lunes, 31 de mayo de 2010

Marx, lector anómalo de Spinoza (IV)

Nicolás González Varela
Rebelión

“La Crítica a la Religión es la condición necesaria de toda Crítica” (Marx)
La descomposición del Hegelianismo se acelera en el mismo momento en que Marx se convierte en Jungerhegelianer. Suscribirse mecánicamente a la ecuación “Crítica de los Evangelios=Crítica progresista-liberal” es erróneo, ya que la Kritik a los Dogmas religiosos es consustancial al Protestantismo más conservador de lengua alemana a lo largo de los siglos XVIII-XIX. [1] Recordemos que David Friedrich Strauss no encontró la menor aprobación por parte de los hegelianos berlineses, incluso Marx no fue deslumbrado por la aparente novedad de su crítica hermeneútica a la Cristología, ya que en realidad retomaba el trabajo que ya había realizado con más profundidad y radicalidad dos siglos antes Spinoza. [2] Marx, a través de su estudio detallado de Spinoza [3] , ya estaba pertrechado para iniciar una crítica a Hegel in toto, aunque Strauss le demostró la potencia subyacente a un uso crítico de la filosofía hegeliana. Pero incluso desde la crítica textual de las fuentes de los Dogmas, Strauss estaba por detrás de Spinoza. [4] En suma: el joven Marx estaba más allá de Strauss antes de conocer a Strauss. Pero no sólo se trataba de luchas abstractas en la vida mental de Karl Marx. El abandono de su cosmovisión romántica e idealista fue para el joven Marx un proceso doloroso, extremo y humillante: “A causa de mi defección, me fue imposible pensar durantes varios días. Me paseaba por el jardín como un lunático junto a las sucias aguas del Spree… a causa de la futilidad de mis trabajos fallidos y malogrados, consumido por la vejación de tener que hacer un ídolo de la concepción que tanto odiaba, caí enfermo… Durante mi enfermedad, estudié de cabo a rabo a Hegel y a la mayoría de sus discípulos…” [5] Marx le confiesa a su padre que “me dediqué a buscar la Idea en la realidad misma. Y si antes los dioses vivían en la Tierra, ahora la Tierra se transformaba en el centro mismo.” En su frustración se dedica a estudiar lo que llama irónicamente positive Studien (estudios positivos): derecho penal (Savigny, Feuerbach, Grolmann, Cramer, Wening-Ingenheim, Mühlenbruch), derecho eclesiástico, antiguo derecho germano. Intenta practicar su latín escolar traduciendo la Retórica de Aristóteles y el libro De augmentis scientiarum de Francis Bacon. Planea editar una revista de crítica teatral haciendo participar a “todas las celebridades estéticas de los jóvenes hegelianos”, incluso envía un plan estratégico-financiero de la publicación a una casa editorial, Wunder, que jamás le contestará. [6] Y siguen las esperanzas de poder acceder a una plaza universitaria como außerordentlicher Professor, profesor extraordinario. También le anuncia a su padre que quiere abandonar la carrera de Derecho, pasarse a la de Filosofía, y le pide un encuentro personal para discutir este cambio radical. Una grave enfermedad mortal que afectaba a su padre le dificultó este proyecto y durante finales de 1837 e inicios de 1838 siguió estudiando Derecho. En su lecho de muerte, el padre de Marx le redactó un plan para un libro sobre el conflicto entre el Arzobispo de Colonia y el gobierno prusiano, llamada en la época Kölner Kirchenstreit, que, en su opinión, le valdría a Karl los “favores” del gobierno prusiano. Heinrich exponía que esta lucha, nacida a propósito de la figura jurídica de matrimonios mixtos, ponía en juego la soberanía del estado prusiano y que debía señalarse la absoluta legitimidad del monarca en recurrir a medidas contrarias al derecho común. Marx nunca escribió el libro, aunque prepararía para la impresión, como homenaje póstumo, los papeles escritos por su padre entre marzo y abril de 1838. [7] Pero tras su muerte, el 10 de mayo de 1838, Marx se aplicó decididamente a estudiar Filosofía, abandonó la Jurisprudencia empezando a preparar su Disertación doctoral. [8] Además tuvo suerte de ser exceptuado del duro servicio militar prusiano por una enfermedad cardíaca y la vista muy débil. [9]


En Stralow también será donde tome contacto personal con hegelianos de izquierda, que lo introdujeron en el DoktorKlub, el círculo más radical y combativo del Hegelianismus. [10] En el mismo pueblo vivía el mismo Eduard Gans, quién estaba editando inéditos de Hegel para su publicación, aunque no se conoce si se encontraron en persona. [11] Marx le cuenta a su padre que “a través de algunos amigos con quienes me reuní en Stralow, fui a dar con un Club de Doctores, entre ellos algunos profesores de la Universidad y el más íntimo de mis amigos berlineses, el doctor Rutenberg. En las discusiones con ellos sostenidas se han revelado algunas ideas polémicas, y me he sentido cada vez más encadenado a la actual Filosofía del Mundo a la que había pretendido poder sustraerme…” Es obvio que la que llama con el título soberano de die jetzige Weltphilosophie es a la filosofía de Hegel y su escuela; notable además que confiese haber “abandonado el Idealismo (Idealismus)… que había cotejado y nutrido con el kantismo y el fichteanismo…”, con lo que se infiere para el joven Marx que Hegel no podía ser considerado un idealista. El “Club de Doctores” había sido creado en 1837, lo componían entre otros el lector de Teología en la Universidad de Berlín Bruno Bauer, el profesor de historia en el Gymnasium Karl Friedrich Köppen y el profesor de geografía y periodista Adolf Rutenberg, usualmente se reunían en un bar de vinos llamado Weinstube Hippel. [12] Un miembro del DoktorKlub lo recuerda así: “Entre aquellos jóvenes que buscaban la luz, reinaba aquel idealismo, aquella entusiasta necesidad de conocimiento y aquel espíritu liberal de que entonces estaba animada aún la juventud. En el curso de las reuniones se leían poemas y trabajos compuestos por los miembros y se criticaban, pero sobre todo, se elaboraba, con enorme fervor, la filosofía hegeliana. El Hegelianismo se encontraba aún en su plenitud y dominaba prácticamente el mundo del pensamiento. Pero contra aquel sistema se levantaban ya voces aisladas, y entre los propios hegelianos se dibujaba una escisión entre la derecha y la izquierda hegeliana.” [13]
Marx había comenzado conociendo al liberal Adolph Rutenberg, su padrino en el Klub (en carta a su padre le llama su amigo más íntimo), quién ya había pasado por las cárceles prusianas debido a la nefasta influencia que ejercía sobre sus alumnos. Se había transformado, a pesar de ser un poco superficial, carente de erudición y poco aplicado, en uno de los publicistas republicanos más destacados de Berlín y de toda Alemania. [14] En el club conoció y trabo cierta amistad, gracias a Bruno Bauer, con toda una personalidad de la cultura clásica alemana: Bettina von Arnim, la última socialista romántica, íntima amiga de Goethe, que creía en la posibilidad de una monarquía popular (Volkskönigs), cuyo Salonnière literario en la elegante avenida Unter den Linden acogía gente de todo tipo y pelaje: jóvenes escritores, ancianos críticos literarios, viejos generales, políticos liberales y conservadores, periodistas judíos, ministros ortodoxos, anarquistas y ateos. [15] Parece que Marx también frecuentaba el salón literario liberal del escritor demócrata Karl August Varnhagen von Ense, casado con la salonnière judía Rahel Levin, que era la anfitriona del salón literario más importante de Berlín. [16]
Karl Friedrich Köppen, por el contrario, era un hombre distinto: profesor de Historia poseía un capital teórico extenso y sólido. Fue el primer en analizar la Gran revolución francesa, la necesidad del Terror sin prejuicios reaccionarios y evolucionó hasta ser un importante historiador de las religiones. [17] Köppen llamará al joven Marx “un verdadero depósito de ideas”. [18] Tiene un lugar en la historia social de Alemania como hombre político progresista y pionero del Socialismo, junto con Moritz Hess. En la revolución de 1848, Köppen tomará parte activamente en la formación de las primeras organizaciones y coaliciones obreras en Berlín. Permaneció fiel a sus ideales y su amistad con Marx sobreviviría a todas las vicisitudes. [19]
Es indudable que la figura intelectual más importante de aquel grupo era el teólogo Bruno Bauer. Si Strauss fue el responsable de exhibir las contradicciones y las miserias del Hegelianismus, el ateísmo humanista y al teología revolucionaria de Bauer obligaron al estado prusiano a publicar un decreto prohibiendo a los hegelianos enseñar ninguna materia en la Universidad, salvo estética. Entre 1828-1834 estudia Teología y Filosofía con H. G. Hoto y Marheineke, ganando a la edad de veinte años el premio del mejor ensayo de filosofía en latín convocado por el mismo Hegel por un trabajo sobre la estética de Kant. [20] En 1834, a los veinticinco años, es nombrado profesor de Teología (Privat-Dozent) [21] en la Universidad de Berlín, y es una reconocida figura en el milieu hegeliano, participando en el trabajo de edición de la Estética y de la Filosofía de la Religión de Hegel. Su primer debut fue, como ya vimos, desde el corazón de la ortodoxia más conservadora del Hegelianismus: además de criticar a Strauss, fue editor entre 1836 y 1839 de la Zeitschrift für spekulative Theologie. A partir de su libro Crítica de la Historia de la Revelación, [22] Bauer se transformó en el blanco principal de la derecha hegeliana y de la teología antihegeliana al unísono, beneficiándose de la protección del ministro de Cultura, Instrucción y Cultos prusiano, el liberal Karl August von Altenstein, quién lo nombra maestro de conferencias de la Universidad de Bonn en octubre de 1839. Altenstein había sido el mismo que había traído con mucho revuelo y resistencia de conservadores y reaccionarios a Hegel a ocupar la cátedra de filosofía de la Universidad de Berlín en 1818 dejada vacante por la muerte de Fichte. [23] Altenstein, con sus reformas, había llevado al límite la forma-estado de la monarquía prusiana.
Su primera intervención en la nueva dirección del DoktorKlub tuvo lugar en 1837 y 1838, en la época en que Marx formaba parte ya del grupo. Bauer tenía entonces veintiocho años, una figura que muchos describen como napoleónica, abstraída, “un hombre profundamente decidido, que aunque exteriormente parezca frío, arde en su interior. No conocerá ningún obstáculo y será mártir de sus propias convicciones.” [24] La mayoría de los estudios sobre el joven Marx minimizan o directamente ignoran el rol de la teología revolucionaria de Bruno Bauer sobre su formación filosófico-política (Marx lo consideraba uno de sus maestros y Bauer su más cercano coequiper) [25] , así como la estrecha colaboración intelectual de ambos entre 1837 y 1842 y la posterior ruptura. [26] Un filósofo influyente en la izquierda hegeliana, decía en 1842 que “si uno quería decir que Bruno Bauer no fue un fenómeno científico importante, entonces esto sería tan ridículo como afirmar que la Reforma no fue un acontecimiento significativo… Bruno Bauer brilla en el horizonte del conocimiento.” [27] A Bauer sus contemporáneos lo consideraban un Culminationspunkt, y la consecuencia directa de la lectura correcta del propio método revolucionario de Hegel. Para Bauer la unión de Pensamiento y Ser, la única verdad de toda filosofía, alcanza en Hegel su punctum saliens, a pesar de las deficiencias de sus descripciones institucionales y de su forma-estado. El System hegeliano, con un adecuado compromiso interior (idealismo ético) y las adecuadas correcciones conceptuales, podría ser salvado y no abandonado (que lo diferencia de la postura de Feuerbach o del propio Marx de 1843).
En el Vörmarz alemán, anterior a 1848, Bauer puede ser considerado como el tribuno de un republicanismo muy peculiar basado en la filosofía política hegeliana. Bauer en estos momentos estaba desarrollando su crítica a los Evangelios (y al propio Hegel y a la crítica a medias de Strauss), en la cual llegaría a la conclusión que el cuarto Evangelio (el de Juan) había sido copiado del de Lucas, y que tanto Lucas como Mateo habían a su vez partido del único texto original, el de Marcos. Una sola narración histórica y tres imitaciones o plagios. Las conclusiones bauerianas eran radicales porque, al mejor estilo de Spinoza, sobre la base de un análisis filológico-documental (y no del dogma metafísico) negaba la historicidad de Cristo, además de su supuesta divinidad, “como individuo real, jamás existió.” Rechazaba además la idea de una creación mítica e inconsciente de los Evangelios por una suerte de psicología del Volksgeist judío, analizando los propósitos personales y políticos de cada profeta-escritor y finalmente sostenía que se debía calificar a los profetas y evangelistas en la misma categoría que a Homero. Las consecuencias eran devastadoras: si Hegel tímidamente había demolido la base filosófica de toda Religión, Bauer destruía para siempre la base histórica del Cristianismo. Ya no se trataba de abolir sólo una limitación del espíritu humano, una unilateralidad, una mala unidad, sino todas las limitaciones: no sólo una determinada religión (el Cristianismo para Bauer era simplemente un Ansatzpunkt), sino todas: die Religion schlechthin wird von der Kritik gestürzt (La Religión es absolutamente derrocada por la Crítica). [28] La Religión, dirá Bauer, Sie will Freiheit geben, aber gibt sie nicht nur nicht, sondern vielmehr die Ketten der Sklaverei (Desea dar Libertad, pero sólo nos entrega las cadenas de la Esclavitud). [29] Y el vacío dejado por el fantasma religioso no debe ser reemplazado por nada, ya que nada más ha desaparecido el velo de una ilusión alienante (para Bauer una dolencia psíquica). El único principio verdadero y sólido, al que podamos prestar una obediencia sin fisuras es el mismo principio de la crítica a todo lo existente. Una vez disuelto el dogma religioso en la solución lógica de la crítica, todo lo humano se desarrollará en total libertad: “Después de aniquilada la Religión, el problema ya no es filosófico, sino humano. Los diversos bienes de la Humanidad, el Estado, el Arte y la Ciencia, forman un todo sistemático, en el que ningún particular gobierna de manera absoluta y exclusivista… No pueden gobernar así, si están dispuestos para evitar nuevos desastres. Todos ellos, después de haber sido perseguidos a muerte por la Religión, serán por fin libres y podrán lograr su desenvolvimiento sin trabas.” [30] Es el rol de la dimensión radical de toda filosofía, la Liberalität der Philosophie, como le llama. Si Strauss intentaba volver a la idea de sustancia divina de Spinoza, Bauer representaba un retorno a la filosofía crítica y creativa de la autoconciencia (Selbstbewusstsein) de Fichte.
La campaña oficial del estado prusiano contra el Hegelianismus, desencadenada desde 1835, empujó a los jóvenes profesores a la oposición política inconsciente. Hasta esa fecha la actitud política de los jóvenes hegelianos era la de una oposición franca pero leal: confiaban en que sus ideales podían realizarse dentro de la unidad del estado prusiano. En 1839 el Klub tomó la iniciativa peligrosa de una serenata de estudiantes universitarios y de jóvenes de institutos de Berlín con motivo de la muerte del hegeliano socialista Eduard Gans. El entierro de Gans (como el de Hegel) dio ocasión a una manifestación multitudinaria, llena de consignas liberales, evidente y enérgica Esta demostración pública rendía homenaje no sólo al valeroso polemista y defensor del espíritu crítico de Hegel, sino a toda una actitud liberal ante los retrocesos continuos del estado monárquico. Por lo que sabemos parece que era Rutenberg era el más vehemente a la hora de pasar de la Kritik a la praxis, de las palabras a la calle, a la participación activa del Klub en la limitada vida política alemana. Bauer le respondía negativamente, que no podía hablarse de una “acción” sin haberse consolidado la teoría crítica, y menos podían lanzarse a acciones inmediatas. Su convicción, entonces compartida por el joven Marx, era que la tarea y el único medio de ejercer una influencia sobre el mundo era el de hacer una revolución en las conciencias por medio de la crítica. Destruir para construir: la aniquilación de los viejos valores en el ámbito del espíritu era el paso necesario y previo a la destrucción material y práctica. El lema del Klub en forma de epigrama coherentemente afirmaba: Unsere Taten sind Worte bis jetzt und noch lange/Hinter die Abstraktion stellt sich die Praxis von selbst (“Nuestras Acciones son palabras hasta ahora y por mucho tiempo más, detrás de la Abstracción la Praxis se asienta por sí misma”).
Bauer pretendía aplicar su Kritik a otros dominios. Para este fin conocemos que Bauer, junto a Marx, proyectaba fundar una sociedad ateísta con su correspondiente revista filosófica. Bauer denominaba a su Methode como “ateísta”, porque negaba toda forma de autoridad externa, ya sea institucional, doctrinal o de la tradición, la Crítica con mayúsculas no admite pre-juicios: Reine Kritik heisse Voraussetzungslos (“Crítica Pura significa ausencia de presupuestos”), escribía en plena sintonía su hermano Edgard. [31] Al principio se había discutido, sobre todo, acerca de Cristología y dogmas religiosos. Primero contra la deformación institucional del Cristianismo, tanto por la mitología como por la superstición, superable mediante una nueva síntesis y asimilación con el racionalismo. Luego se pasó en una lucha radical contra la Religión sans phrase. Pero incluso en el tema teológico más abstracto, los miembros del DoktorKlub no se declararon abiertamente ateos hasta una fecha tan tardía como 1842. A inicios de 1839 la amistad con los Bauer se profundiza y Marx visita con frecuencia su casa en el barrio de Charlottenburg. Incluso después de octubre de 1839, cuando había abandonado la Universidad de Berlín para trasladarse a Bonn, una medida para su protección planeada por el ministro liberal Altenstein, Bauer siguió siendo fiel a los puntos de vistas radicales del Doktorklub y añorando el espíritu crítico berlinés. Y sintiendo una profunda nostalgia por su amigo y camarada intelectual Marx. En una carta a Marx, 11 de diciembre de 1839, Bauer le confiesa: “Frecuento aquí un círculo de profesores que se reúne en el Hotel de Trier, pero nada puede compararse con nuestro Club, que siempre estaba animado por su interés en problemas espirituales. ¡Ay, esos tiempos pasados que no vuelven!” [32] En enero de 1840 vuelve a escribirle a su fiel Marx: “¿Pero dónde están las rosas de antaño? Ya no florecerán hasta el momento en que vengas a verme. No me faltan aquí diversiones, y tengo oportunidad de reírme, aunque nunca me divierto como en Berlín, cuando atravesaba contigo una calle.” [33] Durante 1840 Bruno Bauer publicará varios escritos de enorme importancia, un opúsculo Die evangelische Landeskirche Preussens und die Wissenschaft (La Iglesia Evangélica prusiana y al Ciencia) [34] y un libro titulado Crítica de la Historia Evangélica de Juan [35] , aplicando de manera radical el punto de vista de la “infinita Autoconciencia”, partiendo de la unidad hegeliana entre Form und Inhalt, forma y contenido (materia). Bauer afirmará que la conciencia religiosa se opone, como conciencia alienada y unilateral, a la conciencia libre y a la eticidad (la Sittlichkeit hegeliana que se componía de Familia y Estado). La conciencia religiosa reduce y reprime el yo alienado en sí mismo. Cristo, que nació y vivió contra la Naturaleza del Mundo, dirá Bauer, y no pertenece ni a familia ni a estado alguno, es justamente la esencia objetivada del hombre libre de toda potencia sustancial, símbolo de la pura Ichheit, de la pura yoidad, del extravío del subjetivismo y, por tanto, cima de todas las religiones. El terrorismo teológico de Bauer tenía como presupuesto que “después de aniquilada la Religión, el problema ya no será filosófico, sino humano…” y la Kritik es “la crisis que saca al hombre del delirio y lo lleva a un reconocimiento de sí mismo”. El ateísmo crítico tiene como lógica consecuencia, el libre desarrollo, sin ataduras ni formas perversa de vida alienada, de la naturaleza humana y sus instituciones, al haberlas desembarazado de cualquier cosa extraña al proceso espiritual de la Vida y la Razón. Ocultado por el velo de una mitología trascendentalista, el hombre se encontrará por fin, gracias al trabajo de zapa de la crítica pura, con un núcleo transparente basado sólidamente en la experiencia. Pero Bauer no daba el paso necesario y lógico: se negaba a fundamentar desde el idealismo especulativo de la reinen Kritik una unidad transitoria entre teoría y práctica. Si Bauer era un filósofo laico o un ateo intransigente, en el fondo en realidad, jamás sostuvo posiciones de izquierda (ni siquiera tibiamente liberales), como lo demostró luego su propia evolución filosófica y política: nunca dejó de ser un hegeliano de derecha. El propio Marx demolerá sus posiciones conservadoras tanto en la polémica sobre la “Cuestión Judía” de 1843, como en el libro escrito junto con Engels en 1844, La Sagrada Familia. [36] Una carta de Marx a Engels del 10 de mayo de 1861 evoca los Affranchis berlineses, sus ex-camaradas del Doktorklub, y la reaccionaria evolución intelectual de su antiguo maestro el teólogo Bruno Bauer: “En Berlín visité a Friedrich Köppen… ha engordado y se ha puesto enorme… me enseño sus dos volúmenes de su trabajo sobre Buda… Rutenberg fue asignado por Manteuffel a Schwerrin como una pieza de inventario expresamente garantizada. Ahora se la arregla con unas tijeras en el Staatszeitung, que ya nadie lee. Este diario es una especie de London Gazzette. Bruno (Bauer), quien, según me dicen, ha tenido tiempos terriblemente duros, se ha ofrecido, en vano, al actual Ministerio prusiano para continuar su colaboración con el órgano oficial, la Preussische Zeitung. Por el momento es el colaborador principal del Staatslexicon publicado por Hermann Wagener de la Kreuzzeitung. También es agricultor en Rixdorf.” [37] La Kreuzzeitung de la que habla Marx es el sobrenombre del diario oficial de los sectores reaccionarios prusianos, Neue Preussische Zeitung, medio surgido del ambiente contrarevolucionario post-1848 en Alemania, resueltamente antisemita y conservador. El periódico, que se oponía al tibio populismo de Bismarck, llevaba en el centro de su titular una cruz de hierro teutónica (la máxima condecoración de guerra de Prusia, la Eisernes Kreuz) con el siguiente motto: “¡Adelante, con Dios por el Rey y por la Patria!” [38] Bruno Bauer terminaría sus días repudiando a Hegel (después de las revoluciones de 1848), colaborando en la revista semanal antisemita berlinesa Berliner Revue. Historisch-Politische Blätter y en otro órgano de la prensa liberal-conservador, Die Post. No es casualidad que entre el viejo teólogo Bauer y el filólogo Nietzsche se establecieran profundas afinidades electivas. El reaccionario Bauer de fines del siglo XIX llamará a Nietzsche “una síntesis germana de Montaigne, Pascal y Diderot”, y Nietzsche comentará este elogio diciendo que “hay poca sutileza en este elogio, por lo tanto: ¡hay poco que alabar!”. [39] Nietzsche reconocía su cercanía intelectual y ética con el alten hegelianer Bruno Bauer al confesarle a su amigo Reinhardt von Seydlitz: “yo tengo básicamente tres lectores, a saber: Bruno Bauer, Jakob Burckhardt, Henri Taine, y el primero de ellos está muerto.” [40] En otra carta de 1887 al historiador reaccionario francés Hyppolite Taine, Nietzsche vuelve a repetir que “tengo devotos lectores de mis obras, entre ellos, como por ejemplo Richard Wagner, el viejo hegeliano Bruno Bauer, mi venerado colega Jakob Burckhardt y el poeta suizo…Gottfried Keller…” [41] Bauer había partido de las cercanías de la izquierda hegeliana y Marx para terminar su parábola negativa en el riñón más reaccionario, antiliberal y antisemita del IIº Reich.

Nicolás González Varela

Notas:
[1] Desde Ziegler, Bertholdt pasando por Schleiermacher, hasta el mismo Strauss, que se definía como conservador. Lo mismo puede aplicarse a la Kritik de la religión cristiana de un reaccionario como Nietzsche.
[2] Por ejemplo la inicial fascinación de Engels por el libro, al que calificaba de obra panteísta “irrefutable”. Hasta bien entrado 1844, Engels no desperdició ninguna ocasión para manifestar su adhesión y admiración por Strauss. Sus primeras cartas desbordan de elogios de alto vuelo, en una carta a su amigo W. Graeber de octubre de 1839 escribe: “He jurado fidelidad al pabellón de D. F. Strauss y me he convertido en un ‘Mitólogo’ de primera categoría. Te digo que Strauss es un tipo estupendo (herrliche Kerl) y un genio (Genie), y su sutilidad no pueden compararse con nadie.”; en: Karl Marx, Friedrich Engels; Gesamtausgabe. MEGA (2), Abt. 3: Briefwechsel, Bd. 1: Karl Marx / Friedrich Engels: Briefwechsel bis April 1846, Akademie Verlag, Berlín, 1975, p. 163. Incluso en 1886 Engels seguiría recordando que “en aquellos tiempos, la Política era una materia espinosa; por eso los tiros principales se dirigían contra la Religión; si bien es cierto que esa lucha era también, indirectamente, sobre todo desde 1840, una batalla política. El primer impulso lo había dado Strauss, en 1835, con su ‘Vida de Jesús’.” Engels incluía a Strauss en una línea de ruptura político-filosófica junto a Bruno Bauer, Feuerbach y Gans.
[3] El gran marxólogo Maximilien Rubel reconoce que “ello podría explicarse por la lectura que hizo del Tractaus teologicus politicus de Spinoza, verdadera revelación para él a juzgar por los numerosos extractos contenidos en uno de sus cuadernos de Berlín, en 1840. El Tractatus… de Spinoza, que fundamenta la crítica racional de la Biblia, se adelantaba en dos siglos a la época en que fue escrito.” Rubel, sin embargo, subestima las influencias anteriores de Spinoza sobre el joven Marx; el año de confección de los extractos que señala Rubel está equivocado: es 1841, no 1840. En: Rubel, Maximilien; Karl Marx. Ensayo de biografía intelectual, Paidós, Buenos Aires, 1970, p. 32.
[4] Justamente Bauer criticaría a Strauss en su libro Kritik der evangelischen Geschichte der Synoptiker sostener un punto de vista misterioso, falto de lógica y teñido de no poca religiosidad.
[5] Dice Marx: Während meines Unwohlseins hatte ich Hegel von Anfang bis Ende, samt den meisten seiner Schüler, kennengelernt. En: Werke, Band 40, Dietz Verlag, Berlin/DDR, 1973, p. 10.; existe una traducción con errores al español: Carlos Marx/Federico Engels, Obras fundamentales. Marx: Escritos de Juventud, FCE, México, 1982, pp. 5-13. Es un poco dudoso que en pocos meses (abril-octubre) Marx, a pesar de ser un lector voraz, asimilase todos los escritos de Hegel más las de todos sus discípulos importantes. En la biblioteca de Marx se encuentran dos obras de Hegel que adquirió y estudió en este período: 1) Vorselungen über die Philosophie der Geschichte, con introducción de Eduard Gans, edición de 1837; Grundlinien der Philosophie des Rechts, edición de 1821; cf: Kaiser, Bruno; Das Schicksal der Bibliothek von Marx und Engels; Dietz Verlag, Berlin/DDR, 1967, p. 227. Es muy fácil seguir la evolución de Marx durante su primer año en Berlín, ya que la describe en detalle en una carta a su padre de noviembre de 1837, por cierto la única carta que se conserva de Marx como estudiante. Este documento excepcional para comprender su evolución intelectual, en el cual informa del curso de sus investigaciones durante el primer año de su estancia en Berlín, su distanciamiento del idealismo clásico kantiano y fichtano, y su lento embrujo por Hegel, fue publicada por primer vez, con una introducción, por su hija Eleanor en el órgano de la Socialdemocracia alemana: Die Neue Zeit, 1897, XVI, p. 4 y ss. En la introducción Eleanor indica que “he tenido que vencer una gran resistencia para dar a publicidad una carta como esta, destinada únicamente a su amado padre… Aunque la carta lleva simplemente como fecha de 10 de noviembre, sin indicación de año, no es difícil establecerlo. Fue escrita, sin duda, antes de 1838, ya que habla de Bruno Bauer en Berlín, y en 1838 sabemos que ya estaba en Bonn. La carta fue escrita, por tanto, en 1836 0 1837. Y aunque al principio me inclinaba por la primera de estas dos fechas, un cotejo cuidadoso de los años me ha llevado al convencimiento de que debe optarse por la segunda… No nos equivocamos si asignamos a esta carta la fecha de noviembre de 1837, en que Marx tenía diecinueve años…No cabe duda que la carta es asombrosa, si se tiene en cuenta que fue escrita por un joven de tan solo diecinueve años. Vemos en ella al joven Marx en proceso de desarrollo, al muchacho que anuncia ya al hombre del mañana. La carta nos revela aquella capacidad casi sobrehumana de trabajo y aquella laboriosidad que caracterizaron a Marx a lo largo de su vida entera… lo vemos escribir docenas de pliegos y destruir luego sin la menor vacilación todo lo escrito, preocupado tan solo por ‘poder ver claro ante sí mismo’, hasta llegar a esclarecer y dominar por completo los problemas que lo torturaban; lo vemos criticarse y criticar severamente lo que hace. Y encontramos… al lector infatigable que todo lo abarca y todo lo devoraba, sin dar jamás prueba de estrechez o unilateralidad. Todo, Jurisprudencia, Filosofía, Historia, Poesía, Arte, era buena agua para su molino; en nada de lo que emprendía se quedaba nunca a medias.”
[6] El intermediario fue el librero Otto Wigand de Leipzig, que le respondió con evasivas. Fue el más célebre de los editores de la izquierda hegeliana, que funcionaba desde un “reino independiente” (Sajonia) para evitar la censura prusiana. Wigand editará a Bauer, Engels, Feuerbach, Hess, Stirner. Sobre el rol de los editores y la difusión de la izquierda hegeliana, véase: Lacascade, Jean-Louis; Les métamorphoses du jeune Marx, PUF, Paris, 2002, p. 47 y ss.
[7] La rara composición de seis folios, editada y corregida por Karl Marx, se titula Über den Kölner Kirchenstreit. La primera edición en: MEGA (1), I/1,2, pp. 231-233. No hay traducción al español.
[8] Es sintomático que en el verano de 1837 Marx en dos semestres siguiera únicamente los cursos de Heffter sobre Derecho Canónico y Procedimiento Criminal, un hegeliano liberal de la línea de Gans. Cf.: MEGA (1), I, t 1/2, p. 248. Cursos seguidos por Marx en el semestre de verano de 1838: Lógica (Gabler, discípulo de Gans); Geografía (Ritter); Derecho Prusiano (Gans); en el semestre de invierno de 1838: Derecho de Sucesión (Rudorff). Durante los dos últimos años de permanencia en la Universidad de Berlín, Marx no se inscribió más que en tres clases, de las que sólo una era de Jurisprudencia. Cornu señala que las clases de Geografía de Ritter, inspiradas en la Filosofía de la Naturaleza de Schelling, podían también ser fuente de inspiración de un incipiente materialismo; cf.: Cornu, Auguste; Karl Marx. El Hombre y la Obra. Editorial América, México, p. 51. Un investigador soviético subraya el rol destacado de las clases que Marx tomó con Heffter: “El profesor Heffter, que, como Gans, era un hegeliano liberal, también influyó sobre Marx. Los tres cursos a los que asistió Marx durante el semestre de verano de 1837 (Derecho Canónico, Procedimiento Civil alemán general, Procedimiento Civil prusiano) fueron dictados precisamente por Heffter, así como el único curso al que Marx asistió en el semestre de invierno 1837-1838 (Procedimiento penal).”, en: Lapin, N.; El joven Marx, Editorial Progreso, Moscú, 1985, p. 51.
[9] Véase la carta de Henriquetta Marx a Karl Marx del 15-16 de febrero de 1838, en: MEGA (1), I, Band I/2, p. 230 y ss. Marx sufría de dilatación cardíaca.
[10] Sobre el origen del DoktorKlub y el rol de uno de los hermanos Bauer, véase: Luft, Eric v. d.; “Edgar Bauer and the Origins of the Theory of Terrorism”, en: Douglas Moggach (Ed.), The News Hegelians. Politics and Philosophy in the Hegelian School , Cambridge University Press, New York, 2006, p. 138. Marx se incorpora al Hegelianismo en lo que se considera su segunda fase o período a partir de la muerte de Hegel, 1831-1839, centrado en las controversias teológicas. La clave y desarrollo de este período lo marca la publicación en el verano de 1835 del libro del teólogo y filósofo David Friedrich Strauss Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet. Curiosamente uno de los críticos del libro desde la derecha hegeliana más vehemente fue, en 1835, Bruno Bauer, quién luego viraría a la izquierda. Por otro lado, no existe ninguna prueba ni evidencia que Marx fuera la “figura central” del Klub, como afirma temerariamente Rubel; cf.: Rubel, Maximilien; Karl Marx. Essai de biographie intellectuelle, Marcel Riviere, Paris, 1957, p. 28. En español: Karl Marx. Ensayo de biografía intelectual, Paidós, Buenos Aires, 1970, p. 28.
[11] Paul Kägi señala que “en su proximidad podía ver cómo unos de sus profesores de Derecho, Eduard Gans, quién vivía en Stralow, donde Marx descansaba, y estaba terminando la publicación de la Filosofía de la Historia de Hegel, había sido estimulado por la filosofía de Hegel con fructíferas ideas en su ciencia. Gans, en contraposición con la ‘Escuela Histórica del Derecho’, había escrito una obra sobre El Derecho Hereditario en su evolución histórica. En el prólogo del primer tomo, de 1824, indicaba que la tarea de su tratado era ‘mostrar el movimiento necesario del Espíritu Universal dentro del campo del Derecho hereditario’. Puede que el profesor Gans… fuera para Marx, aunque él no lo diga explícitamente, el mediador entre sus estudios de Derecho y su descubrimiento repentino de Hegel.”; en: La génesis del Materialismo Histórico, Península, Barcelona, 1974. pp. 37-38. Efectivamente Gans fechó el prólogo a la primera edición el 8 de junio de 1837.
[12] El local se encontraba en la Französen Strasse, en el Gendarmenmarkt, en el corazón histórico y centro cultural de Berlín. Los miembros se reunían con frecuencia, incluso todos los días. El DoktorKlub cumplía funciones sociológicas de “universidad libre” o “cátedra paralela”.
[13] Recuerdo del escritor y doctor Max Ring, Erinnerungen, Berlin, 1898, Band I, p. 118. Sobre los salones literarios y cafés bohemios en Berlín, véase el trabajo de Petra Wilhelmy: Der Berliner Salon im 19. Jahrhundert (1780-1914); De Gruyter, Berlin/New York, 1989. Se ha editado una cuidada selección de textos: Bettine von Arnim : Romantik und Sozialismus (1831-1859), Vortrage von Hartwig Schultz, Heinz Hartl und Marie-Claire Hoock-Demarle gehalten anlasslich der Ausstellung im Studienzentrum Karl-Marx-Haus, Trier, von Juni bis August 1986. Todos los jóvenes hegelianos procedían de familias acomodadas, tanto de terratenientes como de la burguesía o de la alta clase media: Hess (refinería y comercio de azúcar); Ruge (terratenientes); Feuerbach y Marx (importantes jurisconsultos-funcionarios); Engels (fábricas textiles); Stirner (fábrica de instrumentos de música); los hermanos Bauer (fábrica de porcelana)…
[14] Rutenberg, que escribía en el diario liberal del escritor Karl Ferdinand Gutzkow Telegraph für Deutschland, sería nombrado a inicios de 1842 redactor del periódico Rheinische Zeitung, donde escribiría y sería luego ChefRedakteur el propio Marx. Rutenberg cayó cada vez más bajo y terminó sus días en el periodismo más amarillo y sórdido. Como curiosidad Gutzkow fue el descubridor de un joven talento llamado Friedrich Engels e hizo publicar sus artículos en el periódico.
[15] Desde el mismo von Savigny al copero mayor del rey, Pitt-Arnim, incluso asistía un joven radical ruso llamado Bakunin. Cf.: Petra Wilhelmy, op. cit.; pp. 194-195. Marx le dedicará a Bettina un acerado epigrama titulado “Romanticismo a la Moda”, en español: Marx, Karl, Poemas, Edición al cuidado de Francisco Fernández Buey, Editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2000, p. 70. Cuando la von Arnim tuvo que ir a Trier, Marx la acompañó de anfitrión durante una semana. Sobre la relación Marx-von Arnim, véase: Luise Dornemann, Jenny Marx: Der Lebensweg einer Sozialistin; Berlin, Dietz Verlag, 1968, p. 39 y ss.
[16] Los von Ense tenían una profunda relación de amistad con el poeta Heinrich Heine. Sobre von Ense, véase: Picket, Terry; The Unseasonable Democrat: Karl August Varnhagen von Ense, 1785-1858, Bouvier Verlag, Bonn, 1985; sobre su esposa: Arendt, Hanna; Rahel Varnhagen: The Life of a Jewess, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1997. Los salones literarios berlineses eran réplicas de los franceses pre-1789.
[17] Todavía mantiene su vigencia su estudio Die Religion des Buddha; Ferdinand Schneider, Berlin, 1857. Se han editado recientemente una compilación de sus escritos políticos-filosóficos: Ausgewählte Schriften in zwei Bänden, Akademie Verlag, Berlin, 2003.
[18] Carta de Köeppen a Marx del 3 de mayo de 1841; en: MEGA (1), ½, p. 257.
[19] En 1861 cuando Marx fue a verle a Berlín, encontró que su “viejo Köppen” no había cambiado en nada y, en carta a Engels, consideró una verdadera bendición las dos noches que pasó con él. Sobre Köppen, véase el trabajo de disertación del malogrado biógrafo Helmuth Hirsch: “Karl Friedrich Köppen - der intimste Berliner Freund Marxens”, en: IISG (Hrsg.): International Review of Social History, Heft 1, Leiden 1936 (Fassung der in Deutschland nicht eingereichten Dissertation) y la útil introducción a sus escritos de Heinz Pepperle, “Einleitung”, en: Koeppen, K. F.; Ausgewählte Schriften in zwei Bänden, Akademie Verlag, Berlin, 2003, p. 11.
[20] Bauer, Bruno; Üeber das Prinzip nach der kantischen Philosophie, Philosophenpreis, 1829.
[21] El Privat-Dozent (PD o Priv.-Doz. ) es en la institución académica alemana, un profesor que es pagado por los estudiantes que asisten a sus clases. Aunque científicamente preparado, con doctorado inclusive, todavía no se es profesor ordinario ni titular.
[22] Bauer, Bruno; Kritik der Geschichte der Offenbarung, Band I-II, Ferdinand Dümmler, Berlin, 1838.
[23] Altenstein fue miembro del gabinete de ministros del príncipe reformista Hardenberg, a quien Hegel le dedicará un ejemplar de su famosa y polémica Filosofía del Derecho como la cabeza de un “gobierno esclarecido” (erleuchte Regierung), basado en los principios de la Aufklärung. Sobre Hegel y Altenstein, véase: D’Hondt, Jacques; Hegel en son temps, Editions Sociales, Paris, Chapitre IV “Les protecteurs”, p. 71.
[24] Varnhagen von Ense, Karl August; Tagebücher, Brockhaus, Leipzig, 1861, Band I, pp. 340-341. Sobre Bauer: Barnikol, Ernst; Bruno Bauer. Studien und Materialen. Aus dem Nachlass ausgewählt und zusammengestellt von P. Reimer und H-M. Sass, Van Gorcum, Assen, 1972. También su libro Der junghegelianer Bruno Bauer im Vörmarz, Inauguraldissertation, Freie Universität, Berlin, 1959. Con un criterio más actual: Moggach, Douglas, The Philosophy and Politics of Bruno Bauer, Cambridge UP, Cambridge, 2009. En una reciente biografía sobre el joven Marx de David Leopold: The Young Karl Marx: German Philosophy, Modern Politics, and Human Flourishing, Cambridge University Press, Cambridge, 2007, se dedica todo un capítulo a la relación de adhesión/enfrentamiento de Bauer-Marx, capítulo III “Modern Politics”, pp. 100-182. También destaca el rol decisivo de Bauer, junto a Feuerbach y Hess, el libro de Daniel Brudney, Marx’s Attempt to Leave Philosophy, Harvrd University Press, London, 1998, capítulo “Bruno Bauer”, pp. 109-142.
[25] En dos cartas a A. Ruge, Bauer de diciembre de 1841, le llama a Marx su fiel escudero.
[26] Sobre el tema sigue estando vigente el trabajo clásico de Rosen, Zvi; Bruno Bauer and Karl Marx. The Influence of Bruno Bauer on Marx's Thought, Nijhoff, The Hague, 1977; además el de Waser, Ruedi; Autonomie des Selbstbewußtseins. Eine Untersuchung zum Verhältnis von Bruno Bauer und Karl Marx (1835–1843), Francke Verlag, Tübingen, 1994. Una rara excepción en la tradicional Marxologie es el bien documentado libro del filósofo Sidney Hook, La génesis del pensamiento filosófico de Marx. De Hegel a Feuerbach; Barral Editores, Barcelona, 1974, quién le dedica el capítulo III, “Bauer y Marx”, p. 127-157. Hook trabajó en los manuscritos inéditos de Marx, el Nachlass, en la década de los años 1920 en el Instituto Marx-Engels de Moscú, bajo la protección de David Riazanov, el primer editor de las obras completas de Engels y Marx. En su introducción de 1936 agradece a “D. Riazanov, antiguo director del Instituto Marx-Engels de Moscú, y cuya muerte reciente en un campo de concentración en Rusia significó un rudo golpe para la investigación marxista, le estoy en deuda por una invitación que se transformó en un fructífera visita de un verano en el instituto.”, en: ibidem, p. 23. En realidad Riazanov seguía vivo, sería ejecutado el 21 de enero de 1938 en Saratov. Sobre Hook y su trabajo sobre los inéditos de Marx y los jóvenes hegelianos, véase: Phelps, Christopher; Young Sidney Hook: Marxist and Pragmatist, University of Michigan Press, Michigan, 2005, p. 47-48. Sobre Riazanov y su papel como difusor editorial de un Marx desconocido, mi artículo “Riazanov, editor de Marx, disidente rojo”, on-line: http://fliegecojonera.blogspot.com/2006/09/riazanov-editor-de-marx-disidente-rojo.html.
[27] “Wenn man sage wollte, dass Bruno Bauer keine bedeutende wissenschaftliche Erscheinung sei, so heiss dies eben so viel, als wenn man behauptete, die Reformation wäre kein bedeutendes Ereigniss gewesen.” El filósofo era August Cieszkowski, del que ya hablaremos, lo decía en su libro Gott und Palingenesie, E. H. Schroeder, Berlin, 1842, p. 93. El libro, su segunda obra filosófica, era una defensa de la inmortalidad personal bien spinoziana contra las ideas de Dios de C. L. Michelet.
[28] Cf.: Bauer, Bruno; Feldzüge der reinen Kritik, Nachwort von Hans-Martin Sass, Suhrkamp Verlag, Frankfurt/M, 1968, p. 178. El libro reúne nueve artículos de Bauer de su época de la reinen Kritik, hasta 1843.
[29] Cf.: ibidem, pp. 175-195.
[30] Cf.: Bauer, Bruno; Die gute Sache der Freiheit und meine eigene Angelegenheit, Verlag des literarischen Comptoirs, Zurich-Winthertur, 1842, p. 203. En esta obra Bauer utiliza la famosa metáfora de la Religión como opio de los Pueblos en la página 213. Sobre la relación entre izquierda hegeliana y la Bibelkritik, véase: Röttgers, Kurt; Kritik und Praxis: zur Geschichte des Kritikbegriffs von Kant bis Marx, De Gruyter, New York-Berlin, 1975, pp. 190-224.
[31] Sobre la reinen Kritik en Bauer: Koch, Lothar; Humanistischer Atheismus und gesellschaftliches Engagement. Bruno Bauers ‘Kritische Kritik’” , Verlag Kohlhammer, Stuttgart, 1971, especialmente Kap. III, pp. 82-124.
[32] Cf.: MEGA (1), I, Band I/2, p. 235.
[33] Ibidem ; I, Band I/2, p. 236. Sobre el medio universitario y el clima político en la Universidad de Bonn, muy diferente al de Berlín, son esclarecedoras las cartas de Bauer a Marx del 1 de marzo y 5 de abril de 1840. Sobre los años de Bauer en Bonn, el trabajo biográfico inconcluso de Gustaaf Adolf van den Bergh van Eysinga: Bruno Bauer, sein Leben und seine theologische Bedeutung, “Aus einer unveröffentlichten Biographie von Bruno Bauer. Bruno Bauer in Bonn 1839-1842”, Estratto dagli Annali dell`Ìstituto Giangiacomo Feltrinelli, Anno Sesto, Feltrinelli, Milano, 1963, p. 362 y ss.
[34] Anónimo (Bauer, Bruno); Die evangelische Landeskirche Preussens und die Wissenschaft , Otto Wigand, Leipzig, 1840.
[35] Bauer, Bruno; Kritik der evangelischen Geschichte des Johannes, Schünemann, Bremen, 1840.
[36] Sobre la crítica del joven Marx a Bauer, véase la obra de Sidney Hook; La génesis del pensamiento filosófico de Marx. De Hegel a Feuerbach, Barral, Barcelona, 1974, p. 143 y ss.
[37] Karl Marx / Friedrich Engels; MEGA (2), Abt. 3: Briefwechsel, Bd. 11: Karl Marx / Friedrich Engels: Briefwechsel, Juni 1860 bis Dezember 1861, Akademie Verlag, Berlin, 2005, pp. 469-471.
[38] Sobre Hermann Wagener y su rol en diversas empresas periodísticas y culturales en el antisemitismo a fines del siglo XIX, véase: Levy, Richard (editor); Antisemitism. A Historical Encyclopedia of Prejudice and Persecution , ABC-Clio, Santa Barbara, 2005, voz: “Hermann Wagener”, p. 749.
[39] Sobre las relaciones entre Bruno Bauer y Nietzsche, véase: D. Tschizewskij, “Hegel et Nietzsche”; en: Revue d’histoire de la philosophie, III (1929), pp. 321–47; Zvi Rosen, “Bruno Bauers und Friedrich Nietzsches Destruktion der bürgerlich-christlichen Welt”; en: Jahrbuch des Instituts für Deutsche Geschichichte, ed. W. Grab, (1982), pp. 151–172; E. Benz, “Nietzsches Ideen zur Geschichte des Christentums, IV. Nietzsche und Bruno Bauer”; en: Zeitschrift für Kirchengeschichte, no. 56, (1937), pp. 259–277. Un especialista como el teólogo Ernst Barnikol llega a sugerir que Nietzsche “tomó” prestado de Bruno Bauer (y de Max Stirner) casi todo su arsenal teórico; cf.: Das entdeckte Christentum im Vormärz. Bruno Bauers Kampf gegen Religion und Christentum und Erstausgabe seiner Kampfschrift , Eugen Diederichs, Jena, 1927, p. 134. Sobre el antisemitismo de Bauer, véase a Leopold, David; “ The Hegelian Anti-Semitism of Bruno Bauer ”, en: History of European Ideas, Nº 25, pp. 179–206, además la voz “Bruno Bauer” en: Levy, Richard (editor); Antisemitism. A Historical Encyclopedia of Prejudice and Persecution, ABC-Clio, Santa Barbara, 2005, p. 60-62.
[40] Nietzsche, Friedrich: Briefwechsel. Kritische Gesamtausgabe, Band 3, Briefe von Friedrich Nietzsche Januar 1885-Dezember 1886, De Gruyter, Berlin-New York, 1982, pp. 269-270. Nietzsche se equivoca en el nombre de Taine: es Hyppolite, y no Henri. En el círculo íntimo nietzscheano se lo consideraba “lector” a quién Nietzsche envíaba personalmente y con dedicatoria sus obras, acompañada de una carta personal. Bauer fue un deleitado lector de la Primera Intempestiva de Nietzsche precisamente contra David F. Strauss.
[41] Nietzsche, Friedrich; Sämtliche Briefe. Kritische Studienausgabe, Band 8, De Gruyter, Berlin/New York, 1986, pp. 106-107. Existen más cartas de esta época donde puede comprobarse la cercanía política y empatía intelectual entre Nietzsche y el viejo Bauer. El Nietzschéisme ignora, minimiza o reprime las relaciones e influencia de Bauer sobre Nietzsche.

domingo, 30 de mayo de 2010

La formación: Una prioridad máxima de todo revolucionario

Homar Garcés
Rebelión

No se crea conciencia a cañonazo, afirma Miguel Crispín Sotomayor a propósito de la cultura del socialismo en un artículo reciente, pero tampoco -diríamos- con pasividad porque el asunto de la formación de conciencia (especialmente revolucionaria) tiene que enfocarse con seriedad y adoptarse como norma de vida de los revolucionarios; de lo contrario, se estaría haciendo lo mismo que los fariseos de la antigua Judea, quienes predicaban al pueblo el cultivo de las virtudes teologales mientras ellos mismos hacían todo lo contrario, entregados como estaban al enriquecimiento, a su corrompida posición política y a los intereses del imperio romano. Es imprescindible, por tanto, comprender -como siempre se ha dicho, citando a Lenin- que sin una teoría revolucionaria no hay revolución posible, lo cual implica, por cierto, no solamente un cambio exterior en las personas (cayendo en el estereotipo de las modas) y en las instituciones, sino fundamentalmente de su ser interior (alienado como está por los hábitos comunes y la ideología del capitalismo imperante) y de las estructuras del Estado. Sin ello, cualquier cambio revolucionario albergará en su propio seno el riesgo nada descartable de revertirse, envuelto en el reformismo.
Por consiguiente, la formación de una conciencia revolucionaria no puede ni debe quedar circunscrita al nivel de los factores políticos involucrados. Ella tiene que extenderse y profundizarse entre los diversos sectores populares que libran su lucha diaria por emanciparse del yugo capitalista, de manera que ella posibilite vislumbrar un proyecto de revolución de carácter nacional y, hasta, internacional, comprendiendo a cabalidad lo que se pretende conquistar mediante el mismo. Sin embargo, alguna dirigencia tildada de revolucionaria y socialista sigue aferrada a los caducos patrones sociales, culturales, económicos y políticos del pasado, creyendo (a veces de buena fe) que sólo basta con ocupar todos los cargos gubernamentales y preocuparse de los asuntos de la ciudad o del país que regentan, según sea el caso, para hacer la revolución y el socialismo, incluso el poder popular, del cual se dicen sus máximos impulsores, en una evidente contradicción.La formación revolucionaria del pueblo sería, entonces, una de las prioridades máximas por alcanzar de cualquier revolucionario y para ello debe valerse de todos los mecanismos de divulgación de conocimientos a su alcance, entre éstos, la educación formal e informal y los medios de comunicación alternativos (prensa, televisión, radio, cine, boletines, entre otros), todos los cuales deben orientarse por superar las grandes limitaciones impuestas por los grandes medios industriales de información para disponer de un punto de vista mejor equilibrado respecto a los sucesos del mundo, puesto que sus intereses de clase son absolutamente contrarios a los del pueblo. Esto demanda mucha constancia y mucha creatividad de parte de los revolucionarios, lo mismo que un espíritu crítico y autocrítico, ya que es muy importante que los mismos sectores populares nutran el contenido de estos mecanismos utilizados, ayudando así a darle la orientación correcta, sin esa amalgama de elementos teórico-filosóficos que, en vez de aclarar alguna situación confrontada, lo que origina es una enorme confusión, sólo entendible para duchos en la materia. Esto no significa que haya concesiones a la improvisación ni a la simpleza en cuanto a la formación revolucionaria. Es preciso que exista un mínimo de direccionalidad, pero con la disposición de enmendar lo que haya de enmendarse y de adaptar lo que haya de adaptarse, todo ello en función de alcanzar el objetivo más trascendente: la revolución socialista plena.

¿Es desarrollado el primer mundo?

Radael Bautista
Bolpress

La pregunta no tiene tanto la intención de estar dirigida a los países ricos sino al llamado tercer mundo; porque se trata de una pregunta que ni siquiera la imagina el llamado primer mundo (aun cuando padezca la crisis financiera, lo que procura como salida proviene de la nostalgia metafísica de una opulencia siempre de carácter infinito). Los países ricos son incapaces de cuestionar aquello que persiguen de modo ciego e irresponsable. Por eso el desarrollo, para ellos, se constituye en algo sagrado; por aquello que consideran sagrado están dispuestos a sacrificar a todo el planeta.
En 1550, Domingo de Santo Tomas, a cuatro años del descubrimiento de la mina del Potosí, ya anunciaba la existencia de “una boca del infierno”, donde los españoles sacrificaron millones de almas “a su nuevo dios que es el oro”. En la actualidad, el neoliberalismo produjo el milagro que espera el “greed is good/God” (la codicia ya no era sólo buena sino que era el nuevo ídolo): que el 5% más rico posea más que todo el 95% restante. La riqueza del primer mundo, desde la invasión y conquista del Nuevo Mundo, tiene un precio: la producción sistemática de miseria planetaria. Por eso la pregunta debemos hacerla, con preferencia, al sur, porque ¿cómo podría el beneficiario del robo pensar siquiera en cuestionar el robo?
Se trata, entonces, de un cuestionamiento que, de modo reflexivo, deben realizarse, a sí mismos, los pueblos empobrecidos del planeta. Para que haya desarrollo en el primer mundo, éste debe producir subdesarrollo en el resto del mundo; es decir, condición para el desarrollo de ellos, ha sido y es el subdesarrollo nuestro. No hay riqueza sin producción paralela de miseria; porque los indicadores de riqueza se mueven en una infinitud siempre insatisfecha, por eso las curvas de la ganancia, del crecimiento y del desarrollo se expresan siempre en aproximaciones asintóticas al infinito (la espiral de acumulación es concéntrica, la distribución ocurre por asignación, que lo decide la oferta y la demanda; estos factores deciden la vida y la muerte de la humanidad y, ahora, del planeta). Por eso también el socialismo se encuentra en entredicho, pues si el capitalismo busca la maximización de las ganancias, el socialismo persigue índices mayores de crecimiento; ambos parten de la infinitud, pero los recursos naturales no son infinitos sino finitos. En eso consiste la falacia del desarrollo moderno; se trata de un concepto que parte de una referencia metafísica: el mito (de la ciencia moderna) del “progreso infinito”. Cuando se piensa la economía desde la infinitud, se hace, inevitablemente, abstracción de la condición humana y de la vida toda (la infinitud es posible lógicamente pero es empíricamente imposible); prescindir de la vida y de la muerte conduce a una ilusión: pensar que todo es posible, que se puede, por ejemplo, explotar a la naturaleza y a trabajo humano al infinito. El concepto de desarrollo moderno es ilusorio. Pero esta ilusión oculta algo más grave: es una ilusión que nos conduce al suicidio colectivo.
Los resultados de la Cumbre de los Pueblos cuestionan, de modo decidido, a los responsables de la crisis medioambiental (lo cual era necesario), pero el asunto sigue latente si es que los afectados no cuestionan, a su vez, sus propios afanes. Porque la tendencia conservadora (de una forma de vida, la moderna, que ha colonizado casi todos los ámbitos de la vida humana) no sólo se encuentra “arriba” sino también “abajo”. Es decir, el grado de disponibilidad a una transformación real que pueda surgir de una nueva conciencia planetaria depende, en última instancia, del grado de autoconciencia que se tenga de modo efectivo. La conciencia aparece por un entender la situación, pero entender no es todavía producir una nueva realidad; hay nueva realidad cuando la conciencia, por proceso reflexivo, ha hecho, de sí, proyecto revolucionario, es decir, cuando la conciencia se ha hecho autoconciencia y hace de su vida anticipación de lo que anuncia.
La autoconciencia anticipadora constituye el espíritu revolucionario de la nueva época. Ante éste, la realidad cede, es decir, se abre, porque lo potencial de lo nuevo ha acontecido y ha transformado a la realidad toda.
La realidad defectuosa que padecemos es este sistema-mundo moderno. Es el ser que, como realidad, se nos ha impuesto; por eso hay primer mundo y tercer mundo, hay desarrollados y atrasados, hay ricos y pobres, ellos son todo, nosotros no somos nada. Desde Parménides, la filosofía de la dominación expresa: el ser es, el no ser no es (el ser es el bien absoluto, el no ser es el mal absoluto); esta es la justificación ontológica para que los ejércitos del ser “limpien” sin asco al “eje del mal”. Aquello que llamamos realidad es una producción humana; que es histórica y no como la ciencia moderna entroniza y justifica como “el único mundo posible”. El llamado fin de las ideologías apareció con este mito que se creyeron las ciencias sociales. Desde entonces, los críticos disminuyeron, y los pocos que quedaron fueron los locos que el mundo mediático se afanaba en desprestigiar (los idiotas los trataban de idiotas, los nuevos Belarminos condenaban a los nuevos Galileos).
Habíamos caído en la trampa que se hace la clase media (en todo lado): por no estar abajo se somete voluntariamente al de arriba (cree que el desastre no le va a llegar hasta que le llega, como en gringolandia). Por eso la pregunta va más allá de cuestionar una economía. Lo que contiene esa economía, la capitalista, es una forma de vida que, para hacerse efectiva, produce una racionalidad pertinente para su desarrollo. Esa racionalidad produce un conocimiento que, en cuanto ciencia y filosofía, contiene y expresa los valores últimos sobre los cuales se levanta esa forma de vida. El capitalismo nace, como sistema mundial, desde la posibilidad de la centralidad europea; expresa, gestiona y desarrolla esa centralidad: para que haya centro debe haber periferia. La constitución del resto del mundo en periferia es consustancial a la constitución de un centro. La propia constitución de la subjetividad europeo-moderno-gringo-occidental es impensable sin la des-constitución de la subjetividad del 80% de la humanidad restante. Por eso se trata de un proyecto de dominación que, para hacerse efectivo, necesita producir una racionalidad que exprese y justifique la experiencia desde la cual la dominación como proyecto de vida se hace realidad efectiva. Es el paso de la conquista a la colonización como “acto civilizatorio”. La violencia del conquistador se vuelve algo bueno, la resistencia de las víctimas algo malo; una vez que la víctima ha sido racializada como inferior entonces se naturaliza su condición: ante los ojos del dominador será siempre esclavo, atrasado, subdesarrollado, sin educación, sin cultura, sin libertad, sin democracia, por eso, sin voz ni voto en las decisiones mundiales (la compra de apoyo a las prerrogativas del G7 en las cumbres expresa eso: no son seres humanos, por eso se los puede comprar como cosas).
Esa racionalidad produce una acción racional que desarrolla, en todos los ámbitos de la vida, la reproducción sistemática del dominio, de modo hasta autóctono y doméstico. La experiencia inaugural con que nace el mundo moderno (la conquista del Nuevo Mundo), se expresa como praxis universal; la dominación aparece en todos los ámbitos de la vida descomponiendo y desarticulando toda otra forma de vida. La acción racional que produce esta racionalidad (que hace de la razón un ejercicio explicito de dominación) lo expone la ciencia como paradigma de toda acción: la acción medio-fin. La economía la traduce como costo-beneficio. Lo que provoca esto, es la objetualización de las relaciones humanas, la inevitable mercantilización de toda la vida. Se trata de una lógica nefasta (cuando regula todas las acciones humanas) que va destruyendo todo a su paso, produciendo una ética de la irresponsabilidad absoluta que, en lenguaje neoliberal, llama externalidades a todo lo que ella provoca. Si el afán de riqueza (la motivación de la ganancia) constituye el fin de toda acción humana, entonces la lógica medio-fin regula toda acción humana (los fines son siempre específicos, de modo que el actor no se interesa por nada más que no sea su fin preciso, lo cual le hace ciego de todas las consecuencias que pueda provocar su acción específica; por eso cuando persigue exclusivamente la ganancia, desaparece toda moral, y toda consideración ética se subordina al propósito que, de modo científico, ha sido calificado como racional, es decir, como verdadero, es decir, como bueno).
Por eso, detrás del concepto de desarrollo, está una acción racional que contiene, a su vez, una concepción de racionalidad, que expresa un proyecto determinado e histórico; una forma de vida que, para hacerse efectiva, ha producido las instituciones apropiadas para ordenar el mundo de acuerdo a sus intereses. El conocimiento que sostiene a esas instituciones, sostiene también a los individuos, que son (de)formados académica y mediáticamente para ser fieles de un sistema que los recicla a gusto y antojo (los genios en matemáticas son destinados a las finanzas y los nuevos investigadores a satisfacer las exigencias del mercado, las transnacionales y la guerra; importa poco las necesidades de la humanidad y de la vida en el planeta). En ese sentido, el desarrollo funciona como una prerrogativa que ni siquiera expresa necesidades humanas (menos naturales) sino necesidades corporativas; el desarrollo va ligado a la competencia, lo que hace todavía más cruel la carrera por el desarrollo; ganar o tener más que el otro se convierte en sinónimo de más desarrollado.
Ese afán expresa, precisamente, lo que el desarrollo, en esencia es; porque la competencia es sólo pensable en situación de contienda, oposición o rivalidad, además de una implícita conciencia de desigualdad, donde el aprovechamiento de ventajas y desventajas es fundamental. Es decir, el desarrollo (que se hace por competencia) es lo que proyecta una racionalidad instrumental. Por eso, cuando se tiende al cambio de modelo económico (de modo automático), como el socialista, sin la tematización de la racionalidad que presupone el nuevo modelo, se cae en la reproducción de lo mismo que se criticaba. Porque lo que hace el capitalismo, tampoco es desplazar a otros modos de producción e instaurarse como el único; ni el esclavismo, ni la economía rural, precolonial, comunal, etc., desaparecen con el capitalismo. Lo que hace la lógica del capital es descomponer los modos de producción existentes, rearticulando estos en torno a las exigencias del capital y del mercado. Pensando la posibilidad de otro modelo económico, la pregunta sería: ¿cuál vendría a ser el criterio articulador de una nueva economía?, a su vez, ¿qué concepto de racionalidad y acción racional necesitamos producir para proponer una nueva economía?
Cuando hablamos de racionalidad nos estamos moviendo, no sólo en un ámbito científico, sino en aquello que trasciende y presupone la propia ciencia: el mundo de la vida. La racionalidad del mundo que nos presupone es la racionalidad que, en última instancia, nos constituye como sujetos. Pero con la racionalidad moderna sucede algo paradójico. Ella prescinde, en sus elucubraciones, de la humanidad, del mundo y de la vida; cuando piensa, hace abstracción de la muerte y de la vida, por eso deviene en racionalidad formal, carente de todo contenido real. Por eso el conocimiento que desarrolla, en cuanto economía, se convierte en economía para la muerte; el desarrollo que propone, es desarrollo del mercado y del capital, la naturaleza y la humanidad le importa poco. Modernizar todo significa expandir el mercado (donde hay todo para comprar, hasta seres humanos, si es que se tiene dinero) y el capital; subordinarnos al mundo de las mercancías, es decir, al mundo de las apariencias (donde por tener todo acabo no teniendo nada, porque las apariencias son espejismos que provocan ilusiones que no llenan nada, sólo generan adictos insaciables; por tener todo provoco que los demás no tengan nada) ¿Qué significa modernizar el Estado, la economía, la política, sino continuar pensando desde la lógica del desarrollo, la ganancia, la competencia, el mercado y el capital?
Por eso volvemos a insistir la pregunta. Porque está bien criticar el desarrollo del primer mundo pero, si nosotros, solapadamente, pretendemos ese mismo desarrollo, es decir, ser ricos también, entonces no hay margen de disponibilidad efectiva y lo que, en verdad, proyectamos, es una recaída en lo mismo. Por ejemplo, si se efectuara la deuda climática como indemnización a los países pobres (algo similar a la mercantilización de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero); suponiendo que los países ricos tengan tal cantidad real de dinero (no la desequilibrada impresión de dólares sin respaldo alguno que los gringos acostumbran a hacer), la pregunta necesaria que se debe realizar es la siguiente: ¿es ético recibir ese dinero? Si la riqueza producida por el primer mundo es inmoral, es decir, es dinero maldito, ¿cómo podemos creer que ese dinero sería parte de la solución? Sería algo así como creer que el dinero del asesino puede devolverle la vida a la víctima. Porque los países ricos pueden, de modo eficaz (porque los ricos siempre lo han hecho), utilizar su poder económico para comprar su absolución; en este caso, quienes vendan su alma al diablo, confirmarían que los encantos del desarrollo moderno son irresistibles.
Los países pobres requieren inversión, capital de arranque; imaginemos entonces este escenario: los pobres se unen, en respuesta a aquello, los ricos ofrecen resarcimientos jugosos; ¿cuántos no pactarían ante semejante oferta?, resultado, la unión se fractura y la lucha queda desarticulada. Por eso un imperio no negocia con los pueblos sino con sus gobiernos. Por eso de la Cumbre de los pueblos salen mejores perspectivas; por eso, para clarificar lo pasos siguientes, es necesaria esta reflexión. La deuda climática no debe pretender significar una deuda que pueda sufragarse simplemente con más dinero; eso sería entrar en el juego de los ricos, que creen que el dinero lo puede todo, hasta comprar el cielo. Además, la lógica de la deuda es otro de los pilares del desarrollo moderno. Con esa lógica destruyeron nuestras economías y las reordenaron a sus intereses: la deuda es impagable, por eso mismo debe ser pagada, con sangre; cobrar las deudas que nos impusieron significaba literalmente desangrar a nuestros pueblos. Si cuando exigimos la devolución de todo lo robado, eso quiere decir seguir robando, entonces, al final, socapamos el robo mismo.
El problema es mayúsculo cuando nos damos cuenta que seguir robando es herir de muerte a la Madre. El primer paso real, si de deuda hablamos, sería la condonación de toda la deuda externa del tercer mundo, además de la creación de un nuevo sistema financiero mundial de regulación pública (donde las decisiones no sean destinadas a las transnacionales, bancos comerciales o de inversión –sus fondos de cobertura o especulativos–, inversionistas, compañías de seguros, etc., pues estos son adictos a la especulación de productos básicos y derivados, así como a la manipulación del movimiento de precios en los mercados de valores y de divisas), cuyos indicadores pasen, de entes abstractos como las cifras, a necesidades concretas como la producción y reproducción de la vida, en todas sus manifestaciones. Así no se logra riqueza, es cierto, pero tampoco se produce miseria; la falacia del desarrollo consiste en creer que produciendo más y más riqueza, se logra la felicidad. Si para producir más riqueza debo producir miseria en otros lados, entonces mi felicidad es infelicidad para los demás, lo que pudo haber sido bendición se convierte en maldición.
Por eso esta crisis pone en tela de juicio el desarrollo moderno (que también los pobres pueden querer aspirar, porque es un desarrollo que deslumbra). La crítica a la modernidad no tiene que ver con afanes culturalistas, afirmaciones de la diversidad, etc., sino de juicios de realidad que interpelan a la humanidad toda: en cinco siglos se ha venido desarrollando un proyecto exclusivista del 20% rico del mundo, en desmedro y a costa, no sólo de la humanidad, sino del planeta mismo. Por eso el grito es unificado (y los empobrecidos del primer mundo se suman a ello) y reclama un nuevo orden mundial, que remedie el desorden actual y apueste por alternativas sostenibles que hagan posible un mundo en el que quepan todos. Un “mundo sin alternativas” es un mundo sin futuro; sólo un pensamiento decadente, como el neoliberal, podía haber postulado semejante clase de mundo. Lo caduco del pensamiento del norte consiste en su carencia de utopías, la opulencia genera el conservadurismo, por eso el pensamiento que produce es profundamente conservador. La historia ya abandonó al norte, la historia ahora pertenece al sur. El espíritu del nuevo tiempo está anidando en el sur.
Pero la tendencia conservadora es lo que aún pervive y se rearticula a nivel también mundial, sobre todo, cosa paradójica, entre los jóvenes (por eso no es raro que los contingentes activos de resistencia en Venezuela sean juveniles, los cautivos de los medios). Esta tendencia se reproduce también entre los pobres, pues no sólo los ricos son conservadores, también suelen serlo los pobres, sobre todo aquellos que han conocido, de algún modo, la riqueza. El deslumbre de la riqueza no es anodino; por eso, el temple del pobre no se encuentra tanto en su capacidad de lucha sino en su disposición revolucionaria; se puede luchar para ser rico también, pero para ser rico se debe producir nuevos pobres. Es el drama de las revoluciones burguesas; luchan contra el poder feudal abanderando los más grandes ideales, para después traicionarlos y reproducir aquello contra lo cual habían luchado. Entonces, la pregunta no es mera retórica, y apunta a la reflexión exhaustiva del sujeto que constituye la esperanza de esta lucha global.
En la lucha, lo que primero se construye, no son las trincheras defensivas, sino el potencial de disponibilidad del sujeto; esto quiere decir: que toda lucha física presupone una lucha espiritual (por eso, a una guerra se llega con lo que se es, pero también con lo que no se es, es decir, si hay potencial de disponibilidad, la concurrencia es exitosa, de lo contrario, lo que se produce es desagregación; si la disponibilidad no asiste como un todo unificado, el todo se diluye, la derrota acontece porque se ha concurrido de modo derrotado). Cuando los objetivos de la lucha rebasan lo estrictamente humano, el ámbito espiritual se hace más necesario: el espíritu no es algo ajeno a la política sino su forma más acabada. Luchar por la vida, en sentido eminente, requiere de una disponibilidad trascendental; no se trata de una lucha particularista sino de una lucha que tiene que ver con el todo de la vida. Esto produce, necesariamente, una visión holista de la lucha misma, porque si la vida no está escindida o dividida, nuestras luchas tampoco lo están, y todas, si son luchas honestas de liberación, no pueden andar extraviadas sino reunidas. Lo sustancial de la “Cumbre de los Pueblos sobre el Cambio Climático”, más allá de los contenidos expresados, está en el hecho mismo del potencial de disponibilidad del sujeto que emerge, como momento constitutivo de un poder de interpelación global; productor de un nuevo sentido común, que sea capaz de cuestionar y sustituir las creencias moderno-occidentales por un nuevo horizonte universal de justicia, amplificada ahora a la naturaleza.
Por eso la esperanza no proviene de los países ricos sino de las víctimas de un desarrollo que socava, no sólo sus vidas, sino la vida del planeta mismo. Los países ricos se encuentran en el ojo de la tormenta de una crisis que provocaron las instituciones que ellos mismos crearon; el supuesto conocimiento infalible que produjeron no pudo prever la crisis financiera, es más, una vez desatada la crisis, no saben cómo hacerle frente. El conocimiento que sostienen a sus instituciones no es pertinente para pensar una crisis de semejante magnitud, menos para hallarle soluciones. Ese conocimiento no descubre estos problemas, más bien los encubre. Por eso responden de modo ciego. Lo mismo pasa con la crisis climática. La apuesta de los países ricos sólo apunta al fracaso de la humanidad. Si el ser humano es el centro de todo lo que conocemos como vida, la modernidad ha corrompido ese nuestro lugar, al hacer de aquello un privilegio y no una responsabilidad.
Detrás de todas las estratagemas que arguye el primer mundo para deslindar responsabilidades, se encuentran un conjunto de creencias, a las cuales, no quieren ni saben cómo renunciar. Una de esas creencias irrenunciables es el desarrollo. Los efectos negativos de ese desarrollo los han padecido, desde hace cinco siglos, la humanidad y el planeta entero. La idea de ese desarrollo proviene, decíamos, de la formulación científica del “progreso infinito”. Sobre esta idea se levanta la ciencia moderna y, como postulado económico, el capitalismo. Observemos de nuevo la falacia en que incurre este postulado de la ciencia moderna: un progreso infinito supone recursos también infinitos; ahora bien, ¿son la humanidad y la naturaleza infinitos? El postulado del “progreso infinito” es producto de teoría, pero empíricamente no hay nada que pueda sostener proyecciones infinitas; es decir, es una pura ilusión, no es realista. La modernidad no es nada realista, es más ilusoria de lo que ella se imagina.
En su lucha contra la teología medieval, de modo inconsciente, adoptó sus ilusiones como delirios; fue cuando empezó a prometer todo aquello que prometía la iglesia, de ese modo se convirtió en la nueva idolatría. Bajó el cielo medieval y lo proyectó, como realizable, en términos de futuro; todo sería posible en el tiempo venidero, hasta la inmortalidad. La era de la tecnología moderna nació con esa ilusión. Por eso empezó su camino de modo ciego; teniendo por norte el infinito, ya no fue posible ver lo finito de la condición humana y de la naturaleza. La naturaleza había sido degradada cualitativamente; ahora sólo importaba como objeto: espacio plano, homogéneo e infinito (de nada servía saber que la tierra era redonda, pues para la ciencia seguía siendo plana). La matematización de la realidad terminó por reducir la vida del planeta a un conjunto de cifras, en rojo y negro, ganancias y pérdidas, de una contabilidad que se movía en la ilusión de la infinitud.
Aparecen las nociones de crecimiento, acumulación, desarrollo etc., y todas ellas con la ilusión del “progreso infinito”. La economía se encargó de sistematizar este marco categorial. Entonces, el sistema económico que aparece, el capitalismo, no es el fondo de la cuestión. El capitalismo es la determinación económica de una racionalidad que subyace a esta economía. Para que la economía aparezca, ya no como ciencia de la producción de los medios de vida, sino como ciencia de los negocios, debe operarse previamente un concepto de ciencia pertinente a esta transformación. Porque lo que sistematiza la economía capitalista, decíamos, es una determinada acción racional, la cual presupone siempre una racionalidad que es, en definitiva, la que digita la lógica con la cual es posible hablar del sistema económico del capital. Quien pone el dedo en la llaga y dice con su nombre propio lo que significa esta acción racional, es Franz Hinkelammert. Se trata de una acción racional con arreglo a la codicia. La codicia es destructiva porque pervierte hasta la justicia, por eso se trata de una codicia que se hace en cumplimiento de la ley; el propio concepto de ley que desarrolla la modernidad (que dice que es ridículo otorgarle derechos a quien no puede reclamarlos), no es nada más que la expresión jurídica de la codicia como regulador de la existencia. Por eso constituye el principio de vida del capitalismo.
No se trata de la codicia como envidia común y pedestre sino de la codicia convertida en forma de vida, que tiene en la ley a su garante normativo. No codiciar se convierte en algo subversivo; no codiciar significa ver al otro como prójimo y no como medio para la maximización de la codicia. En ese sentido, la ley con arreglo también a la codicia entra en contradicción con el amor al prójimo; desde la codicia el otro deja de ser sujeto, por tanto, deja de ser mi prójimo. Por eso los Bancos tienen a la policía para desalojar a la gente de sus casas y las entidades financieras mundiales a los gobiernos para reprimir al pueblo que no acepta ajustes estructurales (despidos, congelamiento de salarios, privatización de salud y educación, etc.).
El “greed is good” es, por decirlo de algún modo, el momento originario de un apetito hecho forma de vida, sistematizado de modo científico, y efectivizado (en cuanto dominación real) como economía política a nivel global. Pero en una acción racional con arreglo a la codicia, no basta que la codicia sea buena sino que, como principio de vida, debe ser lo divino, por eso, lo que es bueno para mí (así piensa el fetichista), es el ídolo al cual me inclino: “greed is God”. El principio de vida del capitalismo se transforma en el ídolo moderno; por eso el senador norteamericano Phil Gramm (además de vicepresidente del UBS Investment Bank) llamaba a Wall Street “holy place”, Bush padre recibía la bendición del pastor Billy Graham antes de invadir Irak, y cuando baby Bush decía “God is with us”, en realidad decía, “greed is with us”, la codicia, el “greed”, estaba con ellos.
Por eso se trata de una racionalidad irracional, de una acción racional que se vuelve acción irracional y produce, también, una ética de la irresponsabilidad. Si en el fondo del desarrollo moderno se encuentra esta racionalidad irracional, que produce una acción racional con arreglo a la codicia que, cuando se hace criterio de toda acción, produce el suicidio colectivo global, entonces tiene sentido hacernos la pregunta acerca del desarrollo moderno. Porque si, en última instancia, la aspiración de los países pobres sigue siendo un tipo de desarrollo semejante, entonces entramos en auto-contradicción: nos liberamos no para ser libres sino para ser ricos (por ejemplo, exportar a toda costa, porque los ricos del primer mundo pagan mejor que nuestros propios pueblos pobres). La liberación produce una nueva dominación. Europa cae en esa aporía. Padece centenariamente el dominio imperial romano y, sin embargo, su única aspiración consistirá en ser como Roma. La dominación fue tan efectiva que logró anular una subjetividad libre, y lo que produjo, fue el remedo de su condición, hasta en la decadencia. Es el complejo del dominado: admira tanto a su dominador que a lo único que aspira es a ser como él. La conquista del Nuevo Mundo le ofreció a Europa la posibilidad de efectivizar aquella aspiración; que es a lo que aspira alguien que no es libre: a dominar.
El señorío que despliega como constitución de su subjetividad se hace a costa de desconstituir la subjetividad del indio. El señorío que era cualidad divina y luego real, es asaltada por la codicia como principio de vida de los segundones; por eso llegan a estas tierras queriendo ser todos señores a costa de los indígenas, a quienes ven como sus vasallos naturales, tolerados sólo como servidumbre. Por eso la reacción es furibunda cuando su servidumbre se alza y hace gobierno y ahora habla en nombre de la naturaleza, en términos de Madre. Su respuesta es ridiculizar al indio insolente, no tolera el atrevimiento mayor: decir la verdad. Cuando la verdad no la dicen los cuerdos, tienen que decirla los locos; que es el modo como el sistema-mundo trata a quien dice la verdad. Ya en el principio ridiculizaron a Noé; es el modo como se muestra el temple del que habla con la verdad: primero se burlan de uno, luego se ríen, después de callan, y al final le siguen. Quienes al final quedan en ridículo son otros.
Si la cumbre levantó la irascible respuesta de los medios, es porque significa que otro mundo no sólo es posible sino más necesario que nunca, y esa conciencia es lo que destapa la mentira de la propaganda imperial. El desarrollo moderno ha producido ese veneno potencial que se llama coca cola, que es uno de los mayores causantes de diabetes en el mundo; así como ha logrado la producción acelerada de pollos (y toda producción pecuaria) en apenas tres meses, a base de hormonas que le hacen crecer e inflar de modo antinatural, además del hacinamiento cruel que sufren como potencial colérico transmitido a su propia carne (que se convierte en nuestro alimento diario). Ese tipo de producción está provocando todo tipo de enfermedades y trastornos. Otro de los logros del desarrollo moderno. Por eso preguntamos: ¿debemos llamar a eso desarrollo?
50% de emisión de gases de efecto invernadero proviene de la agroindustria, pero nuestras propias costumbres alimenticias sostienen a esa industria. La recomendación del presidente Evo es entonces cierta: dejemos los platos desechables y volvamos a los platos de barro; es decir, abandonemos lo artificial, la alternativa es volver a lo natural, porque somos naturaleza y, así como la naturaleza está diseñada con equilibrio, no hacemos una vida digna produciendo el desequilibrio. La riqueza seduce porque no hay verdad en ella, todo lo falso necesita de la seducción para conquistarnos; en realidad no se necesita demasiado para ser feliz, por eso se dice que el verdadero rico no es quien más tiene sino quien menos necesita. El “sumaj q’amaña” o vivir bien, parece ser la respuesta a esta crisis global, donde la lógica del dar se traduce, en praxis política, como servicio comunitario; el que aspira a ser señor no le gusta servir a los demás, en su lógica, el servicio es algo humillante, pero el servirse de los demás es algo meritorio, porque si en la lógica de la codicia, el otro desaparece como sujeto, como persona y como prójimo, ¿qué sentido tiene servir a quien le he despojado de su humanidad? Por eso, la forma de vida moderna no es vida, incluso para los beneficiados del norte, por eso su vida no es digna de ejemplo. Por eso volvemos a la pregunta: ¿deberemos seguir llamándoles desarrollados?
Fuente:http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2010052406

sábado, 29 de mayo de 2010

¿Qué significa el socialismo hoy?

Recapitulación crítica
Jorge Cerletti
herramienta.org

“Estamos frente a un proceso social y político diferente, frente al cual no se puede repetir más lo sabido.” (“Reformismo social y disputa de hegemonía” de Francisco Hidalgo Flor, Herramienta Nº 41) La cita demarca la frontera teórico-política ante la que nos hallamos. Y aún no podemos desprendernos de los contrapesos del bagaje conceptual anterior que no responde a los desafíos actuales, sea por repetición de libretos ya “vencidos” o por proclamar lo nuevo como si bastara con invocarlo. Desde luego existen aportes de ideas valiosas, pero lo más rico de lo que está naciendo surge de experiencias concretas con diversas características sin que las construcciones teóricas estén a su altura.No es de extrañar entonces que la situación que se presenta en Argentina y en Latinoamérica dispare fuertes polémicas y divisiones, producto de interpretaciones sostenidas desde discursos parcializados cuando no precarios. Así, quienes apoyan las políticas de los gobiernos “progresistas”, cualquiera sea su grado de adhesión, apuntan a morigerar los efectos depredadores del orden capitalista pero sin cuestionar la naturaleza del sistema que origina dichos efectos. En cuanto a los que sí cuestionamos al capitalismo, ubicados al margen de los cánones clásicos y de la reproducción de cursos agotados, constituimos una franja donde el momento que vivimos también provoca valoraciones disímiles y no pocas fricciones. Este entramado de divergencias muestra lo difícil que supone el reto: “no se puede repetir más lo sabido” y mayor aún, el de lograr bases comunes para que vaya surgiendo una inteligencia colectiva capaz de inducir cambios sustanciales, comenzando por los propios. Las limitaciones de los primeros no implican omitir las que atañen a las distintas aperturas donde prevalece la negación, sin que aún se constituyan alternativas contrahegemónicas que tengan suficiente fortaleza y que engendren un cuerpo teórico acorde a los trascendentes cambios que se viven. Es que las experiencias innovadoras, en desarrollo, enfrentan agudos problemas que no pudo resolver la teoría marxista confrontada a varias de sus previsiones claves que fueron refutadas por los hechos. Lo cual remite a la cuestión del Estado, del poder, de la representación, de los sujetos y de la producción mercantil. Cuestiones que atravesaron la frustrada transición al socialismo y que continúan vigentes en la problemática actual del campo emancipatorio.Las mismas forman parte de un cuadro más amplio que plantea la prefiguración de otro orden social que se identifica con el “socialismo” concebido como transformación radical. Lo cual exige pasar de la crítica negadora del sistema capitalista, condición necesaria pero insuficiente, a las propuestas creativas que conciernen a los lineamientos de un modelo, a los proyectos políticos estratégicos y a su metodología de construcción. Trilogía con claros vínculos en contradicción con las “urgencias” cuando éstas son asumidas como justificaciones de la sempiterna postergación de los temas de fondo.Lo que someramente expondremos a continuación apunta a esa irresuelta problemática cuyo abordaje nos parece impostergable para pasar de la crítica antisistema a la gestación de políticas emancipatorias que, fundando un suelo común, potencien las múltiples contribuciones existentes. Sin embargo, la fragmentación de nuestro campo es una evidencia de las dificultades para articular ideas y experiencias que ayuden a clarificar lo que está en juego en esta etapa con vistas a su superación. Las diferencias bien entendidas movilizan, pero lo que engendra serios obstáculos es la disposición a transformarlas en reductos grupales y/o personales impermeables a razones ajenas lo que conspira contra el quehacer colectivo. Algunas tesis que no resistieron la prueba Evidentemente transitamos un período de incertidumbre luego del vacío engendrado por la teoría emancipatoria más importante de la historia, la que produjo Marx, que preveía la transición al socialismo como la primera fase del proceso de liquidación del sistema capitalista. Y esta prognosis fallida incluyó la concepción política debida a Lenin. La perdurable influencia de ambos radicó en que protagonizaron e inspiraron los mayores logros revolucionarios de los dos últimos siglos. Sin embargo, lo acontecido en las décadas recientes y asumiendo la práctica como criterio de verdad, que tanto uno como otro profesaron, emergieron los déficits que portaba su andamiaje teórico político. En función de lo señalado, cabe preguntarse por el significado del socialismo hoy y su nivel de universalidad. Con ese fin mencionaremos algunas tesis clásicas que no resistieron la prueba del tiempo, según nuestra opinión. Y esto tiene importancia pues se relaciona con la situación actual que demanda construcciones políticas innovadoras con vistas a la emancipación.El desarrollo de las fuerzas productivas estuvo asociado a la idea de progreso como un curso inexorable de la historia. Ligado a ello, las relaciones sociales de producción cobraron un claro tinte economicista que se reflejó en la definición de las clases como el lugar ocupado en la producción por los diversos agentes. Todo lo cual redundó en la separación entre lo que se dio en llamar la superestructura y la estructura económica de la sociedad. Divorcio que no logró subsanar la apelación a ésta como “última instancia”, dado que subsistió como factor determinante que desplazó, en el imaginario socialista, a la política como eje principal que debía dirimir la viabilidad de las transformaciones estructurales. Y esto resultó así a pesar del formidable impulso que le insufló el leninismo a la política revolucionaria. Impulso que potenció a ésta y que cobró cuerpo en la antinomia entre “reformistas” y “revolucionarios”. Los primeros, como fieles exponentes del economicismo. Los segundos, que lo combatieron sin lograr desprenderse cabalmente de la concepción que criticaban y que subyacía en su interior. Esto influyó en las conocidas divisiones de las corrientes socialistas que cristalizaron en la Tercera Internacional. El triunfo de la revolución bolchevique dio razón a estos últimos que hegemonizaron el proceso. Pero el problema quedó latente, ya que se entrelazaron las cuestiones irresueltas en función de la persistencia de la sociedad mercantil y el fenómeno de la concentración del poder y del Estado a cargo del partido.La situación en Rusia y demás países donde triunfó la revolución se caracterizó por el escaso crecimiento de las fuerzas productivas comparadas con las naciones de punta del sistema capitalista (desarrollo desigual). Esto dio lugar a la tesis de Lenin del “eslabón más débil” y en los países dependientes a la posterior formulación del “subdesarrollo”, que planteó la CEPAL, y también a la teoría de la dependencia que propusieron los sectores radicalizados. De acuerdo a lo que nos interesa destacar en este punto, sólo haremos una breve mención al caso paradigmático de la ex URSS soslayando sus particularidades.La socialización de los medios de producción, objetivo del período de transición del socialismo, en rigor se tradujo en una estatización de los mismos. O sea, de la apropiación privada se pasó a la apropiación pública como patrimonio del Estado. Por tanto, la cuestión de la socialización quedó en manos del Estado que representaba a las grandes mayorías, entre las cuales la clase obrera cumplía el papel rector de aquéllas. Lo cual comportaba una serie de mediaciones coronadas en el liderazgo del PC. A todo esto, el aparato del Estado se sostuvo en una vasta burocracia administrativa, dueña de saberes y procedimientos conformados en base a la tradición burguesa que debía revertir el partido, controlando y reorientando, política e ideológicamente, a los funcionarios técnico-administrativos encargados de implementar las medidas revolucionarias. Los revolucionarios que tomaron por asalto el Estado burgués no previeron en toda su magnitud el riesgo de ser asaltados, a su vez, por el peso cultural-político que arrastraba dicho aparato. Sólo que ese peligro, superados los enfrentamientos armados, no provino de contrarrevoluciones sino de la lenta corrosión del empuje emancipatorio. Y aquí funcionó el Estado como dispositivo de poder, cuya estructura jerárquica fue distanciando a los dirigentes de los dirigidos.La clase obrera y los oprimidos en general, obtuvieron conquistas sociales importantes pero, en verdad, se produjo un cambio de patrones, pues los productores directos siguieron siendo obreros asalariados de las fábricas regenteadas por representantes del Estado nutridos por los cuadros del partido. Y por más que se planificara la producción, generando una distribución más equitativa de la riqueza, no cambió la estructura mercantil heredada, y el dinero continuó como patrón de valor para la planificación socialista que debía compatibilizar la asignación de recursos de la demanda interna con las exigencias del mercado mundial. Luego su presunto papel de intermediario del trabajo humano, aparentemente aséptico, desplazó a la producción de bienes de uso como ordenatriz social y el valor se constituyó en la base del cálculo económico. Lo que interactuó con el imaginario de los “administradores”, que erigieron el crecimiento del PBI en su principal objetivo y razón de ser, fetiche que fue relegando el aspecto cualitativo y el sentido de la producción asociado al bienestar de la población y al cuidado de la naturaleza. En ese proceso, la jerarquía del partido y sus diversos estamentos fue ocupando los cargos cupulares del Estado y la militancia política fue mutando hacia el gerenciamiento. Crecieron entonces las atribuciones de la burocracia estatal cada vez más alejada del mundo del trabajo, cuya participación se redujo a cumplir las directivas emanadas del poder central. De allí que la llamada transición al socialismo nunca llegó a superar el nivel del capitalismo de Estado. De ese modo, la lucha por desarrollar una cultura socialista fue perdiendo adeptos a dos puntas, a consecuencia de la cada vez mayor distancia entre dirigentes y dirigidos. Los primeros, conformando un estrato superior con intereses propios, y los segundos, ganados por el escepticismo frente al paulatino enajenamiento de lo público y su inexistente incidencia en las decisiones que influían sobre sus vidas.De ese proceso regresivo se desprende una enseñanza reiteradamente soslayada por gran parte de los actores políticos que hablan en nombre del socialismo, o los que hoy asumen al Estado como asiento de lo nacional y popular, confundiendo aquél con la transitoria suerte de los gobiernos que lo presiden. Porque una cosa es reconocer la gran hegemonía del capitalismo y el marco económico-político que constriñe a los gobiernos actuales y muy otra es la perspectiva estratégica desde la cual generar la oposición al sistema y manejar los tiempos. [Aquí viene a colación la siguiente cita de Luckács que hace Mészáros: “…sin estrategia no puede tenerse una táctica.”].Si rescatamos del socialismo los aspectos que le dieron entidad histórica y que aún tienen vigencia, la socialización de los medios de producción sigue siendo un principio fundamental. Socialización que de acuerdo a lo que venimos argumentando, exige desarrollar formas de socialización del poder, pues la una sin la otra ha demostrado ser un dilema irresoluble. En ese sentido operó el carácter segregador de la representación tradicional, cuyas sucesivas delegaciones conformaron una pirámide ascendente en cuyo vértice se concentró el poder. Y esta construcción política, que en su momento obtuvo resonantes triunfos, hoy sufre una profunda crisis al quedar en evidencia su vulnerabilidad que se hizo visible tras la reconversión capitalista del socialismo de Estado, ineludible testimonio incorporado a los desafíos de esta época. Desafíos y debates …logramos des-privatizar la política, entendiendo, de manera muy simple ésta como “la manera de auto-regular la convivencia común, de dialogar, de confrontar, de decidir y de ejecutar”.Oscar Olivera, palabras en el Segundo Viento Lo enunciado en esta cita que suscribimos, implica un prolongado proceso de generación de una creciente subjetividad colectiva, interrelacionada con el desarrollo de nuevas políticas emancipatorias que puedan ir contrarrestando la fuerte hegemonía cultural-política inherente a este orden social. Por cierto, un mayúsculo desafío. Con esa orientación vamos ahora a enfocar sumariamente las polémicas que suscita la situación que se vive en Latinoamérica y especialmente en nuestro país. Ello presupone una estrecha relación con los cambios operados en el escenario mundial, sólo que éstos, como los virus, ofrecen diversas adaptaciones según sea la realidad sobre la que actúan. Situaciones que exhiben la tensión entre las estrategias ligadas al largo plazo y las respuestas tácticas que demanda el dinamismo de las coyunturas políticas.El rebrote de las luchas populares, que desde principios de siglo y en distinta medida influyen en los gobiernos de varios de nuestros países, lo vamos a relacionar, salvando las distancias, con los sucesos de dos décadas anteriores. Nos referimos a las décadas de los setenta y de los noventa, que han dejado su impronta y que repercuten de distinto modo en la política de estos últimos años.Los setenta dejaron una doble enseñanza. Por un lado, mostraron el empuje de las luchas populares latinoamericanas que cristalizaron en los procesos antiimperialistas y revolucionarios y que derivaron en el ascenso de varios gobiernos afines. Por otro, emergieron las respuestas bélico-políticas propiciadas por los dueños del “patio trasero”, en sintonía con los respectivos establishment internos, lo que coronó en los reiterados y cruentos golpes militares que “apagaron el incendio”. Mientras que en los noventa, desbaratadas las pujantes rebeldías y consolidada la hegemonía mundial del capitalismo, se arrasaron las conquistas anteriores y languidecieron las resistencias que retrocedieron manifiestamente a pesar de que nunca se extinguieron. Período en que se impusieron los dictados del Consenso de Washington en Latinoamérica y que aquí, vía el gobierno peronista de Menem, produjo el mayor desastre social de nuestra historia.Dicho desastre resultó el preludio de la caída de De la Rúa, continuador radical del menemismo, y también supuso la muerte del Frepaso, fugaz intento “progresista” desprestigiado por su descalificadora participación en el gobierno de la Alianza.Los sucesos que conmovieron a la Argentina en plenos de puebladas que expresaron la resistencia popular, sepultaron a aquél gobierno pero sin que se gestaran políticas cuya envergadura pudiera sustituir el sistema político partidocrático imperante.En cambio, se produjo algo inesperado. En 2003, de la sucesión que apañó Duhalde por descarte, emergió la presidencia de Kirchner, quien obtuvo una magra cosecha electoral que contó con poco más del 22% de los votos. Nacido de la debilidad, se fue haciendo fuerte al propiciar algunas medidas de corte popular que fueron rescatando el rol del Estado como soporte de los intereses nacionales que, siquiera en parte, no respondían a los designios de los establishment interno-externos.Aquí no vamos a historiar lo acontecido según el “paladar” de la política en boga, que enumera “aciertos y falencias” de acuerdo a quien contabiliza. Nuestro propósito es situar la problemática de este período que suma tantos interrogantes como debates sesgados que contribuyen a la fragmentación del campo popular (con licencia del término a falta de otro). Y así llegamos a la relación que propusimos con el objeto de apreciar hasta qué punto las secuelas de aquéllas décadas inciden sobre el escenario político vigente.Siguiendo este enfoque, señalamos una contradicción cuyo abordaje abre cauce a diferentes líneas interpretativas acerca del momento actual y a sus proyecciones. Esquemáticamente, se pueden tomar como términos de comparación a los setenta y a los noventa. En el primer caso, el kirchnerismo resultaría una versión aggiornada y empobrecida de lo que se jugaba entonces y que, debido a sus compromisos con los factores de poder real, hoy posibilita la recuperación política de los sectores dominantes que se mantuvieron sin mengua y al acecho. A la vez, tal valoración reconoce distintas vertientes que, desde la izquierda hasta la derecha, lo descalifican rotundamente. En el segundo caso, significaría un paso adelante respecto del “neoliberalismo” menemista de los noventa y un curso susceptible de profundizarse para gestar un movimiento “nacional y popular”. Al margen de tales posturas, que se desenvuelven dentro del marco de esta “democracia” representativa que supimos conseguir, tan mediática y falaz como vulnerable, aparecen tendencias que propugnan políticas a distancia del Estado, las cuales, con sus matices, se oponen al sistema político tradicional existente e intentan gestar alternativas con vistas a la emancipación. Y es en torno a estas interpretaciones que giran los principales desencuentros.Desencuentros que conservan un viejo hábito nacional en el que las posturas de barricada sustituyen a los debates productivos y los transforman en una especie de discusión esquizofrénica. Lo común es abroquelarse en lógicas maniqueas: o de nada sirve lo que producen las de por sí diversas políticas estatales que se han dado desde comienzos de siglo en el subcontinente, o éstas son lo mejor que podría ocurrirnos y la precondición de un avance popular con vistas a un desarrollo nacional independiente favorable a las grandes mayorías, una suerte de recreación del Estado de Bienestar. Compartimentar la comprensión de la realidad actual dificulta la praxis política que no termina de sobreponerse a la caída de las certezas que alimentaron el fervor revolucionario que prevaleció en el siglo XX. Cada una de esas posturas, en verdad, se ahorran los análisis de situación porque tanto una como otra los tienen resueltos de antemano. Y lo más importante, contribuyen a la pobreza del debate político que refleja la crisis de la concepción estratégica que padecemos y a la que se refiere el título de este artículo. Pasado, presente y futuro convergen hacia ese interrogante en demanda de respuestas que orienten los ensayos que desde diferentes lugares luchan por un mundo mejor. El porvenir es impredecible, pero las apuestas políticas no se hacen a ciegas (aunque el azar juegue), ni se fundan en el deseo de cada uno (que por supuesto existe).Atentos a lo expresado, creemos necesario determinar cuestiones que posibiliten centrar la discusión sobre ejes comunes referenciales de la reflexión política colectiva. Es un momento de incertidumbre acerca de la evaluación y el devenir de los sucesos actuales. Momento que demanda el ejercicio de un pensamiento crítico, despojado de preconceptos, que sirva para ir construyendo políticas tendientes a la emancipación. [“Emanciparse, según el sentido más clásico de la palabra, quitarse de encima la mano del amo.” (ibid. artº de Oscar Olivera)] A tal fin, exponemos las que para nosotros son las cuestiones más relevantes a las que deben responder las interpretaciones en juego, si se aspira a generar estrategias que orienten y den sentido a las prácticas coyunturales. Asimismo, la siguiente enumeración tentativa presupone una interrelación entre sus enunciados: 1) La posición frente al régimen capitalista y significado del socialismo hoy. 2) El problema de los tiempos. Lo inmediato, lo mediato y la cuestión del poder. 3) Sujetos de cambio. Protagonismo y representación. 4) Estado, nación e internacionalización del capital. 5) Latinoamérica y Argentina en la actualidad como correlato de los puntos precedentes. Creemos que su tratamiento no sólo tiene vigencia como problemática general sino que resulta indisociable del acuciante momento que vivimos. Es evidente que la derecha en el continente, la que representa política e ideológicamente al poder económico concentrado en colusión con los intereses imperiales, está recomponiendo sus fuerzas y pasando a la contraofensiva, lo que se manifiesta en las diversas vicisitudes que sufren nuestros países. Y cuanto más tibia es la lucha popular y sus gobiernos más dóciles a la requisitoria del sistema imperante, más favorables son las condiciones para dicha recomposición.El espacio político abierto en Latinoamérica puede resultar las vísperas de su cierre, como tantas veces ha ocurrido. Luego, si a las circunstanciales oportunidades no logramos inscribirlas en estrategias perdurables de signo propio, mayores serán los obstáculos en coyunturas adversas. Seguiremos dependiendo de políticas estatales ajenas y cíclicamente pasaremos de la euforia a los lamentos. Debemos superar el estrabismo político que supone igualar situaciones en función de un ideal a realizarse, aún carente de construcciones que lo avalen, o erigir al mal menor como una estrategia que no es tal sino la tácita confesión de la propia impotencia. Destrabar debates que transitan por sendas separadas comporta un considerable esfuerzo y la voluntad de nuclear energías para que las transformaciones que se pregonan no se queden en la autocomplacencia inherente a las discusiones bizantinas. No es una casualidad que connotados actores de los procesos de liberación de los setenta resulten hoy cultores de un “realismo” reformista que pretende pulir aristas de un orden social impuesto por la supremacía de los que, detrás de bambalinas, garantizan su continuidad por más concesiones que transitoriamente se vieron forzados a aceptar. Es otra muestra de la gran hegemonía del capitalismo, que no caerá por obra y gracia de sus contradicciones sino por la lucidez y la acción de quienes lo cuestionan.En ese sentido, contra los intereses y previsiones de los sectores de poder del capital súper concentrado, a comienzos del siglo XXI creció en Latinoamérica la reacción popular que parecía un imposible en los noventa, período en que el discurso único festejaba “el fin” del socialismo y la derrota de los movimientos de liberación nacional. Y producto de las luchas libradas en nuestras respectivas sociedades resurgió la problemática de la emancipación, exigencia política cultural que no se extinguirá mientras subsista la injusticia, la inequidad y la opresión.
Fuente:http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-5/que-significa-el-socialismo-hoy