Fecha de publicación: 20/01/10
Para comenzar con un ejemplo que incluye las dos posiciones que quiero debatir, supongamos que usted es designado para ocupar un cargo importante en el gobierno: si al tiempo, cuando termina sus funciones, vuelve a su vida cotidiana sin una camioneta, sin haberse mudado a un piso más lujoso y tener un fajo de billete en sus cuentas bancarias, muchos de quienes le conocen murmurarán al verlo lo imbecil que fue, trabajo en el gobierno y no se hizo millonario. Pero si sucediese lo contrario, que al terminar sus funciones regresa en una 4 x 4 de agencia y forrado de dólares, se construye una mansión y se compra una lancha todos lo insultarán y dirán que es un ladrón. Ambas posturas solo denotan una cosa: estamos contaminados de capitalismo. ¡Que difícil que la honestidad sea el valor que predomine, que el compromiso permanezca y que la tentación diabólica deje de corromper nuestros combatientes!! La cultura del capitalismo, ese germen o virus con el que todos fuimos inoculados desde la infancia desde la gran caja de colores a la que nos hicimos adictos: la televisión, puede no dar síntomas de su existencia en cualquier hijo de esta sociedad de consumo, hasta en los revolucionarios convencidos que se pliegan al proceso, pero luego de un largo período de “silencio epidemiológico” resulta que el virus plusválico se manifiesta sorpresivamente cuando el diablo susurra una fanfarria de tentaciones de riquezas en nuestro oído y somos tomados por el flagelo imperial y de combativos revolucionarios, de a poco, de “negocito en negocito” nuestra condición revolucionaria se va poniendo precio, va metiéndose a la cama con los mejores clientes hasta que se termina siendo un revolucionario prostituido, o mejor dicho, un contra revolucionario, un traidor. Dos enemigos tiene ante si nuestro proceso revolucionario: el capitalismo exógeno y el endógeno. El que se nos opone de manera abierta y el otro, el peor, que renació y pudrió el alma en cualquiera de nosotros y lo convirtió en corrupto y que a la larga, se enquista en nuestros organismos de gobierno, contaminando y reproduciéndose, robando los dineros públicos, o sea al pueblo. Enriqueciéndose a costo de descomponer y podrir nuestra propia esencia transformadora y revolucionaria. Por otra parte la burguesía, la clase explotadora, para la que nada es más importante que ganar, no tiene ningún pudor para vestirse de rojo y de coquetearle a los funcionarios y tentarlos con el perfume de los billetes verdes. Esta es una lucha que se hace obligatoria, desde el funcionario de más bajo rango, que cobra “pequeñas comisiones”, que facturas “los favores” que tiene poder de disponer, hasta el ministro que firma contratos multimillonarios en donde siempre tiene grandes tajadas que le depositan en cuentas extranjeras, son una fuerza enemiga que nos puede destruir sino se le enfrenta, si no se le norma en leyes especiales contra la corrupción y se le castiga de forma ejemplar. No deja, sin embargo, de ser normal que esto pase. Es terriblemente grave y para muchos revolucionarios son signos de traición que generalizan sobre el proceso al socialismo que se desarrolla, llegando hasta convertirse en fuerzas negativas al culpar de manera ligera de todo esto a nuestro líder comandante. Me pregunto: ¿Qué alternativa visualizan estos señores tan ultraizquierdistas? Son los mismos que manifiestan sus adversidades “al culto a la personalidad” y que viven en la orilla entre seguir siendo revolucionarios o pasar a ser ya parte de quienes están en contra de Chávez. El liderazgo, o híper liderazgo de Hugo Chávez Frías es, a mi criterio, la garantía de seguir en marcha, para el pueblo, estoy casi seguro que también. Creo que el pueblo siente muy claramente que su líder jamás deja de abrirle los ojos y que de igual manera sufre ante la inmensa inoperancia de sus propio cuadros y de este devastador efecto de la corrupción. La izquierda venezolana, de donde provienen muchas de estas voces, nunca tuvo logros notorios que crearan en Venezuela nada parecido a lo que la figura de Hugo Chávez a creado no solo en nuestra patria sino en todo el continente y en la política mundial. El Comandante es una imagen en la que muchos pueblos ponen su fe, la historia está llena de legendarios líderes que movilizaron el carro de la transformación, la humanidad siempre sigue a hombres y siempre han existido hombres con este don grandioso de mover a los pueblos. Quienes cuestionan esta imagen, esta fe, quienes le culpan de todas las fallas, no perecieran capaces de tener un plan “B”, tan solo repiten sus mismos manuales que por tantos años fueron excluyentes y que los condenaron a ser una minoría. La corrupción, dentro de lo que se denomina período de transición, sucede porque los ciudadanos han sido formados por la sociedad capitalista, por ello siempre digo que tres cosas son las más importantes para salvar esta revolución del riesgo de la derrota: educación, educación y educación. Solo las nuevas generaciones, formadas en una nueva visión serán capaces de manera gradual de lograr crear la mujer y el hombre nuevo necesario, la siembra de valores, la creación de una nueva conciencia. De hecho esto cada día sucede en nuestra revolución, uno escucha a las jóvenes generaciones hablar de socialismo, comparar entre lo viejo y lo nuevo, uno los ve criticar las fallas y más aun, los ve convencidos de que se debe ser paciente y enfático en apartarse del viejo modelo que generaba hombres corruptos, el sentido patrio está naciendo y ese es el ancla, la base profunda de la verdadera transformación. La revolución socialista del siglo XXI tiene que ser cada día más severa y demostrar a todos los que la construyen que se entiende la necesidad de atacar con fuerza la corrupción, la creación de leyes que permitan la contraloría social cada vez más radical, que obligue a hacer públicas las declaraciones de bienes de todos los funcionarios, antes y después de ejercer cualquier cargo, la fijación de severas sentencias para aquellos que se robasen el dinero público, la publicación de cuentas en los grandes proyectos, todo esto es un apoyo necesario, pero que de igual manera podría terminar en más corrupción, pues el que vigila, podría “cobrar” para no denunciar y así aumentar esta cadena infernal, todo el marco jurídico es un apoyo siempre y cuando se eduque al pueblo, se fortalezca un cambio generacional, para que todos los jóvenes tomen las riendas de su revolución y la sepan defender y proseguir. El revolucionario verdadero nunca tendrá precio, nunca podrá ser tarifado, jamás el dinero será una tentación, al contrario, el dinero es el enemigo y todo revolucionario prostituido por él, deberá ser denunciado por el poder popular, el pueblo debe generar esta lucha, debe denunciar con pruebas, evitando la difamación y la injuria, debe asumir con seriedad revolucionaria la limpieza de nuestra organización: en el partido, los consejos comunales, alcaldías, gobernaciones, ministerios y oficinas públicas de todo tipo: el respeto al tesoro público y la dignidad de los revolucionarios son las metas indispensables para vencer en esta nueva etapa de nuestra revolución, crear esta conciencia anticorruptos y contra la prostitución revolucionaria ya instituida son luchas tan necesarias como el avance y las victorias electorales, es más: del triunfo en la lucha contra quienes roban en nombre de la revolución dependerá en gran medida la renovación y el compromiso de todos los que somos soldados de esta lucha. Patria socialista o muerte: venceremos!
Para comenzar con un ejemplo que incluye las dos posiciones que quiero debatir, supongamos que usted es designado para ocupar un cargo importante en el gobierno: si al tiempo, cuando termina sus funciones, vuelve a su vida cotidiana sin una camioneta, sin haberse mudado a un piso más lujoso y tener un fajo de billete en sus cuentas bancarias, muchos de quienes le conocen murmurarán al verlo lo imbecil que fue, trabajo en el gobierno y no se hizo millonario. Pero si sucediese lo contrario, que al terminar sus funciones regresa en una 4 x 4 de agencia y forrado de dólares, se construye una mansión y se compra una lancha todos lo insultarán y dirán que es un ladrón. Ambas posturas solo denotan una cosa: estamos contaminados de capitalismo. ¡Que difícil que la honestidad sea el valor que predomine, que el compromiso permanezca y que la tentación diabólica deje de corromper nuestros combatientes!! La cultura del capitalismo, ese germen o virus con el que todos fuimos inoculados desde la infancia desde la gran caja de colores a la que nos hicimos adictos: la televisión, puede no dar síntomas de su existencia en cualquier hijo de esta sociedad de consumo, hasta en los revolucionarios convencidos que se pliegan al proceso, pero luego de un largo período de “silencio epidemiológico” resulta que el virus plusválico se manifiesta sorpresivamente cuando el diablo susurra una fanfarria de tentaciones de riquezas en nuestro oído y somos tomados por el flagelo imperial y de combativos revolucionarios, de a poco, de “negocito en negocito” nuestra condición revolucionaria se va poniendo precio, va metiéndose a la cama con los mejores clientes hasta que se termina siendo un revolucionario prostituido, o mejor dicho, un contra revolucionario, un traidor. Dos enemigos tiene ante si nuestro proceso revolucionario: el capitalismo exógeno y el endógeno. El que se nos opone de manera abierta y el otro, el peor, que renació y pudrió el alma en cualquiera de nosotros y lo convirtió en corrupto y que a la larga, se enquista en nuestros organismos de gobierno, contaminando y reproduciéndose, robando los dineros públicos, o sea al pueblo. Enriqueciéndose a costo de descomponer y podrir nuestra propia esencia transformadora y revolucionaria. Por otra parte la burguesía, la clase explotadora, para la que nada es más importante que ganar, no tiene ningún pudor para vestirse de rojo y de coquetearle a los funcionarios y tentarlos con el perfume de los billetes verdes. Esta es una lucha que se hace obligatoria, desde el funcionario de más bajo rango, que cobra “pequeñas comisiones”, que facturas “los favores” que tiene poder de disponer, hasta el ministro que firma contratos multimillonarios en donde siempre tiene grandes tajadas que le depositan en cuentas extranjeras, son una fuerza enemiga que nos puede destruir sino se le enfrenta, si no se le norma en leyes especiales contra la corrupción y se le castiga de forma ejemplar. No deja, sin embargo, de ser normal que esto pase. Es terriblemente grave y para muchos revolucionarios son signos de traición que generalizan sobre el proceso al socialismo que se desarrolla, llegando hasta convertirse en fuerzas negativas al culpar de manera ligera de todo esto a nuestro líder comandante. Me pregunto: ¿Qué alternativa visualizan estos señores tan ultraizquierdistas? Son los mismos que manifiestan sus adversidades “al culto a la personalidad” y que viven en la orilla entre seguir siendo revolucionarios o pasar a ser ya parte de quienes están en contra de Chávez. El liderazgo, o híper liderazgo de Hugo Chávez Frías es, a mi criterio, la garantía de seguir en marcha, para el pueblo, estoy casi seguro que también. Creo que el pueblo siente muy claramente que su líder jamás deja de abrirle los ojos y que de igual manera sufre ante la inmensa inoperancia de sus propio cuadros y de este devastador efecto de la corrupción. La izquierda venezolana, de donde provienen muchas de estas voces, nunca tuvo logros notorios que crearan en Venezuela nada parecido a lo que la figura de Hugo Chávez a creado no solo en nuestra patria sino en todo el continente y en la política mundial. El Comandante es una imagen en la que muchos pueblos ponen su fe, la historia está llena de legendarios líderes que movilizaron el carro de la transformación, la humanidad siempre sigue a hombres y siempre han existido hombres con este don grandioso de mover a los pueblos. Quienes cuestionan esta imagen, esta fe, quienes le culpan de todas las fallas, no perecieran capaces de tener un plan “B”, tan solo repiten sus mismos manuales que por tantos años fueron excluyentes y que los condenaron a ser una minoría. La corrupción, dentro de lo que se denomina período de transición, sucede porque los ciudadanos han sido formados por la sociedad capitalista, por ello siempre digo que tres cosas son las más importantes para salvar esta revolución del riesgo de la derrota: educación, educación y educación. Solo las nuevas generaciones, formadas en una nueva visión serán capaces de manera gradual de lograr crear la mujer y el hombre nuevo necesario, la siembra de valores, la creación de una nueva conciencia. De hecho esto cada día sucede en nuestra revolución, uno escucha a las jóvenes generaciones hablar de socialismo, comparar entre lo viejo y lo nuevo, uno los ve criticar las fallas y más aun, los ve convencidos de que se debe ser paciente y enfático en apartarse del viejo modelo que generaba hombres corruptos, el sentido patrio está naciendo y ese es el ancla, la base profunda de la verdadera transformación. La revolución socialista del siglo XXI tiene que ser cada día más severa y demostrar a todos los que la construyen que se entiende la necesidad de atacar con fuerza la corrupción, la creación de leyes que permitan la contraloría social cada vez más radical, que obligue a hacer públicas las declaraciones de bienes de todos los funcionarios, antes y después de ejercer cualquier cargo, la fijación de severas sentencias para aquellos que se robasen el dinero público, la publicación de cuentas en los grandes proyectos, todo esto es un apoyo necesario, pero que de igual manera podría terminar en más corrupción, pues el que vigila, podría “cobrar” para no denunciar y así aumentar esta cadena infernal, todo el marco jurídico es un apoyo siempre y cuando se eduque al pueblo, se fortalezca un cambio generacional, para que todos los jóvenes tomen las riendas de su revolución y la sepan defender y proseguir. El revolucionario verdadero nunca tendrá precio, nunca podrá ser tarifado, jamás el dinero será una tentación, al contrario, el dinero es el enemigo y todo revolucionario prostituido por él, deberá ser denunciado por el poder popular, el pueblo debe generar esta lucha, debe denunciar con pruebas, evitando la difamación y la injuria, debe asumir con seriedad revolucionaria la limpieza de nuestra organización: en el partido, los consejos comunales, alcaldías, gobernaciones, ministerios y oficinas públicas de todo tipo: el respeto al tesoro público y la dignidad de los revolucionarios son las metas indispensables para vencer en esta nueva etapa de nuestra revolución, crear esta conciencia anticorruptos y contra la prostitución revolucionaria ya instituida son luchas tan necesarias como el avance y las victorias electorales, es más: del triunfo en la lucha contra quienes roban en nombre de la revolución dependerá en gran medida la renovación y el compromiso de todos los que somos soldados de esta lucha. Patria socialista o muerte: venceremos!
www.aporrea.org (Venezuela)
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