahorro de tiempo y energía. Un trabajo es productivo cuando valoriza el capital invertido para poner en acción la fuerza de trabajo que ha producido ese valor, o sea, cuando al final de todo el proceso económico el capitalista tiene más capital que antes de iniciar la producción. Por ejemplo, el trabajo de un payaso es productivo cuando hace reír en un circo llenando el aforo y produciendo un beneficio al empresario circense, pero su trabajo es socialmente improductivo cuando él actúa individualmente en una calle recogiendo las propinas de los transeúntes27. El payaso puede enriquecerse incluso más actuando por libre, en la calle, que trabajando por un salario en un circo, pero esa riqueza individual es socialmente improductiva, excepto en el caso de que con sus ahorros el payaso monte otro circo, contrate a otros payasos y, al final y tras pagarles sus salarios, obtenga una ganancia que en parte reinvierte en ampliar el circo y en parte de la queda como beneficio privado aumentando su capital inicial.
Desde la totalidad económica, muchos trabajos improductivos son, empero, indirectamente productivos porque son necesarios para la acumulación del capital en su conjunto, debiendo analizarse cada caso en aislado pero dentro del proceso entero de acumulación. La exigencia del análisis concreto aumenta al crecer la importancia de las finanzas, de los servicios, etc., y de la mundialización, debido a las conexiones entre el papel del dinero y la teoría del valor28, y para desmontar la propaganda sobre el “nuevo empresariado”, el nuevo “pequeño capitalismo” que nace de los microcréditos, de la “banca de los pobres”, etc., cuando se trata del incremento de la salvaje autoexplotación29 incluso familiar para huir de la miseria. En Hego Euskal Herria el sector I tiene un peso muy superior al del capitalismo español en su conjunto, pero no así en Ipar Euskal Herria donde la industrialización es mínima.
Según Marx la economía, sobre todo la burguesa, es economía del tiempo de trabajo, de su productividad: hacer más con menos tiempo, o ley de la “mínima acción” de Maupertius, que en la Naturaleza adquiere la forma de “tendencia hacia una reducción del gasto de energía”30. La productividad del trabajo se materializa en la antropogenia31 y es innegable en el Paleolítico: en el abbevillense se obtenían 10 centímetros de filo útil trabajando un kilogramo de sílex, aumentando en el acheliense a 40 centímetros, en el musteriense a dos metros y en el magdaleniense a entre 6 a 20 metros32. Pero como ley social, la de la productividad del trabajo y ahorro de energía es tendencial, sometida a presiones de todo tipo de entre las que destacan las del poder explotador cuando éste surge en la historia. La clase dominante dirige esta ley tendencial hacia sus intereses patriarcales, de nación y de clase explotadora, de manera que, con el tiempo, crecen las presiones para aumentar la productividad del trabajo en beneficio de la minoría explotadora. En el capitalismo, la productividad pasa a depender de las exigencias de la ley del valor, que actúa siempre bajo las presiones de la tendencia a la acumulación de capital como necesidad histórica33, y que a la vez refuerza esa necesidad tendencial.
Trotsky mostró la extrema importancia de la productividad del trabajo para comprender las profundas relaciones entre el nacionalismo y la economía34. Las sociedades más productivas tienden a superar económicamente a sus competidoras, aunque la supremacía militar, la hegemonía monetaria y financiera, el enclave geoestratégico, las alianzas internacionales, etc., anulan, condicionan o debilitan las ventajas de la superior productividad. El reparto de la plusvalía colectiva en el imperialismo depende de la dialéctica de esta complejidad de factores y de la lucha de clases, sujetas en última instancia a la ley del valor35. La superioridad económica permite dedicar más inversiones en ciencia y en tecnología, y en el sector III, logrando explotar a continentes enteros, como se comprueba en la expansión europea entre 1830 y 191436. Esta fue la dinámica de la acumulación originaria de capital, que ahora, más de tres siglos después, se ha ampliando a todas las realidades materiales e inmateriales con lo que alguien define como “acumulación por desposesión”37. Bajo estas presiones, los pueblos débiles necesitan recursos defensivos, sobre todo su independencia estatal para aplicar políticas socioeconómicas adecuadas a sus intereses, o tendrán que plegarse a las exigencias imperialistas, como lo demuestra historia reciente38.
La ley de la productividad del trabajo ayuda a la libertad de un pueblo según qué Estado tenga, pero la ley del valor objetiva e inevitablemente genera fetichismo39, dependencia y explotación. Un pueblo sujeto a la ley del valor tiene una independencia formal y aparente, ilusoria, porque sus fuerzas productivas son propiedad de la burguesía sujeta a las leyes del capital, burguesía que tarde o temprano aceptará la “protección” imperialista para defenderse de su propio pueblo. Una nación oprimida no puede tener un Estado obrero que potencie la productividad del trabajo a la vez que avanza hacia la extinción histórica de la ley del valor. Por esto, su primera conquista ha de ser la independencia básica para tomar las elementales medidas sociales y democráticas, y luego, sobre ellas, acelerar el avance al socialismo. Euskal Herria malvive en esta opresión y su futuro depende, entre otras cosas, de la capacidad de su pueblo trabajador para incidir en las contradicciones del capitalismo guiando sus dinámicas tendenciales hacia la independencia y el socialismo.
Notas
1 J. Bustillo: “Hego Euskal Herria, entre las 40 zonas de la ue más ricas pero con más paro”. www.gara.net 2011-II-27
2 A. C. Dinerstein: “Recobrando la materialidad: el desempleo y la subjetividad invisible del trabajo”. En “El trabajo en debate”. AA.VV. Edit. Herramienta. Buenos Aires. 2009. Págs.: 243-268.
3 Para una crítica suave del papel decisivo del Estado en el capitalismo actual: S. Strange: “Dinero loco”. Paidós. Barcelona 1999; y N. KLein: “La doctrina del shock”. Paidós. Barcelona 2007.
4 AA.VV. : “Empleo y tiempo de trabajo: el reto de fin de siglo”. Gasteiz 1997. Interesa releer la tesis de J. Rifkin sobre el fin del trabajo y el papel de las ONGs como una de las alternativas (39-50), y de M. Godet sobre la “flexibilidad con rostro humano” (61-70), y compararlas con el presente.
5 Alain Touraine: “La sociedad post-industrial”. Ariel. Barcelona 1971.
6 Bennett Harrison: “La empresa que viene”. Paidós. Barcelona 1997. Pág.: 245.
7 A. Gorz: “Metamorfosis del trabajo”. Edit, Sistema. Madrid 1995. Las conexiones entre Gorz y Touraine aparecen claramente expuestas en la obra del primero “Adiós al proletariado” (El Viejo Topo. Barcelona 1981, Págs.: 82-93).
8 Marvin Cetron: “Tendencias que conforman el mundo”, en: “Empleo y tiempo de trabajo: el reto de fin de siglo”. Ops. Cit. Págs.: 51-59.
9 R. J. Barnet y J. Cavanagh: “Sueños globales”. Edic. FV. Barcelona 1995. Págs.: 279 y ss.
10 U. Beck: “¿Qué es la globalización?”. Paidós. Barcelona 1998. Pág.: 211.
11 J. A. Frieden: “Capitalismo global”. Crítica. Barcelona 2006. Págs.: 620-623.
12 G. Aznar: “Trabajar menos para trabajar todos”. HOAC. Madrid 1994. Págs.: 319 y ss.
13 M. Castells: “La era de la información”. Alianza Editorial. Madrid 1997. Tomo I, Págs.: 229-358.
14 J. Estefanía: “La nueva economía. La globalización”. Temas Debate. Madrid 1996. Págs.: 79-98.
15 J. Torres López: “Desigualdad y crisis económica”. Edit. Sistema. Madrid 1995. Págs.: 55-68.
16 Para la financiarización léase: D. Harvey: “Los límites del capitalismo y la teoría marxista”, FCE. México 1990, Págs.: 244-332. Y para la mundialización, J. M. Vidal Villa: “Mundialización”. Icaria. Barcelona 1996. Págs.: 9 y ss.
17 E. de la Garza Toledo: “¿Fin del trabajo o trabajo sin fin?”. En “El trabajo del futuro”. Edit. Complutense. Madrid 1999, Págs.: 13-39.
18 X. Arrizabalo (edit.): “Crisis y ajuste en la economía mundial”. Edit. Síntesis. Madrid 1997. Págs.: 75-136.
19 A, Shaikh: “Inflación y desempleo: una alternativa a la teoría económica neoliberal”, en “Macroeconomía y crisis mundial”. D. Guerrero (edit). Trotta. Madrid 2000. Págs.: 29-45.
20 R. Brenner: “La economía de la turbulencia global”. Akal. Madrid 2009. Págs.: 449-550.
21 E. Mandel: “El capitalismo tardío”. ERA. México 1972. Págs.: 369-397.
22 M. Husson: “Finanzas, hipercompetencia y reproducción del capital”. En “Las finanzas capitalistas”. AA.VV. Edic. Herramienta. Buenos Aires, 2009. Págs.: 256 y ss.
23 C. Lapavitsas: “El capitalismo financiarizado. Expansión y crisis”. Edic. Maia. Madrid 2009. Págs.: 69 y ss.
24 P. Míguez: “Trabajo y valor: trascender la dictadura del trabajo abstracto”. Rev. Herramienta. Buenos Aires. Nº 44. Junio 2010. Págs.: 77-87.
25 A. Shaikh: “Valor, acumulación y crisis”. Edic. RyR. Buenos Aires 2006. Págs.: 83-101.
26 J. Beinstein: “Crónica de la decadencia”. Cartago Edic. Argentina 2009. Págs.: 31-33.
27 L. Gill: “Fundamentos y límites del capitalismo”. Edit. Trotta. Madrid 2002. Págs.: 392-405.
28 C. Katz: “La economía marxista. Seis debates teóricos hoy”. Edit. Maia. Madrid 2010. Págs.: 151-184.
29 J . Kornblihtt: “Profetas de la autoexplotación”. En “Contra la cultura del trabajo”. Edic. RyR. Buenos Aires. 2007. Págs.: 187-201.
30 A. Sacristan: “El progreso”. AA.VV. Edic. Metatemas. Barcelona 1998. Pág.: 260.
31 M. F. Niésturj: “El origen del hombre”. Edit. Mir, Moscú. !979. Págs.: Págs.: 246-260.
32 A. Leroi-Gourhan: “Los cazadores de la prehistoria”. Orbis Nº 54. Barcelona 1986. Pág.: 112.
33 P. Salama: “Sobre el valor”. ERA. México 1978. Pág.: 216.
34 Trotsky: “El nacionalismo y la economía”. En “Escritos”. Edit. Pluma. Bogotá 1976. Tomo V 1933-34, volumen I. Págs.: 238-249.
35 S. Amin: “La ley del valor y el materialismo histórico”. FCE. México 1981. Pág.: 107 y ss.
36 D. R. Headrick: “El Poder y el Imperio”. Crítica. Barcelona. 2011,. Págs.: 213-278.
37 D. Harvey et alii: “El nuevo desafío imperial”. Clacso. Buenos Aires 2005. Págs.: 99-130.
38 S. Amin: “El capitalismo en era de la globalización”. Paidós. Barcelona 1998. Págs.: 121-123.
39 I. I. Rubin: “Ensayos sobre la teoría marxista del valor”. Edit. PyP. Nº 53 . Argentina 1974. Págs.: 51-109.


Herria 2000 Eliza ha abierto una reflexión sobre el futuro del trabajo en el contexto de la crisis mundial. Hace falta este estudio para comprender el presente y para saber qué hacemos en el futuro. Ahora la parte de Euskal Herria bajo dominación española está entre las 40 zonas más ricas1 de la UE las 286 existentes, pero tiene una tasa de paro del 13,83%, el 36,5% de los parados no reciben ayuda oficial alguna, el gasto de protección social está ocho puntos más bajo que la media europea, el 93% de los contratos nuevos son precarios, la tasa de temporalidad es de 8,6 puntos por encima de la media europea, el pueblo trabajador ha perdido 5,3 puntos de salario en los últimos 14 años, el 35% de los asalariado gana menos de 1100 € al mes y el 71% de las pensiones está por debajo del umbral de pobreza, 1,45% de la población controla el 44,78% de la riqueza, mientras que al 98,55% se reparte el 55,22%.
¿Quiénes son los responsables de esta angustiosa situación? ¿La “economía” a secas o el Estado como “forma política del capital”2? Sin duda, lo segundo. El Estado no es un ente pasivo, es una fuerza activa, y más en lo político, que es la quintaesencia de lo económico3. Por ejemplo, en 1997 el gobiernillo vascongado editó un insípido libro4 en el que se recogían las ideas de la intelectualidad socialdemócrata. A. Touraine, volvió a repetir lo esencial de su idea sobre la sociedad post-industrial5 anunciada en 1969, sin preocuparse porque había sido criticada como “engañosa”6 por autores de la derecha civilizada de la época. A. Gorz también participó en el libro, repitiendo prácticamente lo mismo que en 19917. M. Cetron8, explicó que un robot sustituye a cuatro operarios todo el día, cometiendo un 1% de errores frente al 15% de los trabajadores, y los coches hechos por robots duran 90 meses contra los 42 que duran los hechos por trabajadores. Este investigador yanqui propuso recortar derechos laborales; educación tecnológica y abrirse a la tecnología extranjera; invertir en comercio y turismo, y pocos impuestos y muchas privatizaciones.
Este último autor ofreció una visión fieramente neoliberal con altas dosis de Schumpeter, comparada con otras que sólo denunciaban la “crisis laboral mundial”9 sin proponer nada. O que creaban pesimismo al sostener que nadie tenía respuesta ante la pregunta de “cómo hacer compatible con la era global la justicia social”10; o lo que peor, tras reconocer que se estában perdiendo decenas de miles de puestos industriales debido a la “globalización”, el mensaje no era otro que el de combinar la globalización con gobiernos socialmente responsables11. Y lo peor era cuando algún reformista huía de cualquier referencia al poder de clase mientras hablaba de “cambio radical en el mundo del trabajo”12. En los ’90 la socialdemocracia divagaba sobre la economía informatizada y desmaterializada13; sobre la supuesta “nueva economía” que había acabado para siempre con el capitalismo clásico, inaugurando el “postcapitalismo”14, etc.; aunque no faltaron algunos estudios semi-críticos15 sobre el deterioro y la precarización del trabajo. Releídos ahora estos y otros textos comprobamos su nulidad teórica y estratégica para no ya prever lo que se avecinaba sino siquiera para interpretar lo que entonces ya sucedía, y resistir un poco el contraataque burgués en vez de apoyarlo con todas sus fuerzas.
Pero no todo era desierto intelectual. La “crisis del trabajo” es efecto, entre otras causas, de la financiarización y mundialización del capital, y autores marxistas ya demostraron la larga base teórica16 que confirmaba la solidez de método marxista ante la gravedad y complejización crecientes de la explotación asalariada. El mito del “fin del trabajo” fue desmitificado al demostrarse que se ampliaba justo lo opuesto, el “trabajo sin fin”17. Se demostró que la destrucción del trabajo seguro y con derechos, y su sustitución por trabajos precarizados y sin derechos, incluso “invisibles” al estar en la economía sumergida, respondía a la contraofensiva del capital para salir de su crisis de fondo18, a la vez que se llegaba a la raíz del problema: la incapacidad del keynesianismo y del marginalismo neoclásico para conocer el funcionamiento del capitalismo19. Las intermitentes promesas del capital de que, por fin, saldremos de la crisis y entraremos en un eterno mundo feliz de pluriempleo y buenos salarios, han sido refutadas sin piedad20.
Visto lo anterior, podemos decir que está mal planteada la pregunta que nos hace Herria 2000 Eliza sobre si teniendo en cuenta “la nueva realidad en la producción de riqueza. ¿De qué sirve la mano de obra en una sociedad de servicios?”. La supuesta “nueva realidad de producción de riqueza” es simplemente la táctica del capital para intentar acelerar al máximo el ciclo entero de producción y realización del beneficio. El sector I, productor de bienes de producción, está sobrecargado de capacidades productivas excedentarias, y para desatascar los crecientes cuellos de botella que frenan la acumulación, la burguesía expande la “sociedad de servicios” comerciales, administrativos, financieros, etc., encargado de que las mercancías lleguen al mercado, se vendan, aumenten la tasa de ganancia y con ésta la tasa de beneficio. La crisis de 1968-73 confirmó la importancia del “sector servicios”21, especializada cada vez más en la financiarización para agilizar la acumulación, pero que no se ha convertido en la rama económica vital sino que sigue bullendo la prioridad genético-estructural de la ley del valor22 y de la producción de mercancías aunque sean inmateriales. Las viejas elucubraciones de que la financiarización y los servicios han logrado que el dinero cree dinero, en vez de la explotación asalariada, han sido desbaratadas por múltiples estudios que confirman la identidad histórica sustantiva, al margen de sus formas externas23, de la financiarización actual con la del capitalismo de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Parte de la confusión sobre la mentira de que los servicios “crean dinero”, cuando sólo ayudan a la circulación del capital y la transformación de la plusvalía en plusvalor y en beneficio, proviene de aceptar la clasificación burguesa del sector primario o agrícola y extractor; del secundario o industrial y transformador, y del terciario o de servicios. Esta clasificación invierte la causa por el efecto, la producción por la circulación, y así la realidad aparece cabeza abajo, ocultando la contradicción antagónica entre el trabajo como capacidad humana y el trabajo explotado, alienado e inhumano, y sobre todo la cuestión del trabajo abstracto24 como plasmación de la dictadura del capital sobre el ser humano. La crítica marxista sostiene que lo decisivo es el sector I, el de la producción de bienes de producción, de máquinas, infraestructuras e instalaciones imprescindibles para la fabricación de mercancías, para poner en acción la fuerza de trabajo, la única que crea valor25. El sector II es el de la producción de bienes de consumo, que no sirven para producir nuevas mercancías sino para gastar las mercancías fabricadas y obtener así el beneficio; y el sector III el de la producción de medios de destrucción, de armas que aseguran la explotación, que a la larga son un despilfarro improductivo pero no de inmediato. Un ejemplo de la irracionalidad capitalista es la tendencia imparable a la militarización destructiva cada vez más costosa para obtener cada vez menos beneficios económicos26.
Que en una economía domine el “sector servicios” indica que depende mucho de otras economías que sí producen valor porque en ellas predomina la producción de bienes de producción, o sector I. Lo vital a medio y largo plazo es la producción de valor, la productividad del trabajo y el ahorro de tiempo y energía. Un trabajo es productivo cuando valoriza el capital invertido para poner en acción la fuerza de trabajo que ha producido ese valor, o sea, cuando al final de todo el proceso económico el capitalista tiene más capital que antes de iniciar la producción. Por ejemplo, el trabajo de un payaso es productivo cuando hace reír en un circo llenando el aforo y produciendo un beneficio al empresario circense, pero su trabajo es socialmente improductivo cuando él actúa individualmente en una calle recogiendo las propinas de los transeúntes27. El payaso puede enriquecerse incluso más actuando por libre, en la calle, que trabajando por un salario en un circo, pero esa riqueza individual es socialmente improductiva, excepto en el caso de que con sus ahorros el payaso monte otro circo, contrate a otros payasos y, al final y tras pagarles sus salarios, obtenga una ganancia que en parte reinvierte en ampliar el circo y en parte de la queda como beneficio privado aumentando su capital inicial.
Desde la totalidad económica, muchos trabajos improductivos son, empero, indirectamente productivos porque son necesarios para la acumulación del capital en su conjunto, debiendo analizarse cada caso en aislado pero dentro del proceso entero de acumulación. La exigencia del análisis concreto aumenta al crecer la importancia de las finanzas, de los servicios, etc., y de la mundialización, debido a las conexiones entre el papel del dinero y la teoría del valor28, y para desmontar la propaganda sobre el “nuevo empresariado”, el nuevo “pequeño capitalismo” que nace de los microcréditos, de la “banca de los pobres”, etc., cuando se trata del incremento de la salvaje autoexplotación29 incluso familiar para huir de la miseria. En Hego Euskal Herria el sector I tiene un peso muy superior al del capitalismo español en su conjunto, pero no así en Ipar Euskal Herria donde la industrialización es mínima.
Según Marx la economía, sobre todo la burguesa, es economía del tiempo de trabajo, de su productividad: hacer más con menos tiempo, o ley de la “mínima acción” de Maupertius, que en la Naturaleza adquiere la forma de “tendencia hacia una reducción del gasto de energía”30. La productividad del trabajo se materializa en la antropogenia31 y es innegable en el Paleolítico: en el abbevillense se obtenían 10 centímetros de filo útil trabajando un kilogramo de sílex, aumentando en el acheliense a 40 centímetros, en el musteriense a dos metros y en el magdaleniense a entre 6 a 20 metros32. Pero como ley social, la de la productividad del trabajo y ahorro de energía es tendencial, sometida a presiones de todo tipo de entre las que destacan las del poder explotador cuando éste surge en la historia. La clase dominante dirige esta ley tendencial hacia sus intereses patriarcales, de nación y de clase explotadora, de manera que, con el tiempo, crecen las presiones para aumentar la productividad del trabajo en beneficio de la minoría explotadora. En el capitalismo, la productividad pasa a depender de las exigencias de la ley del valor, que actúa siempre bajo las presiones de la tendencia a la acumulación de capital como necesidad histórica33, y que a la vez refuerza esa necesidad tendencial.
Trotsky mostró la extrema importancia de la productividad del trabajo para comprender las profundas relaciones entre el nacionalismo y la economía34. Las sociedades más productivas tienden a superar económicamente a sus competidoras, aunque la supremacía militar, la hegemonía monetaria y financiera, el enclave geoestratégico, las alianzas internacionales, etc., anulan, condicionan o debilitan las ventajas de la superior productividad. El reparto de la plusvalía colectiva en el imperialismo depende de la dialéctica de esta complejidad de factores y de la lucha de clases, sujetas en última instancia a la ley del valor35. La superioridad económica permite dedicar más inversiones en ciencia y en tecnología, y en el sector III, logrando explotar a continentes enteros, como se comprueba en la expansión europea entre 1830 y 191436. Esta fue la dinámica de la acumulación originaria de capital, que ahora, más de tres siglos después, se ha ampliando a todas las realidades materiales e inmateriales con lo que alguien define como “acumulación por desposesión”37. Bajo estas presiones, los pueblos débiles necesitan recursos defensivos, sobre todo su independencia estatal para aplicar políticas socioeconómicas adecuadas a sus intereses, o tendrán que plegarse a las exigencias imperialistas, como lo demuestra historia reciente38.
La ley de la productividad del trabajo ayuda a la libertad de un pueblo según qué Estado tenga, pero la ley del valor objetiva e inevitablemente genera fetichismo39, dependencia y explotación. Un pueblo sujeto a la ley del valor tiene una independencia formal y aparente, ilusoria, porque sus fuerzas productivas son propiedad de la burguesía sujeta a las leyes del capital, burguesía que tarde o temprano aceptará la “protección” imperialista para defenderse de su propio pueblo. Una nación oprimida no puede tener un Estado obrero que potencie la productividad del trabajo a la vez que avanza hacia la extinción histórica de la ley del valor. Por esto, su primera conquista ha de ser la independencia básica para tomar las elementales medidas sociales y democráticas, y luego, sobre ellas, acelerar el avance al socialismo. Euskal Herria malvive en esta opresión y su futuro depende, entre otras cosas, de la capacidad de su pueblo trabajador para incidir en las contradicciones del capitalismo guiando sus dinámicas tendenciales hacia la independencia y el socialismo.
Notas
1 J. Bustillo: “Hego Euskal Herria, entre las 40 zonas de la ue más ricas pero con más paro”. www.gara.net 2011-II-27
2 A. C. Dinerstein: “Recobrando la materialidad: el desempleo y la subjetividad invisible del trabajo”. En “El trabajo en debate”. AA.VV. Edit. Herramienta. Buenos Aires. 2009. Págs.: 243-268.
3 Para una crítica suave del papel decisivo del Estado en el capitalismo actual: S. Strange: “Dinero loco”. Paidós. Barcelona 1999; y N. KLein: “La doctrina del shock”. Paidós. Barcelona 2007.
4 AA.VV. : “Empleo y tiempo de trabajo: el reto de fin de siglo”. Gasteiz 1997. Interesa releer la tesis de J. Rifkin sobre el fin del trabajo y el papel de las ONGs como una de las alternativas (39-50), y de M. Godet sobre la “flexibilidad con rostro humano” (61-70), y compararlas con el presente.
5 Alain Touraine: “La sociedad post-industrial”. Ariel. Barcelona 1971.
6 Bennett Harrison: “La empresa que viene”. Paidós. Barcelona 1997. Pág.: 245.
7 A. Gorz: “Metamorfosis del trabajo”. Edit, Sistema. Madrid 1995. Las conexiones entre Gorz y Touraine aparecen claramente expuestas en la obra del primero “Adiós al proletariado” (El Viejo Topo. Barcelona 1981, Págs.: 82-93).
8 Marvin Cetron: “Tendencias que conforman el mundo”, en: “Empleo y tiempo de trabajo: el reto de fin de siglo”. Ops. Cit. Págs.: 51-59.
9 R. J. Barnet y J. Cavanagh: “Sueños globales”. Edic. FV. Barcelona 1995. Págs.: 279 y ss.
10 U. Beck: “¿Qué es la globalización?”. Paidós. Barcelona 1998. Pág.: 211.
11 J. A. Frieden: “Capitalismo global”. Crítica. Barcelona 2006. Págs.: 620-623.
12 G. Aznar: “Trabajar menos para trabajar todos”. HOAC. Madrid 1994. Págs.: 319 y ss.
13 M. Castells: “La era de la información”. Alianza Editorial. Madrid 1997. Tomo I, Págs.: 229-358.
14 J. Estefanía: “La nueva economía. La globalización”. Temas Debate. Madrid 1996. Págs.: 79-98.
15 J. Torres López: “Desigualdad y crisis económica”. Edit. Sistema. Madrid 1995. Págs.: 55-68.
16 Para la financiarización léase: D. Harvey: “Los límites del capitalismo y la teoría marxista”, FCE. México 1990, Págs.: 244-332. Y para la mundialización, J. M. Vidal Villa: “Mundialización”. Icaria. Barcelona 1996. Págs.: 9 y ss.
17 E. de la Garza Toledo: “¿Fin del trabajo o trabajo sin fin?”. En “El trabajo del futuro”. Edit. Complutense. Madrid 1999, Págs.: 13-39.
18 X. Arrizabalo (edit.): “Crisis y ajuste en la economía mundial”. Edit. Síntesis. Madrid 1997. Págs.: 75-136.
19 A, Shaikh: “Inflación y desempleo: una alternativa a la teoría económica neoliberal”, en “Macroeconomía y crisis mundial”. D. Guerrero (edit). Trotta. Madrid 2000. Págs.: 29-45.
20 R. Brenner: “La economía de la turbulencia global”. Akal. Madrid 2009. Págs.: 449-550.
21 E. Mandel: “El capitalismo tardío”. ERA. México 1972. Págs.: 369-397.
22 M. Husson: “Finanzas, hipercompetencia y reproducción del capital”. En “Las finanzas capitalistas”. AA.VV. Edic. Herramienta. Buenos Aires, 2009. Págs.: 256 y ss.
23 C. Lapavitsas: “El capitalismo financiarizado. Expansión y crisis”. Edic. Maia. Madrid 2009. Págs.: 69 y ss.
24 P. Míguez: “Trabajo y valor: trascender la dictadura del trabajo abstracto”. Rev. Herramienta. Buenos Aires. Nº 44. Junio 2010. Págs.: 77-87.
25 A. Shaikh: “Valor, acumulación y crisis”. Edic. RyR. Buenos Aires 2006. Págs.: 83-101.
26 J. Beinstein: “Crónica de la decadencia”. Cartago Edic. Argentina 2009. Págs.: 31-33.
27 L. Gill: “Fundamentos y límites del capitalismo”. Edit. Trotta. Madrid 2002. Págs.: 392-405.
28 C. Katz: “La economía marxista. Seis debates teóricos hoy”. Edit. Maia. Madrid 2010. Págs.: 151-184.
29 J . Kornblihtt: “Profetas de la autoexplotación”. En “Contra la cultura del trabajo”. Edic. RyR. Buenos Aires. 2007. Págs.: 187-201.
30 A. Sacristan: “El progreso”. AA.VV. Edic. Metatemas. Barcelona 1998. Pág.: 260.
31 M. F. Niésturj: “El origen del hombre”. Edit. Mir, Moscú. !979. Págs.: Págs.: 246-260.
32 A. Leroi-Gourhan: “Los cazadores de la prehistoria”. Orbis Nº 54. Barcelona 1986. Pág.: 112.
33 P. Salama: “Sobre el valor”. ERA. México 1978. Pág.: 216.
34 Trotsky: “El nacionalismo y la economía”. En “Escritos”. Edit. Pluma. Bogotá 1976. Tomo V 1933-34, volumen I. Págs.: 238-249.
35 S. Amin: “La ley del valor y el materialismo histórico”. FCE. México 1981. Pág.: 107 y ss.
36 D. R. Headrick: “El Poder y el Imperio”. Crítica. Barcelona. 2011,. Págs.: 213-278.
37 D. Harvey et alii: “El nuevo desafío imperial”. Clacso. Buenos Aires 2005. Págs.: 99-130.
38 S. Amin: “El capitalismo en era de la globalización”. Paidós. Barcelona 1998. Págs.: 121-123.
39 I. I. Rubin: “Ensayos sobre la teoría marxista del valor”. Edit. PyP. Nº 53 . Argentina 1974. Págs.: 51-109.