El comportamiento de sus dirigentes es claramente una conducta socialdemócrata de colaboración de clases
Ex-miembro del Comité Central del Partido Comunista Francés, fue diputado a la Asamblea Nacional de Francia y al Parlamento Europeo durante casi dos décadas. De origen campesino, hijo de ferroviario, a los 16 años, durante la II Guerra Mundial, ya luchaba en la Resistencia francesa contra la ocupación alemana. Con 82 años hoy, Pierre Pranchère visitó recientemente Portugal por segunda vez, y volvió a Alentejo, donde había estado en el verano de 1975, enamorado de la Revolución de los Claveles. Ahora habló a «Alentejo Popular» de su participación en los «maquis» en la región de la Corrèze, de episodios menos conocidos de la II Guerra Mundial, de su experiencia como diputado, del fracaso de la Unión Europea y de la lucha de los comunistas franceses.
– A los amigos no se les pregunta por qué vienen a vernos. Sin embargo, ¿cuál es el objetivo de esta visita suya a Portugal?
– Este viaje con mi mujer y nuestra hija tiene dos ejes de interés: primero, visitar el país, profundizar el conocimiento de la historia de este pueblo, orgulloso como nación y que reivindica con mucha fuerza su historia. Después, como comunista, volver a mirar Portugal, porque estuve aquí en julio de 1975, en pleno auge de la Revolución de los Claveles.
Entonces, con el 25 de abril, el 1ro. de mayo de 1974, los claveles en la boca de los fusiles, quise percibir mejor la situación en Portugal. En esa época yo era diputado a la Asamblea Nacional de Francia, y nosotros, comunistas franceses, teníamos toda la simpatía del Partido Comunista Portugués y del movimiento de los capitanes, que fue el «pivote» central de ese formidable avance hacia la democracia. En ese momento tuve contactos con militantes del PCP y quise ver de cerca la Reforma Agraria, que estaba también en el centro del movimiento de Abril juntando militares, obreros agrícolas, campesinos sin tierra e intelectuales. En ese verano de 1975 tuve la oportunidad de asistir, con Álvaro Cunhal, a unos comicios en Évora. Es, pues, por tales razones que quise volver ahora Portugal: La Revolución de los Claveles sigue estando en mi corazón.
– ¿Cuáles han sido sus impresiones de la visita?
– En este momento en que nuestro viaje llega al fin, estoy particularmente encantado. Hay semejanzas entre la historia del pueblo de Portugal y la del pueblo de Francia: el apego a la nación, a los valores republicanos, a los valores revolucionarios, a los de la paz y la amistad, que surgen ahora con más fuerza. Quiero saludar muy sinceramente la lucha que llevan a cabo los trabajadores, el pueblo portugués, e igualmente la lucha del Partido Comunista Portugués, que se bate con mucha tenacidad contra la liquidación de las conquistas da Revolución de los Claveles. Nosotros, franceses, conocemos bien esa realidad puesto que tenemos un gobierno de una enorme ferocidad contra los trabajadores. Hoy, no sólo en Francia sino en toda la Unión Europea, nos encontramos con un resurgir del fascismo, con una presencia insolente de los herederos de Hitler y de Mussolini. Asistimos a propuestas escandalosas. Por ejemplo, en Italia con el gobierno de Berlusconi, donde hay simpatizantes fascistas. En el marco de la Unión Europea, asistimos a una campaña de rehabilitación del fascismo y de la criminalización del comunismo. Nosotros, en Francia, en particular el Pôle de la Renaissance Communiste(1), promovemos una campaña muy grande para demonstrar que el comunismo y el nazismo son absolutamente opuestos, que no es posible comparación alguna, que hacer una amalgama no es posible.
Por ejemplo, los comunistas portugueses lucharon contra la más larga dictadura fascista en Europa, la de Salazar. Y decenas de miles de comunistas franceses derramaron su sangre en el combate por la libertad y para vencer el fascismo. Así, en estos días en Portugal, hemos escuchado, preguntado, intentado comprender mejor los problemas, y vemos el futuro con mucha confianza. Los comunistas que quieren seguir siéndolo, que son revolucionarios, deben trabajar con vistas a reconstituir el movimiento comunista internacional de modo que, ante la barbarie del imperialismo, seamos portadores de una verdadera alternativa. Socialismo o barbarie es también nuestra palabra de orden.
«Cumplí mi deber de patriota, de comunista»
– Volveremos a abordar la actualidad, pero ahora quiero colocar algunas cuestiones sobre acontecimientos históricos en que usted participó, en Francia, durante la II GM. Su región, Corrèze, desempeñó un papel muy importante en la Resistencia a la ocupación alemana. ¿Con qué edad usted entró a la lucha de los «maquisards»?
– En Corrèze hay una larga historia de lucha por la libertad. En esa región, por ejemplo en el período de la Comuna de París [1871], hubo allí posiciones revolucionarías. Los campesinos son propietarios de la tierra, tienen pequeñas explotaciones agrícolas y había allí mucha simpatía revolucionaria que se amplió cuando fueron a trabajar a los astilleros de construcción de ferrocarriles, a las grandes ciudades, como París, regresando después a la provincia. En Corrèze hubo siempre una gran representación de esta fuerza, y en el período del Frente Popular hubo un enorme reforzamiento del Partido Comunista. Contrariamente a lo que sucedió en España, con el Frente Popular no estuvimos en el gobierno, pero luego, tras la victoria electoral, hubo una huelga general de los trabajadores, apoyada por el campesinado, la cual alcanzó conquistas tales como vacaciones pagadas, 40 horas laborales por semana, aumentos de salarios.
Pero lo que fue decisivo después –porque el Frente Popular no resistió mucho tiempo la fragilidad de los radicales y del Partido Socialista–, fue la constitución en las fábricas de poderosas organizaciones comunistas y sindicales. Y Corrèze, enseguida, conoció un período de represión: en 1939 la prensa comunista fue prohibida, militantes fueron apresados, y el PCF fue ilegalizado. Conocimos una situación extraordinaria, porque los que nos acusaban de traidores a la patria fueron los que firmaron los Acuerdos de Munich liquidando a Checoslovaquia, y rechazaron la «entente» con la URSS en relación a Polonia, sacrificándola deliberadamente porque sabían que sin el apoyo de la Unión Soviética, Polonia sería destruida... Los que nos acusaban siguieron siendo, en lo esencial, aquellos que traicionaron la República, traicionaron a Francia...
–La Resistencia contra los alemanes fue entonces organizada...
– Sí. Surgió en Corrèze la resistencia, que se apoyaba en el Partido Comunista. Había, es cierto, hombres y mujeres que seguían al general De Gaulle, pero en lo fundamental, desde el inicio, fue una batalla librada por los comunistas. Mi padre era de la Resistencia y yo, a los 15 años me adherí al Partido Comunista clandestino, a los 16 estaba con el personal de las comunicaciones y del reabastecimiento, en un grupo do maquis gaullista que se implantó en nuestra aldea (soy de origen campesino, sin embargo, mi padre fue ferroviario).
El contexto era tal que la movilización en Corrèze fue considerable, alcanzando proporciones difícilmente imaginables: como franc-tireurs et partisants (FTP)(2), creados por el Partido Comunista, tuvimos cerca de 11 mil combatientes –¡de entre 240 mil habitantes! Había allá una fuerza extraordinaria de hombres y mujeres que estaban en la Resistencia. Era eso de tal magnitud que, por ejemplo, en el período de 1943/44, los alemanes estacionados en Corrèze, que no era unidades de élite –todas las cuales en esos momentos estaban prácticamente en el frente ruso–, decían que Corrèze era la «Pequeña Rusia»...
– Fueron tiempos difíciles, pero al propio tiempo, heroicos para los guerrilleros...
– En 1940 existía la pena de muerte por actividades comunistas, pero los responsables del Partido Comunista se volvieron los comandantes, los oficiales que entrenaban ese formidable ejército popular. Hubo la insurrección y en Corrèze la palabra de orden de insurrección nacional –que, además, no era sólo de los comunistas, porque estaban también las fuerzas gaullistas– se tradujo en una directiva: liquidar los destacamentos militares alemanes. Era una palabra de orden ambiciosa, pero era la que correspondía a la guerrilla en Corrèze –las unidades de franco-tiradores fustigaban sin cesar a los alemanes, que difícilmente lograban moverse en el terreno. En el 44, los franc-tireurs atacaron el cuartel alemán de Tulle y, después de dos días de combate difícil, mortífero, la guarnición alemana fue aniquilada en lo esencial, y los sobrevivientes también liquidados. Es preciso decir que en este combate los francotiradores fueron admirables y que los alemanes tuvieron pérdidas considerables, fueron obligados a rendirse.
– ¿Y los nazis reprimieron?
– En el contexto del Macizo Central, el Estado mayor alemán no disponía de las fuerzas necesarias para mantener el control de la situación. Este ataque al cuartel de Tulle hizo cambiar la correlación de fuerzas a favor de la Resistencia, y los alemanes fueron forzados a recurrir a una división SS (la 2da. División Das Reich, que había sido derrotada en la batalla de Kursk) despachada al departamento de Corrèze. Esa división SS, de gran ferocidad, no intentó siquiera combatir a los franc-tireurs, porque no estaba apta para la lucha de guerrilla, y echó mano a la población civil, ahorcando a 99 personas en Tulle, deportando a cientos de trabajadores, martirizando un sinnúmero de jóvenes. Se llegó al auge del horror, porque no escaparon ni los niños, ni los bebés, ni las mujeres. Fue una masacre pavorosa de más de 600 personas.
– ¿Qué memoria guarda de esos momentos históricos?
– Es una parte indisociable de mi vida. En lo que me dice al respecto, entré en la Resistencia sabiendo bien lo que iba a encontrar. Mi padre era también comunista y resistente. Participé en acciones de sabotaje, ofensivas, cumplí mi deber de patriota, de comunista.
«De Gaulle amenazó dejar Londres e ir a Moscú»
–Sobre II GM, todavía hay opiniones contradictorias de historiadores acerca de las relaciones entre el general De Gaulle y Roosevelt y Churchill. ¿Es verdad que para la Francia de la post-guerra Roosevelt prefería un gobierno con ex-ministros de Petain en lugar del general de Gaulle?
– Sí, sí. En junio de 1940, después del ataque de la Alemania nazi, De Gaulle –un representante de la burguesía francesa pero un demócrata– partió hacia Londres, de acuerdo con Churchill. El Partido Comunista lanzó una apelación el 10 de julio de 1940, en el día en que Petain asessinó la República con las bayonetas alemanas. Ese llamamiento del PCF decía que nunca un gran pueblo como el nuestro sería un pueblo de esclavos y pronosticaba, basado en la política de unidad en el partido, cuáles serían las etapas siguientes. Más tarde, cuando los dirigentes norteamericanos e ingleses, Roosevelt y Churchill, intentaron apartar a De Gaulle –que les parecía que no estaba jugando el juego de ellos–, hubo una aproximación entre De Gaulle y el Partido Comunista. Esa aproximación fue decisiva para la Resistencia.
Eso ocurrió en el momento del desembarco americano e inglés en África del Norte, en noviembre de 1942, cuando Roosevelt y Churchill apartaron a De Gaulle y a la Francia combatiente, que no fue autorizada a participar en la acción, y prefirieron aliarse a los generales franceses que continuaban dependiendo del general Petain, del régimen de Vichy. En ese período, De Gaulle tuvo un apoyo capital de la posición adoptada por la URSS, porque la Unión Soviética se había beneficiado de la solidaridad del general De Gaulle desde el ataque alemán: la Unión Soviética reconoció a la Francia combatiente y negoció con De Gaulle la posibilidad de cooperación. De Gaulle propuso que un escuadron frances combatiera en el frente ruso como los aviadores franceses combatían en la Royal Air Force británica, y en noviembre de 1942, en los contornos de la batalla de Stalingrado, pilotos franceses llegaron a una base próxima a Moscú e iniciaron la formación de es escuadron. Al mismo tiempo, un encuentro entre emisarios del general De Gaulle y la dirección del Partido Comunista llegaba a un acuerdo.
Más tarde, el 10 de febrero de 1943, De Gaulle escribía una notable carta al Comité Central del Partido Comunista –fue el único partido al cual él se dirigió de esta forma–, en la que reconoció la importancia del Partido Comunista en la Resistencia, en la formación de los francotiradores, y en la que hizo referencia a la victoria de Stalingrado, afirmando que «yo sé que Francia combatiente puede contar con el Partido Comunista Francés». Este entendimiento entre gaullistas y comunistas fue la espina dorsal del acuerdo que se conseguiría más tarde, en mayo, en el Consejo Nacional de la Resistencia, después de que Jean Moulin hubiera unificado la Resistencia. Esto fue decisivo, pues Roosevelt y Churchill ya había fijado la fecha en que iban a apartar a De Gaulle. Fueron entonces obligados a aceptar que De Gaulle fuera a Argel, pero los archivos muestran que hasta 1944 continuaron intentando alejar a De Gaulle, y que, en julio/agosto hubo un último intento de reunir en París al antiguo parlamento –¡con los diputados que votaron por Petain en Vichy!–, para designar un gobierno para la Francia liberada...
– Hoy se sabe que De Gaulle estuvo por mudarse de Londres a Moscú...
– El hijo del general De Gaulle, el almirante Phillipe De Gaulle, publicó sus memorias, «De Gaulle mi padre», y allí cuenta cosas extraordinarias. Dice que cuando De Gaulle percibió la animosidad de Roosevelt y Churchill, pidió al embajador de la Unión Soviética en Londres que informase a Stalin que, si los norteamericanos e ingleses concretizaran sus intenciones, él le pediría ¡instalarse en la Unión Soviética! Esto hace parte de nuestra historia, y hoy los gobernantes franceses, como el Sr. Sarkozy, quieren hacer olvidar ese compromiso histórico realizado entre gaullistas y comunistas. Y quieren apagarlo porque su política va contra todo lo que hace la grandeza de Francia, porque después de la liberación hubo un gobierno con ministros comunistas, entre ellos Maurice Thorez, quienes realizaron las mayores transformaciones al servicio de los trabajadores y de la nación.
– Sigamos hablando sobre la II Guerra Mundial: Hollywood presenta a los norteamericanos como los grandes vencedores de la batalla de Normandía. ¿Cuál fue el papel de la Resistencia en esa fase de la guerra?
– Cuando el desembarco de Normandía estaba preparándose, había una creciente exigencia popular en ese sentido, ya que los americanos e ingleses no avanzaban, estaban empantanados en la campaña de Italia. Y los hechos apoyaban esa exigencia: en Stalingrado cambió el destino de la guerra. Stalingrado fue la victoria de la inteligencia, la victoria de la Unión Soviética que, para ese momento, logró producir armamento de una calidad extraordinaria, como los carros de asalto T-34 y los «Katiushka». Stalingrado marcó el punto de viraje de la guerra. Además, De Gaulle fue a la Unión Soviética en diciembre de 1944 y se dislocó en Stalingrado donde afirmó: « ¡Qué gran pueblo!». Más tarde, en 1966, consideró «decisivo» el papel de Rusia (él no hablaba de la Unión Soviética) en la derrota de la Alemania nazi. Después de la batalla de Moscú, de la batalla de Kursk, el Ejército Rojo retomó la iniciativa estratégica y sólo paró en Berlín a finales de abril de 1945. Y cuando Hitler se suicidó, los soldados soviéticos estaban a 80 metros de su «bunker»: para no caer prisionero del Ejército Rojo, él no tuvo otra solución.
– Volviendo al desembarco angloamericano de Normandía...
– Según los historiadores y especialistas militares, los americanos e ingleses prepararon el desembarco con la idea de engañar a los nazis, haciéndoles creer que sería en otra zona, en Dunquerque. Por eso no bombardearon la costa de Normandía para destruir las fortificaciones allí existentes. La batalla fue terrible, porque las tropas alemanas estaban atrincheradas, armadas con cañones y ametralladoras, y diezmaron regimientos ingleses y americanos enteros. En cierto momento, el general Bradley, el comandante americano, creyó que era necesario retirarse debido a las elevadas pérdidas de las fuerzas atacantes... Lo que siguió mostró que si no se hubiera producido la intervención de la Resistencia francesa, el contraataque alemán habría sido posible –Rommel estaba de licencia en Berlín pero regresó rápidamente al terreno-.
En tal instante las fuerzas angloamericanas lanzaron por paracaídas armas a la Resistencia, en Bretaña y en Normandía. Hasta ese momento estábamos mal armados, y entonces pasamos a tener fusiles, ametralladoras, bazucas, armas para combatir. Más tarde, altos comandos militares americanos reconocieron que sin las acciones de sabotaje de la Resistencia en la retaguardia de las tropas alemanas, el éxito del desembarco se hubiera comprometido. La Resistencia fue un elemento muy importante, decisivo, de la liberación tan rápida de Francia. «La Unión Europea es el enemigo mortal de los pueblos europeos»
– Finalizada la II GM, usted fue diputado a la Asamblea Nacional de Francia en 1956-58 y 1973-78, y al Parlamento Europeo, entre 1979 y 1989. ¿Qué recuerdos tiene de esa fase de su vida política?
– Fui electo diputado siendo muy joven, con 29 años, en 1956. Mi candidatura fue presentada por el Partido Comunista en Corrèze, por sus militantes, obreros, campesinos, por antiguos combatientes de la Resistencia. La guerra colonial había proseguido después de apartar a los comunistas del gobierno por parte de los socialistas, radicales y demócrata-cristianos. Tuvimos un gran éxito electoral, elegimos más de 150 diputados comunistas y en Corrèze teníamos dos de cuatro diputados. (Además, desde 1945 teníamos dos diputados: en Corrèze, después de la liberación, el Partido Comunista obtuvo 40 por ciento de los votos, era una fuerza considerable).
Después hubo la guerra colonial (Indochina, Argelia), el golpe de fuerza de los generales en Argel, la emergencia de la V República. Fue un período extremamente difícil para nuestro pueblo. El general De Gaulle llegó al poder, ya no como durante la Resistencia sino con el apoyo de la extrema-derecha y de la derecha. Más tarde, cuando volví a la Asamblea Nacional, hubo un entendimiento entre el Partido Comunista y el Socialista basado en un programa común, elaborado además por el PCF y discutido con las bases. Hoy, mi valoración sobre esa alianza, contrariamente a la del Frente Popular –cuando había una unidad de las bases y no un acuerdo de cúpula– es muy crítica. Miterrand, cínicamente, abandonó la orientación que había sido acordada... Fue también un período complicado, de lucha y combate.
Respecto al Parlamento Europeo las cosas fueron muy claras desde el inicio y hasta el final de los 10 años que allí pasé: era la Europa del gran capital, la Europa de las multinacionales, la Europa donde el combate de los pueblos debía tener una fuerza que no existe para detener un período de contrarrevolución. De contrarrevolución que hoy prosigue. Esta Europa del gran capital puede conducir a Europa y al mundo a un período de aventura, etapa que comenzó con la liquidación de los países socialistas. Estamos en una fase de atomización de los estados, de las naciones, hay una tentativa de reducir a los estados –véase Montenegro, o Kosovo, etc. –, de colocar a los pueblos en inferioridad frente a los países imperialistas como Alemania, Francia, Gran Bretaña. Y hay participación de la Unión Europea en las guerras de Iraq y de Afganistán. Ese último país es un verdadero barril de pólvora, no sólo local, porque es una amenaza contra Irán, China, Rusia –es tal la verdadera razón por la cual el imperialismo quiere tener a Afganistán a su merced.
Por todo esto, la Unión Europea es hoy el enemigo mortal de los pueblos de Europa. Y nosotros, en el Pôle de la Renaissance Communiste, defendemos la salida de Francia de la Unión Europea para no dar cobertura a estas políticas inaceptables. Puede y debe hacerse la ruptura. Una ruptura que no significa rompimiento de relaciones económicas y otras, pero que permita la reconquista de la independencia y de la soberanía y la negociación de ventajas recíprocas entre los pueblos.
– Usted fue miembro del Comité Central del PCF. Hoy es parte del Pôle de Renaissance Communiste. ¿El actual PCF es muy diferente del Partido Comunista de su juventud, del partido de Thorez y Duclos?
– Conocí personalmente, muy bien, a Maurice Thorez y Jacques Duclos, milité con ellos. Thorez participó en su último comicio antes de su desaparición, en 1964, en Tulle, en Corrèze. Puedo decir que el PCF de hoy no tiene nada que ver con el Partido Comunista de Jacques Duclos, de Maurice Thorez y de todos los militantes que forjaron su grandeza. Los dirigentes del PCF, a partir de esa experiencia del programa común con Miterrand, pensaron que para alcanzar el cambio era necesario distanciarse de los principios del marxismo-leninismo. Esa experiencia condujo al fracaso, como se sabe. Cuando Miterrand fue electo, la primera cosa que hizo fue informar a todos los partidos socialistas de Europa que había firmado el acuerdo con el PCF únicamente para llegar al poder por la izquierda y no por la derecha. Poco tiempo después, el programa se volvió inaplicable y Miterrand exigió al PCF someterse o demitir… Fue un fracaso para el PCF, que perdió influencia enormemente, pero, sobre todo, para los trabajadores.
A pesar de mi oposición y la de muchos otros camaradas en el seno del CC del PCF, las fuerzas revisionistas vencieron, más que todo a partir del arribo a la cúpula de Robert Hue y, ahora, de Marie-George Buffet. En este partido ya no existe principio alguno del marxismo y del leninismo, y el comportamiento es claramente una conducta socialdemócrata de colaboración de clases. Por ejemplo, el PCF entró en un gobierno de «izquierda plural», con Lionel Jospin, sin programa alguno, es decir, en un alineamiento completo con la línea socialdemócrata de Jospin. En 2000, en la Cumbre de Lisboa, Marie-George Buffet y otros ministros comunistas aceptaron la privatización de los servicios públicos y del sector de la energía, y en 2002, en Barcelona, en otra cumbre, aprobaron, también con Jospin y Jacques Chirac, el fin de la jubilación a los 60 años... Basados en alianzas sin principios, el retroceso del PCF es considerable.
Al contrario, nosotros, en el Pôle de Renaissance Communiste, tenemos una línea ofensiva y, sobre todo, una línea de renacimiento de un verdadero partido comunista, una línea de reagrupamiento. Procuramos entendimientos con todas las fuerzas determinadas en este sentido, incluyendo a los miembros del Partido Comunista Francés en desacuerdo con la dirección, que no abandonaron el partido. En el Pôle de Renaissance Communiste todavía no tenemos una organización grande, pero tenemos una gran actividad. Publicamos un periódico mensual, tenemos una revista teórica, plural, abierta a todos los puntos de vista del debate político e ideológico. Tenemos, con nuestra lucha, una gran voluntad de hacer que sean creadas en Francia, lo más rápidamente posible, condiciones para reencontrar el partido de Jacques Duclos, el partido de Maurice Thorez, el verdadero Partido Comunista Francés.
Traducción de Marla Muñoz. El original portugues se encuentra en el semanario «Alentejo Popular», Beja
Ex-miembro del Comité Central del Partido Comunista Francés, fue diputado a la Asamblea Nacional de Francia y al Parlamento Europeo durante casi dos décadas. De origen campesino, hijo de ferroviario, a los 16 años, durante la II Guerra Mundial, ya luchaba en la Resistencia francesa contra la ocupación alemana. Con 82 años hoy, Pierre Pranchère visitó recientemente Portugal por segunda vez, y volvió a Alentejo, donde había estado en el verano de 1975, enamorado de la Revolución de los Claveles. Ahora habló a «Alentejo Popular» de su participación en los «maquis» en la región de la Corrèze, de episodios menos conocidos de la II Guerra Mundial, de su experiencia como diputado, del fracaso de la Unión Europea y de la lucha de los comunistas franceses.
– A los amigos no se les pregunta por qué vienen a vernos. Sin embargo, ¿cuál es el objetivo de esta visita suya a Portugal?
– Este viaje con mi mujer y nuestra hija tiene dos ejes de interés: primero, visitar el país, profundizar el conocimiento de la historia de este pueblo, orgulloso como nación y que reivindica con mucha fuerza su historia. Después, como comunista, volver a mirar Portugal, porque estuve aquí en julio de 1975, en pleno auge de la Revolución de los Claveles.
Entonces, con el 25 de abril, el 1ro. de mayo de 1974, los claveles en la boca de los fusiles, quise percibir mejor la situación en Portugal. En esa época yo era diputado a la Asamblea Nacional de Francia, y nosotros, comunistas franceses, teníamos toda la simpatía del Partido Comunista Portugués y del movimiento de los capitanes, que fue el «pivote» central de ese formidable avance hacia la democracia. En ese momento tuve contactos con militantes del PCP y quise ver de cerca la Reforma Agraria, que estaba también en el centro del movimiento de Abril juntando militares, obreros agrícolas, campesinos sin tierra e intelectuales. En ese verano de 1975 tuve la oportunidad de asistir, con Álvaro Cunhal, a unos comicios en Évora. Es, pues, por tales razones que quise volver ahora Portugal: La Revolución de los Claveles sigue estando en mi corazón.
– ¿Cuáles han sido sus impresiones de la visita?
– En este momento en que nuestro viaje llega al fin, estoy particularmente encantado. Hay semejanzas entre la historia del pueblo de Portugal y la del pueblo de Francia: el apego a la nación, a los valores republicanos, a los valores revolucionarios, a los de la paz y la amistad, que surgen ahora con más fuerza. Quiero saludar muy sinceramente la lucha que llevan a cabo los trabajadores, el pueblo portugués, e igualmente la lucha del Partido Comunista Portugués, que se bate con mucha tenacidad contra la liquidación de las conquistas da Revolución de los Claveles. Nosotros, franceses, conocemos bien esa realidad puesto que tenemos un gobierno de una enorme ferocidad contra los trabajadores. Hoy, no sólo en Francia sino en toda la Unión Europea, nos encontramos con un resurgir del fascismo, con una presencia insolente de los herederos de Hitler y de Mussolini. Asistimos a propuestas escandalosas. Por ejemplo, en Italia con el gobierno de Berlusconi, donde hay simpatizantes fascistas. En el marco de la Unión Europea, asistimos a una campaña de rehabilitación del fascismo y de la criminalización del comunismo. Nosotros, en Francia, en particular el Pôle de la Renaissance Communiste(1), promovemos una campaña muy grande para demonstrar que el comunismo y el nazismo son absolutamente opuestos, que no es posible comparación alguna, que hacer una amalgama no es posible.
Por ejemplo, los comunistas portugueses lucharon contra la más larga dictadura fascista en Europa, la de Salazar. Y decenas de miles de comunistas franceses derramaron su sangre en el combate por la libertad y para vencer el fascismo. Así, en estos días en Portugal, hemos escuchado, preguntado, intentado comprender mejor los problemas, y vemos el futuro con mucha confianza. Los comunistas que quieren seguir siéndolo, que son revolucionarios, deben trabajar con vistas a reconstituir el movimiento comunista internacional de modo que, ante la barbarie del imperialismo, seamos portadores de una verdadera alternativa. Socialismo o barbarie es también nuestra palabra de orden.
«Cumplí mi deber de patriota, de comunista»
– Volveremos a abordar la actualidad, pero ahora quiero colocar algunas cuestiones sobre acontecimientos históricos en que usted participó, en Francia, durante la II GM. Su región, Corrèze, desempeñó un papel muy importante en la Resistencia a la ocupación alemana. ¿Con qué edad usted entró a la lucha de los «maquisards»?
– En Corrèze hay una larga historia de lucha por la libertad. En esa región, por ejemplo en el período de la Comuna de París [1871], hubo allí posiciones revolucionarías. Los campesinos son propietarios de la tierra, tienen pequeñas explotaciones agrícolas y había allí mucha simpatía revolucionaria que se amplió cuando fueron a trabajar a los astilleros de construcción de ferrocarriles, a las grandes ciudades, como París, regresando después a la provincia. En Corrèze hubo siempre una gran representación de esta fuerza, y en el período del Frente Popular hubo un enorme reforzamiento del Partido Comunista. Contrariamente a lo que sucedió en España, con el Frente Popular no estuvimos en el gobierno, pero luego, tras la victoria electoral, hubo una huelga general de los trabajadores, apoyada por el campesinado, la cual alcanzó conquistas tales como vacaciones pagadas, 40 horas laborales por semana, aumentos de salarios.
Pero lo que fue decisivo después –porque el Frente Popular no resistió mucho tiempo la fragilidad de los radicales y del Partido Socialista–, fue la constitución en las fábricas de poderosas organizaciones comunistas y sindicales. Y Corrèze, enseguida, conoció un período de represión: en 1939 la prensa comunista fue prohibida, militantes fueron apresados, y el PCF fue ilegalizado. Conocimos una situación extraordinaria, porque los que nos acusaban de traidores a la patria fueron los que firmaron los Acuerdos de Munich liquidando a Checoslovaquia, y rechazaron la «entente» con la URSS en relación a Polonia, sacrificándola deliberadamente porque sabían que sin el apoyo de la Unión Soviética, Polonia sería destruida... Los que nos acusaban siguieron siendo, en lo esencial, aquellos que traicionaron la República, traicionaron a Francia...
–La Resistencia contra los alemanes fue entonces organizada...
– Sí. Surgió en Corrèze la resistencia, que se apoyaba en el Partido Comunista. Había, es cierto, hombres y mujeres que seguían al general De Gaulle, pero en lo fundamental, desde el inicio, fue una batalla librada por los comunistas. Mi padre era de la Resistencia y yo, a los 15 años me adherí al Partido Comunista clandestino, a los 16 estaba con el personal de las comunicaciones y del reabastecimiento, en un grupo do maquis gaullista que se implantó en nuestra aldea (soy de origen campesino, sin embargo, mi padre fue ferroviario).
El contexto era tal que la movilización en Corrèze fue considerable, alcanzando proporciones difícilmente imaginables: como franc-tireurs et partisants (FTP)(2), creados por el Partido Comunista, tuvimos cerca de 11 mil combatientes –¡de entre 240 mil habitantes! Había allá una fuerza extraordinaria de hombres y mujeres que estaban en la Resistencia. Era eso de tal magnitud que, por ejemplo, en el período de 1943/44, los alemanes estacionados en Corrèze, que no era unidades de élite –todas las cuales en esos momentos estaban prácticamente en el frente ruso–, decían que Corrèze era la «Pequeña Rusia»...
– Fueron tiempos difíciles, pero al propio tiempo, heroicos para los guerrilleros...
– En 1940 existía la pena de muerte por actividades comunistas, pero los responsables del Partido Comunista se volvieron los comandantes, los oficiales que entrenaban ese formidable ejército popular. Hubo la insurrección y en Corrèze la palabra de orden de insurrección nacional –que, además, no era sólo de los comunistas, porque estaban también las fuerzas gaullistas– se tradujo en una directiva: liquidar los destacamentos militares alemanes. Era una palabra de orden ambiciosa, pero era la que correspondía a la guerrilla en Corrèze –las unidades de franco-tiradores fustigaban sin cesar a los alemanes, que difícilmente lograban moverse en el terreno. En el 44, los franc-tireurs atacaron el cuartel alemán de Tulle y, después de dos días de combate difícil, mortífero, la guarnición alemana fue aniquilada en lo esencial, y los sobrevivientes también liquidados. Es preciso decir que en este combate los francotiradores fueron admirables y que los alemanes tuvieron pérdidas considerables, fueron obligados a rendirse.
– ¿Y los nazis reprimieron?
– En el contexto del Macizo Central, el Estado mayor alemán no disponía de las fuerzas necesarias para mantener el control de la situación. Este ataque al cuartel de Tulle hizo cambiar la correlación de fuerzas a favor de la Resistencia, y los alemanes fueron forzados a recurrir a una división SS (la 2da. División Das Reich, que había sido derrotada en la batalla de Kursk) despachada al departamento de Corrèze. Esa división SS, de gran ferocidad, no intentó siquiera combatir a los franc-tireurs, porque no estaba apta para la lucha de guerrilla, y echó mano a la población civil, ahorcando a 99 personas en Tulle, deportando a cientos de trabajadores, martirizando un sinnúmero de jóvenes. Se llegó al auge del horror, porque no escaparon ni los niños, ni los bebés, ni las mujeres. Fue una masacre pavorosa de más de 600 personas.
– ¿Qué memoria guarda de esos momentos históricos?
– Es una parte indisociable de mi vida. En lo que me dice al respecto, entré en la Resistencia sabiendo bien lo que iba a encontrar. Mi padre era también comunista y resistente. Participé en acciones de sabotaje, ofensivas, cumplí mi deber de patriota, de comunista.
«De Gaulle amenazó dejar Londres e ir a Moscú»
–Sobre II GM, todavía hay opiniones contradictorias de historiadores acerca de las relaciones entre el general De Gaulle y Roosevelt y Churchill. ¿Es verdad que para la Francia de la post-guerra Roosevelt prefería un gobierno con ex-ministros de Petain en lugar del general de Gaulle?
– Sí, sí. En junio de 1940, después del ataque de la Alemania nazi, De Gaulle –un representante de la burguesía francesa pero un demócrata– partió hacia Londres, de acuerdo con Churchill. El Partido Comunista lanzó una apelación el 10 de julio de 1940, en el día en que Petain asessinó la República con las bayonetas alemanas. Ese llamamiento del PCF decía que nunca un gran pueblo como el nuestro sería un pueblo de esclavos y pronosticaba, basado en la política de unidad en el partido, cuáles serían las etapas siguientes. Más tarde, cuando los dirigentes norteamericanos e ingleses, Roosevelt y Churchill, intentaron apartar a De Gaulle –que les parecía que no estaba jugando el juego de ellos–, hubo una aproximación entre De Gaulle y el Partido Comunista. Esa aproximación fue decisiva para la Resistencia.
Eso ocurrió en el momento del desembarco americano e inglés en África del Norte, en noviembre de 1942, cuando Roosevelt y Churchill apartaron a De Gaulle y a la Francia combatiente, que no fue autorizada a participar en la acción, y prefirieron aliarse a los generales franceses que continuaban dependiendo del general Petain, del régimen de Vichy. En ese período, De Gaulle tuvo un apoyo capital de la posición adoptada por la URSS, porque la Unión Soviética se había beneficiado de la solidaridad del general De Gaulle desde el ataque alemán: la Unión Soviética reconoció a la Francia combatiente y negoció con De Gaulle la posibilidad de cooperación. De Gaulle propuso que un escuadron frances combatiera en el frente ruso como los aviadores franceses combatían en la Royal Air Force británica, y en noviembre de 1942, en los contornos de la batalla de Stalingrado, pilotos franceses llegaron a una base próxima a Moscú e iniciaron la formación de es escuadron. Al mismo tiempo, un encuentro entre emisarios del general De Gaulle y la dirección del Partido Comunista llegaba a un acuerdo.
Más tarde, el 10 de febrero de 1943, De Gaulle escribía una notable carta al Comité Central del Partido Comunista –fue el único partido al cual él se dirigió de esta forma–, en la que reconoció la importancia del Partido Comunista en la Resistencia, en la formación de los francotiradores, y en la que hizo referencia a la victoria de Stalingrado, afirmando que «yo sé que Francia combatiente puede contar con el Partido Comunista Francés». Este entendimiento entre gaullistas y comunistas fue la espina dorsal del acuerdo que se conseguiría más tarde, en mayo, en el Consejo Nacional de la Resistencia, después de que Jean Moulin hubiera unificado la Resistencia. Esto fue decisivo, pues Roosevelt y Churchill ya había fijado la fecha en que iban a apartar a De Gaulle. Fueron entonces obligados a aceptar que De Gaulle fuera a Argel, pero los archivos muestran que hasta 1944 continuaron intentando alejar a De Gaulle, y que, en julio/agosto hubo un último intento de reunir en París al antiguo parlamento –¡con los diputados que votaron por Petain en Vichy!–, para designar un gobierno para la Francia liberada...
– Hoy se sabe que De Gaulle estuvo por mudarse de Londres a Moscú...
– El hijo del general De Gaulle, el almirante Phillipe De Gaulle, publicó sus memorias, «De Gaulle mi padre», y allí cuenta cosas extraordinarias. Dice que cuando De Gaulle percibió la animosidad de Roosevelt y Churchill, pidió al embajador de la Unión Soviética en Londres que informase a Stalin que, si los norteamericanos e ingleses concretizaran sus intenciones, él le pediría ¡instalarse en la Unión Soviética! Esto hace parte de nuestra historia, y hoy los gobernantes franceses, como el Sr. Sarkozy, quieren hacer olvidar ese compromiso histórico realizado entre gaullistas y comunistas. Y quieren apagarlo porque su política va contra todo lo que hace la grandeza de Francia, porque después de la liberación hubo un gobierno con ministros comunistas, entre ellos Maurice Thorez, quienes realizaron las mayores transformaciones al servicio de los trabajadores y de la nación.
– Sigamos hablando sobre la II Guerra Mundial: Hollywood presenta a los norteamericanos como los grandes vencedores de la batalla de Normandía. ¿Cuál fue el papel de la Resistencia en esa fase de la guerra?
– Cuando el desembarco de Normandía estaba preparándose, había una creciente exigencia popular en ese sentido, ya que los americanos e ingleses no avanzaban, estaban empantanados en la campaña de Italia. Y los hechos apoyaban esa exigencia: en Stalingrado cambió el destino de la guerra. Stalingrado fue la victoria de la inteligencia, la victoria de la Unión Soviética que, para ese momento, logró producir armamento de una calidad extraordinaria, como los carros de asalto T-34 y los «Katiushka». Stalingrado marcó el punto de viraje de la guerra. Además, De Gaulle fue a la Unión Soviética en diciembre de 1944 y se dislocó en Stalingrado donde afirmó: « ¡Qué gran pueblo!». Más tarde, en 1966, consideró «decisivo» el papel de Rusia (él no hablaba de la Unión Soviética) en la derrota de la Alemania nazi. Después de la batalla de Moscú, de la batalla de Kursk, el Ejército Rojo retomó la iniciativa estratégica y sólo paró en Berlín a finales de abril de 1945. Y cuando Hitler se suicidó, los soldados soviéticos estaban a 80 metros de su «bunker»: para no caer prisionero del Ejército Rojo, él no tuvo otra solución.
– Volviendo al desembarco angloamericano de Normandía...
– Según los historiadores y especialistas militares, los americanos e ingleses prepararon el desembarco con la idea de engañar a los nazis, haciéndoles creer que sería en otra zona, en Dunquerque. Por eso no bombardearon la costa de Normandía para destruir las fortificaciones allí existentes. La batalla fue terrible, porque las tropas alemanas estaban atrincheradas, armadas con cañones y ametralladoras, y diezmaron regimientos ingleses y americanos enteros. En cierto momento, el general Bradley, el comandante americano, creyó que era necesario retirarse debido a las elevadas pérdidas de las fuerzas atacantes... Lo que siguió mostró que si no se hubiera producido la intervención de la Resistencia francesa, el contraataque alemán habría sido posible –Rommel estaba de licencia en Berlín pero regresó rápidamente al terreno-.
En tal instante las fuerzas angloamericanas lanzaron por paracaídas armas a la Resistencia, en Bretaña y en Normandía. Hasta ese momento estábamos mal armados, y entonces pasamos a tener fusiles, ametralladoras, bazucas, armas para combatir. Más tarde, altos comandos militares americanos reconocieron que sin las acciones de sabotaje de la Resistencia en la retaguardia de las tropas alemanas, el éxito del desembarco se hubiera comprometido. La Resistencia fue un elemento muy importante, decisivo, de la liberación tan rápida de Francia. «La Unión Europea es el enemigo mortal de los pueblos europeos»
– Finalizada la II GM, usted fue diputado a la Asamblea Nacional de Francia en 1956-58 y 1973-78, y al Parlamento Europeo, entre 1979 y 1989. ¿Qué recuerdos tiene de esa fase de su vida política?
– Fui electo diputado siendo muy joven, con 29 años, en 1956. Mi candidatura fue presentada por el Partido Comunista en Corrèze, por sus militantes, obreros, campesinos, por antiguos combatientes de la Resistencia. La guerra colonial había proseguido después de apartar a los comunistas del gobierno por parte de los socialistas, radicales y demócrata-cristianos. Tuvimos un gran éxito electoral, elegimos más de 150 diputados comunistas y en Corrèze teníamos dos de cuatro diputados. (Además, desde 1945 teníamos dos diputados: en Corrèze, después de la liberación, el Partido Comunista obtuvo 40 por ciento de los votos, era una fuerza considerable).
Después hubo la guerra colonial (Indochina, Argelia), el golpe de fuerza de los generales en Argel, la emergencia de la V República. Fue un período extremamente difícil para nuestro pueblo. El general De Gaulle llegó al poder, ya no como durante la Resistencia sino con el apoyo de la extrema-derecha y de la derecha. Más tarde, cuando volví a la Asamblea Nacional, hubo un entendimiento entre el Partido Comunista y el Socialista basado en un programa común, elaborado además por el PCF y discutido con las bases. Hoy, mi valoración sobre esa alianza, contrariamente a la del Frente Popular –cuando había una unidad de las bases y no un acuerdo de cúpula– es muy crítica. Miterrand, cínicamente, abandonó la orientación que había sido acordada... Fue también un período complicado, de lucha y combate.
Respecto al Parlamento Europeo las cosas fueron muy claras desde el inicio y hasta el final de los 10 años que allí pasé: era la Europa del gran capital, la Europa de las multinacionales, la Europa donde el combate de los pueblos debía tener una fuerza que no existe para detener un período de contrarrevolución. De contrarrevolución que hoy prosigue. Esta Europa del gran capital puede conducir a Europa y al mundo a un período de aventura, etapa que comenzó con la liquidación de los países socialistas. Estamos en una fase de atomización de los estados, de las naciones, hay una tentativa de reducir a los estados –véase Montenegro, o Kosovo, etc. –, de colocar a los pueblos en inferioridad frente a los países imperialistas como Alemania, Francia, Gran Bretaña. Y hay participación de la Unión Europea en las guerras de Iraq y de Afganistán. Ese último país es un verdadero barril de pólvora, no sólo local, porque es una amenaza contra Irán, China, Rusia –es tal la verdadera razón por la cual el imperialismo quiere tener a Afganistán a su merced.
Por todo esto, la Unión Europea es hoy el enemigo mortal de los pueblos de Europa. Y nosotros, en el Pôle de la Renaissance Communiste, defendemos la salida de Francia de la Unión Europea para no dar cobertura a estas políticas inaceptables. Puede y debe hacerse la ruptura. Una ruptura que no significa rompimiento de relaciones económicas y otras, pero que permita la reconquista de la independencia y de la soberanía y la negociación de ventajas recíprocas entre los pueblos.
– Usted fue miembro del Comité Central del PCF. Hoy es parte del Pôle de Renaissance Communiste. ¿El actual PCF es muy diferente del Partido Comunista de su juventud, del partido de Thorez y Duclos?
– Conocí personalmente, muy bien, a Maurice Thorez y Jacques Duclos, milité con ellos. Thorez participó en su último comicio antes de su desaparición, en 1964, en Tulle, en Corrèze. Puedo decir que el PCF de hoy no tiene nada que ver con el Partido Comunista de Jacques Duclos, de Maurice Thorez y de todos los militantes que forjaron su grandeza. Los dirigentes del PCF, a partir de esa experiencia del programa común con Miterrand, pensaron que para alcanzar el cambio era necesario distanciarse de los principios del marxismo-leninismo. Esa experiencia condujo al fracaso, como se sabe. Cuando Miterrand fue electo, la primera cosa que hizo fue informar a todos los partidos socialistas de Europa que había firmado el acuerdo con el PCF únicamente para llegar al poder por la izquierda y no por la derecha. Poco tiempo después, el programa se volvió inaplicable y Miterrand exigió al PCF someterse o demitir… Fue un fracaso para el PCF, que perdió influencia enormemente, pero, sobre todo, para los trabajadores.
A pesar de mi oposición y la de muchos otros camaradas en el seno del CC del PCF, las fuerzas revisionistas vencieron, más que todo a partir del arribo a la cúpula de Robert Hue y, ahora, de Marie-George Buffet. En este partido ya no existe principio alguno del marxismo y del leninismo, y el comportamiento es claramente una conducta socialdemócrata de colaboración de clases. Por ejemplo, el PCF entró en un gobierno de «izquierda plural», con Lionel Jospin, sin programa alguno, es decir, en un alineamiento completo con la línea socialdemócrata de Jospin. En 2000, en la Cumbre de Lisboa, Marie-George Buffet y otros ministros comunistas aceptaron la privatización de los servicios públicos y del sector de la energía, y en 2002, en Barcelona, en otra cumbre, aprobaron, también con Jospin y Jacques Chirac, el fin de la jubilación a los 60 años... Basados en alianzas sin principios, el retroceso del PCF es considerable.
Al contrario, nosotros, en el Pôle de Renaissance Communiste, tenemos una línea ofensiva y, sobre todo, una línea de renacimiento de un verdadero partido comunista, una línea de reagrupamiento. Procuramos entendimientos con todas las fuerzas determinadas en este sentido, incluyendo a los miembros del Partido Comunista Francés en desacuerdo con la dirección, que no abandonaron el partido. En el Pôle de Renaissance Communiste todavía no tenemos una organización grande, pero tenemos una gran actividad. Publicamos un periódico mensual, tenemos una revista teórica, plural, abierta a todos los puntos de vista del debate político e ideológico. Tenemos, con nuestra lucha, una gran voluntad de hacer que sean creadas en Francia, lo más rápidamente posible, condiciones para reencontrar el partido de Jacques Duclos, el partido de Maurice Thorez, el verdadero Partido Comunista Francés.
Traducción de Marla Muñoz. El original portugues se encuentra en el semanario «Alentejo Popular», Beja
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