martes, 14 de junio de 2011

El Problema de la Transformación, Tercera Edición1

A Julián Borchardt1, popularizador de El Capital
El Problema de la Transformación, Tercera Edición1
Por: Manuel C. Martínez M.
Fecha de publicación: 14/06/11

imprímelo
“Toda la dificultad proviene del hecho de que las mercancías no se intercambian sencillamente como tales, sino como productos de capitales que pretenden participar en la masa total de la plusvalía en proporción a su magnitud, y que a igual magnitud reclaman igual participación. El precio global de las mercancías producidas por determinado capital en un lapso dado, está destinado a satisfacer dicha pretensión. Pero el precio global de dichas mercancías es la suma de los precios (de producción) de las mercancías aisladas que constituyen el producto del capital.” El paréntesis me pertenece.2 
Los precios de producción están referidos al monto en dinero que aspira cada productor a cambio del valor de su producción. Tales precios resultan beneficiosos para algunos capitalistas, y perjudiciales para otros, pero todos terminan contentos puesto que con ellos todos logran participar porcentualmente por igual en toda la masa de plusvalor creada por todos los asalariados en todas las fábricas del periodo correspondiente.
Se distinguen de los precios de mercado porque estos son el resultado de la puja entre vendedores y consumidores, mientras aquellos son el resultado de la competencia entre los mismos capitalistas que operan con diferentes composiciones orgánicas de capital, es decir, con diferentes estructuras técnicas.
Eso significa que los precios de producción representan la más perfecta simetría respetuosa de la función explotadora de los fabricantes burgueses. De la misma manera que explotan a sus asalariados y les arrancan una plusvalía en sus fábricas particulares, así terminan explotando a los demás capitalistas cuando estos logran para sí una mayor tasa de ganancia.
Para esta segunda explotación, los capitalistas más desarrollados logran vender su producción a un precio de producción que les garantiza una tasa de ganancia media para cada unidad dineraria invertida. Digamos que algunos venden un precio superior al valor, y otros a un precio inferior a aquel, pero en suma ambas producciones terminan vendidas al valor porque las sobreganancia de unos va con cargo a subganancias de otros.
El siguiente cuadro habla por nosotros:
Cuadro 1
Sector   c       v     g      Precios de producción     Valor
   I       250   40   44,6           334,6                      330,0
  II           80   20    15,4            115,4                      120,0
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 Total    330   60    60,0           450,03                     450,0
 El problema deriva, según venimos informando y explicando, de que los empresarios no retiran del mercado tanto valor (valor trabajo) como el que entregan, pero esto no significa que el precio de toda la producción colocada macroeconómicamente, es decir, por todos los productores de bienes de consumo y de medios de producción, no sea igual al valor total con el que salen de las fábricas.
En ese Cuadro 1 vemos que los capitalistas del sector I colocan su oferta, cuyo valor es 330, al pp de 334,6.
Su inversión es de 290 = 250(c) + 40 (v), y su plusvalía que originalmente es de un valor = 40, termina elevándose, como ganancia, a 44,6.
Los capitalistas del sector II, menos tecnificados, colocan su oferta, cuyo valor es 120 en un pp = 115, 4.
Por eso afirmamos que la demanda monetaria de los productores difiere de sus valores sectoriales, pero la base calculatoria de esos precios de producción son los valores de la producción de ambos sectores.
Connotados economistas, unos menos marxistas que otros, marxistas confesos, y antimarxistas por naturaleza social, se han estrellado ante el hecho de que Marx usó limpiamente valores en el Libro I de El Capital, y luego remató con precios de producción en su Libro Tercero de la misma obra4.
Esa discrepancia expositiva entre ambos libros obedeció a que Marx partió de lo más simple y arribó a lo más complejo. Efectivamente, a nivel de una o pocas empresas, la ley del valor rige plenamente sin mayores transformaciones entre los valores y los precios5, pero en las economías ya avanzadas o imperialistas, la pugnacidad competitiva va más allá de la lucha entre ofertantes y consumidores, y pasa por la puja entre los mismos productores, y podría ser entre los grandes demandantes, como es el caso de los consumidores de petróleo: estos logran comprar a mínimos precios por debajo del precio que compran los demandantes menores, pero esto sería tema para nuevas entregas.
La observación que adujeron esos negadores de la teoría de Marx se centró en la discrepancia entre el precio de producción de la oferta del sector productor de medios de producción, y la demanda de estos medios por parte de ambos sectores.
Paul Sweezy6, por ejemplo, pretendió “corregir” a Marx y supuso que este había cometido el error de expresar todos los componentes del costo de producción en valor, y la plusvalía en precios de producción. Sweezy no entendió que los precios de producción se aplican sólo al producto total de cada sector y no a sus partes., porque mal puede partirse de un resultado para llegar a este. 
Tales analistas no pudieron entender que Marx operó con abstracciones de primer grado en el Primer Libro, y con abstracciones más elevadas en el Tercero. Su método fue rigurosamente científico, según el cual, en un primer momento partió de algunas variables, dejó constantes el resto, practicó análisis sobre estas bases incompletas, sacó conclusiones, y en un segundo momento incorporó las variables restantes para de esta manera ir concretando máximamente toda la realidad económica de una sociedad que opera con miríadas de protagonistas que luchan todos entre sí, y también como clase social frente a la clase dominada. Dentro de los propios miembros de la clase dominante, buscan la máxima ganancia extraíble de los aslaraidos no sólo dentro de los propios centros fabriles e individuales, sino de toda la masa de aslaraidos del país, y en el presente, lo buscan de todo el planeta aburguesado y capitalizado por un sistema económico que no conoce fronteras mercantiles, mientras su tasa de ganancia siga arrojando valores positivos para los capitalistas en funciones, y siga reinando mejoras tecnológicas que bajen sus tasas de ganancias individuales frente a otras empresas que logren unas mayores
Esta puja por venta de valores a precios de producción es una clara demostración de cómo el desarrollo de las fuerzas productivas traduce un indetenible declive en las tasas de ganancias, un desequilibrio que no cesa y, por supuesto, la permanente amenaza de rompimiento de la “paz burguesa”. Es un amanera de decir que desde hace tiempo las fuerzas productivas no caben dentro del estrecho saco de las mismas relaciones burguesas de producción.

marmac@cantv.net

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