Jordi Soler Alomà
Rebelión
Ahora que estamos volviendo a llamar a las cosas por su nombre: ahora que volvemos a hablar de capitalismo en vez de usar su eufemismo reglamentario “economía de mercado”; ahora que se ha hecho tan evidente que la economía no es una ciencia y que los economistas son unos falsos profetas; ahora que, por si aún cabía alguna duda, se ha hecho patente quién (o qué) manda de verdad en el mundo… ahora nos acordamos de que alguien dijo alguna vez cosas sensatas sobre nuestra sociedad, y volvemos nuestra mirada extraviada hacia aquél denostado pensador que penetró, por primera (y última, que se sepa) vez en la intrincadísima esencia del capitalismo: Karl Marx.
¿Qué nos puede aportar el pensamiento de Marx en este período de incertidumbre y desasosiego? Pues nada más y nada menos que saber de dónde venimos, dónde estamos, quiénes somos y hacia dónde podemos ir.
Esta información se halla contenida en el tomo I de El Capital, para quien la sepa extraer. Y digo esto porque en general no se sabe leer esta obra de Marx, a causa de su abismal profundidad y de los prejuicios que la ideología nos ha ido adhiriendo, como elementos con los que de antemano (“a priori”) “vemos” la realidad. Es decir, leemos El Capital con las gafas ideológicas del sistema.
Para el lector acostumbrado al pensamiento débil, al estructuralismo, al posmodernismo o al formalismo académico, etc., esta obra de Marx es de difícil acceso, sin el abandono de muchos de los supuestos que los caracterizan. Los economistas en general no entienden ni una sola frase de la obra de Marx, porque para entender las partes que ellos presuntamente podrían entender, hay que haber pasado por el primer capítulo, para la lectura del cual no están capacitados.
En fin, antes de abrir El Capital, hay que liberarse de todos los estereotipos y prejuicios, y prepararse para un gran esfuerzo cerebral: hay que afrontarlo con rigor y humildad.
Esta obra es imprescindible para poder entender los mecanismos ocultos que rigen el funcionamiento de la sociedad capitalista, y en el primer capítulo precisamente se nos explica de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí. Es en este capítulo donde se desarrollan los conceptos fundamentales sin los cuales no se puede entender el resto de la obra. Dicho sea de paso, desaconsejo absolutamente la lectura de la famosa “Guía” para leer El Capital (de Althusser) o, si se lee, léase como una guía sobre cómo no leer El Capital. Althusser comete en esta obra errores e interpretaciones distorsionadas de peso, que no pasarían un examen riguroso de bachillerato. Pero el error más grave que comete ¡y este es imperdonable! es recomendar al lector de El Capital que se salte el capítulo primero, que precisamente es el más importante de toda la obra (dicho por el propio Marx). Este consejo es fatal, porque sin la comprensión de este capítulo no se puede entender lo que Marx expone en los capítulos subsiguientes.
Lo que Althusser está recomendando al lector es que lea un libro en un idioma que no conoce, pero que no aprenda este idioma bajo la excusa de que es muy difícil de aprender. El éxito del librejo de Althusser se debió a que es muy elemental (se lee como un cuento) frente a la complejidad de El Capital; y, además, permite al presunto lector de El Capital respirar aliviado sabiendo que ¡¡¡se puede saltar el primer capítulo!!!
Hace ya algunos años (el 2004) publiqué en Rebelión un trabajo de desmenuzamiento del capítulo de marras intitulado “La puerta de entrada a El Capital”, ilustrado con gráficos para hacer más comprensibles los conceptos y sus contextos. Tengo la impresión de que debería haberlo hecho aún más asequible. Ahora que Marx es tan necesario como siempre, y que nos hemos dado cuenta de ello, también es más necesario que nunca realizar la tarea de hacer más asequible el primer capítulo, sin que ello sirva de excusa para no leerlo, ya que de ningún modo se suple su lectura en la obra de Marx. Mi compromiso, es, pues, hacer una nueva puerta de entrada, que esta vez irá acompañada de un diccionario de los conceptos fundamentales de este capítulo.
No es mi intención contribuir a la mitificación de Marx. Pero hay que reconocerle su gran mérito, que ningún otro pensador en ninguna otra etapa de la historia pudo igualar. Esto convierte a Marx en el filósofo más importante de todos los tiempos (en el sentido originario de la filosofía como omnisciencia —y no me interpreten mal los “sacristanes” de turno— y en el sentido de utilidad práctica del pensamiento —y no me interpreten mal los posmodernos).
La crisis actual es tan simple como las crisis descritas por Marx; solamente es un misterio para los economistas, que de lo que menos entienden es, precisamente, de economía (su objeto de estudio no es la realidad, contra la que se estrellan constantemente, y a la que echan la culpa de su constante fracaso). No nos dejemos contagiar por su enfermedad: la vacuna está en El Capital.
* El autor es doctor en filosofía de la Universitat de Barcelona
Rebelión
Ahora que estamos volviendo a llamar a las cosas por su nombre: ahora que volvemos a hablar de capitalismo en vez de usar su eufemismo reglamentario “economía de mercado”; ahora que se ha hecho tan evidente que la economía no es una ciencia y que los economistas son unos falsos profetas; ahora que, por si aún cabía alguna duda, se ha hecho patente quién (o qué) manda de verdad en el mundo… ahora nos acordamos de que alguien dijo alguna vez cosas sensatas sobre nuestra sociedad, y volvemos nuestra mirada extraviada hacia aquél denostado pensador que penetró, por primera (y última, que se sepa) vez en la intrincadísima esencia del capitalismo: Karl Marx.
¿Qué nos puede aportar el pensamiento de Marx en este período de incertidumbre y desasosiego? Pues nada más y nada menos que saber de dónde venimos, dónde estamos, quiénes somos y hacia dónde podemos ir.
Esta información se halla contenida en el tomo I de El Capital, para quien la sepa extraer. Y digo esto porque en general no se sabe leer esta obra de Marx, a causa de su abismal profundidad y de los prejuicios que la ideología nos ha ido adhiriendo, como elementos con los que de antemano (“a priori”) “vemos” la realidad. Es decir, leemos El Capital con las gafas ideológicas del sistema.
Para el lector acostumbrado al pensamiento débil, al estructuralismo, al posmodernismo o al formalismo académico, etc., esta obra de Marx es de difícil acceso, sin el abandono de muchos de los supuestos que los caracterizan. Los economistas en general no entienden ni una sola frase de la obra de Marx, porque para entender las partes que ellos presuntamente podrían entender, hay que haber pasado por el primer capítulo, para la lectura del cual no están capacitados.
En fin, antes de abrir El Capital, hay que liberarse de todos los estereotipos y prejuicios, y prepararse para un gran esfuerzo cerebral: hay que afrontarlo con rigor y humildad.
Esta obra es imprescindible para poder entender los mecanismos ocultos que rigen el funcionamiento de la sociedad capitalista, y en el primer capítulo precisamente se nos explica de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí. Es en este capítulo donde se desarrollan los conceptos fundamentales sin los cuales no se puede entender el resto de la obra. Dicho sea de paso, desaconsejo absolutamente la lectura de la famosa “Guía” para leer El Capital (de Althusser) o, si se lee, léase como una guía sobre cómo no leer El Capital. Althusser comete en esta obra errores e interpretaciones distorsionadas de peso, que no pasarían un examen riguroso de bachillerato. Pero el error más grave que comete ¡y este es imperdonable! es recomendar al lector de El Capital que se salte el capítulo primero, que precisamente es el más importante de toda la obra (dicho por el propio Marx). Este consejo es fatal, porque sin la comprensión de este capítulo no se puede entender lo que Marx expone en los capítulos subsiguientes.
Lo que Althusser está recomendando al lector es que lea un libro en un idioma que no conoce, pero que no aprenda este idioma bajo la excusa de que es muy difícil de aprender. El éxito del librejo de Althusser se debió a que es muy elemental (se lee como un cuento) frente a la complejidad de El Capital; y, además, permite al presunto lector de El Capital respirar aliviado sabiendo que ¡¡¡se puede saltar el primer capítulo!!!
Hace ya algunos años (el 2004) publiqué en Rebelión un trabajo de desmenuzamiento del capítulo de marras intitulado “La puerta de entrada a El Capital”, ilustrado con gráficos para hacer más comprensibles los conceptos y sus contextos. Tengo la impresión de que debería haberlo hecho aún más asequible. Ahora que Marx es tan necesario como siempre, y que nos hemos dado cuenta de ello, también es más necesario que nunca realizar la tarea de hacer más asequible el primer capítulo, sin que ello sirva de excusa para no leerlo, ya que de ningún modo se suple su lectura en la obra de Marx. Mi compromiso, es, pues, hacer una nueva puerta de entrada, que esta vez irá acompañada de un diccionario de los conceptos fundamentales de este capítulo.
No es mi intención contribuir a la mitificación de Marx. Pero hay que reconocerle su gran mérito, que ningún otro pensador en ninguna otra etapa de la historia pudo igualar. Esto convierte a Marx en el filósofo más importante de todos los tiempos (en el sentido originario de la filosofía como omnisciencia —y no me interpreten mal los “sacristanes” de turno— y en el sentido de utilidad práctica del pensamiento —y no me interpreten mal los posmodernos).
La crisis actual es tan simple como las crisis descritas por Marx; solamente es un misterio para los economistas, que de lo que menos entienden es, precisamente, de economía (su objeto de estudio no es la realidad, contra la que se estrellan constantemente, y a la que echan la culpa de su constante fracaso). No nos dejemos contagiar por su enfermedad: la vacuna está en El Capital.
* El autor es doctor en filosofía de la Universitat de Barcelona
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