miércoles, 6 de abril de 2011

Teoría del valor o del valor de la teoría


06-04-2011

Chile
Teoría del valor o del valor de la teoría




“Aun prescindiendo del hecho de que los precios y su movimiento son regidos por la ley del valor, es totalmente apropiado considerar los valores de las mercancías no sólo teóricamente, sino también históricamente, como el prius [lo previo, el antecedente] de los precios de producción.” (Carlos Marx, El Capital, Tomo III, capitulo 10*)
I. En las sociedades capitalistas la riqueza se presenta como mercancía
El precio refleja en su concepto una apariencia de la realidad económica, en cambio la categoría valor refleja una forma esencial de la misma realidad. Se analiza la realidad de las mercancías no en contraposición metafísica entre lo aparente y lo esencial, sino de la forma en que se manifiesta en la realidad actual, la realidad del modo de producción bajo la hegemonía y el poder del capital. La fuerza aparente de las categorías permite la confusión idealista, que presenta como análisis de conceptos y teorías el análisis concreto de los valores de uso producidos socialmente en el modo de producción capitalista. Pero la cuestión es otra, el método materialista desplegado por Marx, en una reflexión sin prejuicios, nos devela un método que no tiene nada de propietario, es el método de las ciencias en contraposición a las formas ideológicas que necesariamente aparecen para perpetuar el statu quo.
A riesgo de adelantar conclusiones y subvertir el orden lógico del análisis, se puede sostener que la riqueza de las naciones que se presenta como cúmulo de mercancías (que luego se expresa como capital-mercancía y capital-dinero) surge, se desarrolla y desaparecerá, porque se trata de una forma transitoria y no existe nada eterno en su apariencia. Y esto de que sea una apariencia no le quita realidad. Lo complejo del análisis no está en el objeto mismo, sino en la necesaria superación de todo dualismo que surge de la persistente enseñanza de la religión y la lógica formal como método general de las ciencias. Lo complejo es apoderarse de un método que enfrenta la realidad en su movimiento contradictorio, donde cada hecho tiene una forma de presentarse y una forma de ser que no son dos realidades distintas, sino una sola y única realidad. La separación entre lo que se manifiesta y la forma de manifestarse confunde a las mentes más claras si no se pone la atención en el objeto de análisis.
No es posible contradecir la teoría del valor en Marx, pues no existe en el Capital (crítica a la Economía Política) ningún capitulo cuyo título sea “La Teoría del Valor”. Partir el análisis de conceptos sólo allana el camino a riesgosas formas de entrampamiento ideológico y en fin, nada dogmático puede ser marxismo. El Capital es crítica de la Economía Política “a través de su propia exposición” (según carta de Marx a Lasalle). El propio Carlos Marx explica su método analítico en las Notas marginales al “Tratado de Economía Política” de Adolph Wagner (Pasado y Presente Nº 97 - 1982): "El señor Wagner olvida también que para mí no son sujetos ni el "valor" ni el "valor de cambio", sino solamente la mercancía". El momento abstracto presupone que las mercancías se intercambian por su valor, bajo la premisa histórico-real de que existe una correspondencia entre el valor individual con el valor social. De acuerdo a esta premisa el análisis del valor de las mercancías hace referencia al valor de todas las mercancías consideradas como una sola totalidad.
La investigación de la mercancía la señala como la forma “social” elemental de la riqueza bajo el predominio de las circunstancias histórico-reales de la producción de un modo específico: el modo de producción capitalista. Y en tanto forma elemental encierra todas las determinaciones que explican la génesis, desarrollo y superación de un período histórico concreto: el sistema mundial de producción y reproducción de la vida bajo la hegemonía del Capital, sobre la base de la subsunción formal y real del trabajo.
El análisis de la mercancía arranca de sus determinaciones más elementales e irreductibles, que explican el momento en que los productores libres producen valores de uso no para su consumo inmediato sino para el intercambio, esto es, el mercado. En este proceso de ir analizando sus transformaciones por medio del enriquecimiento de determinaciones (de lo simple a lo complejo, de lo menos desarrollado a lo más determinado) se va a arribar al análisis del dinero y de las formas específicamente capitalistas de la circulación y acumulación, es decir, la transformación del dinero en Capital, sin perder de vista el movimiento real cuyos dos momentos determinantes son Capital Mercancía y Capital Dinero.
En este momento del análisis se considera un capitalismo de desarrollo igual y homogéneo, cuyo primer momento verificable es la acción históricamente determinada de un sistema económico mercantil por excelencia. Si bien es cierto que la economía mercantil históricamente precede al capitalismo, es en el capitalismo donde esta se despliega en toda su extensión e intensidad. Hasta nuestros días la economía mercantil, la producción de valores de uso para el mercado, es la forma más desarrollada. El análisis parte de su forma desarrollada con los expedientes de su devenir histórico, este es uno de los aspectos de mayor envergadura práctica: el devenir histórico va en una dirección y el análisis va prácticamente en dirección contraria. El pasado se explica por el presente, y no al revés. Esa es justamente la desviación historicista del método materialista.
El precio aparece como la expresión dineraria del valor, la determinación dineraria de la mercancía, que pone el acento en el valor (su realidad social) sin perder el atributo “natural” del valor de uso. Por ello lo correcto es en este punto hablar de valor a secas. El valor de cambio es una forma transitoria de manifestarse y en estricto rigor no tiene sentido su análisis pues no tiene forma propia de manifestarse. El valor se observa en el precio en cuanto su expresión dineraria. Siguiendo el movimiento lógico-dialéctico, al irse incorporando nuevas determinaciones se considera un capitalismo real, donde el desarrollo es desigual y heterogéneo en la totalidad de su movimiento cuyo sujeto es el capital, constituyéndose en la relación social dominante. Llegado este momento, el presupuesto de la “libre concurrencia” desaparece para dar lugar a la competencia realmente existente, desplegando toda la imperfección del mundo de la necesidad. El paso gradual de la transformación de los valores en precios, sólo es posible analizando el proceso de transformación del dinero en capital y esta, a su vez, sólo es posible por el carácter social del trabajo abstracto bajo las condiciones propias de la explotación capitalista del mismo en su propio y privado beneficio. Transformaciones que aparecen comparando hechos determinantes y no contrastándolos contra conceptos.
El capitalismo no es solamente una economía mercantil. Eso responde a su momento abstracto. Lo concreto hace referencia a una economía monetaria, y es concreta porque contiene más determinaciones, y se despliega el valor social de todas las mercancías como una totalidad históricamente determinada. El precio por el cual se intercambian las mercancías, está determinado por la acción del capital financiero (hoy solamente un fanático de la economía de mercado puede negarse a ver el hecho de que los precios se desacoplen completamente de la oferta y la demanda en los mercados reales), pero aún en estas circunstancias de gran desarrollo del capital ficticio, la sustancia del valor sigue siendo el trabajo abstracto y su capacidad de ser medido se realiza sobre la cualidad social del valor, en la aplicación de la fuerza social del trabajo. El trabajo socialmente necesario es la medida del valor y la acción social de la fuerza del trabajo sigue siendo condición sin la cual no es posible la acumulación de un fondo social de inversiones apropiado por las fuerzas privadas del capital. Es en este nivel del análisis, cuando las mercancías se cambian por su precio, su expresión dineraria, donde se manifiesta el aspecto más desarrollado de la producción mercantil capitalista, donde queda expuesta la potencia social del trabajo abstracto y su producto aparece como propiedad del capital.

II. El capitalismo no sólo produce mercancías en términos estrictamente económicos; reproduce constantemente sus propias relaciones sociales
La conciencia ya no es nada misterioso, sino la defensa atenta y más o menos eficiente de sus intereses de clase históricamente desatados, tanto en el corto como en el largo plazo. La conciencia adquiere un carácter objetivo pues ya no depende de la acción individual de un capitalista, de los capitanes de la industria o la banca, o de sus intelectuales orgánicos, quienes liberados de esta función política, transforman la misma en un mero arte institucional de administración y gobernabilidad.
Del mismo modo la conciencia social de los trabajadores no es causa sino resultado del propio proceso histórico de su constitución en clase independiente de los intereses de la clase dominante, cuya acción política da al pueblo trabajador existencia internacional. No es la conciencia la que genera las revoluciones, sino por el contrario, es ella misma su producto histórico-real. La conciencia revolucionaria se prueba ejerciéndola y desplegándose como poder y hegemonía plasmada en un Nuevo Proyecto histórico eficientemente realizado. El proceso de la conciencia es el mismo proceso de la emancipación del pueblo trabajador, que no requiere de una clase gobernante, sino de ella misma para constituirse en poder real. Es la lucha política la que genera la identidad de clase y por tanto es siempre construcción heroica y jamás calco ni copia.
El análisis de las mercancías, de acuerdo al método materialista de Marx, sólo puede comprenderse en la disolución de todo dualismo. Sin dialéctica, sin movimiento, sin sujeto, no es posible comprender la realidad del capitalismo para transformarlo. Sin un trabajo en el plano de la lucha de ideas, en el momento teórico, no es posible desarmar el montaje subjetivo impuesto a través de la superestructura social. El punto crítico en este momento es que hay que terminar de comprender que la acción política de las llamadas izquierdas, es parte orgánica de esta misma hegemonía. De ahí la expresión leninista de que no hay movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria, pues siendo así la realidad realmente existente, los límites de todo movimiento están determinados por los propios límites del sistema capitalista.
Acompañando el desarrollo del movimiento real del capitalismo, sus formas ideológicas históricamente diseñadas van a adquirir sus trasformaciones desde el liberalismo comercial, pasando por el liberalismo industrial para terminar en su forma actual más desarrollada, en el liberalismo financiero, el cual ha adquirido el nombre vulgar de “neoliberalismo”. Este aspecto está bien desarrollado por el compañero F.H. Azcurra quien lo expone de la siguiente manera: “Hubo un liberalismo de carácter comercial, en los siglos XVI, XVII. Luego liberalismo de carácter industrial, siglo XVIII y XIX. ¿Correspondiente a qué? A las distintas modalidades históricas de dominio de estas burguesías, la burguesía comercial, la burguesía industrial. Ahora domina la burguesía financiera, el liberalismo es en términos ideológicos el liberalismo del capital financiero. Liberalismo financiero. No neoliberalismo.” (Charla de Hugo Azcurra el 11-1-2011 en Santiago- Chile**).
La obra El Capital es el primer misil sobre la cabeza de los intelectuales orgánicos del capitalismo. A partir de su aparición, de la crítica implacable e incontestable, entra en la palestra de la historia un nuevo sujeto que hasta ese momento había realizado revoluciones para satisfacer los intereses de las clases dominantes. Es justamente la revolución de 1848 el episodio condensado en que se hacen efectivas esas nuevas fuerzas sociales. De ahí en adelante el trabajo científico se ve cruzado por un límite infranqueable: la necesidad del disciplinamiento (orden) social para mantener el estado del momento actual. Toda revolución a partir de entonces se verá resistida si esta no contiene el signo del mantenimiento del poder del Capital. Surge entonces la ideología como el arma para la unidad de acción de las clases dominantes, ya no hace falta un programa para las transformaciones capitalistas pues éstas ya se cumplieron. Un nuevo proyecto histórico que supere el orden actual requiere de una nueva fuerza social. Ella no puede surgir más que de las propias condiciones del desarrollo del orden imperante. De aquí que el pueblo trabajador toma en sus manos las banderas de la emancipación de la humanidad que frente a un nuevo trance histórico debe garantizar su sobrevivencia y la superación de la sociedad dividida en clases, explotados y explotadores, dominación y emancipación, reforma y revolución.
El desarrollo desigual del capitalismo es la base material de la heterogeneidad social y clasista. El estudio y la aplicación del método materialista, dialéctico e histórico de Marx es un arma poderosa para la acción política en la constitución del sujeto histórico de las transformaciones socialistas para desplegar toda la potencia social del trabajo, es decir los trabajadores.
III. Pero ¿cuál es el método a rescatar del maremagnun de confusiones, tanto de apologetas como de detractores?
Sin duda alguna el objeto de análisis de Marx no es su propia teoría, conceptos ni método particular. La discusión llevada hasta el absurdo tanto por detractores y defensores hasta hoy no tiene ningún misterio. Estos debates se han orientado sobre la llamada “sustancia del valor”, entorpeciendo el análisis concreto de la situación concreta. Nada más simple, más allá del tono “filosófico” de la expresión y de indubitable comprobación fáctica, que no puede existir producción de mercancías sin la intervención del trabajo social, seres vivientes que trabajan para reproducirse satisfaciendo todo tipo de necesidades y que esta cualidad social del trabajo en un período histórico específico es el objeto de análisis y de la crítica. Un análisis de la realidad en un determinando tiempo histórico. Tratándose de un asunto de naturaleza social entonces no existen leyes ahístóricas y sin sujeto históricamente determinado.
Elocuente es la descripción que el propio Marx incorpora en la reflexión sobre su objeto y objetivo en las Palabras Finales a la Segunda Edición Alemana del Primer Tomo de “El Capital” de 1872, Donde Marx transcribe textualmente la apreciación sobre su método:
«Para Marx sólo hay una cosa importante: descubrir la ley que rige los fenómenos de cuya investigación se ocupa. Y no le interesa sólo la ley que los rige cuando tienen una forma determinada y una determinada relación, tal como se les puede observar en un período dado. Le interesa, además, la ley de su mudanza, de su desarrollo, es decir, de su paso de una forma a otra, de un orden de relaciones a otro. En cuanto ha descubierto esta ley, investiga detalladamente los efectos por los cuales se manifiesta en la vida social... En consonancia con eso, Marx se ocupa solamente de una cosa: de demostrar, mediante una investigación científica precisa, la necesidad de determinados órdenes de relaciones sociales, y de comprobar, con toda la exactitud posible, los hechos que le sirven de punto de partida y de punto de apoyo. Y le basta plenamente, si, al demostrar la necesidad del orden actual, demuestra también la necesidad de otro orden que inevitablemente habrá de nacer del primero, sin importar para ello el que los hombres crean o no crean, tengan o no tengan conciencia de ello. Marx considera el movimiento social como un proceso histórico-natural sujeto a leyes que no sólo no dependen de la voluntad, de la conciencia ni de los propósitos de los hombres, sino que, por el contrario, son las que determinan esta voluntad, esta conciencia y estos propósitos... Si el elemento consciente desempeña un papel tan subordinado en la historia de la cultura, ni que decir tiene que la crítica de esta misma cultura menos que nada puede tener por base ninguna forma de la conciencia como tampoco ningún resultado de la conciencia. En otras palabras: el punto de partida de ella no puede, en modo alguno ser la idea, sino solamente el fenómeno exterior. La crítica debe consistir en comparar, confrontar, cotejar un hecho, no con una idea, sino con otro hecho. Para ella importa sólo que los dos hechos estén investigados con la mayor exactitud posible y que, el uno con respecto al otro, representen realmente diferentes fases de desarrollo, siendo, además, importante que el orden y la sucesión de las diversas fases de desarrollo así como sus conexiones sean estudiados con no menos rigor... Algún lector tal vez pueda decirnos... que las leyes generales que rigen la vida económica son las mismas, tanto si se aplican al presente como al pasado. Marx niega precisamente esa idea. Para él no existen tales leyes generales... Por el contrario, cada gran período histórico tiene, según él, sus leyes propias... Pero en cuanto la vida ha superado cierto período de desarrollo, ha salido de una fase y ha entrado en otra, empieza a regirse ya por otras leyes. En una palabra, la vida económica presenta en este caso un cuadro análogo al que observamos en otras categorías de fenómenos biológicos... Los viejos economistas no comprendían la naturaleza de las leyes económicas, al considerarlas de la misma naturaleza que las leyes de la Física y de la Química... Un análisis más profundo de los fenómenos demuestra que los organismos sociales se diferencian unos de otros tan profundamente como los organismos animales y vegetales... La diferente estructura de estos organismos, la diversidad de sus órganos, las distintas condiciones en que éstos tienen que funcionar, etc., hacen que un mismo fenómeno pueda regirse por leyes completamente distintas en las diferentes fases de su desarrollo... Marx se niega a reconocer, por ejemplo, que la ley de la población sea siempre y en todas partes, para todas las épocas y para todos los lugares la misma; y afirma, por el contrario, que cada fase de desarrollo tiene su propia ley de la población... Los distintos grados de productividad implican consecuencias distintas, y también, por tanto, serán distintas las leyes que las rijan. Al plantearse, pues, la tarea de analizar y explicar la organización económica capitalista, Marx no hace sino formular de un modo rigurosamente científico el objetivo que debe perseguir toda investigación exacta de la vida económica... El valor científico de semejante investigación consiste en aclarar las leyes especiales que rigen el surgimiento, la existencia, el desarrollo y la muerte de un organismo social dado y su sustitución por otro organismo más elevado. Y éste es el valor que efectivamente tiene la obra de Marx».
Luego de este texto, Carlos Marx termina preguntándose “¿qué hace sino definir el método dialéctico?”. El método materialista de Marx, según sus propias palabras, no tiene nada de particular, es el método científico rigurosamente histórico en la investigación y rigurosamente dialéctico en la exposición. A confesión de parte sobran las pruebas. Pero antes de continuar es necesario resumir algunas de las características del método expuesto:
1.- Descubrir la ley que rige los fenómenos del “régimen capitalista de producción y circulación que a él le corresponde” (Prólogo a la Primera Edición, El Capital, F.C.E. 1946-XIV)
2.- Las leyes hacen referencia a una realidad en permanente transformación, se busca las regularidades, lo permanente dentro de lo transitorio, lo esencial expresado en lo aparente, sus tendencias. Se investiga cómo se encadenan los eslabones del desarrollo de las relaciones sociales de producción.
3.- Una vez “descubierta” la(s) ley(es) se investiga con el mayor rigor, sus distintas manifestaciones e implicancias en la vida social.
4.- De lo que se trata es demostrar que los determinados órdenes de las relaciones sociales responden a una necesidad histórica, ésta surge ex-post, no es presupuesto del análisis. No hay fatalismos ni visión conspirativa de la historia, es materialismo histórico.
5.- El método materialista de Marx exige que se investiguen con la mayor rigurosidad los hechos que le sirven de punto de partida y punto(s) de apoyo(s). La crítica a la Economía Política busca comprender la realidad del modo de producción capitalista para encontrar los puntos donde apalancarse y eso nos permite comprender su génesis, desarrollo y superación.
6.- La concepción y método materialista rescata como punto de partida del análisis y los puntos de apalancamiento para investigar las transiciones formales de los fenómenos externos, aparentes, sin perder de vista el objeto analizado, no pueden partir de conceptos o teorías. No parte del concepto trabajo, sino del trabajo para producir valores de uso en un período histórico concreto.
7.- La crítica consiste en contrastar hechos investigados con otros hechos, aunque la potencia del método de la abstracción haga pensar a los inadvertidos de que se trata de la confrontación entre conceptos y categorías.
8.- Los hechos se presentan y la pregunta está relacionada respecto de su representación, la producción de riquezas se presenta como un cúmulo de mercancías. Está aquí y ahora para hablarnos del producto del trabajo social que produce valores de uso para satisfacer cualquier tipo de necesidad, haga ésta referencia al estómago, producción de alimentos, o haga referencia a elevados sentimientos humanos, como la poesía o la música.
9.- Un período histórico es tan distinto a otro como una marmota de un ornitorrinco, como puede ser igual y distinto un hombre de un mono, o, un burro de un gran profesor. El cambalache descrito por Santos Discépolo es posible porque todo se arregla como las mercancías según una cierta cantidad dineraria, el precio de la Biblia y el Calefón.

IV. El rol revolucionario de la reflexión teórica es posible sobre la eliminación de los límites ideológicos impuestos por el propio sistema de dominación mundial del capitalismo dirigido por la concentración política del capital financiero
En el plano político, el análisis y la crítica del sistema mundial del capitalismo no pueden partir sino de la contradicción irreconciliable entre el carácter privado de la apropiación capitalista y el carácter cada vez más social (mundializado) de la organización del trabajo. El carácter cada vez más ficticio del orden de aparición de las riquezas fetichizadas en las formas monetarias, en contradicción con la necesidad cada vez más evidente de la socialización de las riquezas producidas por la fuerza social del trabajo, es la forma que adopta en la actualidad la lucha de clases. Esta lucha de clases determina el precio de las cosas, el precio del trabajo, el salario, y estas relaciones de propiedad privada sobre el producto social son el principal escollo que limita la emancipación de los pueblos y los trabajadores. La negación de esta realidad concreta no tiene fundamento científico, se basa en juicios de orden político, en la justificación más abierta de la subordinación a las relaciones sociales sobre las que se funda la realidad de la sociedad capitalista moderna. La lucha en el plano de las ideas tiene por objetivo lograr la ruptura con las cristalizaciones de la ideología del capital y liberar la cultura del trabajo a través del pensamiento y la acción revolucionaria. Esta lucha ideológica tiene por objetivo romper con los catálogos academicistas que pretenden aislar la totalidad compleja de la realidad histórico-social en unidades estanco, a saber, la economía, la historia, la filosofía y la organización político-social como si se tratara de realidades distintas. Bajo estas premisas, el universo analítico y de acción abierto por Marx, Engels y Lenin son piedra angular para las transformaciones socialistas en el siglo XXI.
La izquierda anti-capitalista (hoy es necesaria esta distinción por la emergencia de una izquierda pro-capitalista) para jugar el rol subversivo en el actual orden del capital, tiene que volcarse a una profunda reflexión de su quehacer, renunciar a la tradición que la mantiene como furgón de cola de las clases dominantes y los actuales agrupamientos políticos gobernantes. Apropiarse del método materialista de Marx es una oportunidad histórica para lograr constituir un Nuevo Proyecto Histórico de Transformaciones Socialistas donde el sujeto sea el pueblo trabajador. Entrar en un período histórico que libere organizadamente las fuerzas del capital para dar los pasos decisivos en las tareas prácticas para la erradicación del trabajo asalariado, con la misma fuerza y consenso que otrora se logró conquistar para erradicar el trabajo esclavo y el trabajo del siervo de la gleba. El trabajo como actividad eminentemente social no tiene necesidad de ser ordenado y dirigido por una clase parasitaria que no ha cumplido sus promesas de libertad y progreso, pues el interés y el crédito han sido utilizados para el enriquecimiento de una minoría que detenta el poder político para enriquecerse a costa del empobrecimiento, relativo y absoluto, de las grandes mayorías trabajadoras. Las mismas que, en tanto productoras de las riquezas y el desarrollo de las fuerzas productivas están en condiciones reales de producir para satisfacer las necesidades del género humano.
Así el análisis político sigue la ruta siguiente:
1.- Correlación de fuerzas internacionales (en lo estrictamente económico, político y político militar) .
2.- Condiciones objetivas de la realidad social en el ámbito “nacional”.
3.- Correlación de fuerzas políticas y en particular su expresión a través de los partidos políticos.
4.- Sistema hegemónico al nivel del Estado, el rol actual como mediador en la privatización de las riquezas y las políticas “sociales”.
5.- La correlación de fuerzas políticas inmediatas, en particular, la hegemonía político-militar del Estado.
El análisis materialista de la realidad histórica social ha de permitir develar las regularidades de la disolución del actual sistema de relaciones sociales capitalistas en Chile. La tarea inmediata es desmantelar la visión mistificada que se ha construido mediáticamente respecto de la situación que se vive en el territorio nacional: el empobrecimiento masivo del pueblo trabajador se realiza por medio de la transferencia de los ingresos del conjunto de la sociedad a los capitales extranjeros y “criollos” en forma directa e indirecta, una evidente acumulación por despojo. El Estado cumple, con mayor actualidad, un papel preponderante a través de la entrega del capital social al capital privado.
Así como no es posible agotar en estas líneas la ardua labor que demanda la fundamentación materialista de la acción y el pensamiento revolucionario, tampoco se puede ocultar sus propósitos y es preciso declararlos. De lo que se trata es de reponer el valor del marxismo revolucionario para fundamentar las propuestas del pueblo trabajador sobre la base de la luchas de clases concretas, sin confundir la formas en que ella se presenta de su realidad orgánica. Hay que estar consciente y asumir los riesgos que entraña esta lucha en las sierras maestras de las cumbres borrascosas de las ciencias y esto requiere una sistemática reflexión “de las mediaciones que van desde el análisis de las mercancías, el papel de la abstracción y la asimilación de la realidad social, hasta la recuperación del análisis del poder político”, según las claras advertencias del compañero Hugo Azcurra en sus lecciones de economía desde la óptica del marxismo. Desde este punto de vista de lo que se trata es de renunciar a la herencia del dogmatismo y las soberbias de los sabios iconoclastas.
Para que el pueblo trabajador mande, es necesario renunciar a las ortodoxias y sus imaginarias críticas o apologías a las teorías del valor, para lograr apropiarse del legado de Marx cuyo contenido fundamental es el valor de la teoría cuyas categorías político-económicas son abstracciones de relaciones sociales reales, transitorias e históricamente determinadas. El sentido teórico-práctico de estas reflexiones, se resume en la necesidad de desarrollar la capacidad política para lograr enunciar en un Nuevo Proyecto Histórico las tareas, de corto, mediano y largo plazo, en pos de la socialización de las riquezas y la disposición de una dirección política del Fondo Social de Inversiones por parte de sus productores directos. Esta es la base material de una democracia directa y participativa. De ahí que el proceso de transformaciones socialistas que se postula no es calco ni copia, sino construcción de la fuerza propia capaz de llevar adelante un programa popular, cuyo contenido, al identificarse con el desarrollo del movimiento real que supera el dominio del capital, es socialista. El socialismo no es una idea o una consigna, sino una fuerza material emancipadora que surge de las propias condiciones del modo de producción capitalista. Siempre lo nuevo está fermentando en lo viejo.
Para los pueblos trabajadores del mundo es vital hoy tomar el control no sólo de los gobiernos, sino del Estado: El Caballo de Troya del Imperialismo Financiero.

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