lunes, 29 de noviembre de 2010

Sistema alternativo financiero para el Bien Vivir


29-11-2010

Sistema alternativo financiero para el Bien Vivir




Las instituciones financieras internacionales surgidas tras la Segunda Guerra Mundial como cristalización de la correlación de fuerzas entre las clases y países dominantes de entonces y la actual ONU han cumplido el papel regulador del Estado en la dimensión internacional hasta ahora, respondiendo a la demanda de mayor o total autonomía intrínseca al propio sistema, por lo que carecen de funcionamiento democrático. La quiebra financiera y de legitimidad del FMI, el Banco Mundial y la OMC, acompañada de la deslegitimización de la actual ONU, consecuencia de la rebelión de la mayoría de los pueblos sometidos y del cambio de correlación de fuerzas provocado por el desarrollo de las contradicciones internas del propio sistema capitalista (NTIC, países emergentes del BRIC, etc.) marcan la actual crisis orgánica del capitalismo, con la confluencia de graves crisis financiera, económica, social, energética, alimentaría, medioambiental, política y de valores.

En la actualidad el capitalismo como sistema mundial sufre a nivel global un conflicto abierto entre la sociedad mundial y sus instrumentos reguladores internacionales que ya no pueden seguir cumpliendo su función. Pero no hay crisis del sistema de dominación sin crisis del Estado, en cuanto que este es el ordenador del sistema en su dimensión política en un momento dado. Pero no toda crisis del Estado es una crisis global del sistema de dominación. El sistema de dominación se autorregula mediante un complejo sistema de mecanismos que superan el marco de la propia estructura estatal, protegiéndose así de sus propias y periódicas crisis estatales.

Las desigualdades y tensiones provocadas por el sistema son tan manifiestas y graves que sus mecanismos de autorregulación no funcionan y han de ser sustituidos por otro. Ni siquiera la función básica represiva sirve ya al mantenimiento del sistema. Los líderes del sistema son conscientes de que la ruptura del sistema ordenador de las relaciones internacionales trae implícito el desorden y el caos general, la disgregación de la sociedad y la posibilidad de desaparición del propio sistema-mundo actual.

En épocas de crisis el reformismo es el mecanismo de perpetuación del sistema; los políticos reformistas de izquierda son más eficaces, son su defensa más acabada; por lo que hemos podido observar como los conservadores proponían a estos para presidir los organismos multilaterales. Desde ellos y con el impulso político del G 20 se ha intentado un proceso de transformación interna controlada en lo posible, pero conscientes de que el resultado final debe ser diferente a lo que hay: Un Poder mundial completamente autónomo y aislado de presiones políticas y sociales confluyendo con políticos reformistas al frente de los Estados nacionales, organismos plurinacionales como la UE y las instituciones multilaterales como el FMI, Banco Mundial y OMC. Este es el panorama que se ha dibujado a lo largo de 2008 y 2009, cuando había que salvar al capitalismo de los propios capitalistas, refúndarlo o hacer un paréntesis. Ahora, que se observa la imposibilidad de salir entre todos y en beneficio de todos, que se agudizan las contradicciones y las tensiones entre las diferentes oligarquías del sistema-mundo, ya no son necesarios los reformistas de izquierda. Pueden convertirse en un estorbo. La socialdemocracia está siendo barrida implacablemente. La caída del muro de Berlín supuso la practica desaparición de los Partidos comunistas de Europa. Esta crisis del capitalismo financiero está suponiendo la desaparición de la socialdemocracia. Incluso Obama en EE UU es ninguneado y descalificado.

1. Qué queremos y necesitamos

Que el aspecto básico de esta crisis es el que afecta al sistema financiero y productivo es aceptado por todos. Pero la crisis es natural e intrínseca al propio sistema capitalista que se perpetúa y renueva en las crisis, si bien en ellas el sistema manifiesta su impulso a la destrucción y, en consecuencia, la exigencia histórica de su superación. Todo planteamiento de salida de la crisis que no se realice en base a una alternativa económica, social y política es en realidad una defensa del propio sistema.

La crisis actual es en realidad una crisis del sistema de dominación que implica una profunda crisis económica. El sistema mundial basado en la importación desde China e India de deflación por los bajos salarios y en el consumo masivo por el endeudamiento en USA y UE ha estallado, poniendo de manifiesto de nuevo una crisis de sobreproducción que no encuentra salida en el mercado. Las ayudas de los Bancos Centrales al sistema financiero privado, que mantiene sus practicas especulativas, sus valores, objetivos y motivaciones anteriores, ha provocado la especulación con los alimentos, y consecuentemente el incremento de la hambruna, así como la subida escandalosa de los productos energéticos. Un sistema que no satisface ni siquiera la posibilidad de sobrevivir necesariamente es cuestionado. Pero para que el actual sistema de dominación deje de serlo la salida a la crisis económica, social y política debe hacerse mediante un nuevo modelo alternativo económico, social y político. Es decir, se necesita otra instancia ordenadora alternativa. La incapacidad de resolver las necesidades de la humanidad por este sistema social requiere suplirlo por otra organización social alternativa, ya que en la historia de la humanidad no hay saltos en el vacío.

La respuesta de la humanidad a esta crisis del sistema de dominación del capitalismo agonizante tiene que ser la construcción de las democracias del S. XXI. La historia moderna de la democracia ha estado íntimamente asociada al desarrollo de la soberanía de los Estados nacionales. El proceso de globalización neoliberal suprime la soberanía ciudadana que pierde centralidad política y capacidad para definir el futuro de la humanidad, mientras que crece la interdependencia global. ¿Cómo puede la democracia sobrevivir a estos cambios, donde el mercado se impone pero la ciudadanía desaparece?

En primer lugar, reconociendo que en un mundo unificado para el capital y las mercancías, la competitividad entre los Estados nacionales y territorios le otorga una ventaja estratégica a los mercados financieros. La construcción de un Estado democrático mundial para un planeta y una humanidad es un proceso necesario que ha de hacerse sobre el reconocimiento de la diversidad y los procesos de construcción plurinacionales como UNASUR en Latinoamérica, con poderes económicos y militares autónomos que le permitan tener voz propia y defenderse durante la construcción de alternativas reales. La UE actual es una construcción no democrática y dominada por el neoliberalismo. Pero la historia no tiene marcha atrás. Es más factible recuperar el control político del Banco Central e imponer un funcionamiento democrático a las instancias europeas que eliminar la moneda Euro. Una UE democrática con voz propia y fuerza para imponer su autonomía sobre los designios del complejo industrial-militar y petrolero rompe la estrategia diseñada por la oligarquía del sistema. Una UE que pueda aliarse con Brasil, Rusia, China e India para imponer un nuevo sistema financiero internacional que no se base únicamente en el dólar, cuya soberanía reside en exclusiva en EE UU; que condicione la actuación y control de las transnacionales y que vaya potenciando un nuevo modelo de sistema productivo con los agentes del sistema alternativo como la economía social también la rompe.

En segundo lugar, necesariamente tiene que tener un proyecto alternativo. La prioridad es la dignidad del ser humano y no podemos consentir que se sustituya a la ciudadanía por el consumidor, que en definitiva es el proyecto político de los nuevos reformadores neoliberales. La alternativa pasa por hacer visible el carácter histórico del sistema capitalista, su perentoriedad, el agotamiento de sus potencialidades y su impotencia para satisfacer las necesidades de la humanidad. Por exigir y construir alternativas de producción donde el ser humano, su dignidad y necesidades sea la prioridad y razón de ser. Y por construir su correspondiente dimensión política alternativa.

En tercer lugar, construir nuestra propia hegemonía sobre la que se irá conformando el bloque social alternativo, diverso en los diferentes continentes y espacios territoriales del mundo. Los defensores del actual sistema mantienen impertérritos que el crecimiento económico es imprescindible para erradicar la pobreza. Es decir, que sin reproducción ampliada del capital no es posible. Debemos manifestar con claridad y firmeza que un crecimiento ilimitado es inviable. Que la actual Teoría económica corresponde a la economía industrial y que la sociedad del conocimiento donde el factor económico fundamental es el ser humano requiere su propia y nueva Teoría económica que de paso a un sistema productivo con decrecimiento monetario y basado en bienes duraderos.

2. Qué entendemos por bien vivir

H ay dos intereses contrapuestos: el interés del capital por mantener las condiciones de su reproducción ampliada, aumentar su crecimiento y sustraerse de todo tipo de control democrático, sustentado sobre los valores del egoísmo, el interés individual contrapuesto al interés social o interés general, la avaricia, la necesidad de tener, acumular y crecer, la vanidad, poseer y consumir la última novedad del mercado, y la envidia, no ser menos que nadie y cuyo resultado es una sociedad de individualidades solitarias, consumistas, competitivas, depresivas e infelices. A esto es a lo que denominamos mal vivir .

Y los intereses de la humanidad por preservar las condiciones de supervivencia y sostenibilidad de la propia especie humana en nuestro planeta, y alcanzar los mayores grados de dignidad y desarrollo humano a través de la participación y profundización democrática, que deberá cambiar los valores, objetivos y motivaciones sobre los que descanse avanzando en las bases necesarias para una humanidad donde el interés individual se realice integrado en y por el logro del interés social, del interés de la comunidad; el ser humano se antepondrá al tener y no se mercantilizará; la sostenibilidad medioambiental sustituirá al consumo y el despilfarro; y la diversidad será un factor que enriquecerá a la humanidad. A esto es a lo que denominamos bien vivir.

Las sociedades no dan saltos en el vacío según nos enseña la historia. No se plantean problemas para los que no se tengan esbozadas las soluciones, ya de hecho tenemos ante nosotros con mayor o menor grado de desarrollo los distintos elementos de la organización social del futuro. La superación de cada fase se realiza asumiendo todo lo positivo de la anterior, en un proceso dialéctico de desarrollo de lo nuevo en el seno de lo antiguo y de unión de los contrarios en la síntesis superadora. Deberemos fijarnos en el desarrollo y tendencias que las NTIC y las nuevas relaciones de producción, el trabajo en equipo y los nuevos modelos de gestión empresarial, promueven en el actual mercado competitivo y en las instituciones sociales y políticas, exigiéndolas y llevándolas coherentemente hasta el extremo en el que no podrán ser asumidas sin cuestionarse la formación social vigente del capitalismo agonizante.

Necesitamos visualizar el destino final, tenemos que saber hacia donde nos dirigimos, por que nunca sopla buen viento para quién no sabe donde va. Nos dirigimos hacia una sociedad hecha por la humanidad y para la humanidad, donde los seres humanos, las personas, sean el elemento básico de la economía y de la sociedad.

El actual desarrollo de las fuerzas productivas, la mundialización de la economía y la necesidad y conciencia creciente de preservar los recursos naturales controlando el vertido y emisión de residuos contaminantes, en un modelo de desarrollo humano, sostenible y participativo hace que la utopía se encuentre en la línea del horizonte que alcanzamos a ver.

¿Cuál es el interés básico de la humanidad y de las personas?

En primer lugar, la supervivencia. Las personas necesitan comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer cualquier otra cosa. Por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos y materiales suficientes para satisfacer a toda la humanidad es la prioridad básica. En la actualidad existen los recursos suficientes y la tecnología necesaria para conseguirlo, incluida la energía con las energías renovables.

En segundo lugar, la seguridad y tranquilidad en el futuro, es decir, la perspectiva cierta de un desarrollo humano sostenible. Este desarrollo tiene como finalidad conseguir la felicidad de la ciudadanía integrada y en sintonía con la naturaleza de la que somos fruto y parte. En consecuencia, tenemos que empezar por dotarnos de los indicadores y ratios que nos permitan gestionar y conducir los procesos. Necesitamos una visión holística, global del proceso productivo que partiendo de la humanidad productora termine en la humanidad consumidora, que colectivamente es la misma, maximizando la satisfacción de las necesidades humanas con el menor consumo y coste. Es decir, extender y aplicar la visión de cliente de las empresas privadas actuales a la totalidad de los procesos productivos, siendo el cliente la propia humanidad y sus necesidades básicas.

En tercer lugar, la participación e integración cooperativa y co-responsable en la sociedad y en la construcción de nuestro propio futuro. Las relaciones sociales y el sentimiento de poder incidir en tu devenir, de participar integrado en tu comunidad, es el mejor índice de la felicidad humana en todo el mundo. Esto significa, en primer lugar, sustituir el principio de competitividad por el de coordinación y cooperación esencial para cualquier trabajo en equipo y, en segundo lugar, profundizar y extender el actual sistema democrático representativo con sistemas de democracia participativa, dando progresivamente mayor peso a esta última en tanto que el desarrollo de las tecnologías de la información lo vayan permitiendo.

3. Sistema financiero para el bien vivir

Nos encontramos en un cambio de época, en el nacimiento de una nueva era, que conlleva angustia, dolor, preocupación por el futuro de la vida en el planeta y por el futuro de la propia humanidad; pero esperanzados en que todo va a ir bien para la nueva vida que renace. La ponen en peligro los que no quieren desprenderse del pasado por ambición de poder, unos pocos miles de seres humanos, retrasando y complicando innecesariamente la nueva organización económica, social y política.

La fuerza del capitalismo agonizante radica en la opacidad, el ocultamiento de sus verdaderas intenciones, y en la confluencia de dos corrientes: por una parte, la economía de mercado basada en un sistema financiero con intereses positivos que hace pagar por el capital a los que hacen uso de él y, consecuentemente, les hace fluir los capitales financieros a sus manos, provocando una sociedad de consumo irracional de productos perecederos y privatizados; y, por otra, una geopolítica internacional que radicaliza los aspectos disgregadores, étnicos y locales de las religiones, alimentando un fundamentalismo de todas las religiones basado en una lectura literal y vaciada de su común universal que fragmenta y divide a la humanidad.

¿Qué hacer? Desenmascarar y cambiar los cauces de esos dos ríos como, según la mitología griega, hizo Hércules con los ríos Alefo y Peneo para limpiar en un día la mierda acumulada por más de treinta años en las cuadras del rey Augías.

Desenmascarar las actividades oscuras, antidemocráticas y criminales de los cuarenta integrantes del Comité Permanente del Grupo de Bilderberg, personificación de la fracción industrial-militar USA-israelí hegemónica del capitalismo agonizante y sionista que sufrimos. Enfocar la luz de la información pública en sus integrantes y en sus actividades. Poner nombres, apellidos y rostros.

Exigir la puesta en marcha en todos los Estados-naciones y organismos plurinacionales como la UE de políticas económicas en base a intereses negativos de forma generalizada y para siempre, es decir, que paguen a partir de ahora por el uso del capital los poseedores del mismo, lo que implica que nadie desee ser propietario de capital por lo que este deberá ser nacionalizado y público, como ha debido ocurrir ya a causa de la crisis financiera internacional y la nacionalización de las perdidas de las entidades financieras. En consecuencia, el coste de los créditos y prestamos habrá de ser prorrateado entre toda la población como ocurre con la provisión de cualquier otro servicio público, lo que conlleva esta gestión pública, la eliminación de burbujas financieras, la política de decrecimiento monetario, la incentivación de la producción de bienes duraderos y públicos, y la financiación exclusiva de proyectos que no atenten contra el bien común de la humanidad ni con los generales de cada comunidad.

Crear el “demos” de la humanidad fortaleciendo el común universal de las distintas religiones para ir generando los conceptos, palabras, símbolos, retos, metas y valores trascendentes de la nueva época que está felizmente naciendo. Para ello tenemos que desarrollar consciente, con decisión firme y con universalidad los seis elementos que impulsan la consolidación de este nuevo tiempo: la construcción de un mundo con inteligencia ecológica, con igualdad de género, imperio de los derechos humanos, realización personal, interculturalidad y democracia participativa.

Para avanzar hacia este objetivo y f rente a la crisis de los especuladores hoy debemos exigir defensa y promoción de la verdadera economía productiva sostenible que satisface necesidades de la población mediante banca pública, Impuesto a las transacciones financieras especulativas, eliminación real de los Paraísos Fiscales, soberanía alimentaría, control político de Bancos Centrales y Organismos económicos y Democracia participativa.

Alternativas al sistema financiero para el “bien vivir”

El Sistema Financiero Alternativo debe garantizar y ser coherente con los objetivos, motivaciones y valores de la nueva sociedad. No va a ser el “crecimiento”, productividad y competitividad, el PIB los que creen la dimensión medioambiental y social. Al contrario, será el “bien Vivir” la promoción de la justicia, equidad y cohesión social junto con la integración en nuestras vidas de las exigencias medioambientales las que harán posible un mundo sostenible con satisfacción de las necesidades sociales. Un mundo donde la esperanza de vida, la educación, sanidad, seguridad a lo largo de la vida, integración y participación en la determinación del propio futuro permitan y sean los indicadores pertinentes para alcanzar altos índices de felicidad.

Alternativa para el “bien Vivir”:

El cambio climático, crisis alimentaría, flujos de emigrantes y la crisis del sistema financiero global exigen:

n Cambiar el enfoque competitivo por planteamientos cooperativos

n Cambiar el enfoque a corto plazo por el enfoque a medio y largo plazo

n Revalorizar el papel de lo público y del Estado como garante, regulador y proveedor de bienes públicos esenciales

n Imponer un sistema financiero internacional público que impida la especulación y la opacidad de los paraísos fiscales

n Avanzar en construir un Gobierno del mundo democrático, legítimo y transparente, que pasa por una verdadera legislación internacional con poder para exigirse que defienda los Derechos de la Tierra, de la humanidad y de las personas individuales, con este orden de prioridad

El sistema financiero basado en intereses negativos de forma sistémica será el alternativo al actual, ya que garantiza e implica:

1. Que paguen a partir de ahora por el uso del capital los poseedores del mismo

2. Que nadie desee ser propietario de capital por lo que este deberá ser nacionalizado y público, como ha debido ocurrir ya a causa de la crisis financiera internacional y la nacionalización de las perdidas de las entidades financieras.

3. Que el coste habrá de ser prorrateado entre toda la población, como ocurre con la provisión de cualquier otro servicio público

4. Que desaparezcan las burbujas financieras y las prácticas especulativas

5. Que se promueva la política de decrecimiento monetario y la incentivación de la producción de bienes duraderos y públicos

6. Que se financie sólo proyectos que no atenten contra el bien común de la humanidad ni con los generales de cada comunidad.

Imaginar el Sistema Financiero para el “bien vivir” no es difícil. Lo complicado es “gestionar el cambio” del actual al nuevo. Quién controla el Sistema Financiero controla el Poder, y no lo cederá sino por la fuerza. Tan sólo una gran fuerza social creará el necesario impulso político para imponerlo.

Es necesario aglutinar a los sectores sociales en torno a:

1. Apoyo a la economía productiva contra la especulativa

2. Un Impuesto a las Transacciones Financieras especulativas

3. Supresión paraísos fiscales

4. Control político de Bancos Centrales

5. Crear sistema financieros locales alternativos (Banco del Sur, SUCRE, Banco de horas en barrios, etc.

Es la hora de la batalla por un único mundo, una sola humanidad, un solo Gobierno democrático mundial

Es necesario abrir el Proceso Constituyente de la Primera Constitución del mundo que alumbre la “ciudadanía universal” como nuevo poder soberano

Evo Morales lo ha hecho el 07.05.2010 ante el G 77+China (130 países que representan al 80% de la humanidad) al convocar a sus embajadores/as en la ONU para transmitirles las conclusiones de la Cumbre de los Pueblos por el cambio climático y en defensa de la Tierra celebrado en Cochabamba.

El Foro Social Mundial de Migraciones celebrado en Quito (Ecuador) entre el 8 y el 12 de octubre de 2010, bajo el lema “Pueblos en movimiento por una ciudadanía universal” también lo está reclamando.

Fernando Moreno Bernal es Presidente ATTAC Andalucía y Coordinador de la Comisión Justicia Fiscal Global ATTAC España

Apuntes sobre Sismondi, para este siglo XXI


29-11-2010

Apuntes sobre Sismondi, para este siglo XXI



“Entre los errores que hemos cometido todos, el más importante error fue creer que alguien sabía de socialismo, o que sabía de cómo se construye el socialismo.”

Fidel Castro (Universidad de la Habana, 17/11/2010)

El socialismo del siglo XXI – como diría Pirandello- es un personaje en busca de autor. Cuando lo encuentre, seguro que desplazará la presente versión del capitalismo, que más que salvaje, parece enloquecido. Por ahora, el socialismo XXI es más una aspiración que una propuesta concreta. Aspiración balbuciente, pero profunda, urgente, telúrica. Necesita hilar la filosofía de sus valores y la doctrina de su acción. Ambas son necesarias para forjar una propuesta política coherente, que evite esa improvisación que genera desorden y descrédito.

El capitalismo y especulación han existido siempre, desde la antigüedad. Cuentan la astucia de Tales de Mileto - si, el del teorema- que compró a futuro todas las olivas de su ciudad y se hizo rico fijando luego su precio. La influencia del dinero en la política también: el riquísimo Marco Licinio Craso financió las campañas políticas de Julio Cesar en la Roma republicana. Más cerca tenemos a los banqueros de las repúblicas medievales italianas y alemanas que, como los Medici, que convirtieron su poder económico en dinástico. Los Rothschild …

La versión capitalista actual – liberal y neo liberal- evoluciona desde los siglos XIX y XX, pero sus claros ahora, en el siglo XXI: el gobierno de los ricos para los ricos. Su origen se le atribuye al filósofo Adam Smith. Pero no es cierto, Smith lo conoce y rechaza: “Todo para nosotros y nada para los demás, he allí la vil máxima que parece haber sido desde siempre la de los dueños de la especie humana.” [1] Su madre es el aduanero David Ricardo, quien en su época pidió eliminar la Corn Law [2] y abrir la importación de cereales para que al abaratarse el pan se pudiera bajar más aún los salarios y aumentar la ganancia de los patrones [3] .

Actualidad de Sismondi

Hay un historiador y economista adversario de Jean Baptiste Say y David Ricardo que desarrolló la tesis de Adam Smith, pero con visión social y fue más allá. Se trata de Jean Charles Sismondi, un pensador ginebrino que los neoliberales tratan de hacer olvidar, cuya filosofía económica admite la propiedad privada, pero canalizada por la utilidad social. La esencia de su pensamiento es que el capitalismo sólo puede ser próspero y estable si se pagan buenos salarios, porque esos ingresos de los trabajadores son el mercado indispensable para vender los productos. Dice que si los ricos ingleses acaparan toda la riqueza nacional (época de la revolución industrial) tendrán que buscar mercados afuera (imperialismo) y que si no se equilibra la producción y la demanda, el sistema está destinado a vivir de crisis en crisis. Sismondi es el único economista que Karl Marx cita en el Manifiesto Comunista, un honor caro, porque se suelen olvidar las trece líneas donde lo elogia y retener sólo las últimas 6, donde lo llama utópico y socialista pequeño burgués.

Creo que, a pesar de lo que diga Marx, hay que rescatar los aportes de Sismondi para un socialismo moderno. Un socialismo para el siglo XXI tiene que ser una síntesis de las experiencias anteriores, que aprenda de sus errores y de sus aciertos. Las experiencias con éxito económico y social, las entumecidas por falta de dinamismo o aquellas que colapsaron.

Otro motivo de estudio deben ser las versiones de la social democracia que prosperaron en la Europa capitalista por la confluencia de ideas Keynesianas, poder sindical y temor a la Unión Soviética. En América Latina esa idea no paso de ser una pose política y en Estados Unidos funcionó a desgano con el New Deal. Su legado es un válido sistema de protección social, que ahora se desmantela porque los fondos públicos se los llevaron unos banqueros en apuros.

Sismondi para el futuro

Sismondi tiene dos tipos de aporte para el siglo XXI, que son complementarios. Uno sobre el sistema político y otro sobre el sistema económico. En este escrito apenas haremos un guiño a la parte política; el énfasis lo pondremos en dar unos trazos para resaltar lo importante de su estudio para una economía socialista más realista, más estable… y menos trágica.

a) Aportes al Sistema Político

Su aporte político es como historiador. Sismondi describió y analizó varios temas históricos pero para lo institucional nos interesa su análisis sobre las republicas comunales italianas, muertas bajo el absolutismo real y pontificio. Su último exponente –Venecia- murió en el Congreso de Viena. De aquel modelo comunal quedan vestigios en el sistema cantonal suizo. Ese sistema comunal nos sacó de la Edad Media e impulsó la revolución cultural y económica que plasmó el Renacimiento.

Es un modelo más reciente y de mayor adherencia a comunidades orgánicas que el cacareado modelo ateniense, que ni siquiera fue igualitario [4] . Su estudio deja ideas para un sistema más representativo de la aspiración política general. Ha sido muy señalado que las repúblicas actuales no funcionan sobre comunidades, sino sobre masas anónimas movilizadas, a las que es fácil pastorear según diga el dinero grande y sus medios de comunicación [5] .

b) Aportes al Sistema económico

La principal obra económica de Sismondi es “Nuevos Principios de Economía Política o de la riqueza en su relación con la población”, publicada en 1819. Comencemos por mirar a Sismondi desde la perspectiva de Marx, pues Marx lo exalta a veces y a veces lo descalifica. Actitud algo ingrata porque nadie puede negar la influencia de Sismondi en la tesis marxista. Cuando Marx le dice utópico, recordemos que fue Marx quien hablo de solidaridad de la clase trabajadora. La solidaridad de clase claro que existe, ¡pero entre los ricos! La condición típica del pobre es el sálvese quien pueda. Sismondi lo dice y no espera la redención por revolución proletaria sino del control estatal.

Sobre el temprano anuncio de Sismondi de que las crisis son implícitas en el sistema por sus contradicciones, nos dice Marx, “El análisis de Ricardo es con frecuencia absurdo. Sismondi en cambio señala los limites (de adaptar la producción a las necesidades) son obra del propio capital, que choca con sus contradicciones” [6] . “Las crisis no son para él accidentes, como dice Ricardo, sino explosiones esenciales” [7] . La opinión de Marx sobre ambos es clara “La historia de la economía política moderna (…) se completa con Ricardo y Sismondi, dos antípodas” [8] .

En el libro primero de El Capital, Marx cita a Sismondi elogiosamente y con mucha frecuencia. [9] En el libro segundo también lo sigue, [10] pero súbitamente lo ataca y dice que su aporte al estudio de la relación entre capital e ingreso “no tiene una sola palabra científica” [11] .

En lo económico-social Sismondi es el paso intermedio entre Francois Quesnay [12] y Marx. Fue Sismondi quien remplazó la división en tres clases de Quesnay, (productiva, propietarios y estéril) por una que refleja la revolución industrial: capitalistas y asalariados. Es un esquema funcional y abstracto, que pone por un lado los ingresos del capital (rentas, ganancias, intereses) y del otro a su contraparte necesaria, el consumo. Un consumo que divide en dos: a) consumo indispensable (supervivencia) y b) consumo de lujo.

Es Sismondi quien acuña el término “proletario” y lo usa para definir a los trabajadores manuales, a los pobres, a los que el sistema atribuye la función de asegurar con su prole la provisión de fuerza de trabajo. “La nación inglesa encontró más económico … reducir todos los obreros al salario más bajo con el que puedan vivir y los obreros, que son proletarios, profundizan su miseria criando familias siempre más numerosas.” [13]

El pensamiento de Sismondi tuvo afinidades con otros pensadores conocidos. Coincide con Thomas Malthus en defender a los pequeños propietarios agrícolas y los sectores amenazados por la revolución industrial. Dice que sus ingresos son parte importante de la “demanda efectiva” que es necesaria para el equilibrio entre producción y consumo. Se queja de que “No hay mas campesinos en los campos,… no hay mas artesanos en las ciudades o jefes independientes de pequeñas industrias, solo fábricas”; pero no por eso comparte con Malthus la idea de frenar la industrialización. En ese tema tiene más afinidad con Claude de Saint-Simon, porque aprecia a la utilidad de las máquinas, la ciencia y la tecnología: “Yo no quiero regresar a lo que ha sido, pero quiero una cosa mejor de lo que hay”- como si hablara a nosotros- y añade “No es contra las máquinas, ni los descubrimientos, no es contra la civilización que apuntan mis objeciones, es contra la organización moderna de la sociedad” [14] .

Hay un párrafo que debo citar, porque describe un cuadro con trazos de paleta impresionista: “Con pocos años de intervalo, dos crisis terribles arruinaron una parte de los banqueros y extendieron la desolación en todas las manufacturas inglesas; al mismo tiempo otra crisis arruinó a los granjeros e hizo bajar el comercio al detalle. Por otra parte, ese comercio a pesar de su gran extensión dejó de solicitar a jóvenes que buscan un empleo; todas las plazas están ocupadas y tanto en los rangos superiores de la sociedad como en los inferiores, un gran número ofrece en vano su trabajo sin poder obtener un salario.” [15] ¿Suena conocido?

Mi propósito es proponer el estudio de Sismondi, como una fuente para la nueva visión socialista. Marx usó sus ideas, pero lo llamó mezquinamente “socialista pequeño burgués”. Lenin le reprochó incluir el sub-consumo como causa de las crisis capitalistas, pero Nikolai Boukharin – uno de los mejores economistas marxistas- aprobaba la explicación de Sismondi y decía que sin el sub-consumo la interpretación marxista del capitalismo sería absurda.

El poeta y pensador maracucho Ydelfonso Finol nos dice una gran verdad cuando afirma que “Es falso que el socialismo tenga que estar asociado a escasez”. China es hoy la segunda economía del mundo y sigue creciendo; pero su mayor éxito es que sacó de la pobreza a 400 millones y sigue sacando. Es un ejemplo que evoluciona desde que Deng Chao Ping inició la política de dejar espacio a la iniciativa individual, en un marco dirigido al beneficio colectivo.

Es innegable que el marxismo-leninismo fracasó como productor de bienestar humano, sin olvidar que tuvo que invertir más recursos en cañones que en pan y mantequilla. Creo que para el siglo XXI es más realista pensar en un socialismo menos épico; un socialismo que luche por la seguridad de los trabajadores haciéndolos propietarios de algo, que nos haga a todos … socialistas pequeños burgueses.



[1] Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones. Volumen II. Fondo de Cultura Económica, México, 1958.

[2] La Corn Law protegia la producción inglesa de cereales. Su derogación creo desempleo y pobreza en las zonas rurales y una emigración hacia las ciudades que abarataba la mano de obra. Leer a Charles Dickens.

[3] “He tratado de demostrar, a través de toda esta obra, que la tasa de utilidades no podrá ser incrementada a menos que sean reducidos los salarios, y que no puede existir una baja permanente de salarios sino a consecuencia de la baja del precio de los productos necesarios en que los salarios se gastan” David Ricardo, Principios de economía y tributación, Fondo de Cultura Económica, México, 1959, p. 101.

[4] Aristóteles, cuando analiza la constitución de Atenas, dice que eran considerados ciudadanos sólo aquellos que no ejercían labores manuales. En esa época – más aún que ahora- eso excluía a la gran mayoría de la población. Por eso luego informa que eran ciudadanos unos 20 mil habitantes, sobre una población de medio millón.

[5] [5] Leer a: José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas; Jack London, El talón de hierro; Maurice Duverger, Los partidos Políticos; Giuseppe Maranini, La constitución de Venecia; Tönnies, y tantos otros más.

[6] Karl Marx, Principes d’une critique de l’Economie politique, Ouvres I, Pléiade, pag. 261 y 262. Traducción propia.

[7] Karl Marx, Ibid, Ouvres II. Pag. 1682. Traducción propia

[8] Karl Marx, Ibid. pag. 175. Traducción propia.

[9] Para definir: el capital, el precio de la fuerza de trabajo, la plusvalía relativa, la reproducción simple, el proceso de producción capitalista, la acumulación de capital, la conversión primitiva del dinero en capital, el carácter antagónico de la producción capitalista y la noción del asalariado.

[10] Para definir capital constante y capital variable, movimiento circular del ingreso, la teoría de las crisis y el papel del crédito en los procesos de producción.

[11] Kart Marx, Ouvres II, pag. 751.

[12] Economista francés, fundador de la primera escuela sistemática de economía política y médico de Luis XV.

[13] Jean Charles Sismondi, Nouveax Principes de Economie Politique, Calmann-Levy, 1971, France. Pag. 54

[14] Jean Charles Sismondi, Sobre el equilibrio del consumo con la producción. Revue Encyclopédique, 1824.

[15] Jean Charles Sismondi, Nouveau Principes … , pag 53


sábado, 27 de noviembre de 2010

Los límites de Holloway


27-11-2010

Los límites de Holloway

La hiedra


En una entrevista del último número de La Hiedra (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=116530&titular=abriendo-brechas-en-el-capitalismo-) John Holloway resume sus ideas sobre el capitalismo y la lucha para superarlo. Holloway ofrece ideas serias que han influido mucho sobre el sector más radical de los movimientos sociales. Su libro, Cambiar el mundo sin tomar el poder, cuya tesis está bien expresada en el título, es una de las expresiones más claras del variopinto movimiento denominado ‘autonomismo’.

Su objetivo expreso es el de “aportar caminos sobre los que avanzar aprendiendo y debatiendo”. Ciertamente las rutas señaladas en sus obras han abierto muchos debates, el autor es uno de los escritores marxistas que más se comenta. Su análisis ofrece muchos aciertos, como por ejemplo (en Cambiar el mundo…) que la naturaleza ‘social’ y ‘territorial’ de los estados inevitablemente lleva a que cualquier ‘izquierda’ que intente apropiarse de sus estructuras acabe traicionándose.

Pero aunque acepto su meta de superar el capitalismo, en general sus ideas no nos ayudan a avanzar en esa dirección. Trataré tres elementos.

Primero, el autor, aplicando las ideas de Marx sobre el trabajo como mercancía en el capitalismo, defiende el paso de un sistema basado en el ‘trabajo abstracto’ (trabajo valorado sólo según su capacidad de producir beneficios) a otro del ‘trabajo creativo’ (o ‘libre’) donde producimos las cosas por necesidad/interés.

En Cambiar el mundo… defiende que los dirigentes mandan por la fuerte desigualdad de poder, fruto de la explotación laboral de la mayoría, y que esta última acabe venerando a los poderosos.

Hay algo de verdad en esta teoría, tal y como demuestra la popularidad de la prensa rosa, dedicada a las vidas de los ricos. No obstante no se puede reducir la explotación a un mero engaño de la clase dirigente. La mayoría nos dejamos explotar en el mundo laboral precisamente porque no poseemos los medios (capital) para ganarnos la vida de otra forma.

Cuando, a principios del capitalismo en Gran Bretaña, la gente sí tenía otros medios como el cultivo de tierras comunales, el Estado se apropió de éstas, a la vez que aprobó leyes contra el vagabundeo, obligando a las personas a entrar en las fábricas. Hoy en día la coerción para trabajar es normalmente económica, no física, pero la huida del sistema que predica Holloway sigue sin ser una opción real.

El segundo problema es que el Estado tampoco dejaría —si existiera la posibilidad— que los espacios autónomos simplemente lo superasen. Los zapatistas, que Holloway cita a menudo, lo saben muy bien por el acoso que han sufrido a manos del ejército. Y tenemos el ejemplo del golpe sangriento en Chile, en 1973, cuando la lucha social llegó a preocupar al sistema.

Así que, en tercer lugar, tenemos que prescindir de la estrategia (o ‘caminos’) que defiende Holloway. Ésta se basa en que lo único importante es ahondar en las ‘brechas’ (cracks) existentes en el capitalismo, multiplicarlas y hacerlas confluir. Sugiere que están en el mismo nivel “las personas que hacen crecer un jardín donde antes había un aparcamiento”, el levantamiento zapatista, o una huelga. Pero no son iguales. En su momento la insurrección zapatista tuvo un impacto mundial, ayudando a impulsar la red internacional que organizó las protestas de Seattle. ¡No es comparable con un proyecto de jardín! Y para que la lucha sea efectiva también es importante el dónde, quién y cómo se organiza.

Estas cuestiones son aún más importantes pues los anticapitalistas somos una minoría en la sociedad y necesitamos priorizar las intervenciones basándonos en el análisis político.

Además, los modelos que ofrece Holloway no han funcionado. Un ejemplo de ello es el gran movimiento social —en el que sus ideas tuvieron algún impacto— generado durante la crisis argentina. Lo formaron movimientos en los barrios (asambleas populares), organizaciones de parados (piqueteros) y un sector minoritario de los trabajadores (fábricas recuperadas). Pero faltaban los grandes sindicatos y el movimiento no tuvo el peso económico y social suficiente para romper con el sistema.

Así que para llegar a un mundo sin capital tendremos que seguir caminos diferentes a los ofrecidos por Holloway. Sí habrá mucho que aprender y discutir por el camino, pero éste seguro que pasa por la lucha de clases y la revolución.


* Luke Stobart es activista de En lluita / En lucha.

Fuente: http://enlucha.org/?q=node/2392

viernes, 26 de noviembre de 2010

Estados intervenidos, crisis política y lucha de clases


26-11-2010

Estados intervenidos, crisis política y lucha de clases



Los acontecimientos se suceden vertiginosamente en la Unión Europea. A la decisión tomada en mayo pasado por el FMI, la UE y el Banco Central Europeo de “rescatar” a Grecia con 110.000 millones de euros, se sucedió a los pocos días la creación de un fondo permanente de rescate de 750.000 millones de euros (250.000 del FMI Y 500.000 de los estados de la UE), ante la amenaza de contagio de Portugal y España, con el fin de asegurar “la salud y la estabilidad del euro”.

En estas últimas semanas se ha reeditado el mismo guión que se representó en Grecia. En primer lugar se disparan los rumores sobre la falta de solvencia de Irlanda y Portugal, aumenta vertiginosamente el interés pagado a los compradores de deuda, se pone en duda la viabilidad financiera – público y privada – del país y ante el riesgo de bancarrota, absolutamente fabricada, el gobierno correspondiente solicita un préstamo de miles de millones de euros. El gobierno socialdemócrata portugués, alumno más dócil, prepara el terreno amenazando con el diluvio: “Si no se aprueban los Presupuestos, Portugal podría salir del euro”. El gobierno irlandés resistió más, aferrándose a la bomba política que supondría para un país, que apenas empieza a recuperar su autogobierno, la pérdida de su soberanía. Para obligarle a recibir el préstamo antes de que se celebren unas elecciones generales previsiblemente anticipadas, está habiendo un desembarco obsceno de banqueros representantes del trío FMI, UE y BCE. La receta es brutal para un país de 4 millones doscientos mil habitantes: 100.000 millones de euros al 5% de interés y el plan de ajuste correspondiente.

El drama irlandés, país que lleva siglos luchando por su independencia de Inglaterra y que justo ahora estaba empezando a recuperar su soberanía, es de proporciones históricas. Marx reaparece de nuevo: no hay independencia política, sin independencia económica. Peter Oborne, jefe de los comentaristas políticos del Daily Telegraph lo plantea con crudeza [i] : "No puede negarse que Irlanda ha perdido su estatuto de nación soberana. Gracias a su desastroso enmarañamiento en el euro, ha perdido toda independencia en política interior, exterior y, sobre todo, económica. La nación irlandesa es la criatura de Bruselas y del Banco Central Europeo. El primer ministro irlandés se ha convertido en un procónsul destinado por Bruselas en Dublín. Brian Lenihan, el ministro de finanzas, es como el gestor ultramarino de una filial de Bruselas. Para quienes amamos Irlanda, esto es miserable y deprimente, pero hay que recordar que análogo destino aguarda a muchos otros países europeos. Grecia ya está haciendo lo que le dictan el FMI y el BCE; pronto ocurrirá lo mismo en Portugal y, a su debido tiempo, en España."

Pero la pérdida de soberanía no consiste sólo en la aplicación de los salvajes planes de ajuste. El país intervenido debe invertir el dinero recibido en la compra de aquello que sus acreedores le indiquen. El método aplicado por el FMI desde hace décadas en países de América latina, Asia, y recientemente en la ex – URSS, llega ahora con idénticos métodos y toda su crudeza a los países de la periferia de la Unión Europea [ii]

A veces, pocas, llegan noticias del destino final de esos préstamos. Grecia es el país del UE con más gasto militar: el 4,3% del PIB. Los gastos militares se han mantenido mientras el país se hundía, el plan de ajuste se imponía a la clase obrera y los sectores populares griegos y se calcula para 2010 una disminución del PIB del 4%. Daniel Cohn Bendit, eurodiputado de Los Verdes, explicaba hace pocas semanas en el Parlamento Europeo en qué se estaba gastando: “ En los últimos meses, Francia le ha vendido seis fragatas a Grecia por 2.500 millones de euros. Helicópteros por 400 millones. Aviones Rafale de combate por 100 millones cada uno. Mis “espías” no han sabido decirme si fueron 10, 20 ó 30… Y Alemania le ha vendido a Grecia otros 6 submarinos por otros 1.000 millones. ¡Les prestamos dinero para que nos compren armas !”

La estrategia de la fracción dominante del capital europeo es ejecutada con disciplina militar por los gobiernos de turno, mientras – dejando una vez más con las vergüenzas al aire el discurso postmoderno del final del Estado – se produce la simbiosis más absoluta entre el capitalismo y el Estado. El mecanismo para imponer férreos planes de ajuste y conjurar de la manera más eficaz posible el riesgo de que las resistencias obreras y populares se disparen es profundizar hasta límites imposibles el endeudamiento del país y liquidar cualquier atisbo de soberanía.

El capitalismo enfrenta la crisis, una crisis sin precedentes, sin que sean previsibles, por ahora, enfrentamientos militares entre Estados que cumplan la función histórica de eliminar seres humanos excedentes y capital no competitivo. Los estados periféricos de la UE seremos estados intervenidos y pagaremos el abismo que separa la productividad y competitividad de nuestro capitalismo con el de Francia, Alemania o Inglaterra, con una guerra social de alcance aún difícil de imaginar. Si no lo remediamos, ese es el destino que nos reservan. La tarea debe ser cumplida sin vacilaciones y a ello se aprestan los gobiernos sin distinción de color político. ¿Es posible esperar, en este escenario, con un desempleo que rondará el 30%, que se mantenga por mucho tiempo el gasto público para servicios universales como la sanidad o la educación o el sistema público de pensiones?

En el Estado español, el intento de retomar el “diálogo social” tras la huelga general del pasado 29S es inadmisible. No sólo no se va a retirar la reforma laboral, sino que se anuncia ya oficialmente el “pensionazo”, la destrucción de la negociación colectiva, el copago sanitario, etc. Más nos valiera volcar los esfuerzos en que el término “diálogo social” sea entendido por la clase obrera como plantea el PAME griego: un instrumento de los gobiernos para introducir medidas contra los trabajadores neutralizando su capacidad de respuesta.

Los pueblos, lentamente, estamos empezando a despertar; pero la clase obrera, excepto la griega, está todavía lejos de haber comprendido que no se trata sólo de hacer una huelga general para negociar una u otra medida. Estamos ante un ataque en todos los frentes, sin fin previsible. El objetivo estratégico de la burguesía y de sus gobiernos es destruir el movimiento obrero, única garantía de que su agenda se impone sin grandes resistencias. Por ello, ningún gobierno europeo se moverá un ápice, a no ser que – como estuvo a punto de ocurrir en Francia – el órdago vaya en serio. Cada lucha parcial, cada huelga general, debe situarse en el camino de la acumulación de fuerzas, del fortalecimiento y la coordinación europea de las luchas, con la mirada puesta en la construcción, frente al poder de la burguesía y sus gobiernos, de un poder alternativo de los trabajadores y trabajadoras y de los pueblos.

La dimensión política de la crisis

En el Estado español, aparece con mayor claridad cada día el carácter político de esta crisis. Los pilares que mantuvieron la Dictadura y cuya continuidad aseguró la Transición empiezan a hacer aguas seriamente ante la opinión pública, a pesar de todas las manipulaciones informativas imaginables.

La imagen de la monarquía se degrada ante un pueblo que ve que, mientras el paro y la miseria es el único porvenir suyo y de sus hijos, salen cada año 9 millones de euros de las arcas públicas para financiar los holgazanes de la Casa Real. La miseria tiene cara de hereje, como decía Quevedo, y una clase obrera que ve caer salvajemente sobre sus espaldas las consecuencias de la crisis está cada vez menos dispuesta a comulgar con ruedas de molino de príncipes y princesas.

La corrupción extendida a todos los aparatos del Estado, y en especial al poder político, el escándalo del poder económico de una Iglesia cada día más machista y cavernícola, la evidencia de que la represión es la única respuesta a las ansias de libertad y autodeterminación de los pueblos y sobre todo, el descrédito de un gobierno “socialista” fiel ejecutor del programa más duro de la burguesía, plantean a los sectores cada vez más amplios la necesidad de enfrentar un cambio de régimen con todas las consecuencias.

El Manifiesto unitario que ha convocado el pasado 6D la manifestación contra la Constitución de 1978 termina así: “Hoy más que nunca, planteamos que el cambio de gobierno no es la solución. El baile en el gobierno del PP y el PSOE más parece “el baile de los vampiros”. En definitiva, no habrá soluciones parciales. Es preciso cambiar la situación de raíz y enfrentar la necesidad de un cambio de régimen y la instauración de la República como orden social realmente democrático en el que la hegemonía la tengan la clase obrera y los pueblos. Ese es el camino. Esa es la única garantía de futuro”.

* Escrito para “El Otro País", 23 de noviembre de 2010

sábado, 20 de noviembre de 2010

El arduo y largo camino al Socialismo


20-11-2010

El arduo y largo camino al Socialismo



Las manifestaciones de la crisis del capitalismo se multiplican y agravan cada día. Por ahora, el impacto de los disfuncionamientos -particularmente de los mercados financieros- se centran en los países desarrollados que se descubren, súbitamente, al borde la quiebra. Sin embargo, no cabe la menor duda que, si la cosa sigue así, más tarde o más temprano, la crisis va a afectar al resto de los países, incluidos los llamados “emergentes”, que hoy parecen estar al abrigo de esas poderosas convulsiones económicas y sociales.

Para algunos, el diagnostico es inapelable: la enfermedad del capitalismo, generada por su propia irracionalidad, ha entrado en la fase terminal. La hora del Socialismo se acerca. Incluso, el libreto de esta transición esta escrito de antemano: la crisis va a provocar, como ya esta ocurriendo en Europa, gigantescas revueltas populares que echaran por tierra las instituciones burguesas. Los nuevos gobiernos, que emerjan de esas grandes conmociones socio-económicas, necesariamente revolucionarios, tomaran las medidas radicales que se imponen y comenzaremos así la marcha triunfal hacia la nueva sociedad.

No se trata de ser pesimista sobre la evolución de la humanidad. No se trata de negar la necesidad de un régimen socialista, despojado de todo lastre burocrático, como ideal revolucionario. No se trata de resignarse a sufrir sin reaccionar la explotación a ultranza que nos imponen las clases dominantes. Se trata, simplemente, de no perder la noción de la realidad, y de encontrar, en estos tiempos de crisis, la mejor manera de actuar sobre ella, para orientarla hacia fines superiores. Porque, en mi modesta opinión, el capitalismo no esta en la víspera de su deceso, ni el Socialismo a la vuelta de la esquina.

– La movilización y la espontaneidad

Para mi, la revolución no es un acto que se reduce a la toma del poder, ni a la declaración constitucional de que el país es socialista. La revolución es un proceso, necesariamente largo, condicionado no sólo por la evolución de la subjetividad interna, y por los progresos socio-económicos que realicen, sino también de la coyuntura internacional.

Para otros, en cambio, la profundidad de la crisis actual, con reacciones vigorosas de grandes capas de la población, puede provocar situaciones revolucionarias. Esta apreciación es profundamente errónea; la revolución no va a surgir nunca de la espontaneidad. ¿Qué hubiera podido ocurrir, en Francia, si las huelgas y manifestaciones recientes, hubieran logrado paralizar durablemente la vida del país? En el mejor de los casos, el abandono de la ley de pensiones cuestionada, la renuncia de Sarkozy, y su inmediato reemplazo constitucional por un Presidente interino, salido sin duda de las filas de su partido. Lo mismo hubiera ocurrido en cualquier otro país europeo, como ocurrió ya en otras latitudes, en condiciones similares, por ejemplo en Argentina, en 2001, con todo un pueblo gritando en las calles la consigna lapidaria “Que se vayan todos”!!!

La hipótesis radical, revolucionaria, de tomar el poder por alguna forma de violencia, incluida la huelga general, y comenzar inmediatamente la instauración del socialismo, aparece para algunos como una posibilidad cierta en la coyuntura actual. Sin embargo, están equivocados, pues en Europa, no existe hoy la menor posibilidad, no digamos de una revolución, sino incluso, de procesos de cambio menos radicales como los que se viven en América Latina. La izquierda que se ilusiona con esta hipótesis y la pregona a todos los vientos, lo hace sin duda para mostrarse más radical que las otras, y para evitar la reflexión necesaria y la elaboración razonada de lo que puede ser hoy una verdadera alternativa socialista. Un alternativa que no se limite a fijar los grandes objetivos, sino también la manera de alcanzarlos, en el ritmo impongan las particularidades del periodo histórico que vivimos.

– Las condiciones externas e internas del Socialismo

El Socialismo no fue, ni es posible hoy, por dos razones esenciales, una de carácter externo, la otra de carácter interno. La primera debido a la mundialización de la economía, lo que hace que la vida de cada país sea estrechamente dependiente del mercado internacional; la otra por la crisis de las ideas de izquierda, consecuencia inevitable del derrumbe los países del llamado “Socialismo real”.

En el primer aspecto, vale la pena preguntarse: ¿Qué cabria esperar si alguna vez, por algún inexplicable -e improbable- vaivén de la historia, una de las tendencias radicales de la izquierda se encontrara en el poder?. La respuesta creo que la sabemos todos. Esta tendencia procedería inmediatamente a la estatización de todos los medios de producción (grandes y pequeños), lo que provocaría a término una crisis aguda de la actividad productiva -debido a problemas de inserción en el mercado económico y financiero mundial-, y se repercutiría poderosamente los niveles de vida de la población. Impondría luego la dominación irrestricta del partido único, acompañada de una caricatura institucional de un “poder popular”, la prohibición de salir del territorio (para evitar una estampida migratoria), y la creación de cuerpos especializados de represión “contrarrevolucionaria”, para preservar el nuevo sistema. Todo, a inspiración (y beneficio) de una burocracia omnipresente y omnipotente, tanto o más dañina que las antiguas clases dominantes.

Esta perversión de las nobles ideas del Socialismo, en las condiciones actuales es, desgraciadamente, una casi fatalidad. Ocurre que, en efecto, el Socialismo en un solo país es un imposible histórico, hoy más que nunca. Ningún país puede llevar a cabo ese tipo de transformaciones, para socializar la producción y la riqueza, si no hay simultáneamente otros países que estén empeñados en el mismo propósito y que, juntos, puedan constituir una entidad económicamente autosustentable. Esto lo demuestra la experiencia cubana, dependiendo en el pasado de la ayuda de la Unión Soviética, en la actualidad de la ayuda Venezolana y que se apresta, en estos días precisamente, a terminar con los pocos y precarios elementos “socialistas” que contenía su estructura socio-económica y política..

– La crisis de las ideas de izquierda

Del lado de la crisis de las ideas socialistas, la importancia del problema se aprecia en el comportamiento de ciertos partidos políticos, que se reclaman de izquierda y que tratan de participar en las elecciones con la voluntad de aprovechar a fondo sus posibilidades. Algunos de ellos han decidido abandonar toda referencia al Socialismo y a sus fundadores, y han adoptado como signo distintivo el “anti-capitalismo”, para que no se los vaya a confundir con los que fueron entusiastas partidarios del Muro de Berlín y de los campos de exterminio del Goulag. Aún así, les resulta difícil crecer tanto como quisieran, y conservar una audiencia apreciable en el electorado.

Por lo tanto, todos sabemos, al menos los que nos inscribimos a la izquierda del tablero político, que el Socialismo es, más que una opción estratégica, el futuro de la humanidad. Futuro inevitable si se quiere instaurar en el mundo definitivamente la libertad, la democracia, la justicia social, y proteger al mismo tiempo la vida misma del planeta. De lo que se trata, entonces, es de hacer lo que no hemos hecho hasta ahora, demostrar no sólo en teoría, sino también en la practica -y en la medida de lo posible- la inmensa superioridad de Socialismo, con respecto a cualquier otro sistema.

– La participación en las elecciones

Si no estamos en la víspera de la defunción del capitalismo, y tampoco del advenimiento de la sociedad socialista, ¿qué hacer?. En las condiciones actuales, más precisamente en la coyuntura internacional actual, no queda otra posibilidad que de participar en elecciones, de tratar de ganar margenes de poder en la estructura representativa del país, de alentar y multiplicar toda actividad que represente una evolución de la consciencia social, y empujar todo proceso, donde quiera que se presente, si representa un avance en la lucha contra el capitalismo y por un mundo mejor.

Algunos dirán que eso de “participar en elecciones” ya ha sido intentado, con resultados catastróficos. Es cierto. Lo que ocurre es que hay diferentes maneras de participar. Hasta ahora, en la izquierda radical, la tendencia predominante ha sido la de considerar esta participación como una simple ocasión de popularizar un programa socialista creyendo que, de esta manera, se hace avanzar la conscientizacion de las masas. Lamentablemente, con una cruel terquedad, los resultados obtenidos, en el mejor de los casos del 2 o 3%, vienen a demostrar cada vez que no es eso lo que esperan de un partido que se dicen de izquierda, las masas populares.

Por el contrario, otros partidos o movimientos (particularmente en América Latina), aglutinados en torno a un líder carismático, han adquirido la capacidad de barrer literalmente a los partidos de derecha en cualquier elección y han llegado al gobierno. Partidos o movimientos -dígase de paso- que no se reclaman revolucionarios, y que postulan, en regla general, una refundación del país, la defensa de las riquezas naturales y la lucha contra la pobreza, como objetivos principales. La simplicidad de sus proposiciones, sin alardes ideológicos, parecen más eficaces que los sesudos discursos de los grandes teóricos del Socialismo libresco.

– El problema del partido

Por lo demás, la izquierda radical, y muy particularmente la que viene de los años 60/70 de América Latina -caracterizados por la lucha armada-, sigue siendo una organización con vocación conspirativa, sectaria, vertical y casi clandestina, creyendo que, en cualquier momento, un golpe de Estado, vuelva a convertirla en la victima propiciatoria de la lucha contra el terrorismo. Esta manera de existir le ha hecho perder su implantación en las clases mas desfavorecidas, en el movimiento sindical, en las organizaciones populares, en los medios intelectuales, y la ha privado de toda capacidad ofensiva. Así, sin una organización adaptada a la lucha electoral, sin un programa que recoja las aspiraciones inmediatas de la gente, y candidatos que inspiren confianza en su capacidad de llevar a cabo lo que proponen, el raquitismo de los resultados no es para sorprender a nadie.

Para salir de la crisis, hay que asociarse con los sectores mas modestos de la población, acompañar sus luchas polifacéticas, y recorrer con ellos, al ritmo de la evolución de su subjetividad, el arduo y largo camino al Socialismo. Recuérdese que la revolución la hacen los pueblos, no las élites, por muy ilustradas que sean.

Fuente: http://www.kaosenlared.net/noticia/arduo-largo-camino-socialismo


viernes, 19 de noviembre de 2010

La crisis de Europa y las alternativas de la izquierda


19-11-2010

La crisis de Europa y las alternativas de la izquierda

www.senzacensura.org/Rebelión


El texto que sigue fue terminado de escribir el día 1 del pasado mes de julio. Ahora, tras cinco meses, se cuelga en Internet, después de haber sido publicado en la revista italiana Senza Censura N. 33, correspondiente al otoño-invierno de 2010-11. Como se verá, preferí centrarme en problemas teóricos e históricos apenas debatidos por las izquiedas porque pienso que también debemos elaborar una explicación superior y diferente a la burguesa sobre por qué, para qué y cómo se está creando la Unión Europea desde espacios de poder material inasequibles a las clases explotadas, inasequibles y desconocidos para la mayoría absoluta de la población continental. Pienso que si no avanzamos más allá de los tópicos al uso sobre la crisis de la UE , esencialmente lastrados por una mezcla de economicista determinista y menosprecio de la lucha de clases práctica, si no profundizamos en la investigación histórico-crítica de los orígenes y del devenir de la UE , facilitaremos el triunfo de la demagogia reformista, victoria fugaz y muy breve que es la antesala de mazazos antidemocráticos de extrema dureza. Acontinuación reproduzco tal cual el texto de hace cinco meses, no si añadir que otras pág. Web también cuelgan mis escritos:

SENZA CENSURA N. 33 Noviembre ’10 – Febrero ‘11

Hemos pedido una contribución sobre la situación de crisis en el contexto europeo a Iñaki Gil de San Vicente, pensador marxista interno a la Izquierda Independentista Vasca, y militante teórico-práctico de la revolución vasca y mundial. Os lo proponemos enseguida. (Señalamos que un archivo de los materiales de Iñaki Gil de San Vicente se encuentra en español en www.rebelion.org/autores.php?tipo=5&id=49&inicio=0

Entre los otros, recomendamos la lectura de El independentismo come hegemonía popular, del 5 de julio de 2010, que analiza la situación en el País Vasco a partir del paro general del pasado 29 de mayo; este material se puede descargar en español en www.rebelion.org/noticia.php?id=109133 )


1.- ¿QUÉ CRISIS EUROPEA?

La interpretación oficial de la crisis es que ésta es una severa crisis financiera surgida por la “excesiva liberalización de los mercados de dinero”, “descontrolados” por cinco razones: una, por el egoísmo humano que ha desbordado los controles inherentes a la “mano invisible del mercado”; dos, egoísmo especialmente perverso de la clase trabajadora que impide la recuperación económica con sus exigencias de incrementos salariales, de mayores gastos públicos y sociales, más derechos y menos trabajo, etc.; tres, la crisis se alarga por la caída de los beneficios al desplomarse la capacidad de compra por la restricción del crédito; cuatro, a todo esto hay que sumar la tardanza en la toma de medidas por parte de los Estados lo que agrava el problema; y, cinco, las masivas pero tardías ayudas a fondo perdido al capital financiero han multiplicado exponencialmente la deuda pública y privada que lastra como un ancla de plomo el despegue económico.

Esta interpretación es muy pobre, muy limitada históricamente y falsea las verdaderas razones de la crisis, su alcance, y las salvajes medidas que se van a imponer. El problema crucial radica en lo que no dice, en lo que falsifica y miente al reducir la crisis a su forma superficial más limitada, reduciendo el capitalismo al subjetivismo marginalista, a la idea de que el dinero crea dinero y de que, por tanto, es el capital financiero el decisivo, el que domina sobre las otras formas de capital. Se niegan así cuestiones decisivas como la importancia clave del capital industrial, las leyes de concentración y centralización del capital y de la perecuación de capitales, la importancia del Estado y de la violencia burguesa y, como síntesis, la decisiva trascendencia de la lucha de clases. Todo esto se escamotea y se restringe el debate a lo que le interesa a la burguesía: cómo volver contra el movimiento obrero y revolucionario a los sectores reformistas y conservadores de la clase obrera; cómo movilizar a favor del capital a la pequeña burguesía para que actúe como movimiento reaccionario de masas, y cómo derrotar a la clase trabajadora en su conjunto, aumentando lo más posible su explotación. Por tanto, debemos restablecer la realidad innegable de la lucha de clases como motor de la historia, su existencia objetiva al margen de las ilusiones subjetivas, de sus vaivenes y períodos de latencia y de aparente extinción.

La financierización ha sido la chispa que ha prendido el fuego de la crisis porque antes ya había combustibles de sobra para el incendio: la larga lista de problemas de todo tipo que cada vez más dificultan la realización del beneficio del capital industrial desde los años setenta del siglo XX y que podemos resumir en la dialéctica entre el accionar de la ley tendencial de la caída de la tasa de beneficios, por un lado, y, por otro, la agudización de otras crisis como la ecológica, la del agotamiento de los recursos, la alimentaria y sanitaria, etc. La crisis ha estallado porque han fracasado las sucesivas “soluciones” que las burguesías han ido aplicando para aumentar sus beneficios en un contexto mundial de sobreproducción excedentaria que no encuentra salida en los mercados y estas soluciones se han basado en la manipulación financiera, en la ingeniería bancaria llevada a lo irracional. Marx advirtió que antes de cada crisis surgía una euforia crediticia destinada a reactivar la economía minada en el fondo pero pletórica en su apariencia externa, de madera que si en una primera instancia el crédito sirve para engrasarla, con el tiempo ese mismo crédito se lanza a la especulación desmedida agravando las contradicciones que emergen en una nueva crisis. Pero en el análisis de Marx hay un “factor” que ha sido olvidado posteriormente: el papel crucial del Estado como fuerza decisiva. Todas las contratendencias que impone la burguesía para revertir la caída tendencial de los beneficios nos remiten directa o indirectamente al papel de su Estado.

La dialéctica de lo endógeno en la economía, sus leyes tendenciales, y lo exógeno, el papel del Estado, en la marcha del capitalismo, se ve en las reordenaciones europeas desde el siglo XVII. Antes de seguir, debemos aclarar dos cosas. Una es que la interacción entre lo estrictamente económico y lo estrictamente político-estatal es decisiva para entender el capitalismo como totalidad movida por la unidad y la lucha de contrarios irreconciliables como son la burguesía y el proletariado, por la lucha de clases. Si negamos o minusvaloramos esta dialéctica caemos en dos errores desastrosos como son el determinismo economicista y el subjetivismo idealista. La otra es el concepto de reordenamiento: son los momentos en los que se fusionan políticamente las distintas contradicciones dando el salto a una nueva fase global del capitalismo. El capitalismo sufre fases en sus formas pero mantiene su esencia explotadora basada en la extracción de plusvalía por la clase propietaria de las fuerzas productivas. La esencia permanece inalterada mientras subsista este modo de producción, aunque sus formas externas cambien en el tiempo. No nos extendernos ahora en la categoría dialéctica de lo mutable y de lo permanente, de la forma y del contenido, del fenómeno y de la esencia, etc., ni en una complejidad de las interacciones entre lo económico, político-estatal, militar, cultural e ideológico, etc., que se dan en las sucesivas fases en las que la explotación adquiere nuevas formas exteriores.

2.- REORDENACIONES Y CRISIS

Las reordenaciones sancionan el cierre de una fase global de la explotación y el comienzo de otra, permitiendo al capitalismo lanzarse con todos sus bríos por nuevas sendas una vez puesto orden en su interior. ¿Qué orden? Pues el que atañe a las contradicciones fundamentales del sistema: aplastar a las clases trabajadoras; destruir masivamente las obsoletas fuerzas productivas y facilitar la aplicación masiva de nuevas tecnologías; derrotar a las burguesías y Estados competidores obligándoles a aceptar las exigencias de las burguesías victoriosas; imponer nuevas monedas fuertes, nuevas leyes económico-financieras y de regulación del mercado internacional, y extender e intensificar la expansión mundial del capitalismo bajo una nueva hegemonía imperialista. Hasta el presente, las reordenaciones se han desplegado sólo después de atroces guerras internacionales en las que ha vencido un bloque burgués sobre otras burguesías, y la burguesía en conjunto sobre las clases trabajadoras y las naciones oprimidas.

Según el resultado de las guerras, las reordenaciones se institucionalizan, adquieren carácter oficial e internacional, bien mediante la rendición incondicional o pactada del bloque social vencido, o mediante algunas negociaciones formales que sancionan legal e internacionalmente las exigencias del vencedor sobre el vencido. No profundizamos ahora en el papel de la guerra en el capitalismo sobre todo en sus momentos de crisis sistémica, pero sabemos que éstas comienzan por contradicciones económicas endógenas, que rápidamente adquieren contenido político acelerando las tendencias objetivas hacia la militarización y la guerra. En la historia de Europa ha habido tres grandes reordenaciones de esta índole: la que tomó cuerpo legal en el Tratado de Westfalia de 1648 tras la guerra de los Treinta Años; la que tomó cuerpo en el Congreso de Viena de 1815 tras las guerras napoleónicas; y la que tomó cuerpo en los acuerdos de Yalta y Potsdam en 1945 tras la gran crisis de 1914-1945. Estamos en la cuarta, pero sin un recurso a la guerra, por ahora.

Desde el siglo XVII, dos leyes capitalistas destacan en el accionar las reordenaciones Una es la ley de la perecuación que explica por qué los capitales abandonan los negocios menos rentables para ir a los más rentables. Y la otra es la de la concentración y centralización, que explica que los capitales más fuertes se comen a los más débiles a la vez que se reducen los propietarios de capital. La historia político-económica, diplomática y militar muestra cómo las burguesías se apoyan cada vez más en sus Estados para dirigir esas leyes en su beneficio exclusivo y para debilitar a las burguesías competidoras, obligándoles a aceptar sus condiciones de inversión, la absorción de sus capitales por los capitales extranjeros, etc. El capitalismo funciona, durante los períodos de relativa “normalidad”, sin mayores ingerencias estatales, pero según aumentan las dificultades de realización del beneficio, las resistencias obreras, la competencia de otras burguesías, y según avanza la crisis, las burguesías refuerzan sus Estados, sus ejércitos, etc., a la vez que exigen sumisión pasiva a las clases explotadas y claudicaciones a las burguesías competidoras.

Los Estados más poderosos presionan para que sus capitales se inviertan en las mejores condiciones en mercados exteriores, en detrimento de los autóctonos. El “libre cambio” exterior y el proteccionismo interior no son una invención reciente del neoliberalismo sino que existían antes del capitalismo y lo encontramos muy activo ya en los siglos XIV y XV. La “libertad de mercado”, la “globalización”, etc., son tan antiguas y permanentes como la economía comercial y mercantil aunque sea precapitalista, pero sólo con el capitalismo han desarrollado todo su poder expansivo y exterminador, como queda tan impresionantemente demostrado en el Manifiesto Comunista escrito en 1848. Las reordenaciones europeas han respondido a estas interacciones entre las fuerzas económicas y políticas, que han llegado a plasmarse en guerras internacionales para acelerar así su funcionamiento.

La crisis actual es el resultado de la política imperialista de Estados Unidos desde que impuso en 1944-1948 las instituciones internacionales decisivas para su futuro dominio mundial: FMI, Banco Mundial, ONU, GATT y poco más tarde la OTAN y el resto de aparatos que padecemos ahora. Política destinada a derrotar a la URSS, al movimiento obrero internacional y a las guerras de liberación nacional y antiimperialista, y que en la década de los años cincuenta dirigió desde la trastienda los primeros pasos de la llamada “Europa del carbón y del acero” y del Tratado de Roma de 1957. Había comenzado la cuarta reordenación europea con dos características diferentes a las tres anteriores: se desarrolla bajo el control abierto o distante de una potencia, Estados Unidos, no europea; y se realiza sin el recurso a una nueva guerra total dentro de Europa, aunque sí con guerras locales y fortísimas presiones económico-políticas de las potencias más fuertes sobre las burguesías restantes y más débiles.

La cuarta reordenación avanzó lentamente hasta que coincidieron tres dinámicas decisivas desde finales de los años ochenta: una, la imposición por Estados Unidos y Gran Bretaña de la financierización para reforzar el neoliberalismo, dando un impulso a las ganancias burguesas pero acumulando los problemas que estallarían luego; dos, la implosión de la URSS y de su bloque, y el giro al capitalismo de China Popular, y tres, la recuperación de las luchas mundiales desde la mitad de los años noventa. Dinámicas activas dentro de la creciente contradicción entre la tendencia imparable a la sobreproducción excedentaria y los sucesivos fracasos de todas las “soluciones milagrosas” que inventaba el neoliberalismo para detener la sangría de pequeñas crisis parciales que estallaban cada vez más rápidamente en todo el mundo. El Tratado de Maastricht de 1992 quiso cerrar una fase vieja y abrir la nueva, alumbrando “por métodos pacíficos y democráticos” a la Unión Europea.

Pero han estallado las cargas de profundidad que se acumulaban en el subsuelo social, no desactivadas por las sucesivas tácticas burguesas ni por una nueva guerra internacional que impusiera, como ocurrió en el pasado, una nueva jerarquía imperialista. Ahora, sobra potencial productivo por todo el mundo que no se vende; los Estados, la banca y la economía privada están en números rojos con unas deudas que superan lo imaginable y que pueden desplomarse arrastrando a la ruina a países enteros; se va agudizando la lucha de clases y la resistencia de los pueblos al imperialismo; las potencias “emergentes”, algunas de las cuales son semi imperialistas, no se resignan a aceptar, como en el pasado, las cada vez más duras exigencias del imperialismo occidental liderado por Estados Unidos, liderazgo que es parcialmente cuestionado por el euro imperialismo; la rápida agudización de la crisis ecológica amenaza en dar el salto a catástrofe mundial, sin olvidar el agotamiento de los recursos energéticos y alimentarios, del agua potable, etc.; y aumenta el armamentismo en todos los aspectos, sobre todo en el nuclear y bioquímico.

La crisis de la Unión Europea es así parte de la crisis mundial agudizada por dos factores que no existieron en el pasado: uno, que ya no es ni será jamás la potencia hegemónica a nivel mundial en lo económico y en lo militar; y, otro, que a diferencia del pasado, ahora depende mucho más de los recursos energéticos exteriores para mantener una forma de vida interna que siga atolondrando a sus clases trabajadoras. Dos ejemplos, una de las bazas de las burguesías europeas para evitar las revoluciones era la emigración masiva a otros continentes de la sobrepoblación empobrecida, lo que ahora es ya imposible, y basta una negativa de Rusia o de Estados Unidos, o de cualquier otro país, para que el petróleo, el gas y otros materiales estratégicos dejen de fluir en la misma cantidad a la Unión Europea. Para recuperar su peso imperialista, la Unión Europea necesita de un ejército como el de Estados Unidos, lo que le exigiría muchos años de inmensas inversiones de capital en gastos militares y de absoluta docilidad de las clases explotadas, y esto no es posible en las condiciones actuales.

3.- CRISIS Y LUCHA DE CLASES

Solamente hay tres grandes soluciones para el capital europeo: aplastar sin contemplaciones a las clases trabajadoras para aumentar la tasa de beneficio y la acumulación ampliada de capital; imponer mediante severas medidas de presión interna a las burguesías más débiles una férrea jerarquía interna de modo que la Unión Europea adquiera una mínima coherencia interna y externa; y aceptar la dirección yanqui en los problemas vitales para la supervivencia del imperialismo occidental como el dominante en el planeta, cosa que sólo puede lograrse con las armas y recursos de control financiero y chantaje económico que todavía posee Estados Unidos.

3.1.-

La primera, el aplastamiento de la clase obrera es urgente, y tiene a su favor cuatro grandes bazas. Una es la capacidad de alienación y mansedumbre que produce la vida asalariada por sí misma, sobre todo mediante el efecto narcótico que nace del fetichismo de la mercancía. Se trata de un poder fetichizante y alienador inherente a la relación capital-trabajo y a su lógica mercantil. También actúa la denominada por Marx “coerción sorda” del capital sobre el trabajo, que paraliza por el miedo al despido y al desempleo, por la violencia latente y preventiva inserta en la disciplina laboral. No olvidemos el efecto integrador del consumismo y de la propaganda capitalista, de sus medios represivos preventivos, de sus especialistas en contrainsurgencia y en manipulación psicopolítica de masas mediante la teledirección y hasta la provocación de la irracionalidad y de los miedos inconscientes en la estructura psíquica de masas. Desgraciadamente, casi todas las izquierdas revolucionarias han olvidado o no saben luchar contra esta problemática inherente al capital, o se niegan a hacerlo porque piensan con criterios economicistas, deterministas y objetivistas que no comprenden la importancia del denominado “factor subjetivo”.

El reformismo y el sindicalismo economicista centrados sólo en el salario, tienen su fundamento ideológico en el fetichismo de la mercancía, en la cosificación y reificación de la existencia. La II Internacional y también la III, desde finales de los años veinte, desconocieron o abandonaron la lucha contra la alienación y el fetichismo, aceptando un economicismo que reforzaba ideológicamente la visión burguesa centrada en la mercancía. Los efectos negativos del reformismo político-sindical no se limitan al apoyo político al capital, sino también al fortalecimiento del interclasismo en las clases explotadas porque jamás atacan la cosificación de la existencia, la reificación de las relaciones y la reducción de éstas a simples luchas entre fetiches mercantiles. Existe una conexión profunda entre la burocracia sustitucionista inherente al reformismo y la fetichización, irreconciliables ambas con la conciencia comunalista, colectivista y tendente a la autoorganización que hay que (re)construir en las clases trabajadoras.

Otra baza, relacionada con la anterior, y muy efectiva, es el nacionalismo imperialista permanentemente actualizado por las burguesías, y la incapacidad de las izquierdas revolucionarias para combatirlo. El grueso de las izquierdas ha olvidado la gran experiencia de las luchas populares contra el nazifascismo, de la resistencia interna contra el ocupante que era a la vez una lucha de clases contra la burguesía propia que colaboraba activamente con el nazifascismo. Y hablamos sólo de la experiencia más reciente, sin remitirnos al papel progresista de los sentimientos nacionales de las clases y de los pueblos en las oleadas revolucionarias anteriores, la de 1848-1849, la de 1871, la de 1917-1936. En todas ellas chocaron el nacionalismo burgués y los sentimientos nacionales de las clases trabajadoras que luchaban por otro modelo nacional incompatible con el burgués. Ahora sólo existe el nacionalismo imperialista y su aceptación acrítica o ferviente por las clases explotadas, aceptación que se muestra en el racismo, en el neofascismo y fascismo en aumento, en el machismo y en el sexismo, etc.

En las crisis, las burguesías azuzan el nacionalismo y las izquierdas revolucionarias son incapaces de extender un internacionalismo opuesto al nacionalismo de sus burguesías. El lógico euroescepticismo de las clases trabajadoras es manipulado por el capital para que no se convierta en lucha por una Europa Socialista e Internacionalista, mientras crecen los nacionalismos burgueses que enfrentan a las clases obreras entre sí y a ella como conjunto contra los pueblos trabajadores del mundo y especialmente contra los oprimidos por el imperialismo. El capitalismo también crea dependencia consumista en las masas trabajadoras que intuyen o saben que parte de su actual forma de vida depende del saqueo de otros pueblos, del euro imperialismo y de la ayuda del “amigo norteamericano”. Pese a su euro escepticismo, amplias masas apoyan el euro imperialismo como lo hizo una parte significativa de la II Internacional con la excusa de impulsar la civilización y el progreso. Las izquierdas europeas están ciegas, sordas y mudas ante estos problemas que atañen a la decisiva y extrema complejidad del “mundo subjetivo” como fuerza material, mundo en el que los sentimientos colectivos profundos, las identidades y los imaginarios, las culturas y las tradiciones populares, con sus contradicciones internas fácilmente manipulables, juegan un papel muy importante.

La burguesía tiene la baza del olvido por las masas trabajadoras del valor de lo colectivo, de los bienes comunales, de la vida común y en cooperación desmercantilizada, de la autoorganización y de la horizontalidad de base, asamblearia y consejista. Recordemos lo dicho sobre el antagonismo entre el reformismo fetichista y la conciencia colectiva, libre y crítica. La herencia de la II Internacional, de la III en su período estalinista y del eurocomunismo, es la responsable en buena medida de que las izquierdas avancen lentamente en la autoorganización obrera. Se recupera lentamente lo esencial de la explosión de creatividad teórica ocurrida entre finales de los años sesenta y mediados de los ochenta, porque apenas penetró en las jóvenes generaciones obreras, limitándose en la mayoría de los casos a la juventud radicalizada pequeño burguesa, apenas al proletariado. El devastador ataque represivo y los efectos rompedores del ataque a la centralidad obrera realizados por el neoliberalismo explican, entre otras razones, las grandes dificultades de las clases trabajadoras para recuperar su conciencia y orgullo de clase, inseparables de la práctica de lo colectivo.

Sin embargo, esta praxis es vital porque atañe a la decisiva cuestión del poder, del proceso que va del contrapoder al poder popular pasando por el doble poder. Conforme avanza la crisis las clases explotadas empiezan poco a poco a recuperar experiencias de autoorganización asamblearia, de coordinación horizontal y de base, de control de su propia vida en una dinámica que va de la autoorganización a la autodefensa pasando por la autogestión y la autodeterminación. El burocratismo dirigista necesita cortarlas de raíz, pero también muchas izquierdas han caído en el error contrario al sobrevalorar de forma idealista la capacidad espontánea de las clases explotadas negando la imprescindible interacción entre espontaneidad y organización. Así, sumando ambos motivos, fracasan al poco de nacer la mayor parte de las luchas aisladas, que apenas avanzan a una mayor coordinación porque son destrozadas por la burocracia o dirigidas al pantano del aislamiento sectario por los divididos y enfrentados grupitos de izquierda, más obsesionados por agudizar lo que les separa que por acercarse en lo que les une.

La última baza es la dificultad de las izquierdas para elaborar una teoría práctica y una práctica teórica que guíe la lucha contra la multidivisión y fraccionamiento de la clase obrera que el capital agranda a diario. Las crisis son usadas por el capital para romper la centralidad proletaria, para pulverizar su unidad y multiplicar su segmentación. Ahora está sucediendo lo mismo. Parte de la izquierda se ha creído la mentira de la pérdida de la centralidad proletaria en el capitalismo actual, disgregándose en los “movimientos sociales” y reduciendo la realidad objetiva estructurante de la lucha de clases a una mera “lucha social” más, como otra cualquiera, sin mayor peso político que la lucha por un derecho particular. La debilidad de la práctica teórica facilita la proliferación de reformismos parciales, de escapismos apolíticos y de alternativas sectoriales que no van nunca a la raíz del problema, la dictadura asalariada que determina todas las formas específicas de explotación por suave e invisible que parezcan.

No negamos la importancia de los “movimientos sociales”, al contrario, pero reafirmamos la cuestión decisiva: el poder estatal defensor de la propiedad privada de las fuerzas productivas. La centralidad proletaria es la única garantía existente frente a la centralidad burguesa. Para anular dicha garantía, el capital intenta destrozarla como sea, en lo material y en lo teórico. Modas ideológicas reformistas han facilitado el debilitamiento de la centralidad proletaria desde los años setenta, con tesis sobre “la muerte del proletariado”, los “nuevos sujetos sociales”, la “desaparición del poder estatal” y la aparición de “poderes diversos e inconexos”, la “desaparición de los grandes relatos” y de la “centralidad de la producción fabril”, etc., siendo ampliamente difundidas por la industria político-mediática capitalista. El desierto teórico impuesto por la URSS facilitó el giro a la nada de la “nueva izquierda”. Las fuerzas revolucionarias actuales todavía no han modernizado del todo la práctica teórica capacitándola para luchar contra la ampliación e intensificación de las explotaciones burguesas concretas, y contra la esencia misma inalterable del poder del capital.

3.2.-

La segunda solución es imponer la hegemonía interna de la burguesía alemana apoyada por fracciones de otras burguesías interesadas en secundarla, sobre las restantes burguesías para disciplinar la Unión Europea frente a un mercado mundial cada día más competitivo y menos controlable; y para dirigir la represión del movimiento obrero y revolucionario de la UE de forma más ágil y rápida, aumentando los poderes represivos estatales pero guiándolos a escala europea. Estas dos necesidades han aparecido también en las anteriores reordenaciones, con las formas adecuadas en cada momento. Ahora, las burguesías más poderosas no pueden recurrir a la guerra abierta para imponerse, por lo que aplican presiones múltiples sobre las débiles y la “guerra social” contra las clases trabajadoras. Las exigencias implacables y feroces aceptadas por las burguesías griega y española son un ejemplo aplastante que será seguido por otras burguesías, incluso por una tan poderosa como la británica que ya ha anunciado tremendos golpes antiobreros que serán aplicados en lo básico por absolutamente todos los Estados de la Unión Europea porque tienen más miedo a la revolución socialista que a Alemania.

La tercera solución es una ágil autonomía con respecto a Estados Unidos para lograr su protección militar y político-económica, pero con cotas movibles de libertad de acción en las pugnas no decisivas con transnacionales y grandes corporaciones yanquis por el control de determinados mercados y yacimientos de productos vitales. La dependencia europea hacia Estados Unidos fue notoria ya a finales de la guerra de 1914-1918, vital a partir de la guerra de 1939-1945 y se transformó en sumisión estratégica definitiva durante la guerra de Suez en 1957. Incluso el Estado francés ha tenido que claudicar entrando en la OTAN y aceptando el control yanqui sobre sus armas nucleares. La Unión Europea no puede obviar que Gran Bretaña y otros Estados tienen relaciones directas con los yanquis, y que actúan como agentes suyos en las decisiones europeas. Mantener este equilibrio es muy importante, pero lo decisivo es disponer de un protector armado hasta los dientes.

Resumiendo, la crisis de la Unión Europea refleja la decadencia irreversible de la que fue la primera potencia burguesa mundial, que ya no puede seguir siéndolo y que está dispuesta a todo con tal de mantener su segundo puesto en la hegemonía imperialista, ayudando a Estados Unidos, de quien depende en lo estratégico. Las clases trabajadoras y las naciones oprimidas son las víctimas sacrificadas en el altar de la acumulación capitalista europea.

Fuente: www.senzacensura.org

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