viernes, 29 de enero de 2010

Un prólogo para un clásico (polémico) de la tradición (I)

Salvador López Arnal
Rebelión
1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.
2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.
3
(Traducción al chino)
Nadie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los marxistas-leninistas)
4
(Interpretación del pesimista)
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.
Ángel González, Glosas Heráclito
El prólogo que Manuel Sacristán escribió para su traducción castellana de La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring de Engels (Grijalbo, México, 1964, pp. vii-xxviii) –que, como en otras ocasiones, fechó significativamente el 1º de Mayo- fue incorporado al primer volumen de sus “Panfletos y Materiales” [1].
Javier Muguerza ha considerado ese escrito como “el texto filosófico más significativo de Sacristán -el que más me impactó cuando lo leí y prolongó más duraderamente dicho impacto”. Gregorio Morán [3] señaló que “otro tanto ocurrió con su soberbio prólogo al Anti-Dühring de Engels; fue un texto capital en la formación marxista de una generación”. Por su parte, Félix Ovejero [4], en un artículo escrito poco después del fallecimiento de Sacristán, destacaba que
[…] apenas veinte páginas tenía la introducción de Manuel Sacristán a la edición castellana del Anti-Dühring, de Engels; veinte páginas que enseñaron a varias generaciones de marxistas mucho más acerca de lo que significaba ser marxista que la marabunta editorial de unos años más tarde.

Más recientemente, Juan-Ramón Capella [5] ha recordado que algunos textos del joven Sacristán:
[..] como su prólogo a la edición del Anti-Dühring de Engels publicada en México, eran recomendados de boca en boca entre los estudiantes como “introducciones al marxismo”. Sin embargo, es una variante especialmente analítica y reflexiva del “materialismo dialéctico” la que Sacristán proponía en este texto.
El mismo Fernando Claudín, poco después de la publicación del clásico engelsiano en Grijalbo, escribió un detallado comentario sobre el prólogo de Sacristán para Cuadernos del Ruedo Ibérico (octubre-noviembre 1965, pp. 49-57): “La tarea de Engels en el Anti-Dühring” y nuestra tarea hoy” [6].
Para la reedición del texto de Engels en OME, la edición de las “Obras de Marx y Engels” que dirigiera en los años setenta para editorial Crítica, Sacristán escribió la “Nota editorial sobre OME 35”, pp. IX-XIX, y en una de las carpetas depositadas en Reserva de la Biblioteca Central de la UB, fondo Sacristán, puede consultarse, además de otros materiales de interés, unas anotaciones de lectura que llevan por título: “Anti-Dühring, agosto 1976, en la preparación de la edición OME”.
“La tarea de Engels en el Anti-Dühring” -este es el título que Sacristán eligió para su prólogo- es, sin duda, uno de sus trabajos más reconocidos y que más han instruido, texto donde puede verse algunas de sus aproximaciones de más interés a categorías centrales de la tradición marxista revolucionaria como materialismo, dialéctica, engelsismo, concepción del mundo, práctica, cosmovisión marxista,… algunas de ellas, y el tema es importante, matizadas conceptualmente por él mismo en artículos posteriores.
“La tarea de Engels…” está estructurado en cinco apartados: 1. Por qué fue escrito el Anti-Dühring. 2. Qué es una concepción del mundo. 3. La concepción marxista del mundo. 4. La presentación de la dialéctica marxista en el Anti-Dühring. 5. La cuestión del “engelsismo”.
Sacristán explicaba del modo siguiente las razones que habían movido al autor de La situación de la clase obrera en Inglaterra a escribir una detallada crítica a las concepciones filosóficas, políticas y económicas de Eugen Dühring:
Vorwärts (Adelante), el órgano del Partido socialdemócrata alemán, empezó a publicar el 3 de enero de 1877 una serie de artículos de Engels bajo el título general “La subversión de la filosofía por el señor Dühring”. La serie terminó de publicarse el 13 de mayo del mismo año. Sin embargo, el 27 de julio de 1877 aparecía el primer artículo de una nueva serie: “La subversión de la economía por el señor Dühring”. Una parte de esta serie, el capítulo X de la segunda sección del libro, “De la ‘historia crítica”, es obra de Marx, no de Engels.
El último de los artículos de esta segunda serie apareció en Vorwärts el 30 de diciembre de 1877. Una tercera serie comenzó a publicarse el 5 de mayo de 1878 y concluyó el 7 de julio, dos meses más tarde. El título general de esta última serie era “La subversión del socialismo por el señor Dühring”.
En la edición como libro -tres ediciones en vida de Engels: 1878, 1886, 1894, recordaba Sacristán-, las tres series de artículos aparecen como tres secciones: sección primera: “Filosofía”; sección segunda: “Economía política”, y sección tercera: “Socialismo”. El título del libro, La subversión de la ciencia por el señor Dühring, igual que los títulos de las series de artículos, parodiaban el de un libro de Dühring sobre el economista Carey: Carey’s Umwälzung der Volkswirtschaftslehre und Socialwissenschaft, 1865 (La subversión de la doctrina económica y de la ciencia social por Carey).
Eugen Dühring era un Privatdozent, un profesor sin cátedra de la Universidad de Berlín que en 1868 había publicado una reseña del primer volumen de El Capital de Marx.
[…] Dühring hizo poco después una profesión de socialismo y empezó a ejercer cierta influencia en el partido socialdemócrata alemán. La influencia de Dühring pareció muy negativa a Liebknecht, a Marx y a Engels. El primero, desde Alemania, urgió de Engels una toma de posición respecto de Dühring. Engels consultó con Marx, y éste contestó que la toma de posición no podía tener lugar sino “criticando sin ningún miramiento a Dühring” (carta a Engels de 25-V-1876).
En esa misma carta, Marx recordaba que los escritos de Dühring carecían en sí mismos de importancia teórica, hasta el punto de que su crítica sería “un trabajo demasiado subalterno”.
[…] Marx ve el peligro, poco importante, de Dühring en la satisfacción que suscita entre los “artesanos”, como dice Marx -es decir, entre los triviales escritores socialistas sin preparación científica-, la lisonjera acogida que les dispensa Dühring y que ellos tienen por fuerza que comparar con la severidad con que Marx ha tratado siempre a los semicultos sin espíritu científico.
Efectivamente, apuntaba Sacristán, Eugen Dühring era muy poca cosa. Ni casi un siglo después ni en tiempos de la segunda edición del libro engelsiano quedaba ya nada de la obra del pedagogo berlinés que parecía “haber tenido el destino de darse siempre de cabezadas con grandes figuras científicas, como Marx y el físico Helmholtz”. El propio Sacristán recordaba en su nota editorial de 1977 para OME-35 [7] las críticas de Helmholtz y de otros catedráticos berlineses, y la expulsión de Dühring de la Universidad de Berlín:
[…] El ataque de Helmholtz y de otros catedráticos berlineses a Dühring (que desde 1863 era Privatdozent, esto es, profesor sin cátedra, en la Universidad de Berlín) replicaba a las críticas de Dühring al funcionamiento de la Universidad y de la enseñanza en general. Dühring había tenido ya un período de actividad docente con éxito, hasta el punto de que en 1866, cuando Bismarck deseó un informe sobre la cuestión obrera, encargó a su consejero Hermann Wagener que se lo pidiera a Dühring. También este incidente -que Engels reprocha a Dühring en su crítica- desembocó, por lo demás, en sinsabores para el docente berlinés: Wagener publicó como suyo en 1867 el informe que le entregó Dühring; éste se querelló (y al final ganó la causa en 1868).
En 1873 los catedráticos berlineses impusieron la expulsión de Dühring de la Universidad, quien encontró empleo en un liceo femenino privado poco después pero sólo hasta 1877.
En esta fecha el viejo litigio con la Universidad de Berlín, enconado por una nueva publicación crítica de Dühring sobre la educación de las mujeres, quedó definitivamente zanjado por la autoridad académica con la privación de la venia docendi, es decir, del derecho a enseñar.
Sacristán prosegue su presentación apuntando que, dada la nulidad científica de Dühring, el mismo Engels se había asombrado del éxito de su libro. Pronto comprendió la causa del éxito del Anti-Dühring: el libro era la primera exposición de conjunto de la concepción comunista del mundo iniciada por Marx.
No se debe, sin duda, perder de vista que una exposición temáticamente tan amplia como el Anti-Dühring no puede ser, dado que apenas rebasa las 300 páginas en octavo, sino un manual de divulgación. Pero a pesar de eso -o quizá precisamente por eso- su importancia fue grande para todo el movimiento obrero.
El Anti-Dühring había sido, pues, escrito con una inmediata motivación política y polémica contra un pensador posteriormente olvidado. Pero, en el curso de su mismo trabajo, Engels se había visto llevado a
[…] polemizar también con la corriente ideológica, quizá siempre presente en el socialismo, que Dühring representó brevemente en su tiempo.
Desde el punto de vista de la historia del socialismo, en opinión de Sacristán, Dühring representaba, pese a su petulante desprecio de los socialistas utópicos, una vuelta a la fundamentación utópica e idealista del movimiento:
Pues toda la teoría socialista se basa, según Dühring, en categorías morales abstractas, como la Justicia, la Igualdad, la recusación de la “propiedad violenta”, etc. Mientras polemiza con Dühring, Engels va exponiendo, por necesidad de la argumentación, los fundamentos de lo que suele llamarse “socialismo científico”, esto es, de un socialismo que ve su fundamento en la realidad histórica, en la vida real humana, y no en la mera voluntad moralmente cualificada.
No se trataba, desde luego, de que el marxismo careciese de motivaciones morales. No podía haber duda en este punto.
Marx ha dicho, criticando a Feuerbach, que la palabra “comunista” no tiene contenido meramente teórico, porque significa militante de un determinado partido, en lo que va implícito un reconocimiento de componentes morales en cualquiera que tenga derecho a llamarse comunista en el sentido de Marx, pues el militar en un partido es resultado de una decisión, cosa de la moral. Pero el marxismo se caracteriza en ese punto por la afirmación de que el contenido de los postulados morales debe buscarse en la realidad.
Un ejemplo claro de la dialéctica moral-realidad en el pensamiento marxista se encontraba precisamente en el capítulo X de la primera sección del Anti-Dühring: “Moral y derecho. Igualdad”, cuando Engels definía el contenido del concepto moral de igualdad para el movimiento obrero y para el socialismo científico:
Igualdad no es para el marxismo un postulado abstracto independiente de la realidad, sino la postulación de algo con positiva viabilidad histórica y con un contenido determinado por ella, a saber, la supresión de las clases sociales: “[...] el real contenido de la exigencia proletaria de igualdad es la exigencia de la supresión de las clases. Toda exigencia de igualdad que vaya más allá de eso cae necesariamente en el absurdo”.
Las ideas morales, como toda la cultura en general, recordaba Sacristán, eran para el marxismo función de la base económico-social, de la vida real de los seres humanos. Aunque complicada y mediatamente estaban determinadas por esa base misma. Eran, en definitiva, racionalizaciones de la realidad, pesimistas justificaciones de ella, pero también podían ser protesta contra ella.
En este último caso -que es el del movimiento obrero-, las ideas morales sólo tienen verdaderamente sentido si contienen una crítica racionalmente justificada de la realidad con que se enfrentan, si su contenido significa futura realidad previsible, y si se insertan en el marco de una concepción del mundo que, sobre una base científica, sea capaz de explicar primero y organizar después la realización de aquellos contenidos.
Una tarea central de Engels en el Anti-Dühring consistió, en opinión de Sacristán, en aclarar esta cuestión básica: cómo el fundamento del socialismo moderno no era la voluntad moralista sino el conocimiento, el mejor posible, de la realidad. Ello obligaba a Engels
[…] a intentar -con los riesgos de inmadurez que conlleva el compendiar algo naciente- una exposición de la concepción del mundo llamada a fundar el socialismo científico. Con esta motivación está también escrito el Anti-Dühring, aunque acaso Engels no se haya dado plena cuenta de ello en el primer momento, absorbido por el “trabajo subalterno” de terminar con la influencia de Dühring en el partido socialdemócrata alemán.
Aproximarse a la noción “concepción del mundo” era la temática del segundo apartado del prólogo.
La expression ya había sido comentada por él. En dos notas a pie de página de su traducción castellana, de 1962, de F. Sauerbruch y H. Wenke, El dolor. Su naturaleza y signficación [8], señalaba:
1. Por “filosófico”, “filosófica”, “filosofía”, etc. vamos a traducir a partir de ahora el adjetivo alemán “weltanschaulich” y otras palabras emparentadas con él, las cuales proceden todas de la noción de “concepción del mundo” o sea, de filosofía en sentido no técnico, de filosofía vulgar y “espontánea”. Este uso de la palabra “filosofía” es frecuente en castellano, lo que justifica la traducción.
2. Según se indicó previamente, palabras como Weltanschauung, weltanschaulich, etc. cuya traducción literal “concepción del mundo”, cosmovisión, etc. extraña al espíritu de la lengua castellana, especialmente en adjetivos, se darán por “filosofía”, “filosófico”, etc., entendiéndose estas expresiones en sentido no técnico. [el énfasis es mío]
En “Al pie del Sinaí romántico”, un artículo de 1967 publicado originariamente en la revista Destino, Sacristán recordaba los orígenes románticos de la expresión:
El filósofo romántico ha inventado la filosofía como “concepción” -casi en sentido tocológico- “del mundo”, como sucedáneo de la limitada y clara certeza científica, y de la infinita y oscura seguridad religiosa. Y ha podido hacerlo porque se ha encontrado con tres circunstancias sumamente favorables: la crisis de la vigencia “espontánea”, indiscutida, universal y orgánica de las ortodoxias religiosas; la incipiente enclaustración de la ciencia en los laboratorios o en las fortalezas defendidas del profano por la creciente matematización; y la asunción administrativa de la filosofía como saber oficial y positivo mediante el establecimiento de cátedras universitarias. Lo cual habrá de bastar aquí como explicación de la sorprendente vigencia cultural de aquellos primeros grandes filósofos académicos […] Pues bien: el mejor romanticismo -así se ve hoy desde la campana de cristal- sigue preso en la broncínea de la concepción redonda o sistemática del mundo, en la necesidad ideológica de fabular toda una procesión y paisaje del Ser para poder pensar y vivir. Esa fabulación, como todas, maneja por fuerza ignorancias como si fueran conocimiento. La ignorancia no es nunca en la práctica honrado vacío, como en la teoría, sino falso saber, Saber patéticamente afirmado y defendido con mayúscula.
En uno de sus primeros escritos filosóficos, señalaba Sacristán, el científico inglés John D. Bernal, quien acaso no siempre había sido consecuente con su propia declaración, observaba que la principal exigencia de ética intelectual que se desprendía del “presente estado del conocimiento” consistía en abandonar “toda pretensión de concepción conclusa del mundo”. La integridad de la consciencia personal, como volvería a señalar Sacristán en su opúsculo “Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores”, tenía que alcanzarse no fabulando, no en la especulación, sino mediante el empeño práctico, hecho propio del modo más crítico posible:
Aquí resuena un verso célebre del más grande testigo independiente, polémico y sagaz, del filosofar romántico: el goethiano “en el principio fue la Acción “. Esto separa el mejor legado romántico de las necesidades intelectuales presentes: que incluso la herencia romántica progresiva, la que proyecta porvenir, lo hace ideológicamente, necesitada de las andaderas de la humanidad infantil, ansiosa de certezas absolutas, compradas inevitablemente al precio de la chapuza intelectual; que ese romanticismo activo, abierto y orientado hacia adelante no es aún programa crítico, sino “religión del futuro”.
A propósito del clásico de Engels: una carta de agradecimiento [10] por el envío del Anti-Dühring y de La investigación científica de Mario Bunge [11] le era enviada a Sacristán por el bibliotecario de la abadía de Montserrat, P. Robert Vilaró. La carta está fechada el 11 de marzo de 1971, poco después del encierro en la abadía, en el que Sacristán también participó, contra el consejo de Guerra de Burgos:
Sr. Dr. Manuel Sacristán
Barcelona
Distinguido señor:
Tengo el gusto de poder agradecer la amable atención que ha tenido para con nuestra biblioteca al obsequiarnos con las versiones de dos importantes obras: M. Bunge, La investigación científica y F. Engels, Anti-Dühring, y que me entregó mi antecesor en el cargo P. Taxonera.
Aprovecho esta ocasión para ofrecerle, en la medida de lo posible y de su utilidad, los servicios de nuestra biblioteca, junto con el testimonio de mi admiración y respeto...
Sacristán se había encerrado en la abadía, junto a otros intelectuales catalanes, a finales de 1970 en señal de protesta. Los asistentes recuerdan los interesantes argumentos “dialécticos” que allí defendió sobre temas centrales como el derecho de autodeterminación de las naciones. Los Consejos de Guerra contra luchadores antifranquistas, la movilización contra los vientos nuevamente huracanados y criminales del franquismo, exigían una respuesta ciudadana y Sacristán, claro está, formó parte de ella. Su “concepción del mundo” así se lo exigía.
Notas:
[1] Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barcelona, 1983, pp. 24-51
[2] Javier Muguerza, “Manuel Sacristán en el recuerdo”, mientras tanto, nº 30-31, pp. 101-107.
[3] Gregorio Morán, Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, Planeta, Barcelona 1986, p. 480.
[4] Félix Ovejero, “La incómoda ortodoxia de Manuel Sacristán”, Nuestra Bandera, nº 131, p. 4.
[5] Juan-Ramón Capella, La práctica de Manuel Sacristán, Trotta, Madrid, 2005, p. 54.
[6] Puede verse actualmente el artículo de Fernando Claudín en http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri03049.htm
[7] Manuel Sacristán, “Nota editorial sobre OME-35”. En F. Engels, La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring. “Anti-Dühring”. Crítica, Barcelona, 1977, pp. ix-xix.
[8] Ediciones Zeus, Barcelona, p. 83 , nota, y p. 156.
[9] Manuel Sacristán, Papeles de filosofía, Icaria, Barcelona, 1984, p. 342 y pp. 349-350.
[10] Carpeta “Correspondencia”, Reserva de la Biblioteca Central de la UB, fondo Sacristán.
[11] Mario Bunge -La investigación científica. Ariel, Barcelona 1969, p. 5- escribía en la presentación las siguientes palabras de agradecimiento:
[…] Ha sido un alto privilegio en que los ilustrados directores de Ariel, S.A. encomendaran la traducción de este libro al Profesor Manuel Sacristán. No escapará al lector que el traductor ha debido superar la dificultad que presenta la pobreza de nuestro vocabulario filosófico, dificultad que no hubiera podido encarar siquiera de no poseer una sólida versación y rica experiencia.
Referencia Prólogo:
El prólogo de Sacristán en la red: http://archivo.juventudes.org/node/114 Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor mediante

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