miércoles, 31 de agosto de 2011

31-08-2011
Entrevista con Stefano Liberti, autor del libro "Land grabbing. Come il mercato delle terre crea il nuovo colonialismo"
Cuánta tierra necesita el Mercado

Gorka Larrabeiti
Rebelión


¿Cuánta tierra necesita un hombre? es el título de uno de los mejores cuentos de la literatura universal. Lo escribió Tolstoi en 1886 y es una parábola sobre la codicia humana. Land grabbing. Come il mercato delle terre crea il nuovo colonialismo (Minimum fax, 2011) es un reportaje sobre el acaparamiento de tierras realizado con perspectiva global con el fin de alertar sobre acumulación de tierras con fines especulativos. Lo ha escrito tras varios años de viaje por cuatro continentes  Stefano Liberti (1974), periodista de Il Manifesto experto en África, autor del excelente A Sud di Lampedusa (Minimum fax, 2008), otro viaje periodístico-literario de cinco años por las rutas de los migrantes africanos.
Land grabbing está compuesto en forma de mosaico. El lector va uniendo teselas y recompone un puzzle pasando de Etiopía, El Dorado de los inversores, a Arabia Saudí, donde los jeques del Golfo intervienen en subastas a la baja de la tierra africana. Entra el lector en los palacios institucionales de Roma (FAO) y ve los malabares dialécticos que justifican estas políticas mientras oye el ruido de los movimientos de agricultores resistentes; vuela hasta el Chicago Board of Trade, la Bolsa mundial que fija el precio de los alimentos; se pierde en los maizales de Iowa; desciende a Brasil, reino del agrobusiness, y regresa a Tanzania, frontera de los biocarburantes. Pieza a pieza, el puzzle va revelando un perfil, una figura y un fondo muy inquietantes, y no debido a esa facilona obsesión por la sombra del Dragón chino, sino porque uno tiene la sensación de leer una crónica de un mañana hambriento y depredador: ante la noticia de que la cosecha de maíz en EEUU será escasa, hoy hay gente que aplaude. Este libro nos cuenta otro episodio de ese choque brutal entre concepciones antropológicas, tan bien descrito por John Berger en Puerca Tierra. De un lado, el tiempo único del Capitalismo, que carece de límite y que roba promesa a promesa -¡Progreso!- el presente; del otro, el tiempo circular y resistente de los campesinos, que se asienta en la tradición para asegurar día tras día la supervivencia, el futuro presente.
En aquel cuento magistral, Lev Tolstoi nos enseñaba que la tierra que necesita un hombre es poca, muy poca; en este libro-mosaico, Liberti nos revela que el Capital, si le dejan, requiere toda, toda, toda.
- ¿Con qué fin se acaparan las tierras? ¿De cuánta tierra hablamos?
- Stefano Liberti: El fenómeno del land grabbing –literalmente, acaparamiento de tierras- empezó por 2008, después de la crisis alimenticia, al subir los precios de los géneros alimentarios. Desde entonces, algunos países ricos de liquidez pero pobres de tierras como los países de la Península Arábiga comenzaron a lanzar medidas para adquirir tierras en el extranjero, preferentemente en África, para garantizar la seguridad alimenticia de su población. Adquirieron millones de hectáreas para producir alimentos que luego se exportaban. Resulta difícil realizar un cálculo preciso, pues no existe una base de datos exacta y porque estos acuerdos los negocian directamente las compañías privadas con los gobiernos de los países que ceden las tierras. Según un cálculo a la baja, en los últimos tres años se han cedido a entes privados unos 60 millones de hectáreas anteriormente públicas, una superficie que equivale a la de toda Francia.
- ¿Quiénes son los protagonistas de este neocolonialismo?
- Los protagonistas de esta carrera por la tierra no sólo son las compañías privadas de esos Estados que mencionaba sino también grupos que normalmente operan en el mercado financiero. Muchos de éstos que antes invertían en el mercado accionario se han desplazado a la tierra, ya que la consideran un bien más seguro y menos sujeto a los vaivenes de las bolsas. Gran parte de estos grupos, que dirigen antiguas estrellas de los grupos financieros como Morgan Stanley o Goldman Sachs, son private equity fund, sociedades no cotizadas en Bolsa cuyos inversores privados apuestan por la buena andadura de la inversión a corto plazo. Las ganancias pingües de estas inversiones quedan garantizadas, sobre todo, por dos aspectos: los cánones de alquiler de las tierras, que son bajísimos, y el insignificante coste de la mano de obra.
- ¿Por qué considera que los mayores culpables de este fenómeno son los gobiernos locales? ¿Acaso no son igualmente culpables las instituciones occidentales, cómplices del fenómeno?
- Los gobiernos locales son los que en último término ceden la tierra a cambio de vagas promesas de desarrollo, cuando no es a cambio de alguna mordida. Aunque quisieran, los gobiernos occidentales no tendrían mucho que decir al respecto en esta cuestión. Otra cuestión bien distinta es la responsabilidad de las instituciones internacionales –como la Banca Mundial o la FAO-, que tienen en sus estatutos el objetivo de reducir la pobreza y aliviar el problema del hambre en el mundo. Estas organizaciones han promovido activamente estas inversiones en agricultura sosteniendo que debían considerarse motores para el desarrollo de un sector que en los últimos veinte años había recibido muy pocas inversiones. El problema es que el beneficio en los países en los que se hacen estas inversiones es muy escaso: en las tierras que se alquilan se cultivan productos destinados a la exportación o cultivos para agrocarburantes. Así pues, no se incrementa la soberanía alimenticia de los países implicados, sino que se ataca. Pongamos por ejemplo el caso de Etiopía, donde actualmente algunas regiones están sufriendo una carestía, cuando resulta que Etiopía es uno de los Estados africanos que con mayor afán ha intentado alquilar porciones de su tierra a inversores extranjeros, como los saudíes, que luego exportan la gran mayoría de esos productos.
- “La tierra es mercancía”, dice uno de los entrevistados. ¿Este fenómeno que describe abre una nueva fase del capitalismo financiero?
- Sin duda. Como señalaba antes, la carrera por la tierra comenzó tras la crisis de los créditos subprime y el derrumbe de la bolsa de Wall Street en 2007. En ese momento enormes cantidades de capital se desplazaron del mercado accionario clásico a los bienes refugio alimenticios, productos alimentarios básicos como el trigo, el maíz, el azúcar y la soja, lo cual hizo que aumentara el valor de estos productos. El acaparamiento de tierras es, en parte, consecuencia de esta sacudida a nivel financiero desde el momento en que grandes grupos del capitalismo financiero están hoy implicados en la carrera por la tierra.
- Este es el primer reportaje en el mundo acerca del fenómeno alarmante del acaparamiento de tierras, que se expande. ¿Por qué se presta, según usted, tan poca atención mediática a este fenómeno?
- Porque es un fenómeno que hay que investigar a fondo, y con los tiempos rápidos del periodistmo de hoy resulta difícil comprenderlo de forma exhaustiva. Tal vez por ello aún no sea objeto de atención mediática. Yo tuve que viajar por varios países en los cuatro continentes para dar una visión de conjunto del problema. Además, se ha de considerar otra cuestión: es un asunto relativamente nuevo.
- En su libro precedente, A Sud di Lampedusa, usted trataba de la inmigración africana. ¿Cómo incide el acaparamiento de tierras en los flujos migratorios?
- No hablaría de una incidencia directa. Está claro que el acaparamiento de tierras produce inevitablemente una reducción de los recursos y de las tierras a disposición de las poblaciones locales y acelera el éxodo de las poblaciones rurales hacia los centros urbanos. Hablaría, pues, más de migraciones internas en los países que de flujos internacionales, cuyos protagonistas suelen ser personas que pertenecen a las clases medias urbanas.
- Robert Rodrigues, antiguo ministro de Agricultura brasileño y cofundador, junto con Jeb Bush, del Comité Interamericano para el Etanol, le plantea con frialdad en el libro un nuevo escenario geopolítico. Dice Rodrigues: “El biocombustible, la agroenergía, se desarrollará entre el Trópico de Cáncer y el de Capricornio, una franja que comprende toda América Latina, toda el África Subsahariana y buena parte del Asia pobre. Cambiará el paradigma agrícola mundial. Pero cambiará también la geopolítica mundial porque estos países tropicales son más pobres, con menos trabajo, con menos riqueza. Entre los dos trópicos tenemos tierras, agua, sol y mano de obra disponible. No tenemos el capital. El capital vendrá del Norte, donde se consumirá gran parte de la energía”. Según usted, ¿está terminando la era del petróleo y comenzando la batalla global por los agrocombustibles?
- El petróleo es, por definición, una fuente finita de energía. Los agrocombustibles jugarán un papel en el futuro energético del planeta, a la par que otras formas de energía renovable. El problema de los agrocombustibles, sobre todo de los que se utilizan actualmente, es que sustraen tierras a los cultivos destinados a la alimentación, haciendo que disminuya el espacio para la agricultura tradicional y que aumente el precio de los géneros alimentarios y de las tierras.
- Su libro da cuenta de una batalla antropológica por la agricultura. Dos modelos contrapuestos luchan. Por un lado, el modelo incentivado por la Banca Mundial y las grandes organizaciones internacionales (grandes extensiones, monocultivos, términos como “oportunidad, desarrollo, productividad”); por el otro, las organizaciones de pequeños agricultores que resisten calificando el modelo anterior de “rapiña”, “neocolonialismo”, “derechos violados”. Después de haber profundizado en el debate entre ambos puntos de vista, ¿a qué conclusiones ha llegado?
- Mi conclusión es que estos dos modelos no son conciliables. Compiten entre sí porque luchan por un recurso finito, como es la tierra. El primer modelo, que es el de las grandes empesas comerciales, tiene como punto de referencia la cantidad, los mercados extranjeros, las llamadas “economías de escala”. El segundo, el de los pequeños agricultores tiene con la tierra un vínculo más hondo, que va más allá de la pura explotación. No está demostrado que, a la larga, el primero asegure una mayor cantidad de alimentos que el segundo, porque el primero, que emplea pesticidas de modo extensivo y tiende a exprimir la tierra al máximo, empobrece los terrenos y los vuelve a largo plazo menos productivos.
- A lo largo del libro se oyen las voces de Via Campesina, Sem Terra y también las de los campesinos etíopes o tanzanos. ¿Cuál es la mayor dificultad que afrontan estos movimientos y estos individuos? ¿Cuál cree que es el mejor modo de luchar contra este cambio que quieren imponernos en la agricultura?
- La mayor dificultad de estos movimientos es la falta de medios para que prevalga su punto de vista oponiéndose a la visión de los impulsores de este modelo de desarrollo basado en la granja comercial y el acaparamiento de tierras. Pese a ello, estos grupos se están asociando y en parte han conseguido afirmar sus propuestas. En la última cumbre del Comité para la seguridad alimentaria mundial, órgano de la FAO, lograron moderar la posición de partida de la organización, que se inclinaba claramente a favor de ciertas inversiones extranjeras y del acaparamiento de tierras.

viernes, 26 de agosto de 2011

25-08-2011
Cuadernos del pensamiento crítico latinoamericano
El imperialismo y la economía política mundial hoy
Alex Callinicos
Página 12


PRESENTACIÓN
A continuación ofrecemos un fragmento del texto de Alex Callinicos publicado en el quinto número de la revista Crítica y Emancipación. Buenos Aires, CLACSO, 2011. En él, Callinicos vuelve sobre el concepto del imperialismo a la luz de la crisis actual del capitalismo y en el contexto de la arquitectura financiera mundial vigente. Señala analogías y diferencias con el nacimiento del imperialismo británico en el siglo XIX, el papel de Alemania y el proceso que llevó durante la pasada centuria a la hegemonía de Estados Unidos. Focaliza en su trabajo la especificidad del imperialismo estadounidense, que se conforma al finalizar la Guerra Fría y los nuevos actores de la geopolítica mundial en los albores del siglo XXI y sus relaciones complementarias y/o competitivas. Entre ellos, el presente y el futuro de las relaciones Estados Unidos-China.
La especificidad del imperialismo estadounidense Robert Wade sugirió el siguiente experimento mental:
Suponga que usted es un aspirante a emperador romano en el mundo de hoy, de Estados soberanos, mercados internacionales y economías capitalistas. Para no tener que desplegar frecuentemente su peso militar necesitará actuar mediante la hegemonía en lugar de la coerción, y los demás deberán pensar que su predominio es el resultado natural de arreglos institucionales, fundados en el sentido común, que son justos y equitativos. Si usted –un actor unitario– pudiera crear resueltamente un marco internacional de normas de mercado para promover sus intereses, ¿qué tipo de sistema crearía? (2003: 77).
Wade imagina una “arquitectura financiera internacional” que no implica al patrón oro, actuando en su lugar la moneda de la potencia hegemónica como la principal moneda de reserva internacional, sus mercados financieros “dominantes en las finanzas internacionales” y “un solo capital privado integrado al mercado mundial”, sin barreras de entrada o de salida, y todo bajo la supervisión de “una flotilla de organizaciones internacionales que se parecen a las cooperativas de los Estados miembro y que otorgan la legitimidad del multilateralismo, pero a las que usted (es decir, la potencia hegemónica) puede controlar mediante el establecimiento de normas y el bloqueo de los efectos que no le gusten”, y defendido por “un gran ejército, a fin de poder respaldar su hegemonía con coerción”. La arquitectura financiera mundial le permite financiar una fuerza militar abrumadora y “barata”. El resultado es el siguiente:
Esta arquitectura económica internacional le permite a su pueblo consumir mucho más de lo que produce, permite a sus empresas y sus capitales entrar y salir, rápidamente, de otros mercados, maximizando los rendimientos a corto plazo; cierra los flujos netos de las rentas de tecnología del resto del mundo por décadas y, por lo tanto, aumenta los incentivos para innovar de sus empresas y por medio de las fuerzas del mercado, aparentemente libres de poder político, refuerza su dominio geopolítico en otros Estados. Mejor aún si sus científicos sociales le explican al público que un proceso de globalización desestructurado y sin agentes –el implacable cambio tecnológico que reduce tiempo y distancias– está detrás de todo esto, causando que todos los Estados, incluido el suyo, pierdan poder vis à vis mercados. Usted no quiere que los demás piensen que la globalización, dentro del marco que ha construido, aumenta su capacidad de tener tanto un gran ejército como un próspero sector civil, mientras disminuye la de todos los demás (Wade, 2003: 78, 80-82).
Este experimento mental se ajusta, por supuesto, a la hegemonía estadounidense contemporánea como un guante. La debilidad del bosquejo un tanto irónico de Wade es que tal vez basa demasiado la “arquitectura económica internacional actual” en el concreto de la necesidad histórica. Por lo tanto, durante la era de Bretton Woods en los años cincuenta y sesenta, cuando podría decirse que la preeminencia de los Estados Unidos en el mundo capitalista avanzado era mayor económica y geopolíticamente de lo que es hoy, el dólar estaba aún respaldado por el oro; la hegemonía británica decimonónica también implicó la generalización del patrón oro. Por otra parte, como Wade reconoce, el papel del dólar como principal moneda de reserva internacional es una espada de doble filo2. Sin embargo, tiene razón al insistir que las estructuras y las instituciones contemporáneas transnacionales trabajan para aventajar específicamente al capitalismo estadounidense. Recordemos la pregunta de Brenner:
¿Por qué, en relación con el mundo capitalista avanzado, la expansión imperialista, que condujo a la rivalidad interimperialista que llevó a la guerra que prevaleció antes de 1945, no lo consiguió después? ¿Por qué, con respecto a Europa, Japón y, de hecho, gran parte de Asia Oriental, la hegemonía estadounidense durante gran parte del período de la posguerra no pudo tener una forma imperialista –en el sentido que Harvey otorga a la palabra–, es decir, la aplicación del poder político para consolidar, exacerban, y hacer permanente la ventaja económica ya existente? (2006b: 90).
Responder a estas preguntas implica considerar los intereses de Estados Unidos y los demás países capitalistas avanzados. En el caso de Estados Unidos, la respuesta, en un sentido general, es que la estructura específica y el peso mundial del capitalismo estadounidense le dio la capacidad de dominar y conducir a los principales Estados capitalistas sin construir un imperio territorial tradicional: el imperialismo no territorial de Puerta Abierta fue más adecuado a los intereses de Estados Unidos. Pero la manera en que Brenner plantea la cuestión implica que la hegemonía estadounidense no ha funcionado para servir a los intereses de los capitales de Estados Unidos, en oposición a aquellos capitales basados en economías avanzadas. En un artículo inédito sostiene que la hegemonía de Estados Unidos operó para institucionalizar las condiciones generales favorables para todos los capitales, estadounidenses y extranjeros (Brenner, 2007b). Simon Bromley, al argumentar acerca de la relación entre la invasión de Irak y la estrategia estadounidense del petróleo, sostiene la misma línea:
La forma de control que Estados Unidos está buscando delinear ahora [en Irak] es la que está abierta al capital, commodities e intercambio entre muchos Estados y empresas. No puede ser vista (¿todavía?) como una estrategia exclusiva económicamente, como parte de una forma depredadora de la hegemonía. Por el contrario, Estados Unidos utilizó su poder militar para diseñar un orden geopolítico que sirva de fundamento político para su modelo preferido de economía mundial: esto es, un orden internacional liberal cada vez más abierto. La política de Estados Unidos apuntó a la creación de una industria del petróleo internacional abierta, en la cual los mercados, dominados por las grandes empresas multinacionales, asignan capital y materias primas. El poder del Estado de Estados Unidos se despliega, no sólo para proteger los intereses particulares de las necesidades de consumo y empresas de Estados Unidos, sino para crear las precondiciones generales de un mercado mundial petrolero, confiado en la expectativa de que, como la economía líder, será capaz de satisfacer todas sus necesidades por medio del intercambio comercial (Bromley, 2005: 253-254).
Es importante distinguir aquí tres puntos diferentes. En primer lugar, como ya argumenté, los Estados Unidos practican una forma de imperialismo no territorial, basado en la regla básica de que un orden liberal internacional abierto beneficiará, por lo general, a los capitales asentados en Estados Unidos. En segundo lugar, para que esta hegemonía funcione de manera, en general, estable tendría que, en todo caso, asegurar beneficios significativos para otros Estados capitalistas. Pero, en tercer lugar, no se evidencia en lo más mínimo que las instituciones que Estados Unidos construye, y las políticas que lleva a cabo, sean neutrales con respecto a los intereses de los capitales asentados en su territorio y los asentados en otros Estados. Desde una perspectiva liberal internacionalista, John Ikenberry sostiene que en los dos momentos históricos en que el poder relativo de Estados Unidos fue mayor, luego de 1945 y al final de la Guerra Fría, este país renunció temporariamente a las ventajas e hizo importantes concesiones a otros Estados con el fin de institucionalizar un “orden constitucional” internacional que maximizaría los intereses a largo plazo de todos los Estados. Ikenberry señala: “Ordenes estables son aquellos en los cuales el reembolso al poder es relativamente bajo y, a las instituciones, relativamente alto. Estas son, precisamente, las circunstancias que caracterizan los órdenes constitucionales más desarrollados” (2001: 255).
Pero este argumento no explica suficientemente la cuestión de cómo son distribuidos “los reembolsos a las instituciones”. Consideraremos dos casos que resultaron caros para Estados Unidos en relación con otros Estados. El primero se refiere a la arquitectura financiera internacional, que Wade alega que opera en interés del capitalismo estadounidense. Peter Gowan sostiene, también, que los Estados Unidos aprovecharon la inestabilidad financiera de los años setenta y ochenta, particularmente después del “shock Volcker” de octubre de 1979, cuando Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, elevó sensiblemente las tasas de interés, imponiendo una dura disciplina monetaria a las economías de Estados Unidos y el mundo, para construir lo que él llama el régimen del dólar de “Wall Street”, en torno a un dólar que, si bien ahora es una moneda puramente fiduciaria sin respaldo del patrón oro, permaneció como el eje central del sistema financiero internacional, ventaja que Washington utilizó para promover en todo el mundo las políticas neoliberales favorables a los intereses de los bancos de inversión estadounidenses y corporaciones transnacionales (Gowan, 1999)3. De este modo, el gobierno de Clinton provocó profundas tensiones con Gran Bretaña y Alemania, en particular, cuando respondió a la crisis financiera mexicana de 1994-1995 presionando al Grupo de los Siete para que liderase a los países industriales en la creación de un paquete de rescate que benefició principalmente a los inversionistas estadounidenses. Notoriamente, la misma administración durante la crisis de Asia del Este de 1997-1998 bloqueó la propuesta japonesa de un Fondo Monetario Asiático, que habría limitado la capacidad del Fondo Monetario Internacional (FMI ) para gestionar la crisis, y juntamente con el FMI impulsó, en los gobiernos de Asia, políticas de liberalización económica diseñadas tanto para debilitar el denominado “capitalismo de amigos” (con estrechos vínculos entre el Estado, los bancos y las corporaciones privadas, distintivos del modelo económico de Asia del Este) como para volver a las economías afectadas más permeables al capital estadounidense. En su análisis de esta crisis, Robert Wade y Frank Veneroso (1998) describen el complejo “Wall Street-Tesoro de Estados Unidos-FMI ” con el fin de resaltar el nexo que une a las instituciones financieras internacionales con los intereses específicamente estadounidenses.
Un segundo ejemplo importante, que también data de la administración Clinton, consiste en la expansión primero de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, luego, de la Unión Europea (UE) en Europa Oriental y Central. Esta política representa una violación del acuerdo alcanzado entre Mijail Gorbachov, el último presidente soviético, el canciller alemán Helmut Kohl y James Baker, el secretario de Estado de Estados Unidos, durante las negociaciones en 1990-1991 que permitieron a Alemania unificada permanecer en la OTAN a cambio de la seguridad de que, en palabras de Baker, “no habrá extensión de la jurisdicción actual de la OTAN hacia el Este”4. La idea, detrás de la violación de esta promesa por el gobierno de Clinton, fue expresada muy claramente por Zbigniew Brzezinski, el principal pensador geoestratégico del Partido Demócrata. Brzezinski argumenta que la UE es “el puente eurasiático del poder estadounidense y un trampolín en potencia para la expansión del sistema democrático mundial en Eurasia”.
La ampliación de la OTAN y la UE hacia Europa Central y Oriental extendería, en consecuencia, el poder estadounidense: “Si la Unión Europea se convierte en una comunidad geográficamente más grande […] y si Europa basa su seguridad en una alianza continua con los Estados Unidos, entonces se deduce que Europa Central, su sector geopolíticamente más expuesto, no puede ser excluido de compartir el sentido de seguridad de que el resto de Europa goza mediante la ‘alianza transatlántica’” (Brzezinski, 1998: 74-79). Stephen Cohen describió la “verdadera política de Estados Unidos” hacia Rusia “como la explotación implacable, al estilo de el ganador se lo lleva todo, de la debilidad rusa post 1991”, que incluye el “cerco militar creciente de las bases de Estados Unidos y la OTAN a Rusia, en y cerca de sus fronteras –que ya están instaladas o en vías de–, en por lo menos la mitad de las otras 14 repúblicas de la ex Unión Soviética, desde el Báltico y Ucrania hasta Georgia, Azerbaiyán y los nuevos Estados de Asia Central. El resultado es una cortina de hierro inversa construida por Estados Unidos y la remilitarización de las relaciones ruso-estadounidenses”, que a su vez provocó una política exterior de Moscú más asertiva con Vladimir Putin (Cohen, 2006)5. Los peligros de la estrategia de Washington fueron ampliamente demostrados por la guerra que estalló entre Rusia y Georgia en agosto de 2008, tras el intento del ejército georgiano, equipado y entrenado por los Estados Unidos e Israel, por capturar el enclave de Osetia del Sur protegido por Moscú.
[…]
¿Capitalismo mundial en los pilares de Hércules?
Al debatir la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y sus contratendencias, Gramsci pregunta: “¿Cuándo puede uno imaginar que la contradicción llegue a su nudo gordiano, un momento normalmente insoluble que requiere la intervención de Alejandro con su espada? Cuando toda la economía mundial se vuelva capitalista y llegue a cierto nivel de desarrollo, es decir, cuando la ‘frontera móvil’ de la economía capitalista mundial llegue a los pilares de Hércules (1995: 429-430). La idea de que el capitalismo, de hecho, llegó a sus pilares de Hércules es un lugar común hoy día, por ejemplo, en la afirmación mucho más optimista de Thomas Friedman de que la globalización “está aplanando y achicando el mundo”, y “por lo tanto va a estar impulsada, cada vez más, no sólo por individuos sino también por un grupo mucho más diverso de individuos (ni occidentales, ni blancos). Individuos de todos los rincones del mundo plano se están empoderando” (2005: 12). De hecho, que un periódico serio como el Financial Times debiera conceder a tal sobrecrecimiento su premio Business Book de 2005, se explica sólo por la euforia que rodea a los “mercados emergentes” –y especialmente al BRIC (Brasil, Rusia, India y China)– durante la burbuja crediticia de mediados de 2000.
Comprender hoy los contornos reales de la economía mundial es importante si queremos obtener una medida exacta de la evolución futura del imperialismo. La teoría principal de las Relaciones Internacionales trató de resolver el problema del formato geopolítico desde el fin de la Guerra Fría. Los realistas estructurales se apresuraron a predecir que la forma, aparentemente unipolar, que asumió el sistema estatal tras el colapso de la Unión Soviética sería meramente una fase de transición en la cual la primacía de Estados Unidos provocó la formación de una coalición que busca equilibrarse en su contra. Como Kenneth Waltz escribió en 1993, “la respuesta de otros países a uno de ellos que busca o gana preponderancia es tratar de equilibrarse en su contra. La hegemonía conduce al equilibrio […]. Esto está sucediendo ahora, pero vacilantemente (1993: 77). Enfrentado por la no emergencia de tal coalición, nuestro autor sostiene que su predicción fue correcta, pero que el momento de su advenimiento es imposible de determinar: “La teoría realista predice que los balances interrumpidos serán restaurados algún día. Una limitación de la teoría, limitación común a las teorías de las ciencias sociales, es que no se puede decir cuándo” (Waltz, 2000: 27). Fiel a las premisas estructurales realistas, William Wolforth afirma que la unipolaridad posterior a 1991 representa un punto de descanso estable, en lugar de un momento pasajero, porque las capacidades de Estados Unidos, tanto duras como blandas, son mucho mayores que las de cualesquiera de los otros poderes, y porque la fragmentación geopolítica de Europa y Asia del Este dificulta que cualquier otro Estado logre la centralización política y la concentración de recursos necesarios para desafiar la hegemonía estadounidense (Wolforth, 1999).
Las relaciones económicas figuran en tales explicaciones sólo en la medida en que afectan la capacidad material y, por lo tanto, el poder relativo de los Estados. Por el contrario, los internacionalistas liberales argumentan que el desarrollo de la moderna economía capitalista mundial convirtió al comercio internacional en un juego de suma positiva que da a los Estados, cuyas estructuras sociopolíticas internas son liberales y capitalistas, un incentivo para cooperar y para institucionalizar esta cooperación, y en consecuencia reduce bastante la probabilidad de guerra entre ellos. Como Andrew Moravcsik postula en una reafirmación sofisticada de la teoría liberal de las Relaciones Internacionales, “el desarrollo económico mundial, en los últimos 500 años, ha estado estrechamente relacionado con una mayor riqueza per capita, la democratización, los sistemas educativos que refuerzan nuevas identidades colectivas, y mayores incentivos para las transacciones económicas transfronterizas. La teoría realista no les otorga a estos cambios importancia teórica alguna” (1997: 535). Aquí hay una superposición entre el internacionalismo liberal y el marxismo clásico, que tampoco refiere a la economía mundial capitalista como un juego de suma cero: el desarrollo dinámico de las fuerzas productivas bajo el capitalismo puede, en condiciones adecuadas, aumentar tanto los beneficios como los salarios reales. Estas condiciones fueron obtenidas en gran medida durante el gran boom de los años cincuenta y sesenta en las economías avanzadas. Por otra parte, es una implicancia de la concepción de la hegemonía capitalista mundial con que trabajé que la potencia hegemónica suministre bienes públicos (por ejemplo, un sistema monetario internacional estable) que otorgue a otros Estados un incentivo para obedecer y cooperar. Pero la convergencia entre el marxismo y el liberalismo es sólo parcial. La economía política marxista conceptualiza al capitalismo como un proceso inherentemente contradictorio e inestable, constituido por la explotación del trabajo asalariado, responsable de crisis periódicas destructivas, y generador sistémico de desarrollo desigual. Cualquier evaluación honesta de la economía mundial contemporánea tendría que conceder que brinda mucho para afirmar este punto de vista sobre el capitalismo. […]
1 El presente texto es un extracto del publicado en el quinto número de la revista Crítica y Emancipación. Buenos Aires, CLACSO, 2011 también disponible en www.biblioteca.clacso.edu.ar. Originalmente publicado en Callinicos, Alex. Imperialism and global political economy (Cambridge, UK: Polity Press, 2009). Traducción de Eugenia Cervio.
2 Ver “Una redistribución del poder económico mundial”, pág 137.
3 Ver también Parboni (1981: Cap. 1).
4 Hubo un debate considerable entre los participantes sobre si esa promesa fue parte del acuerdo final en la unificación alemana; ver Gordon (1997). Pero la historia estadounidense semioficial de las negociaciones clarifica que fue un trago amargo para Gorbachov y su equipo que incluso los miembros de la República Federal incorporaran a Alemania del Este a la OTAN. Ver Zelikow y Rice (1997).

miércoles, 24 de agosto de 2011


24-08-2011

Sucre, una estrategia de unión monetaria



Mientras monedas fuertes como el dólar y el euro sufren embates por la crisis económica mundial provocada en parte por las políticas de globalización neoliberal que las grandes potencias han impuesto al mundo, el sucre, una moneda virtual de intercambio utilizada por varios miembros del ALBA ha comenzado, poco a poco, a abrirse paso.
La crisis económica y política en que se ha desenvuelto la administración de Barack Obama, cuyo último capítulo resultó la lucha entre republicanos y demócratas para aumentar el techo de la deuda y evitar el impago de 9,6 billones de dólares, ha puesto nuevamente a pensar a muchos gobiernos en la importancia de separarse un poco más del dólar como moneda de intercambio.
A última hora, tras profundas tensiones, el Congreso aprobó elevarla. En caso contrario, Estados Unidos hubiera entrado en recesión con estremecimiento en los mercados financieros globales; caída del dólar respecto a otras monedas y más dudas sobre el billete verde como moneda de reserva internacional.
Asimismo, los graves problemas de endeudamiento público y fiscales en que cayeron naciones de la zona euro como Irlanda, Grecia y Portugal, las amenazas de que el mismo derrotero lo sigan España e Italia, han motivado desconfianzas en varios Estado en buscar refugio en la moneda euro para las transacciones comerciales.
China, Rusia, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Corea del Sur, Malasia, Venezuela y otros países con economías importantes han estado trabajando en diversificar sus comercios con el uso de una canasta de monedas y así zafarse de las ataduras del dólar.
China y Rusia en noviembre de 2010 renunciaron al billete verde en las transacciones del comercio bilateral y comenzaron a usar sus propias divisas con la finalidad de proteger sus economías nacionales.
Ambas naciones utilizaban, especialmente el dólar, en sus intercambios pero desde la crisis financiera mundial, funcionarios chinos y rusos exploraron posibilidades para blindar a sus economías de los embates de una crisis a la cual aun no se le ve el fin.
Brasil y Argentina recurrieron al renmimbi (yuan) en sus transacciones directas con China, que alcanzan los 120 millones de dólares. Venezuela fue de los primeros en realizar su intercambio en esa moneda con la nación asiática, mientras Perú, Bolivia y Chile realizan gestiones en ese sentido. Una parte importante del comerico chino-indio se lleva a cabo mediante el yuan y la rupia.
Corea del Sur, Malasia, Belarús e Indonesia se han beneficiado con el uso del renmimbi en los negocios con China. En la lista de las naciones que buscan refugio en otras monedas aparecen Siria, Irán y en menor grado los países árabes petroleros.
Otro desafío de unión monetaria es el que estan llevando a cabo las naciones integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que instauraron el Sistema Unitario de Compensación de Pagos (SUCRE) para sus intercambios internos.
En 2010, Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela comenzaron a realizar operaciones con el SUCRE, las cuales rondaron ese año los 40 millones de dólares.
La moneda virtual se posiciona entre el sector industrial y las pequeñas, medianas y grandes empresas y cooperativas de Venezuela, Cuba, Ecuador y Bolivia, como una opción ágil, segura y confiable para el intercambio comercial, donde prima el respeto a la soberanía, complementariedad productiva y la solidaridad.
Un documento emitido por el Banco Central de Venezuela (BCV) asegura que se prevé para el segundo semestre de 2011, un aumento relevante en el número de operaciones y transacciones bajo ese sistema monetario.
Un dato de interés lo aportó recientemente el vicepresidente del BCV, Eudomar Tovar cuando señaló que entre 2010 y 2011 se incrementaron de seis a 77 los negocios mediante ese nuevo medio de pagos.
Tovar, además presidente del Consejo Monetario Regional (CMR) informó que el monto negociado para los primeros seis meses del 2011 se eleva a 144 millones de sucres lo cual augura que se cumplirá la meta para este año de 300 millones.
Para Tovar, el SUCRE ha tenido una buena acogida por parte de los sectores empresariales de los países que integran este mecanismo, pues reduce los costos de las transacciones, acorta los tiempos de pago, permite un ahorro de divisas y estimula una mayor oferta exportable.
Cada vez son más los productos que se agregan a los intercambios entre los que aparecen aceite crudo de palma, textiles, medicinas para consumo humano y veterinario, llantas, desperdicio de papel, plásticos, libros, neumáticos, atún pre-cocido, bobinas laminadas, urea, arroz, leche en polvo y vehículos automotores.
En Venezuela varias entidades fueron habilitadas para actuar como Bancos Operativos Autorizados del SUCRE, entre estos los estatales de Comercio Exterior, de Venezuela Industrial, del Tesoro y Bicentenario, así como el privado Banesco.
Por su parte, el Gobierno de Ecuador anunció que todo el comercio que realicen entidades públicas de su país con Venezuela será a través del SUCRE. Cuba desde el principio adoptó ese mecanismo y Bolivia marcha en el mismo objetivo.
Como afirmó el presidente bolivariano Hugo Chávez, el Sucre, junto al Banco del ALBA y el Banco del Sur, se encaminan hacia una nueva arquitectura financiera, alejada de los dictámenes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. El desafío de integración esta en marcha y las alternativas surgen por doquier con miras a reducir la preponderancia del dólar en el comercio internacional.

lunes, 22 de agosto de 2011


22-08-2011

La doctrina del shock en la práctica
La conexión entre el robo nocturno en las calles y el robo diario perpetrado por las elites

The Nation/Alternet

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Oigo todo el tiempo comparaciones entre los disturbios de Londres y los que suceden en otras ciudades europeas, destrozo de vitrinas en Atenas o incendios de coches en París. Y hay paralelos, sin duda: una chispa provocada por la violencia policial, una generación que se siente olvidada.
Pero esos eventos estuvieron marcados por destrucción masiva; los saqueos fueron menores. Ha habido, sin embargo, otros saqueos masivos en los últimos años, y tal vez deberíamos hablar también de ellos. Fue en Bagdad después de la invasión estadounidense, un frenesí de incendios y de saqueos que vaciaron bibliotecas y museos. Las fábricas también fueron afectadas. En 2004 visité una que fabricaba refrigeradores. Sus trabajadores la despojaron de todo lo que tenía algún valor, luego la incendiaron tan a fondo que el almacén era una escultura de planchas de metal retorcidas.
En esos días la gente en las noticias por cable pensó que los saqueos fueron altamente políticos. Dijo que es lo que pasa cuando un régimen carece de legitimidad a los ojos del pueblo. Después de ver durante tanto tiempo cómo Sadam y sus hijos se servían de todo y de todos a su gusto, muchos iraquíes de a pie pensaron que habían ganado el derecho a apoderarse de unas pocas cosas para sí mismos. Pero Londres no es Bagdad, y el primer ministro británico David Cameron está lejos de ser Sadam, de modo que es seguro que no se puede aprender nada del asunto.
¿Y si consideramos un ejemplo democrático? Argentina, casi en 2001. La economía estaba en caída libre y miles de personas que vivían en vecindarios difíciles (antiguas zonas industriales prósperas antes de la era neoliberal) invadieron supermercados de propiedad extranjera. Salieron empujando carritos de compra abarrotados de bienes que ya no podían permitirse, ropa, electrónica, carne. El gobierno proclamó un “estado de sitio” para restaurar el orden; a la gente no le gustó y derrocó al gobierno.
El saqueo de Argentina fue políticamente significativo porque era la misma palabra utilizada para describir lo que las elites de ese país habían hecho al vender los activos nacionales del país, en tratos de privatización, de una corrupción flagrante, ocultando su dinero en el exterior, pasando luego la cuenta a la gente mediante un brutal paquete de austeridad. Los argentinos comprendieron que el saqueo de los centros comerciales no habría sucedido sin el mayor saqueo del país, y que los verdaderos gángsteres eran los que estaban a cargo.
Pero Inglaterra no es Latinoamérica, y sus disturbios no son políticos, o por lo menos es lo que se nos dice. Solo tienen que ver con muchachos ingobernables que aprovechan una situación para apoderarse de lo que no es suyo. Y la sociedad británica, nos dice Cameron, detesta ese tipo de conducta.
Y lo dice con toda seriedad. Como si los masivos rescates de los bancos no hubieran sucedido jamás, seguidos de las descaradas bonificaciones récord. Seguidos de las reuniones de emergencia del G-8 y del G-20, cuando los dirigentes decidieron, colectivamente, no hacer nada para castigar a los banqueros por parte de todo esto, no hacer nada serio para impedir que una crisis similar vuelva a ocurrir. En lugar de hacerlo, todos volverían a sus respectivos países e impondrían sacrificios a los más vulnerables. Lo harían despidiendo a trabajadores del sector público, convirtiendo a los maestros en chivos expiatorios, cerrando bibliotecas, aumentando el coste de la educación, rechazando los contratos con los sindicatos, creando privatizaciones aceleradas de activos públicos y disminuyendo las pensiones: mezclad el cóctel según vuestro país. ¿Y quién se presenta en la televisión sermoneando sobre la necesidad de renunciar a esos “beneficios”? Los banqueros y los administradores de los fondos de alto riesgo, por supuesto.
Estamos ante un saqueo global, días de gran toma de beneficios. Alimentado por un sentido patológico de los derechos a beneficios, este saqueo se realizó a plena luz del día, como si no hubiera nada que ocultar. Sin embargo, existen algunos molestos temores. A principios de julio, el Wall Street Journal, citando un nuevo sondeo, informó de que un 94% de los millonarios temen la “violencia en las calles”. Resulta que ése era un temor razonable.
Evidentemente, los disturbios de Londres no fueron una protesta política. Pero la gente que comete robos nocturnos está endemoniadamente segura de que sus elites han estado cometiendo robos a plena luz del día. Los saqueos son contagiosos.
Los conservadores tienen razón cuando dicen que los disturbios no tienen que ver con los recortes. Pero tienen mucho que ver con lo que representan esos recortes: que te recorten como si fueras una sobra. Ser excluido en una clase baja en rápido crecimiento, y que los pocos escapes que existían –un empleo sindicalizado, una buena educación asequible– se cierran rápidamente. Los recortes son un mensaje. Dicen a sectores completos de la sociedad: te vas a quedar donde estás, como los migrantes y refugiados que rechazamos en nuestras fronteras cada vez más fortificadas.
La respuesta de David Cameron a los disturbios es hacer que esta exclusión sea literal: desalojos de viviendas sociales, amenazas de cortar los medios de comunicación y condenas indignantes (cinco meses a una mujer por recibir un short robado). Vuelven a enviar el mismo mensaje: desapareced, y hacedlo en silencio.
En la “cumbre de la austeridad” del G-20 del año pasado en Toronto, las protestas se convirtieron en disturbios y se quemaron numerosos coches policiales. No fue nada en comparación con los sucesos de Londres 2011, pero fue chocante para nosotros, los canadienses. La gran controversia entonces fue que el gobierno había gastado 675 millones de dólares en la “seguridad” de la cumbre (pero a pesar de todo parece que no pudieron apagar esos incendios). Entonces, muchos de nosotros subrayamos que el costoso nuevo arsenal adquirido por la policía –cañones lanza-aguas, cañones de sonido, gas lacrimógeno y balas de goma– no se había adquirido solo para reprimir a los manifestantes en las calles. Su uso a largo plazo era: disciplinar a los pobres, los que en la nueva era de austeridad tienen tan poco que perder que se vuelven peligrosos.
Es lo que no comprende David Cameron: no se pueden recortar los presupuestos de la policía al mismo tiempo que se recorta todo lo demás. Porque cuando se roba a la gente lo poco que tiene, a fin de proteger los intereses de los que tienen más de lo que cualquiera merece, hay que contar con que haya resistencia, sean manifestaciones organizadas o saqueos espontáneos.
Y no es política. Es física.
Naomi Klein es una periodista galardonada, columnista publicada en numerosos periódicos y autora del éxito de ventas internacional del New York Times, La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre (septiembre de 2007); y de un éxito de ventas internacional anterior: No logo: El poder de las marcas; y de la colección: Vallas y Ventanas: Despachos desde las trincheras del debate sobre la globalización (2002). Lea más en Naomiklein.org. La puede seguir en Twitter: @naomiaklein
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El caso contra las agencias de calificación crediticia


22-08-2011

El caso contra las agencias de calificación crediticia
Perros guardianes de los bancos


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En la actual inminente confrontación las agencias de calificación crediticias juegan el papel político de “matones” como guardabarreras del crédito, para aplicar presión a Islandia, Grecia e incluso EE.UU. para que sigan políticas favorables a los acreedores que conducen inevitablemente a crisis financieras. Estas crisis, por su parte, obligan a los gobiernos deudores a vender sus activos en condiciones de suma necesidad. Al realizar este servicio de perros guardianes de los banqueros del mundo, las agencias de calificación crediticia escalan en una estrategia política que han refinado desde hace tiempo, durante una generación, en la corrupta arena de la política local de EE.UU.
¿Por qué favorecen las agencias calificadoras las privatizaciones en lugar de una política tributaria sana? El análisis de Kucinich
En 1936, como parte de la reforma del New Deal de los mercados financieros de EE.UU., los reguladores prohibieron que los bancos y administradores institucionales de dinero compraran valores considerados “especulativos” por los “manuales de calificación reconocidos”. Las compañías de seguros, fondos de pensión y fondos mutuos sometidos a la regulación pública tienen que “tomar en cuenta” los puntos de vista de agencias calificadoras de riesgo, que los suministran con un monopolio sancionado por el gobierno. Esas agencias ganan su dinero ofreciendo sus “opiniones” (de las cuales nunca han sido legalmente responsables) en cuanto a las perspectivas de pago de diferentes grados de seguridad, desde AAA (como deuda gubernamental segura, la máxima calificación porque los gobiernos siempre pueden imprimir dinero para pagar) hasta varios niveles de basura.
Moody’s, Standard and Poor y Fitch se concentran sobre todo en acciones y en emisiones de bonos corporativos, estatales y locales. Ganan dinero dos veces con la misma transacción cuando ciudades y Estados equilibran sus presupuestos separándose de empresas públicas hacia nuevas entidades corporativas que emiten nuevos bonos y acciones. Este incentivo empresarial provoca antipatía en las agencias de calificación hacia gobiernos que se financian sobre una base de pagos sobre la marcha (como apoyaba por Adam Smith) aumentando impuestos sobre bienes raíces y otras propiedades, impuestos a la renta o a las ventas en lugar de pedir prestado para cubrir sus gastos. El efecto de este prejuicio inherente es no dar una opinión sobre lo que es mejor económicamente para una localidad, sino más bien qué produce más beneficios para ellas mismas.
Se presiona a las localidades cuando el aumento de sus niveles de deuda conduce a una austeridad económica. Los bancos, reducen sus líneas de crédito e instan a ciudades y Estados a pagar sus deudas privatizando sus empresas públicas más viables. La oferta de opiniones sobre esta práctica se ha convertido en un gran negocio para las agencias calificadoras. Por lo tanto es comprensible que su modelo de negocios se oponga a políticas –y a candidatos políticos– que apoyan la idea de basar las finanzas públicas en impuestos en lugar de préstamos. Este interés propio distorsiona sus “opiniones”.
Si esto parece una explicación demasiado cínica para los puntos de vista basados en los propios intereses de las actuales agencias calificadoras, existen suficientes ejemplos que datan de hace treinta años para ilustrar su conducta poco ética. El primer caso y el más tristemente célebre ocurrió en Cleveland, Ohio, después que Dennis Kucinich fue elegido alcalde en 1977. Las agencias calificadores habían estado dando buenas notas a la ciudad a pesar de que había estado utilizando fondos de bonos inapropiadamente para propósitos de operaciones generales a fin de cubrir sus déficit presupuestarios mediante préstamos, dejando a Cleveland con deudas de 14,5 millones de dólares con los bancos debido a líneas de crédito abiertas a corto plazo.
Cleveland tenía una compañía potencialmente muy rentable, Municipal Light, que su alcalde de la Era Progresista, Tom Johnson, creó en 1907 como una de las primeras empresas de servicios públicos de electricidad de propiedad pública. Suministraba electricidad para iluminar las calles de Cleveland y otros usos públicos, así como para suministrar energía a usuarios privados. Mientras tanto, los bancos y sus principales clientes locales habían invertido fuertemente en el competidor de propiedad privada de Muni Light, Cleveland Electric Illuminating Company. Miembros del Cleveland Trust estaban en el consejo de CEI y tenían mucha influencia en el consejo municipal para tratar de adquirirla. En una serie de acciones que funcionarios de la ciudad, el Senado de EE.UU. y las agencias reguladores consideraron inapropiadas (el uso común diría criminales), CEI causó una serie de interrupciones del servicio y trabajó con los bancos y las agencias calificadoras para tratar de obligar a la ciudad a venderle la empresa de servicio público. Los bancos por su parte tenían el ojo puesto en el financiamiento de una privatización –y esperaban poder presionar a la ciudad a fin de que vendiera, amenazando con invalidar sus líneas de crédito si no entregaba Muni Light.
El señor Kucinich se presentó como candidato a alcalde para bloquear esa privatización. Para liberar de la presión financiera por sus intereses creados –sobre todo de bancos y servicios públicos privados– trató de colocar las finanzas de la ciudad sobre una base sana mediante el aumento de los impuestos. Esto amenazó con desacelerar los pedidos de préstamos a los bancos (reduciendo así también el negocio de las agencias de calificación), mientras liberaba a Cleveland de las presiones que habían aparecido en todo EE.UU. para que las ciudades vendieran sus empresas públicas, especialmente desde los años ochenta, cuando los políticos que reducían los impuestos las dejaron con más deudas.
Los bancos y agencias calificadoras dijeron al alcalde Kucinich que apoyarían su carrera política e incluso insinuaron que financiarían una candidatura a gobernador si colaboraba con ellos y aceptaba la venta de la empresa eléctrica. Cuando se negó rotundamente, los bancos dijeron que no podrían renovar sus líneas de crédito a una ciudad tan renuente a equilibrar sus cuentas privatizando sus empresas más lucrativas. Esta amenaza fue como si una compañía de tarjetas de crédito exigiera repentinamente que un cliente pague el monto total de su deuda, diciendo que si no le pagaba, llegaría el alguacil y embargaría las propiedades para venderlas (algo usual cuando se trataba de crédito extendido a los clientes de los banqueros).
Las agencias calificadoras intervinieron y amenazaron con rebajar la calificación crediticia de Cleveland si la ciudad no privatizaba su empresa. La táctica financiera era ofrecer la zanahoria de corromper políticamente al alcalde, mientras se usaba la amenaza de forzar a la ciudad a la crisis financiera y de aumentar sus tipos de interés. Si la economía no pagaba precios más elevados al servicio público como resultado de la privatización, tendría que pagar más intereses.
Pero, por principio, el alcalde se negó a vender la empresa y los votantes prefirieron mantener Muni Light pública por un margen de 2 a 1 en un referendo. Procedieron a pagar la deuda de la ciudad aumentando su tasa de impuesto sobre la renta a fin de evitar el pago de precios más altos por la electricidad privatizada. Su decisión estaba totalmente en línea con el Libro V de la Riqueza de las Naciones de Adam Smith que provee una perspectiva de cómo la toma de préstamos termina en una proliferación de impuestos para pagar los intereses. Esto hace que el sector privado pague precios más elevados por sus necesidades básicas que hace un siglo el alcalde Tom Johnson de Cleveland y otros dirigentes de la Era Progresista trataron de socializar para reducir el coste de la vida y de hacer negocios en EE.UU.
La alianza de los banqueros con el posible monopolio de la energía de los ricos de Cleveland llevó a que fuera la primera ciudad de EE.UU. que declaró el default desde la Gran Depresión ya que el Estado de Ohio la obligó a la bancarrota fiscal en 1979. Los bancos utilizaron la crisis para obtener un beneficio fácil al comprar títulos de deuda a corto plazo vendidos bajo condiciones de emergencia exacerbadas por las agencias calificadoras. Los bancos ayudaron a financiar al oponente del alcalde Kucinich en la elección de 1979.
Pero al salvar a Muni Light había ahorrado a los votantes cientos de millones de dólares que los privatizadores habrían incluido en sus tarifas eléctricas para cubrir mayores tasas de interés y honorarios financieros, dividendos a los accionistas y exorbitantes salarios y opciones en acciones. Finalmente los votantes llegaron a reconocer el logro de Kucinich y lo han enviado al Congreso desde 1997. En cuanto al rival en propiedad privada de Muni Light, Cleveland Electric Illuminating Company, se hizo famosa por ser primordialmente responsable del apagón eléctrico en el noreste de EE.UU. en 2003 que dejó a 50 millones de personas sin electricidad.
La moral es que el criterio de las agencias calificadoras fue simplemente lo que era mejor para los bancos, no para la economía deudora que emitía los bonos. Se mostraron ansiosas de retocar las calificaciones crediticias de Cleveland haciendo algo dañino –primero, pidiendo prestado a los bancos en lugar de cubrir su presupuesto aumentando impuestos a los bienes raíces y a la renta; y segundo, aumentando el coste de hacer negocios al vender Muni Light. Amenazaron con reclasificar la ciudad a una posición inferior por haber protegido su interés económico y haber intentado mantener bajo el coste de la vida y de la realización de negocios.
Las tácticas de los bancos y de las agencias de calificación crediticia han tenido éxito con más facilidad en ciudades y Estados que han caído profundamente en la dependencia de las deudas. El objetivo es repartirse los activos nacionales, haciendo en Washington lo que trataron de hacer en Cleveland y otras ciudades durante la última generación. Una presión similar ejercen en el ámbito internacional sobre Grecia y otros países. Las agencias calificadoras actúan como “matones” políticos para quebrantar economías que se niegan a vender sus bienes al sector privado para solucionar problemas de deuda reconocidos por los mercados antes de que las agencias calificadoras reconozcan el mal modo financiero que apoyan por sus propios intereses empresariales.
¿Por qué se oponen las agencias calificadoras a los controles públicos contra el fraude financiero?
El peligro planteado por las agencias calificadoras al presionar a la economía global a una carrera hacia la deuda y la privatización se hizo aún más flagrante recientemente en su impulso para dar más carta blanca a la conducta financiera abusiva de bancos y aseguradores. El ex miembro del personal del Congreso de EE.UU., , cita un ejemplo suministrado por Josh Rosner y Gretchen Morgenson en Reckless Endangerment sobre su apoyo a los derechos de acreedores a involucrarse en préstamos depredadores y fraude total. El 12 de enero de 2003, el Estado de Georgia aprobó fuertes leyes contra el fraude hechas por defensores de los consumidores. Cuatro días después, Standard & Poor anunció que si Georgia aprobaba castigos antifraude para corredores y prestamistas hipotecarios, los paquetes que incluyan ese tipo de deudas no podrían recibir calificaciones AAA.
“Debido a la nueva Ley de Préstamos Justos del Estado, S&P dijo que ya no permitirá que los préstamos hipotecarios originados en Georgia se coloquen en los valores hipotecarios que califica. Moody’s y Fitch pronto emitieron advertencias similares.
“Fue un golpe crítico. La acción de S&P significó que los prestamistas en Georgia ya no tendrían acceso a la máquina de titulización monetaria; tendrían que mantener los préstamos que otorgaban en sus propios libros, o venderlos uno a uno a otras instituciones. Por su parte, aclararon al público que habría menos financiamiento para hipotecas, destruyendo ‘el sueño’ de la propiedad de la vivienda.”
El mensaje fue no solo que los préstamos bancarios libres de la amenaza legal contra conducta deshonesta fueran considerados legalmente libres de riesgo para compradores de valores respaldados por hipotecas depredadoras o fraudulentas. El riesgo en cuestión era que agencias estatales reducirían o incluso anularían pagos extorsionados por corredores inmobiliarios, tasadores y banqueros corruptos. Rosner y Morgenson lo resumen como sigue:
“Standard & Poor dijo que actuaba porque la nueva ley creaba obligaciones a cualquier institución que participara en una titulización que contuviera un préstamo que pudiera considerarse depredador. Si una firma de Wall Street comprara préstamos que violaran la ley y los colocara en un pool de hipotecas, la firma sería responsable según la ley. Lo mismo vale para inversionistas que adquirieran participación en los pools.
‘Las partes en transacciones en titulizaciones, incluidos depositantes, emisores y servidores, podrían estar todos sujetos a penalización por trasgresiones según la Ley de Préstamo Justo de Georgia’, explicó el comunicado de prensa de S&P.”
La lógica de las agencias calificadoras es que los dueños de bonos no podrán cobrar si las entidades públicas encausan el fraude financiero involucrado en el empaquetamiento de paquetes hipotecarios y bonos engañosos. Es un principio legal básico que receptores u otros compradores de propiedad robada deben perder el derecho a ella, y el activo debe devolverse a la víctima. Por lo tanto el encausamiento del fraude es una amenaza para el comprador –como un coleccionista de arte que compró un cuadro robado debe devolverlo, no importa cuánto haya pagado al perista o al comerciante intermediario-. Las agencias calificadoras no quieren que este principio se siga en los mercados financieros.
Hemos terminado en un buen embrollo si las agencias calificadoras adoptan la posición de que las hipotecas empaquetadas solo pueden recibir calificaciones AAA de Estados que no protegen a los consumidores y deudores contra el fraude hipotecario y las finanzas depredadoras. La lógica es que al dar a los tribunales el derecho de encausar el fraude amenaza la viabilidad de las demandas de un acreedor y se apoya una carrera hacia el fondo. Si la honestidad y el crédito viable fueran el objetivo de las agencias calificadoras, darían calificaciones AAA solo a Estados cuyos tribunales disuadan a los prestamistas de involucrarse en el tipo de fraude que ha terminado por destruir el exceso de la hipoteca titulizada desde septiembre de 2008. Pero las agencias calificadoras no están a cargo de la protección de los intereses de los ahorristas o de los clientes de los bancos –y de ahí también la viabilidad de paquetes de hipotecas titulizadas.
Al disfrazarse de asesores y organizaciones de investigación objetivos, las agencias calificadoras actúan como lobbistas de bancos y aseguradores al apoyar una carrera hacia el fondo –hacia la deuda, ventas de privatización y la erosión de los derechos del consumidor y del control sobre el fraude-. “S&P estaba destruyendo agresivamente la regulación del servicio de las hipotecas y las reglas para impedir los préstamos fraudulentos o depredadores,” concluye Stoller. “Naomi Klein escribió sobre el uso de S&P y Moody’s por parte de banqueros canadienses a principios de los años noventa para amenazar con una rebaja de la calificación de ese país a menos que se redujera el seguro de desempleo y la atención sanitaria”.
El dilema básico es que todo lo que interfiera con el poder acreedor arbitrario para ganar dinero mediante trucos, explotación y fraude total amenaza el cobro de deudas. Los bancos y las agencias calificadoras han esgrimido este poder con tal intransigencia que han corrompido el sistema financiero hacia los préstamos hipotecarios basura, bonos basura para financiar a filibusteros corporativos, y juegos computarizados de “capitalismo de casino”. ¿Cuál es entonces la lógica de dar a esas agencias un monopolio público para imponer sus “opiniones” por cuenta de sus clientes pagadores, discriminando las políticas a las que se opone el sector financiero –dictámenes que los inversionistas institucionales están legamente obligados a obedecer-?
Amenazas de rebajar a EE.UU. y a otras economías nacionales para imponer políticas favorables a las finanzas
En el momento en el que las demandas de pago resultan autodestructivas, los acreedores pasan a su posición de repliegue. El Plan B es embargar, tomar posesión de la propiedad de los deudores. En el caso de deuda pública, se dice a los gobiernos que privaticen el dominio público, y los bancos crean el crédito para que sus clientes compren esos activos, normalmente bajo condiciones de liquidación total que dejan espacio para plusvalías y otras ventajas financieras. En casos en los que el embargo y las liquidaciones forzadas no logran compensar enteramente a los acreedores (como cuando la economía se desmorona), el Plan C es que los gobiernos simplemente rescaten a los bancos, llevando malas deudas de los bancos y otras obligaciones a las cuentas públicas para que los contribuyentes las compensen.
La amenaza de Standard and Poor de rebajar los bonos del Tesoro de EE.UU. de AAA a AA+ exacerbaría el problema si realmente desalentara a los compradores de adquirir esos bonos. Pero el lunes 8 de agosto, después de su rebaja del viernes por la tarde, los tipos deudores cayeron, y los bonos del Tesoro a corto plazo estuvieron realmente en territorio negativo. Eso significó que los inversionistas tuvieron que perder un pequeño margen simplemente para mantener seguro su dinero. Por lo tanto las opiniones de S&P son tan ineficaces como guía útil para los mercados como lo son como guía para promover una buena política económica.
Pero la intención de S&P no era realmente afectar la negociabilidad de bonos del Tesoro. Fue una triquiñuela política para promover la idea de que la solución al actual déficit presupuestario es buscar la austeridad económica. El mensaje es que el presidente Obama debería reducir los derechos a Seguridad Social y Medicare para liberar más dinero para más subsidios, rescates y recortes tributarios para la punta de la cada vez más empinada pirámide de la riqueza. El profesor neoliberal de economía de Harvard Robert Barro lo explicó claramente en un artículo de opinión en el Wall Street Journal. Calificando la rebaja de “llamada de atención” para encarar el déficit presupuestario, describió la solución preferida por el sector financiero: una encarnizada guerra de clases contra los trabajadores para reducir los niveles de vida y polarizar aún más la economía de EE.UU. entre acreedores y deudores transfiriendo los impuestos de la especulación financiera e inmobiliaria a empleados y consumidores.
“Primero, hacer reformas estructural de los principales programas de garantía de acceso a prestaciones, comenzando por aumentos en las edades de elegibilidad y un cambio a una fórmula de indexación económicamente apropiada. Segundo, bajar la estructura de tipos impositivos marginales en el impuesto individual a la renta. Tercero, en el espíritu de la reforma tributaria de Reagan en 1986, pagar por las rebajas tributarias, eliminando gradualmente los principales ítems de gastos de impuestos, incluidas las preferencias para intereses de hipotecas de casas, impuestos estatales y locales a la renta y beneficios adicionales para empleados –por no mencionar la eliminación de los subsidios al etanol. Cuarto, eliminar permanentemente los impuestos corporativos y de propiedad, gravámenes que son ineficientes y producen poco dinero. Quinto, introducir un impuesto a los gastos de amplia base, como un impuesto al valor agregado (IVA), con una tasa de cerca de un 10%.”
El lobista bancario Anderson Aslund del Instituto Peterson de Finanzas Internacional cogió el tren en marcha aplaudiendo el desastre económico de Letonia (una caída de un 20% en el PIB, una reducción de un 30% en los salarios del sector público y una aceleración de la emigración) como una historia de éxito que debería, seguir otros países europeos. Como dicen “es algo que uno no puede inventar”-
Como principal propugnador y beneficiario en última instancia de la privatización, el sector financiero instruye a las economías deudoras para que vendan su propiedad pública y reduzcan los servicios sociales –mientras aumentan los impuestos a los empleados.- Las poblaciones que viven en economías semejantes las llaman infernales y tratan de emigrar para encontrar trabajo o simplemente para huir de sus deudas. ¿Qué otra cosa se podría decir del aumento de la pobreza, de las tasas de mortandad y del alcoholismo mientras unos pocos se enriquecen? Las agencias calificadoras actuales son como el FMI en los años setenta y ochenta. A los países que no aceptan la venta de su dominio público (y que se autorice la deducción impositiva a los pagos de intereses de compradores a crédito, la exención al impuesto a la renta a las multinacionales sobre sus ingresos de los monopolios que son privatizados), se les trata como proscritos y se los aisla al estilo de Cuba o Irán.
Semejantes planes de austeridad constituyen un modelo económico fracasado, pero el sector financiero ha logrado sacar ventaja incluso cuando  se desarticulan las economías. Su “Plan B” es el embargo, que se extiende a escala nacional. Al llegar los años ochenta, las economías planificadas por los acreedores en países deudores del Tercer Mundo habían llegado al límite de su poder de crédito. Bajo coordinación del Banco Mundial, se estableció un vasto mercado de gastos en la infraestructura nacional para la deuda, bonos y exportaciones de la nación acreedora. Los proyectos financiados con crédito tenían sobre todo el fin de facilitar exportaciones y suministrar energía eléctrica a inversiones extranjeras. Después de que México anunció su insolvencia en 1982, cuando ya no pudo permitirse el servicio de la deuda en moneda extranjera, ¿adónde se iban a volver los acreedores?
Su solución fue utilizar la crisis de la deuda como palanca para comenzar a financiar de nuevo esos mismos proyectos de infraestructura, cuando la mayoría se habían pagado en gran parte. Esta vez, lo que se estaba financiando no era nueva construcción, sino compras por el sector privado de propiedades que había sido financiada por el Banco Mundial y sus consorcios aliados de banqueros internacionales. Se habla de que el gobierno de EE.UU. venda sus parques nacionales y otros bienes raíces, carreteras e infraestructura nacionales, tal vez la reserva petrolera, el servicio postal, etc.
La “opinión” de S&P fue tratada con suficiente seriedad por John Kerry, el candidato presidencial demócrata de 2004, como una advertencia de que EE.UU. debería “poner orden en su casa”. A pesar de que en la página 4 de su explicación de 8 páginas sobre por qué rebajó los bonos del Tesoro, S&P declaró: “Hemos cambiado nuestra suposición al respecto porque la mayoría de los republicanos del Congreso se sigue resistiendo a toda medida que aumente ingresos, una posición que creemos que el Congreso reforzó al aprobar la ley”, el demócrata Kerry fue uno de tres senadores nombrados a la comisión según el acuerdo del techo de la deuda. Intervino para apoyar la acción de S&P como un positivo codazo para que el país encare su programa de “derechos a prestaciones” –como si la Seguridad Social y la retención de FICA [Ley de contribución al seguro federal, N. del T.]- fueran una especie de ayuda social, no ahorros reales aportados por los trabajadores, para que sean aniquilados mientras el gobierno vacía sus bolsillos a fin de rescatar a los grandes apostadores de Wall Street.
Una publicación financiera que no es nada menos que el Wall Street Journal ha llegado a la conclusión de que “en un mundo perfecto, S&P no existiría. Y tampoco existirían sus rivales Moody's Investors Service y Fitch Ratings Ltd. Por lo menos no en sus actuales roles de jueces y jurados globales de bonos corporativos y gubernamentales.” Como escribió de modo bastante elocuente su editor financiero Franceso Guerrera después de la atrevida amenaza de S&P de rebajar la calificación crediticia del Tesoro de EE.UU.: “La decisión histórica tomada por S&P el 5 de agosto es la culminación de 75 años de errores políticos que terminaron por delegar una función reguladora clave a tres entidades con fines de lucro”.
La conducta de importantes bancos y agencias calificadoras en Cleveland y otros casos similares –de prometer dar buenas calificaciones a Estados, condados y ciudades que aceptan pagar deudas bancarioa a corto plazo vendiendo sus joyas de la corona– no es ostensiblemente criminal según la ley (excepto cuando sus sicarios tienen éxito realmente en los asesinatos). Pero las agencias calificadoras han hecho un pacto con delincuentes para apoyar solo a prestatarios públicos dispuestos a aceptar semejantes políticas y no encausar al fraude financiero.
Consentir una conducta financiera tan económicamente destructiva es lo contrario de la responsabilidad fiscal. La reducción de los impuestos federales y de los pagos de la Seguridad Social para obtener una “opinión” más positiva de S&P otorgaría a los bancos la capacidad de cancelar proyectos e imponer la privatización y planes de austeridad contrarios a los trabajadores al negarse a extender el plazo de la deuda de EE.UU. –y reducir impuestos al estilo del Tea Party en lugar de financiar los gastos mediante la tributación basada en el sistema de reparto.
El actual descalabro del euro provee una lección objetiva de por qué la toma de decisiones nunca debe dejarse en manos de los banqueros centrales, porque su mentalidad favorece a los acreedores. De otra manera no tendrían la confiabilidad política exigida por el sector financiero que ha capturado al banco central, el Tesoro y las agencias reguladoras para conseguir poder de veto sobre quién es nombrado. En vista de su preferencia por la deflación por la deuda de la economía “real” –mientras tratan de inflar los precios de los activos al promover el producto de los bancos (creación de deuda)- las soluciones del banco central y del Tesoro tienden a agravar las recesiones económicas. Esto es autodestructivo porque actualmente el principal problema que bloquea la recuperación es el sobre-endeudamiento.
Michael Hudson es ex economista de Wall Street, distinguido profesor investigador de la Universidad de Missouri, en Kansas City, y autor de numerosos libros, entre ellos: “Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire” (nueva edición, Pluto Press, 2002) y “Trade, Development and Foreign Debt: A History of Theories of Polarization v. Convergence in the World Economy”. Puede contactarse con él en: mh@michael-hudson.com

lunes, 15 de agosto de 2011

Marx y los márgenes del mundo


15-08-2011

Marx y los márgenes del mundo

blog.mondediplo.net

Traducido por Guillermo F. Parodi

El objetivo este blog y de mi cuenta Twitter es intentar transmitir una información diferente sobre Oriente. No se trata solamente de intentar dar noticias diferentes, ni analizar lo que pasa, sino también de cambiar la perspectiva de lectura a través de la cual observamos Oriente. Es necesario deshacerse de esta visión eurocentrista y occidental-centrista que caracteriza a menudo a los medios de comunicación y a los intelectuales, incluidos los de izquierda. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.Es por esa razón que evoco aquí este libro que podría aparecer bien lejos de los temas habituales, se trata del libro de Kevin B. Anderson, Marx at the Margins. On Nationalism, Ethnicity, and Non-Western Societies (The University of Chicago, 2010).
El autor, profesor de Sociología y ciencia política de la Universidad de California en Santa Bárbara, explora la marcha del pensamiento de Karl Marx, basándose en textos a menudo desconocidos (una parte importantes de la obra de Marx aún permanece sin publicar). Explora el pensamiento de Marx sobre China y la India, sobre Rusia, sobre la guerra civil en los Estados Unidos (y las cuestiones de raza y clase), sobre Irlanda (relación entre nacionalismo y clase), lo hace sobre estos “márgenes del mundo”, lejos del centro capitalista. Cautivandor y estimulante.
Como punto de partida, tomemos el Manifiesto Comunista publicado en 1848 que afirma: “La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción y con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, arrastra a la civilización hasta a las naciones más bárbaras. El bajo precio de sus productos es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular hasta a los salvajes más xenófobos y fanáticos. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer. Las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Resumiendo, se crea un mundo a su imagen y semejanza”. Pese a las reservas expresadas por las palabras “llamada civilización”, marca claramente: el capitalismo aporta cambios radicales que representan un progreso y Europa muestra el camino a todas las naciones del mundo.
Cuando, en junio de 1853, Marx examina la política británica en la India, sugiere que todas las sociedades, incluida la India, están destinadas a seguir el mismo camino que Europa, la del desarrollo capitalista. En este punto de su trabajo, se trata incluso de un “gran relato” (marcado por el pensamiento de Hegel). Marx celebra los efectos positivos de la civilización superior británica sobre la civilización inferior de la India [1].
Sólo a partir de 1856 y de la segunda guerra del opio, Marx comienza a escribir más sistemáticamente sobre China. Mientras que justificó en parte la primera guerra del opio (1842-1843), a pesar de su pretexto “infame”, ya que implicaba la apertura de este país al comercio, condena mucho más claramente la segunda. Marx reconoce cada vez más el carácter destructivo del desarrollo capitalista y cuestiona su carácter progresista.
Sobre los movimientos nacionales en Polonia e Irlanda, Marx pensaba en los años 1847-1848 que la liberación de Polonia sería el resultado de la revolución proletaria, mientras que en los años 1860, pensaba al contrario que la liberación de Polonia sería la condición del desarrollo del movimiento obrero, en particular, en Alemania.
Adoptará el mismo punto de vista con Irlanda. En una carta a Engels del 10 de diciembre de 1869, escribe: “Mucho tiempo creí que la caída del régimen en Irlanda [recordemos que este país formaba parte entonces del Reino Unido] por la ascensión de la clase obrera inglesa. (...) Estudios más detenidos me condujeron a la opinión contraria. La clase obrera inglesa no podrá realizar nada antes de haberse deshecho de Irlanda. La palanca debe aplicarse en Irlanda. Es por eso que la cuestión irlandesa es tan importante para el movimiento social [2]. »
Es que Marx comprendió hasta qué punto la opresión de una nación por otra puede afectar a la clase obrera del país dominante. Y de explicar que “el obrero ordinario inglés odia al obrero irlandés a quien ve como un competidor que pesa sobre su nivel de vida (haciendo bajar los salarios). Se siente superior al irlandés ya que pertenece a la nación dominante y pasa a ser así un instrumento de los aristócratas y de los capitalistas ingleses contra Irlanda, reforzando así su poder sobre él mismo. (...) Este antagonismo es el secreto de la impotencia de los obreros ingleses a pesar de su organización. Es el secreto del mantenimiento de la dominación capitalista [3]. »
Durante la guerra civil en los Estados Unidos (1861-1864), Marx se comprometió como periodista y como dirigente de la Primera Internacional (creada en 1864). Elogiará la obra de Lincoln, incluso si criticó en sucesivas ocasiones su negativa a comprometerse en una guerra revolucionaria integrando negros en el ejército o pidiendo a los esclavos que se rebelaran. En un mensaje al pueblo estadounidense en 1865, la Internacional advierte: “Hagan que todos los ciudadanos sean declarados iguales en derecho y libres, sin ninguna restricción. Si fallan en darles sus derechos mientras que les piden respetar sus deberes, quedará pendiente una lucha para el futuro que puede de nuevo provocar derramamientos de sangre del pueblo” [4]. La liberación de los negros se transformará en una condición para la emancipación de los trabajadores.
En sus cuadernos para preparar El Capital y en esa obra (el libro I), afirma cada vez más que su trabajo se refiere a Europa y que la India, China o incluso Rusia deben estudiarse de manera específica, ya que su historia no vuelve a entrar en el marco de los “estados sucesivos” de desarrollo: sociedades primitivas, esclavismo, feudalismo, capitalismo. Introduce el método de producción asiático y vuelve de nuevo de manera positiva sobre las formas de propiedad comunal que se mantuvieron en ese país (y también en Rusia).
Durante la última década de su vida, el trabajo de Marx fue considerable pero, esencialmente, no publicado. El autor examina su análisis de las sociedades iroquesa y la griega antigua, sobre la India, Indonesia, Argelia, América Latina, y sobre todo Rusia. En una carta publicada después de la traducción al ruso de El Capital, Marx tiene en cuenta que la fatalidad del desarrollo del capitalismo tal como la describe “se limita a los países de la Europa Occidental”.
Como conclusión de su obra, Anderson escribió: “En resumen, puse de manifiesto en este estudio que Marx había desarrollado una teoría dialéctica del cambio social que no era ni unilineal (sucesión de modos de producción), ni fundada solamente sobre las clases. A medida que su teoría del desarrollo social evolucionaba en una dirección multilineal, su teoría de la revolución se concentraba de manera creciente en la intersección entre clase, etnicismo, raza y nacionalismo. Ciertamente, Marx no era un filósofo de la diferencia en sentido postmoderno del término, ya que la crítica de una entidad superior, el capital, estaba en el centro de su empresa intelectual. Pero este carácter central no significaba la exclusividad. La teoría social del Marx en su madurez volvía en torno al concepto de “totalidad” que no ofrecía solamente la ventaja de dejar un gran lugar a las particularidades y a las diferencias, sino también, en algunos casos, hacía de estas particularidades -raza, etnia, o nacionalidad- elementos determinantes de la totalidad [5]. »
Todas estas reflexiones son importantes para incluir el mundo de hoy y la articulación entre los problemas de “clase”, de “nación”, de “raza” y también de “género”. Contra la idea que basta con solucionar la cuestión social para solucionar los otros “problemas”, Marx abrió la vía a una reflexión bien más fructífera y a una articulación de los distintos niveles de luchas.
Notas:
El autor del artículo en francés consideró importante referir mediante notas los trozos del libro en el idioma original utilizados y traducidos en el texto. Respetando su criterio se conservaron dichas notas (NdT).
[1] « First, Marx suggest that all societies, including India, are destined to tread the same pathway as was the West, that of capitalist development. It is virtually a grand narrative at this point in Marx’s work » (influence de Hegel) ; « Second, he repeatedly extolls the beneficial effects of Brittain’s “higher” civilization on India’s “lower” one. » (p. 20)
[2] « For a long time, I believed it would be possible to overthrow the Irish regime by English working class ascendancy. I always took this viewpoint in the New York Tribune. Deeper study has now convinced me of the opposite. The English working class will never accomplish anything before it has got rid of Ireland. The lever must be applied in Ireland. This is why the Irish question is so important for the social movement in general. » (p. 144)
[3] « All industrial and commercial centers in England now have a working class split into two hostile camps, English proletarians and Irish proletarians. The ordinary English worker hates the Irish worker as a competitor who forces down the standard of life. In relation to the Irish worker, he feels himself to be a member of the dominant nation and, therefore, make himself a tool of his aristocrats and capitalists against Ireland, thus strengthening their domination over himself. (…) This antagonism is the secret of the powerlessness of the English working class, despite its organization. It is the secret of the capitalist class’s maintenance of its power. And the latter is fully conscious of this. » (pp. 149-150)
[4] « Let your citizens of to-day be declared free and equal, without reserve. If you fail to give them their citizen’s rights, while you demande citizen’s duties, there will yet remain a struggle for the future which may again stain your country with your people’s blood. » (p. 113)
[5] « In sum, I have argued in this study that Marx developed a dialectical theory of social change that was neither unilinear nor exclusively class-based. Just as his theory of social development evolved in a more multilinear direction, so his theory of revolution began over time to concentrate increasingly on the intersectionality of class with ethnicity, race, and nationalism. To be sure, Marx was not a philosopher of difference in the postmodernist sense, for the critique of a single overarching entity, capital, was at the center of his entire intellectual enterprise. But centrality did not mean univocality or exclusivity. Marx’s mature social theory revolved around a concept of totality that not only offered considerable scope for particularity and difference but also on occasion made those particulars – race, ethnicity, or nationality – determinants for the totality. Such was the case when he held that an Irish national revolution might be the “lever” that would help to overthrow capitalism in Britain, or when he wrote that a revolution rooted in Russia’s rural communes might serve at the starting point for a Europe-wide communist development. » (p. 244)
Lunes 8 de agosto de 2011

Fuente: http://blog.mondediplo.net/2011-08-08-Marx-et-les-marges-du-monde
rCR

martes, 9 de agosto de 2011

Ley de Costos y Precios Justos y la Ley de Desarme, dos leyes de carácter de clases distintas
Por: Francisco Sierra Corrales
Fecha de publicación: 09/08/11

imprímelo
Aunque no es el objetivo de este artículo hacer un análisis técnico sobre ambas leyes, sino más bien una comparación política, aunque para ello debemos tocar aspectos científicos jurídicos, entre dos leyes que sancionan conductas transgresoras antagónicas: la primera, encierra una conducta que solo puede ser cometida por los ricos o por quien tenga capital (Así sea poquito) o una posición de dominio social como ser comerciante, industrial, productor, capitalista, para “aspirar a ser candidato” a delincuente por especulador, cualquier hijo de vecina porque le da la gana no puede tener el status de “especulador”. Mientras que la otra ley, la de desarme o ley “PP-Primero Justicia” (Partido Fascista-Franquista Español que participo activamente en el golpe de estado del 2002), cuya conducta transgresora consiste en portar ilícitamente un arma, esa conducta puede ser cometida por cualquier hijo de vecina que le dé la gana, pero peor aún, el desarme es a un tipo determinado de sector, a los barrios populares, para nada se tocan las zonas exclusivas del este Caraqueño, en donde hay armas de las bonitas, que precisamente poseen estos ricos para protegerse de “la chusma”.

LO BUENO Y LO MALO DE LA LEY DE COSTOS Y PRECIOS JUSTOS

Cuando nos ponemos a analizar esta ley, en su aspecto positivo, resulta que son tan pocos, que pareciera una ley netamente mediática, para decir que se está haciendo algo en contra de la especulación, principal problema del venezolano, ya que toca al estomago, aunque la derecha mediática, conjuntamente con la burocracia reformista, en gobierno, han logrado imponer a la delincuencia pobre como principal problema del país (Por intermedio del mecanismo de guerra psicológica denominado la repetición de corte NAZI), pero el problema de la vida cara o inflación, es el problema más apremiante del venezolano, es mas este flagelo de la inflación es que hace que se multiplique la delincuencia pobre, tan castigada por los medios de la derecha, a nivel mundial.
La especulación en nuestro país, es la principal causa de la inflación, que contra toda regla científica económica, es la más grande del continente Americano, digo contra toda regla científica, puesto que Venezuela, por ser país petrolero y estar los precios del petróleo viviendo su mejor momento desde 1980, la economía, repito en base al “librito” debería ser solida, pero no lo es, la conspiración de derecha y la burocracia reformista, han hecho que FEDECAMARAS imponga su código de muerte (Vida cara y desencanto del gobierno revolucionario), el cuentico ese, de que existe más demanda que oferta porque no se produce es pura falacia, entonces en las islas paraísos del Caribe y pacífico y en Mónaco, el costo de la vida debería ser astronómico y no lo es, pero sobre eso hablaremos más abajo.

Lo bueno de la ley, que se atreve a regular la especulación y establece un mecanismo, aparentemente científico para la fijación, seguimiento y control de los precios de los productos de consumo y servicio como es el Sistema Integrado de Costos y Precios y establece un ente regulador o controlador y “represor” de la especulación, aunque es un policía sin un poderoso chopo y con unas sanciones irrisorias, por supuesto los agentes de FEDECAMARAS, con esa “policía” seguirán haciendo fiesta, en detrimento de los bolsillos del pobre, hasta que este se canse, arrugue la cara y ponga en su sitio a derechistas y burócratas.

Lo malo, es casi toda ella, aunque crea la superintendencia de costos y precios no la han investido de poderes policiales especiales, como lo requiere la gravedad del asunto, tampoco crea los tribunales penales que condenaran a los delincuentes de cuello blanco especuladores; y las penas (Disculpen infracciones) son irrisorias a tamaños delitos cuya conducta, en los casos de bienes masivos o de primera necesidad (Medicinas, alimentos), son de lesa humanidad; un arrebatón, el hurto de una empanada o un atraco a una persona que son conductas mucho menos lesivas al colectivo social tienen más penas, y en donde el especulador no es un delincuente sino un “infractor”, es decir un in-imputable. Creo que si FEDECAMARAS hubiese hecho esta ley, por mantener las apariencias, hubiese sido más duro que el gobierno bolivariano revolucionario.

EL ENTORNO EXISTENTE EN LA LEY DE DESARME

En más de una oportunidad hemos hablado de la “·cohartada” burguesa; según las tesis criminológicas del Ius Comunismo, los capitalista que son los principales autores de los delitos sociales, en especifico en contra de la propiedad, porque mayor robo que la misma existencia de la propiedad privada, la plusvalía y la especulación comercial, no existen; estas conductas anormales, anómicas y de verdadera transgresión, son la “piedra angular” de todos los delitos en contra de la propiedad ajena y colectiva habidos y por haber. Entonces decíamos, que la burguesía principal delincuente universal, para justificarse y no ser develada y distraer, grita fuerte “allá va el ladrón”, este es el método de la cohartada burguesa; por supuesto el ladrón para ellos, siempre será el proletariado, el pobre; este sector que es víctima de ellos, son los delincuentes, bandoleros, asesinos. Esta tesis, es fácilmente verificable leyendo los 10 primeros diarios de Nuestramérica y allí se condena y se reprocha, con carácter sensacionalista, solo los delitos cometidos por los pobres y en su mayoría cuando son en contra de la propiedad y la seguridad burguesa.

Dentro de esta tónica de la cohartada, la derecha imperialista Venezolana, al igual que el resto de la derecha continental, solo califica como delito aquellos hechos que afectan sus intereses de clase, los delitos que se cometen en contra de su propiedad y su seguridad.

Por ejemplo es delito el asalto a un banco, pero los robos directos e indirectos que cometen los banqueros, tanto al apropiarse de ese dinero o “autoestafarse”, como al aumentar los intereses o cobrar indebidamente por servicios, al que están obligados a efectuar por tener el monopolio del tránsito del dinero, monopolio este otorgado por un estado cómplice o el descuente de céntimos que son imperceptibles por los clientes y muchas veces no devolver los intereses u obligar a la gente a usar tarjetas de debito y/o crédito; y peor aun en la era neoliberal, el utilizar el dinero de los ahorristas para invertirlo, sin autorización de estos y sin darle un porcentaje de la inversión, inversiones en su mayoría erráticas y que provocan quiebras, que luego son asumidas por un estado felón; eso no es delito; tampoco es delito, el hecho que la burguesía banquera (Financiera), madre de todas las burguesías en la etapa imperial, le impone a la sociedad “paquetes hambreadores”, avalados y asumidos por los organismos económicos de la ONU, como lo hizo en Nuestramérica en los 80-90 y ahora lo hace en Europa, que provocan desempleos masivos, hambres colectivas y decuplican la delincuencia pobre; esas conductas que implican enriquecimiento sin causa, sin respaldo de un trabajo realizado (Que son los fundamentos del delito en contra de la propiedad) e implican también agresión a la sociedad, por odio de clase y preservación de sus intereses, son premiadas y hasta reconocidas públicamente como meritorias y dignas de ejemplo a seguir por “exitosas” y obligada la humanidad a acatarla.

La ley de desarme va en contra de la proliferación de armas de una clase determinada, de un sector determinado, para nada el súper armamento de calidad y de alta potencia que se ha venido dotando tanto la burguesía como la derecha en las zonas exclusivas del país; ese tipo de armamento ni se menciona ni se nombra; lo peligroso es que sean los pobres quienes estén armados, así se estén matando entre ellos, no vaya ser que algún día se pongan de acuerdo y usen esas armas en contra, de quien verdaderamente deberían usarlas, en contra del capital.

Esta es una ley, en donde se han puesto de acuerdo derechistas imperialistas y pumalacas, dentro de un nuevo ambiente de “paz social” que desde la cúpula del gobierno bolivariano se ha venido promoviendo, inconsultamente, producto de un neo-caudillismo imperante, en donde no se le pide rendición de cuentas ni se le escruta sus decisiones, al comandante.

¿EL PROBLEMA DEL SOCIALISMO ES LA PRODUCCION; Y NO LA DISTRIBUCION?

Ahora, tenemos a un “nuevo genio” escribidor dentro del campo, supuestamente revolucionario, quien debería al menos estar investigado penalmente, ya que como ministro que fue, es imposible tan siquiera pensar que no metió la mano o por lo menos mantuvo una indiferencia benévola, con sus hermanos banqueros, algunos prófugos de la justicia, aparte de ser el “estadístico de la burocracia”, con una empresa de datos y medición de opinión que tiene, invade el campo de ser “ideólogo” y en un artículo ha dicho que el problema del socialismo es la producción y no la distribución; veamos.

Estas tesis burguesa de “capitalistas trabajadores”, “capitalistas sus riquezas es `producto del trabajo y esfuerzo propio”, no son nuevas, desde la comuna de Paris, en 1871, los capitalistas decían, ante la expropiación que el breve gobierno revolucionario y primera experiencia socialista mundial, les hacían, manifestaban que “le estaban robando sus propiedades producto de su esfuerzo y trabajo”.

Carlos Marx, demostró, con estudios económicos-científicos el robo, la apropiación del trabajo ajeno que hace la burguesía por intermedio de la plusvalía; pero los capitalistas son especialistas y siempre han puesto “el mundo al revés”, ellos, que son los apropiadores del trabajo social y ajeno, se colocan como los “productores”, los “creadores de riqueza”, los “trabajadores”. En cambio los trabajadores, con su socialismo, son los ladrones, los aprovechadores, los que le quieren robar y les tienen envidia, a sus riquezas que fueran construidas con esfuerzo propio.

Lo anterior ha sido siempre, desde el siglo XIX, pero no nos vayamos tan lejos, vayámonos a los últimos 30 años y al mundo hispanoparlante. Al primero que yo le escuché esa galimatías fue en los 80, a Felipe González, que por cierto su partido PSOE se viene en barrena, cuando era jefe de estado Español, un día, y en Caracas, dijo que “Los socialistas saben repartir las riquezas, pero no la saben producir”, con esto quiso decir, que los únicos que saben producir, crear riquezas y empleo, son los capitalistas; 20 años después, le escuche esas palabras bastante parecidas al pequeño Hitler, también Español y ex-primer ministro y co-autor del golpe de estado del 2002, desde La Moncloa, José María Aznar, quien dijo: “Los socialistas saben repartir las riquezas (Que no son de ellos); pero no la saben producir.”.

Dentro de esta tónica de “socialistas buenos repartidores de lo que no es de ellos, pero incapaces de producir”, algo que data de las primeras luchas burguesía-proletariado, en la Europa del siglo XIX, fue que Jesse Chacón dijo que “el problema del socialismo es la producción y no la distribución”.

El socialismo (El verdadero, el científico), es un régimen que ataca y debe desplazar al capitalismo, precisamente, porque el capitalismo frena y obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas, precisamente la producción, la creación de riquezas.

El capitalista piensa en la generación de ganancias individuales y no en la producción para toda una sociedad que necesita alimentarse, vestirse, sanearse, tener techo, educarse, divertirse y sobretodo trabajar; para el capitalista consumidor, es quien puede pagar, quien no puede pagar, no existe, no entra en sus estadísticas, no es persona, para el socialismo consumidores son todos los casi 7.000.000.000 de habitantes que habitan este planeta Precisamente las expropiaciones de tierras y fábricas, es para ponerlas al servicio del colectivo social, aparte de acabar con la explotación capitalista. Pero las expropiaciones no son suficientes, se debe aumentar la frontera agrícola (Hectariaje de tierras sembradas) en todos los rublos, al menos en los 20 esenciales; y sobretodo se debe industrializar toda la sociedad para que haya suficiente producción (Bienes y servicios) para todos.

Por ello Marx dijo que el comunismo, la sociedad sin propiedad privada, en donde todos producirían para todos, tenía dos etapas, una previa, que sería el socialismo y es la etapa de transición; en donde los trabajadores tomarían el poder político pero también el poder económico, social y cultural, en donde el objetivo principal es acabar con la forma de explotación capitalista y sus derivados; y el trabajador, el verdadero creador y generador de riquezas y el factor trabajo, y no el dinero, sean quien predominen, de esta forma habrá bienes y servicios suficiente para todos. Y no una minoría privilegiada que acapara y se apropia del trabajo y condena al 80% de la sociedad a la miseria, al desempleo, la miseria y a la delincuencia.



franciscosierracorrales@yahoo.com.ar