domingo, 29 de mayo de 2011

Necesidad del marxismo (II, final)

Bohemia (revista cubana)
HONDA MARTIANA

Necesidad del marxismo (II, final)
Por: ARMANDO HART  DÁVALOS (redaccion@bohemia.co.cu)
(24 de mayo de 2011)
En los últimos años de su vida, Engels insistió en que el marxismo nunca había planteado que el factor económico era el único determinante.  Incluso, señaló autocríticamente  que Marx y él no habían insistido bastante en el peso de los factores de la llamada superestructura, y que la esencia de sus descubrimientos estaba en haber señalado una relación de causa y efecto entre lo uno y lo otro, en que lo económico acababa imponiéndose en última instancia, pero que también desempeñan su influencia, de manera decisiva, los otros factores.  Destaca diversos ejemplos históricos donde los factores superestructurales condicionan importantes aconteci­mientos en la historia.
Lo que nunca se entendió o no se le extrajeron todas sus consecuencias, es que estos sabios establecieron una relación de causa y efecto entre la economía y los factores de la llamada superestructura ideológica, institucional, política, cultural, etc.
No hay causa sin efecto, como no hay efecto sin causa. La causa final, en última instancia, son las necesidades económicas, pero desarrollan una relación dialéctica con los fenómenos de la superestructura. Sin uno no hay lo otro.  Si no se perfecciona uno, no se perfecciona lo otro.  Hay que andar con los dos pies.
Marx luchó con tanto empeño por esclarecer la importancia decisiva que desempeñaba lo económico que no tuvo siempre el tiempo necesario para destacar el papel de los otros factores.  Repito, esto lo dijo, con ejemplar modestia y profundidad en los últimos años de su vida, y en forma autocrítica, Federico Engels.
A pesar de estas advertencias de Engels, no se comprendió en nuestro siglo, y especialmente en las últimas décadas, ni tampoco se conceptualizó con el rigor necesario, el papel de la cultura y de la vida espiritual en el curso de la historia y en el propio crecimiento económico. Permaneció también oculto en la maleza ideológica la sencilla verdad expuesta en los siglos primeros de nuestra era por el cristianismo de que no sólo de pan vive el hombre. Esa es otra verdad del sentido común.
Sin crear cultura y vida espiritual no existen humanidad, historia ni nada parecido, la cultura es lo que distingue al hombre en el reino animal. Todo lo que nos acerque a la cultura nos eleva en nuestra condición humana. Todo  lo que nos distancie de la cultura nos ata al reino animal.
Martí decía que todo hombre lleva una fiera dentro, pero que era un individuo excelente capaz de ponerle riendas a la fiera. La cultura es, precisamente, lo esencial de esas riendas.
La historia de la cultura comienza con la idea del trabajo. Ahí está el primer eslabón de la larga cadena varias veces milenaria de la cultura humana. Cuando pensamos en el trabajo animal, lo caracterizamos de una manera bien diferente al trabajo humano. La distinción se halla en la capacidad humana de crear algo distinto, algo nuevo, algo que no existía antes.
El trabajo es el primer eslabón de la historia cultural. El hombre trabaja conscientemente y con la aspiración e interés de transformar la naturaleza y obtener un beneficio. Lo hace, en primer lugar, para satisfacer sus más inmediatas necesidades, la primera de ellas: subsistir, pero en la medida en que satisface esas necesidades más perentorias, van creándose nuevas necesidades y aspiraciones y va desarrollándose la vida espiritual.
La satisfacción de las necesidades materiales van condicionando nuevas necesidades espirituales.  El hombre tiene que satisfacer primero las económicas y a partir de cubrirlas, crea vida espiritual. Esta última es la fuente generadora de la cultura. Pero el hombre tiene también instintos egoístas, egocéntricos, que le vienen de la fiera que tenemos dentro y, por tanto, trata de aprovecharse de la cultura para satisfacer sus apetitos personales y, muchas veces, lo hace con artimañas y en perjuicio de los demás.
Para analizar esta combinación entre lo material y lo espiritual, veamos lo que dice Engels en La familia, la propiedad privada y el Estado:
“La civilización ha realizado cosas de las que distaba muchísimo de ser capaz la antigua sociedad gentilicia.  Pero las ha llevado a cabo poniendo en movimiento los impulsos y pasiones más viles de los hombres y a costa de sus mejores disposiciones. La codicia vulgar ha sido la fuerza motriz de la civilización desde sus primeros días hasta hoy; su único objetivo determinante es la riqueza, otra vez la riqueza y siempre la riqueza, pero no la de la sociedad, sino la de tal o cual miserable individuo. Si a pesar de eso han correspondido a la civilización el desarrollo creciente de la ciencia y reiterados períodos del más opulento esplendor del arte, sólo ha acontecido así porque sin ello hubieran sido  imposibles, en toda su plenitud, las actuales realizaciones en laacumulación de riquezas”. 
El materialismo histórico, es decir, el de Marx y Engels, pone como presupuesto de su visión del mundo que es necesario tanto lo que llamamos espiritual como lo que caracterizamos como material. Si se aprecian separados estos dos planos de la vida humana y no se articulan, estaremos siempre incompletos y con grandes problemas.
El divorcio entre las necesidades materiales y las de carácter espiritual ha sido siempre el objetivo de los grupos poderosos que fundamentan su poder en el egoísmo.  Para esto crearon la confusión filosófica que Marx y Engels despejaron cuando destacaron el papel, en última instancia decisivo, que tenía la economía.
Esta confusión tuvo la siguiente repercusión en el terreno filosófico. Antes de Marx y Engels la filosofía se encargaba exclusivamente de interpretar el mundo, o de tratar de interpretarlo. Ellos plantearon que lo que se requería de la filosofía era una concepción capaz de guiar la  transformación del mundo.
Usted puede tener una interpretación o una descripción de este edificio, pero si usted se propone cambiarlo, transformarlo, reconstruirlo, etc., ya entonces no se hará en forma simplemente descriptiva, hay que hacer un diseño, elaborar ideas, tener un conocimiento de la forma en que está hecho este edificio, etc...  Hay que crear algo nuevo a partir de la información que el hombre dispone en su mente, su imaginación, su talento, su cultura y que materializa por su trabajo.
Los filósofos antes trataban de describir los edificios del mundo y de la vida social.  Lo nuevo que introduce Marx es el principio de que hay que elaborar una filosofía para transformar, para crear algo nuevo. Por esta razón, en nuestro siglo, algunos revolucionarios caracterizaron el marxismo como filosofía de la práctica.
En nuestro país, donde hoy tanto se habla de la necesidad de ser prácticos y concretos, la única filosofía que puede responder a este objetivo e  interesar al pueblo es, precisamente, la filosofía de la práctica, es decir, el marxismo,

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