Salvador López Arnal
Rebelión
Economista, doctor en Ciencias Económicas, profesor en la UNAM y en varias universidades americanas y europeas, Ignacio Perrotini Hernández es director de Investigación económica , una reconocida revista de economía editada por la Facultad de Economía de la UNAM de la que Ignacio Perrotini es decano actualmente.
La conversación está fechada en los meses de abril y mayo de 2010. Una versión parcial de la entrevista se publicó en la revista El Viejo Topo , junio de 2010.
SLA: En un reciente artículo de título muy significativo: “Anatomía de un eurodesastre”, Paul Krugman señalaba que la cobertura mediática de los problemas de la Eurozona se había centrado en Grecia. Era comprensible, señalaba el Premio Nobel de Economía, Grecia estaba y está contra las cuerdas, más que cualquier otro país de la zona europea, pero su economía era muy pequeña. En términos económicos, apuntaba Krugman, el corazón de la crisis está en España. ¿Por qué? ¿Por las dimensiones de la economía española en comparación con, pongamos, Letonia, Grecia o Islandia?
IP: Sí, Paul Krugman afirmó en febrero (The New York Times, febrero 12, 2010) que “el corazón de la crisis está en España” en parte porque su economía es mayor que las de Grecia, Islandia o las repúblicas del Báltico, pero principalmente porque la economía española pone de manifiesto los choques asimétricos a los que es vulnerable la zona del Euro. Y yo añadiría dos elementos: 1. Que esta vulnerabilidad es frecuente en economías que adoptan regímenes de tipo de cambio extremos, es decir, inflexibles; tal fueron la experiencia de Argentina (2000-2001), con el consejo monetario, y de México en 1994; y 2. Que desde finales de 2008 la economía de España (y también la de Grecia) experimenta una desinflación con altos riesgos de incurrir en la trampa de deflación (en 2009 se registraron tasas de inflación negativas); en Grecia, al parecer, también podría suceder lo mismo: la inflación proyectada para 2010 es 1,9% y 1% para 2011 (FMI, World Economic Outlook, abril 2010). Y la experiencia de Japón (años noventa) prueba que la deflación es muy difícil de remontar y suele causar tremendos daños en el nivel de actividad económica, en el empleo y los salarios.
El diagnóstico, del profesor Krugman, sin embargo, no debería conducir a nadie a minimizar la tragedia griega: Grecia tiene varios desequilibrios macroeconómicos similares a los de España: la deuda pública representa casi 120 por ciento del PIB, el déficit fiscal es 13 del PIB y el déficit por cuenta corriente 12 por ciento; su pasivo neto con el exterior monta 90 por ciento del PIB y una estimación de un índice de tipo de cambio con base en sus costos laborales unitarios revela una sobrevaluación de 20 por ciento desde 2002, lo cual infla aún más la deuda con relación al PIB, a 150 por ciento; el FMI (World Economic Outlook, abril 2010), que no es precisamente una institución catastrofista, proyecta que el PIB real de Grecia “crecerá” (negativamente)-2% y -1% en 2010 y 2011 respectivamente, después de un -0,9% en 2009. Grecia requerirá en este año más de 53.000 millones de euros frescos para pagar deudas previas; estos créditos reclamarán formidables intereses y primas de riesgo (cercanos al 10 por ciento), fardo insoportable que gravitará sobre las famélicas finanzas públicas del país de Sócrates. La descomunal deuda griega sería un problema más o menos manejable si en el panorama se avizorara, en el inmediato futuro, un contexto de crecimiento económico e inflación. Este escenario bonancible es poco probable y dependerá en parte de que la Unión Europea otorgue, en fast track, un eurocrédito ad hoc para evitar la intervención (contraccionista) del Fondo Monetario Internacional (FMI). Si la inyección de crédito europeo no ocurre, entonces el único camino abierto para Grecia será un plan de austeridad que impondría una recesión y mayor desempleo (remember América Latina en los años ochenta), en cuyo caso ni los oficios de Zeus aliviarían la tragedia griega de los estragos perpetrados por el deus ex machina neoliberal: el FMI.
SLA: Los problemas de España, sostiene Krugman, no son, pese a lo que en ocasiones se ha señalado, el resultado de una irresponsabilidad fiscal. ¿No es el caso? ¿No juega ningún papel decisivo esa irresponsabilidad fiscal no concretada?
IP: Krugman dice que el problema esencial en España fue la burbuja inmobiliaria, los precios de los bienes raíces se dispararon provocando entradas masivas de capital que alentaron el consumo y la inflación. Al estallar la burbuja, los precios y los costes laborales permanecieron elevados y la competitividad baja; España quedó a merced de choques asimétricos porque no disponía de grados de libertad en materia de política monetaria en razón de su adhesión al euro. A Krugman le asiste la razón en lo que concierne a la descripción analítica del fenómeno, pero con modestia y humildad me permito disentir del Nobel: no creo, como él afirma, que “la historia comienza con la burbuja inmobiliaria española”. Más adelante me referiré a este asunto.
SLA: En opinión de PK, los problemas de España ponen de manifiesto los “shocks asimétricos” que tienen lugar dentro de la Eurozona. ¿A qué shocks asimétricos alude Krugman? ¿Qué problema constituyen?
IP: La principal asimetría de la Unión Europea actual es que existe una autoridad monetaria central (el Banco Central Europeo) pero no existe una autoridad fiscal central, aunque Maastricht preveía que el Eurosistema tenía que contribuir a suavizar el funcionamiento de las políticas para la estabilidad financiera y la supervisión. Otra asimetría es que Maastricht estableció metas y límites fiscales iguales para todos los miembros de la unión monetaria sin importar las diversas características estructurales de los países. Esto importa porque en los años noventa se introdujeron leyes para armonizar los sistemas financieros de las economías que convergerían en el euro, con lo cual se profundizó la liberalización financiera y la banca universal en los sectores bancarios de la unión monetaria. Todo ello aumentó la velocidad de movimiento del capital financiero al tiempo que los gobiernos renunciaban –al adoptar la moneda única- al instrumentarium contracíclico de la política monetaria y fiscal. ¿Qué problema constituyen? En pocas palabras, en esta situación los gobiernos no disponen de la triaca [2] (anti-veneno, dispositivo anti-cíclico) Keynesiana para amortiguar el impacto de choques externos (verbi gratia , una disminución de las exportaciones propiciada por una recesión internacional, o un incremento drástico de las tasas de interés internacionales para frenar la inflación, digamos, en Estados Unidos, lo cual tiende a provocar una reversión brusca en los flujos de capital e inestabilidad de los tipos de cambio, o, por último ejemplo, el efecto de la deflación en Japón). La imposibilidad de recurrir a medidas “keynesianas” contracíclicas obliga a las economías a confrontar los choques asimétricos con ajustes recesivos, es decir, con medidas que aumentan el desempleo y reducen el nivel de actividad económica porque se requieren drásticas reducciones de la demanda (consumo, inversión, importaciones y gasto del gobierno). A este respecto Krugman da un ejemplo elocuentísimo: Florida experimentó una burbuja inmobiliaria, igual que España; Florida, miembro de la Unión Americana, está recibiendo inyecciones fiscales contracíclicas (la triaca Keynesiana) para contrarrestar la explosión de la burbuja, mientras que España y Grecia, miembros de la Unión Monetaria Europea, no disponen en automático de subvenciones fiscales procedentes de la Zona Euro. ¡He ahí una asimetría!
SLA: Krugman apunta igualmente que la historia de la crisis española empieza “con la burbuja inmobiliaria”. En España, al igual que en otros varios países, señala, “los precios de los bienes raíces se dispararon a partir del año 2000”. ¿Qué son los bienes raíces? ¿Por qué se dispararon sus precios a partir de 2000, con la entrada del euro?
IP: Los bienes raíces incluyen viviendas, edificios, la tierra o predios; varios de estos bienes se caracterizan porque su oferta no es elástica (por ejemplo, la cantidad de tierra no se puede aumentar porque el suelo no es un bien reproducible). Los bienes raíces son activos financieros en los que la gente decide denominar parte de su riqueza. Normalmente la vivienda es el principal activo de las familias trabajadoras de menor ingreso. Las variables económicas claves para la dinámica de los precios de los bienes raíces son la tasa de interés y el ingreso disponible de los hogares. Por ello, estos bienes son muy sensibles a los avatares del crédito, a la evolución de las tasas de interés y del ingreso. Los flujos de capital suelen tener efectos en estas variables, sobre todo cuando –como en la zona del euro y en los Estados Unidos-, en virtud de la liberalización financiera, los mercados de capitales, por los acuerdos de Basilea, operan de forma desembridada o con una “regulación prudencial” endeble. Esto explica por qué, con la liberalización financiera, “los precios de los bienes raíces se dispararon” en España “a partir del año 2000” y en Estados Unidos a partir de 1995, después de que en la Unión Americana se habían mantenido relativamente estables durante un siglo (1895-1995). En general, cuando los bancos centrales practican políticas monetarias desinflacionarias (o, peor aún, deflacionarias), los precios de los bienes raíces se disparan. Este fenómeno se observó en la Inglaterra de M. Thatcher, en los Estados Unidos de las eras Reagan y Bush II, en el Japón de los años ochenta y noventa y en México durante 1990-1994. Afirma Krugman “la historia comienza con la burbuja inmobiliaria española”. Su diagnóstico implica la pregunta siguiente: ¿cuál fue la causa causans de “la burbuja inmobiliaria española”? En tal caso hay que decir, entre otras cosas, que “la historia comienza” con el hecho de que la unión monetaria que condujo a la adopción del euro en 1999 no resolvió la rigidez estructural de las economías de Europa del Sur, prueba de ello es que el desempleo rampante y los desequilibrios fiscales aumentaron en lugar de disminuir, contrario sensu de lo que Maastricht había prometido. En realidad, “la historia comienza” con la metamorfosis hacia la financiarización que ha venido experimentando el capitalismo contemporáneo desde los años setenta del siglo pasado. Paul Sweezy y Harry Magdoff fueron los primeros en identificar este complejo proceso, recientemente estudiado por Robert Boyer, Robert Brenner, Jerry Epstein, John Bellamy Foster y Fred Magdoff, Costas Lapavitsas, Thomas Palley y Carlo Panico.
SLA: La situación, sigo de nuevo a Krugman, llevó a masivas entradas de capital. Mientras que Alemania lograba un enorme superávit por cuenta corriente, España y otros países periféricos sufrían un déficit enorme. ¿Por qué esa entrada de capital en España? ¿Por qué esa diferencia de superávit por cuenta corriente?
IP: Por teoría económica se sabe que un país que registra un superávit en el balance comercial (exportaciones menos importaciones) debe registrar un déficit en el balance de capitales. Así, el balance de pagos se equilibra necesariamente porque es un registro contable. Si Alemania tiene un déficit por cuenta de capitales es porque ha exportado esos capitales a otro país, por ejemplo, España, que por contra experimenta un déficit comercial y un superávit por cuenta de capitales porque necesita financiar el déficit comercial aludido. Pero esto es un puro registro contable. Desde el punto de vista económico, lo que importa es lo que apunta Krugman. Es decir, el país con déficit por cuenta de capitales (Alemania) recibe pagos de intereses por esas inversiones y así registrará un superávit por cuenta corriente, mientras que el país (España, por seguir con el ejemplo) con superávit por cuenta de capitales debe pagar intereses al país (Alemania) que le otorgó esos capitales (crédito, inversiones financieras) para financiar su déficit por balance comercial. De este modo, España, en el ejemplo, terminará con un déficit por cuenta corriente. Y a mayor nivel de las tasas de interés, mayor será el fardo de este déficit.
SLA: ¿Y dónde radica la importancia económica de ese superávit?
IP: La importancia de lo anterior radica en que el país deficitario en cuenta corriente (aunque superavitario en cuenta por capitales porque ha recibido créditos) es un país deudor y su socio o contraparte, un país acreedor. El deudor está obligado a generar excedentes financieros para solventar sus pasivos financieros; la forma ideal de lograrlo es mediante un incremento de sus exportaciones. El problema es que éstas están en función del crecimiento de la economía internacional y no dependen de decisiones domésticas, internas. Si el deudor no consigue exportar y así generar divisas para pagar la deuda, en el corto plazo le quedan dos opciones: devaluar su moneda –para ganar competitividad, aumentar exportaciones y reducir importaciones- o contraer su demanda agregada (consumo, inversión, gasto del gobierno). España renunció a su moneda propia (la peseta), por lo cual no puede decidir devaluar el euro. Ergo, sólo tiene un camino: contraer su demanda agregada. Pero esto implica menor actividad económica y más desempleo. El país deudor pierde autonomía en su política económica. La importancia de esto, ya se ve, es que el dinero en el capitalismo moderno ha devenido de res fungibiles , tal como lo define la Biblia, en la posibilidad más abstracta de crisis económica, para decirlo con el viejo Marx.
SLA: Estas enormes entradas de capital, prosigo con el artículo de Krugman, produjeron el clásico problema de las transferencias: elevaron la demanda de bienes y servicios españoles. Consecuencia: la situación llevó a España a una inflación sustancialmente superior a la de Alemania y a la de otros países con superávit. ¿Cómo se produce esa relación causal? Por lo demás, ¿la inflación no ha sido tradicionalmente superior en España independientemente de la existencia o no del euro?
IP: La sustancia de esto, la relación causal, la he comentado líneas arriba. Las transferencias de capital aumentan el consumo y la demanda en general, distorsionan los precios causando inflación, porque esas transferencias tienden a: i) apreciar la moneda (aunque España no tiene una moneda propia, en este caso se aprecia el costo laboral unitario del euro relativo de España); ii) desalentar las exportaciones y a favorecer a las importaciones, desequilibrando el balance comercial y el balance de pagos; iii) deprimir la inversión y la productividad de la economía al tiempo que aumenta el consumo y deprime el ahorro. En consecuencia, aumenta la inflación. La inflación española ha sido tradicionalmente mayor que la inflación de los países más desarrollados. Esto se explica en parte porque la productividad es menor y por el rezago tecnológico. En suma, la inflación también tiene sus raíces en la estructura del balance de pagos.
SLA: Krugman alude a la incompetencia de la élite de la política europea, es ella quien debe cargar con la responsabilidad: empujó con firmeza hacia la moneda única. ¿Por qué? ¿Con qué finalidad? Si la cosa era tan evidente, ¿para qué suicidarse?
IP: La élite europea pugnó por y tomó la decisión de la moneda única, y en ese sentido le cabe responsabilidad en la debacle. Pero yo no exageraría la cuestión tanto como lo hace el profesor Krugman. Lo sucedido no fue un simple error de cálculo o de política monetaria, aunque ya se sabe que errare humanum est. Tus preguntas de por qué, para qué y (el Durkheimiano) para qué suicidarse dan la clave. Desde la crisis del sistema monetario de Bretton Woods a inicios de los años setenta las monedas europeas venían padeciendo volatilidad y ataques especulativos, unas más (la lira italiana, la peseta española, el dracma griego, el escudo portugués, incluso la libra esterlina, etc.) y otras menos (el marco alemán, el franco francés, la moneda austriaca operaba indexada a la alemana). Los avatares del dólar estadounidense, particularmente durante la llamada diplomacia del dólar orquestada por el cowboy Ronald Reagan, se reflejaban también como “choques asimétricos” en los mercados cambiarios y laborales europeos. Por ejemplo, en 1980 la sobrevaluación de la libra esterlina hizo que se perdiera un millón de empleos británicos; algo similar ocurrió en los Estados Unidos pocos años más tarde. El mismo Paul Krugman documentó la tremenda volatilidad monetaria internacional, desencadenada a partir de 1973, cuando en 1988 dictó las Lionel Robbins Memorial Lectures en la London School of Economics (ver su Exchange Rate Instability , Cambridge, MA. 1990, p. 18, passim). Lo que a la sazón resultaba evidente era la incapacidad de la mayoría de los gobiernos europeos para garantizar la estabilidad de sus monedas en un mundo regido por lo que James Tobin, otro Nobel de Economía, denominó un “no sistema monetario internacional”. Con el agravante de que el dólar, en este no sistema, retenía la hegemonía monetaria sin asumir ya la responsabilidad de garantizar la estabilidad de la paridad oro-dólar que había sido estipulada en el sistema Bretton Woods de 1944-1971. Esta asimetría operaba en contra de las economías europeas y del resto del mundo. Algunos gobiernos europeos vieron en la unión monetaria una solución de continuidad a esta asimetría monetaria. El proyecto tenía cierta racionalidad en su origen, aunque no estaba exento de conflictos. Esto responde parcialmente tus preguntas anteriores. En la siguiente me referiré a otros aspectos, así como al Durkheimiano para qué suicidarse.
SLA: Por lo demás, ¿por qué las élites económicas españolas apostaron por una moneda única que, al cabo de apenas diez años, tan lesiva parece para nuestro país?
IP: Lesivo era también –para España y otras naciones- el statu quo monetario descrito en el punto anterior. Quizás la diferencia es de grado, aunque no menor. No me parece que España, Grecia o cualquier otra nación de capitalismo subalterno tuvieran un gran futuro dentro del no-sistema monetario prevaleciente a partir de 1971. Esta década es la de la propagandística “crisis del keynesianismo” (John Hicks dixit ). Robert Triffin había recomendado, un poco antes de la crisis de Bretton Woods, que la alternativa para salvar la estabilidad monetaria internacional era aplicar lo que del Plan Keynes se había desechado en Bretton Woods, particularmente la creación de una moneda que hiciera de dinero mundial, no controlada por Estados Unidos sino por la comunidad internacional. Keynes también había propuesto un mecanismo de compensación de los desequilibrios en balance de pagos que garantizara la estabilidad financiera internacional. Todo esto se ignoró en las negociaciones de Bretton Woods. En la segunda posguerra lo que se aplicó fue un Keynes exorcizado y fue esta versión adocenada “de” Keynes la que entró en crisis en los años setenta. Ante la negativa del hegemón estadounidense y, con él, de las élites financieras (Wall Street, la City) de aplicar las recetas propuestas por Keynes, la creación del euro parecía sensata incluso a los ojos de algunos sectores democráticos. El proyecto de la moneda única resultaba congruente con los intereses de las élites financieras europeas por razones bien distintas a los motivos inspirados en Keynes y en el afán de sortear la camisa de fuerza impuesta por el no-sistema monetario internacional hegemonizado asimétricamente por Washington y Wall Street. La creación del euro y de un Banco Central Europeo autónomo de los gobiernos es consistente con los intereses del capital financiero y contraria a los intereses del capital productivo (industria, agricultura) y de los trabajadores. La unión monetaria requiere disciplina monetaria y fiscal, baja inflación, y en ese sentido es funcional a los intereses de la financiarización del capitalismo. Esto implica el suicidio del sector real de la economía pero no el suicidio de las élites financieras rentistas que viven de extraer excedentes al sector no financiero y a los salarios. De ahí la inflación de los precios de los bienes raíces y de otros activos financieros y de ahí el incremento espectacular de las deudas públicas y privadas en todo el mundo, las burbujas inmobiliarias, el desempleo rampante y la depresión de los salarios. Las élites sabían lo que hacían, negligencia calculada, como en el suicidio de Durkheim.
SLA: ¿Habría entonces, en tu opinión, que desmantelar el euro y volver las divisas nacionales de hace más de una década?
IP: El profesor Krugman sugiere que hay que continuar con el euro porque los costes de abandonarlo son “inmensos”. Ciertamente, en la historia monetaria no hay evidencia de que el abandono de un régimen monetario haya sido inocuo. En el corto plazo la unión monetaria se mantendrá. La cuestión es el método que habrá de usarse para ello. Yo veo dos opciones. Una estriba en mantener intacto el precio de las deudas financieras y realizar el ajuste mediante contracciones fiscales, recesiones, más desempleo y jibarización de los gobiernos: la eutanasia de la economía pública y del empleo; otra consiste en depreciar las deudas mediante inflación, expansión fiscal y crecimiento económico. Esto requiere la eutanasia del rentista de la que ya hablaba Keynes en su General Theory. Sea lo que fuere, dependerá de la economía política –en la acepción de los clásicos Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx- instrumentada como solución de la crisis.
SLA: Krugman cree que Europa necesita avanzar tan rápido como le sea posible hacia la integración fiscal y la de los mercados laborales. ¿Es eso posible realmente? Suponiendo que lo fuera, ¿qué se evitaría con ello? ¿No estaríamos asistiendo a ningún eurodesastre?
IP: Considero que la integración fiscal y laboral es el camino correcto que debe seguir Europa. Desgraciadamente eso, en el corto plazo, es más deseable que posible. Es el camino que debió de haber seguido Europa desde que se propuso la unión monetaria, el euro. El dogmatismo mainstream, pero sobre todo los intereses ligados al proceso de financiarización del capitalismo, impidieron que los hacedores de política consideraran la necesaria interacción entre política monetaria y política fiscal. En el corto plazo ese tránsito es difícil –no imposible- porque implicaría: i) construir una autoridad fiscal centralizada entre países muy heterogéneos; ii) un cambio más o menos radical y keynesiano en el bloque histórico –para decirlo con el venerable Gramsci- que hoy gobierna Europa; iii) permitir una tasa de inflación más alta de la actual, lo cual disgustaría a los tenedores de bonos europeos, iv) una tendencia a la igualación de los salarios en la zona del euro, lo que resulta non grato para los empresarios del sur de Europa; v) en suma, la propuesta de Krugman implica hacer de la unión europea, en materia de política económica, más o menos algo parecido a lo que hoy día es la unión estadounidense (recuérdese el ejemplo que contrasta la Florida y España): Estados Unidos constituye lo que en teoría económica se denomina un área monetaria óptima (AMO), es decir, su configuración se basa en una integración monetaria y fiscal; en el territorio estadounidense no existen hiatos fundamentales en la interacción entre las políticas monetaria y fiscal, a diferencia de lo que se observa en Europa. La construcción del AMO estadounidense se desplegó a lo largo de varios decenios, abarcó por lo menos el periodo comprendido entre el fin de la Guerra Civil (años 1860) y la fundación del sistema de la Reserva Federal en 1913 [3]. Este proceso, además, contó con una doble ventaja: i) este periodo fue la era dorada del patrón oro, el Gobierno estadounidense se apoyó en él para acelerar la integración regional de la Unión Americana y aupar la hegemonía del dólar sin que su fortaleza in crescendo indujera efectos recesivos en la economía nacional; y ii) la integración del AMO de Estados Unidos después de la Guerra Civil ocurrió en el contexto de una acendrada bonanza (boom) económica, lo cual facilitó y abatió los costes del ajuste y la transición. Ninguna de estas dos ventajas están presentes en el caso europeo actual: el euro –equivalente, mutatis mutandis, del patrón oro- se encuentra amenazado, su situación es similar a la del patrón oro después de 1915, y la economía europea no está en auge. No obstante, la integración fiscal y la de los mercados laborales no significaría “ningún eurodesastre” necesariamente. Suponiendo que fuera posible, a mi me parece que sería un proceso prolongado; ¿qué se evitaría con ello? Creo que mucho: la Zona Euro dispondría de mecanismos contra cíclicos similares a los que tiene la AMO estadounidense, y entonces, para esos fines prácticos, España sería como Florida.
SLA: Por lo demás, más allá del artículo de Krugman, se ha insistido estas semanas en que la especulación se cebó con la debilidad europea, con la falta de respuestas de España y la UE. Los fondos de alto riesgo tumbaron los mercados con grandes beneficios. ¿Cómo actúan esos fondos de alto riesgo? ¿Cómo consiguen tumbar los mercados? ¿Cómo consiguen, por ejemplo, debilitar la deuda pública española?
IP: Los hedge funds son muy volátiles, se mueven con gran prestancia en busca de la maximización de la tasa de retorno; suelen radicarse temporalmente en los mercados cuyos bonos de deuda pagan un spread (rendimiento) relativamente más alto. Esto ocurre cuando los gobiernos flagelados por la astringencia financiera emiten bonos que pagan tasas más altas porque de otro modo no conseguirían créditos en los mercados financieros; cuando un gobierno ha entrado en esta senda de endeudamiento el proceso se torna recursivo; las calificadoras de riesgo (Moody’s, Fitch), las mismas que fallaron en la crisis de las hipotecas subprime, colaboran con los fondos de alto riesgo ora edulcorando el grado de riesgo país ora degradando a los gobiernos que no se someten a la férula de los mercados financieros. De este modo, una vez un país ingresa en la senda especulativa de los fondos de alto riesgo comienza un proceso recursivo de adicción a estos fondos riesgosos, gestándose así lo que el economista Hyman Minsky denominó estructura financiera Ponzi: una espiral de deuda para validar deudas previas hasta configurar la fragilidad y la inestabilidad financiera, premisas de las “crisis gemelas” (bancarias y monetarias). En el caso de la Zona Euro, los eslabones más débiles contra los que se han cebado los fondos de alto riesgo son los países de Europa del sur, pero también Islandia, Hungría, Letonia y Rumania, teatros de lo que Michael Hudson ha llamado “las guerras de deuda que se avecinan en Europa”.
SLA: La vicepresidenta económica española, como recuerdas, se entrevistó con la dirección del Financial Times. Desde entonces, toquemos madera, parece que las opiniones de este diario han variado respecto a la economía española. ¿Qué pudo haberles comentado para conseguir este cambio de actitud?
IP: Ignoro el contenido de esa entrevista. Pero, siendo como es el Financial Times un celoso vocero de los mercados financieros, puede conjeturarse que el cambio de actitud se deba a promesas del Gobierno español de cumplir a pies juntillas con sus obligaciones financieras aun al precio de un ajuste recesivo y del alto desempleo.
SLA: ¿Por qué el paro español llega a las cifras que llega (más de cuatro millones de parados)? ¿Por qué el desempleo español es mucho mayor que en otros países europeos a pesar de que los salarios y las condiciones laborales son mucho peores que en Alemania o Francia por ejemplo y, por lo tanto, lo que suelen llamar, en expresión despreciable, “mano de obra” es muy competitiva?
IP: Este es un viejo problema discutido en la teoría económica desde por lo menos el siglo XIX. Marx, en Das Kapital, explica que el capitalismo necesita un “ejército industrial de reserva” (EIR), para funcionar adecuadamente; el paro, el EIR, es consustancial al ciclo de la economía capitalista, provee fuerza de trabajo en la fase de expansión cíclica y recibe y guarda la mano de obra repelida en las fases de recesión y crisis. A principios del siglo XX, el economista inglés A. C. Pigou formuló la “teoría” de que el desempleo se debía a que los salarios eran elevados y rígidos a la baja debido al monopolio de los sindicatos y a las leyes laborales. Keynes demostró en su General Theory (1936) que el empleo no dependía del nivel de los salarios sino de la demanda efectiva, y que los salarios bajos más bien deprimían la demanda y con ello el nivel de empleo. Keynes demostró que el mecanismo de precios que supuestamente equilibraba los mercados de bienes y capital (la llamada ley de los mercados) no se aplicaba al mercado de trabajo. Así, si los salarios en España son más bajos que en otros países (Alemania, por ejemplo), lo más probable es que el paro sea más alto.
SLA: Finalmente, Grecia ha recurrido al FMI y a la Unión Europea (UE) en busca de ayuda financiera. Por primera vez desde que entró en vigor la unión monetaria un país de la Zona Euro requiere la intervención del FMI. ¿Qué significado tiene todo esto? ¿Qué otras políticas gubernamentales serían posibles sin que fueran forzosamente revolucionarias? Un gobierno de izquierda reformista, sin pretender asaltar los cielos, ¿no tiene otro remedio que ponerse a los pies de los desbocados caballos neoliberales sin rechistar, sin decir esta boca es mía y que los ciudadanos, sobre todo los más desfavorecidos, merecen algún respeto?
IP: Grecia recibirá 110.000 millones de euros (la UE aportará 80.000 millones y el FMI la parte restante) en el curso de los próximos tres años para evitar la interrupción del pago de su deuda que asciende a más de 310.000 millones. Quizás este guarismo represente sólo una porción de las necesidades financieras griegas. Sea como fuere, esta cuestión tiene varias connotaciones; citaré sólo tres: i) a pesar de que bajo la égida de D. Strauss-Khan, el FMI supuestamente practica una “nueva” filosofía más proclive a admitir las fallas del libre mercado y la necesidad de políticas contracíclicas, G. Papaconstantinou, Ministro de Finanzas griego, acepta que Grecia tendrá que aplicar un programa multianual de estabilidad macro y austeridad fiscal, privatización de activos públicos, consolidación de las finanzas públicas y reformas laborales y tributarias regresivas que aumentarán el desempleo y la desigualdad social: ¡la condicionalidad del Consenso de Washington ha llegado a la Zona Euro!; ii) el riesgo de deflación es inminente (los salarios nominales ya están disminuyendo): dado que el tipo de cambio no es una variable de ajuste disponible, se pretende incrementar la competitividad vía deflación, lo cual es peligroso en una economía dominada por oligopolios y una deuda apreciable; y iii) el rescate pergeñado por la tríada UE-FMI-Grecia deja incólumes las reglas del Pacto de Crecimiento y Estabilidad y su carácter de juego no-cooperativo entre las políticas monetaria y fiscal; la falta de coordinación adecuada entre estas políticas en el contexto de la Unión Monetaria Europea ha generado restricciones de demanda efectiva, estancamiento productivo y baja productividad. La UE necesita un aggiornamento institucional que instaure juegos cooperativos coordinados entre las políticas aludidas.
Alemania ha sido la principal beneficiada de la creación del euro: la unión monetaria le ha permitido disfrutar de una ventaja competitiva cambiaria y, en consecuencia, de superávit comercial y crecientes ahorros que en gran parte los bancos germanos han invertido en bonos españoles, griegos, irlandeses, italianos y portugueses inflando las deudas de estos países. Además de proveer un mercado amplio, la Eurozona garantiza que estas inversiones de los bancos alemanes no confronten el riesgo cambiario que implicaría invertir en títulos no denominados en euros. Si Grecia hubiera repudiado el pago de su deuda y abandonado la unión monetaria, los bancos y las finanzas públicas teutones habrían padecido un tremendo impacto. Por este motivo, hay buenas razones, consistentes con la mejor teoría económica, para sostener que la “ayuda” a Grecia podía –puede- basarse en políticas que no inducen recesión económica, mayor desempleo y pobreza, migración de fuerza de trabajo educada y dramáticas reducciones de los niveles de vida... pero esta alternativa habría requerido trasladar una gran parte del fardo del ajuste al sistema bancario.
La miopía y la avaricia de los bancos generó la crisis, y la reducción del déficit fiscal en presencia de elevadas tasas de desempleo simplemente la prolongará. Una buena política sería gravar con impuestos a los bancos “tóxicos” y financiar con ellos inversión pública para la reactivación económica.
Notas:
[1] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3102. Traducción de David Casassas.
[2] Nota IPH: Triaca es un bello vocablo hoy caído en desuso; lo utiliza Sor Juana Inés de la Cruz en su inmarcesible y cósmico poema Primero Sueño .
[3] Nota IPH: El dólar como moneda fiat o de curso legal fue emitido por primera vez por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en 1862. A partir de 1913, cuando se aprobó la Federal Reserve Act , la Reserva Federal relevó al Tesoro en la función de emisión monetaria; el valor actual de la circulación monetaria mundial de dólares asciende a 890.000 millones.
La conversación está fechada en los meses de abril y mayo de 2010. Una versión parcial de la entrevista se publicó en la revista El Viejo Topo , junio de 2010.
SLA: En un reciente artículo de título muy significativo: “Anatomía de un eurodesastre”, Paul Krugman señalaba que la cobertura mediática de los problemas de la Eurozona se había centrado en Grecia. Era comprensible, señalaba el Premio Nobel de Economía, Grecia estaba y está contra las cuerdas, más que cualquier otro país de la zona europea, pero su economía era muy pequeña. En términos económicos, apuntaba Krugman, el corazón de la crisis está en España. ¿Por qué? ¿Por las dimensiones de la economía española en comparación con, pongamos, Letonia, Grecia o Islandia?
IP: Sí, Paul Krugman afirmó en febrero (The New York Times, febrero 12, 2010) que “el corazón de la crisis está en España” en parte porque su economía es mayor que las de Grecia, Islandia o las repúblicas del Báltico, pero principalmente porque la economía española pone de manifiesto los choques asimétricos a los que es vulnerable la zona del Euro. Y yo añadiría dos elementos: 1. Que esta vulnerabilidad es frecuente en economías que adoptan regímenes de tipo de cambio extremos, es decir, inflexibles; tal fueron la experiencia de Argentina (2000-2001), con el consejo monetario, y de México en 1994; y 2. Que desde finales de 2008 la economía de España (y también la de Grecia) experimenta una desinflación con altos riesgos de incurrir en la trampa de deflación (en 2009 se registraron tasas de inflación negativas); en Grecia, al parecer, también podría suceder lo mismo: la inflación proyectada para 2010 es 1,9% y 1% para 2011 (FMI, World Economic Outlook, abril 2010). Y la experiencia de Japón (años noventa) prueba que la deflación es muy difícil de remontar y suele causar tremendos daños en el nivel de actividad económica, en el empleo y los salarios.
El diagnóstico, del profesor Krugman, sin embargo, no debería conducir a nadie a minimizar la tragedia griega: Grecia tiene varios desequilibrios macroeconómicos similares a los de España: la deuda pública representa casi 120 por ciento del PIB, el déficit fiscal es 13 del PIB y el déficit por cuenta corriente 12 por ciento; su pasivo neto con el exterior monta 90 por ciento del PIB y una estimación de un índice de tipo de cambio con base en sus costos laborales unitarios revela una sobrevaluación de 20 por ciento desde 2002, lo cual infla aún más la deuda con relación al PIB, a 150 por ciento; el FMI (World Economic Outlook, abril 2010), que no es precisamente una institución catastrofista, proyecta que el PIB real de Grecia “crecerá” (negativamente)-2% y -1% en 2010 y 2011 respectivamente, después de un -0,9% en 2009. Grecia requerirá en este año más de 53.000 millones de euros frescos para pagar deudas previas; estos créditos reclamarán formidables intereses y primas de riesgo (cercanos al 10 por ciento), fardo insoportable que gravitará sobre las famélicas finanzas públicas del país de Sócrates. La descomunal deuda griega sería un problema más o menos manejable si en el panorama se avizorara, en el inmediato futuro, un contexto de crecimiento económico e inflación. Este escenario bonancible es poco probable y dependerá en parte de que la Unión Europea otorgue, en fast track, un eurocrédito ad hoc para evitar la intervención (contraccionista) del Fondo Monetario Internacional (FMI). Si la inyección de crédito europeo no ocurre, entonces el único camino abierto para Grecia será un plan de austeridad que impondría una recesión y mayor desempleo (remember América Latina en los años ochenta), en cuyo caso ni los oficios de Zeus aliviarían la tragedia griega de los estragos perpetrados por el deus ex machina neoliberal: el FMI.
SLA: Los problemas de España, sostiene Krugman, no son, pese a lo que en ocasiones se ha señalado, el resultado de una irresponsabilidad fiscal. ¿No es el caso? ¿No juega ningún papel decisivo esa irresponsabilidad fiscal no concretada?
IP: Krugman dice que el problema esencial en España fue la burbuja inmobiliaria, los precios de los bienes raíces se dispararon provocando entradas masivas de capital que alentaron el consumo y la inflación. Al estallar la burbuja, los precios y los costes laborales permanecieron elevados y la competitividad baja; España quedó a merced de choques asimétricos porque no disponía de grados de libertad en materia de política monetaria en razón de su adhesión al euro. A Krugman le asiste la razón en lo que concierne a la descripción analítica del fenómeno, pero con modestia y humildad me permito disentir del Nobel: no creo, como él afirma, que “la historia comienza con la burbuja inmobiliaria española”. Más adelante me referiré a este asunto.
SLA: En opinión de PK, los problemas de España ponen de manifiesto los “shocks asimétricos” que tienen lugar dentro de la Eurozona. ¿A qué shocks asimétricos alude Krugman? ¿Qué problema constituyen?
IP: La principal asimetría de la Unión Europea actual es que existe una autoridad monetaria central (el Banco Central Europeo) pero no existe una autoridad fiscal central, aunque Maastricht preveía que el Eurosistema tenía que contribuir a suavizar el funcionamiento de las políticas para la estabilidad financiera y la supervisión. Otra asimetría es que Maastricht estableció metas y límites fiscales iguales para todos los miembros de la unión monetaria sin importar las diversas características estructurales de los países. Esto importa porque en los años noventa se introdujeron leyes para armonizar los sistemas financieros de las economías que convergerían en el euro, con lo cual se profundizó la liberalización financiera y la banca universal en los sectores bancarios de la unión monetaria. Todo ello aumentó la velocidad de movimiento del capital financiero al tiempo que los gobiernos renunciaban –al adoptar la moneda única- al instrumentarium contracíclico de la política monetaria y fiscal. ¿Qué problema constituyen? En pocas palabras, en esta situación los gobiernos no disponen de la triaca [2] (anti-veneno, dispositivo anti-cíclico) Keynesiana para amortiguar el impacto de choques externos (verbi gratia , una disminución de las exportaciones propiciada por una recesión internacional, o un incremento drástico de las tasas de interés internacionales para frenar la inflación, digamos, en Estados Unidos, lo cual tiende a provocar una reversión brusca en los flujos de capital e inestabilidad de los tipos de cambio, o, por último ejemplo, el efecto de la deflación en Japón). La imposibilidad de recurrir a medidas “keynesianas” contracíclicas obliga a las economías a confrontar los choques asimétricos con ajustes recesivos, es decir, con medidas que aumentan el desempleo y reducen el nivel de actividad económica porque se requieren drásticas reducciones de la demanda (consumo, inversión, importaciones y gasto del gobierno). A este respecto Krugman da un ejemplo elocuentísimo: Florida experimentó una burbuja inmobiliaria, igual que España; Florida, miembro de la Unión Americana, está recibiendo inyecciones fiscales contracíclicas (la triaca Keynesiana) para contrarrestar la explosión de la burbuja, mientras que España y Grecia, miembros de la Unión Monetaria Europea, no disponen en automático de subvenciones fiscales procedentes de la Zona Euro. ¡He ahí una asimetría!
SLA: Krugman apunta igualmente que la historia de la crisis española empieza “con la burbuja inmobiliaria”. En España, al igual que en otros varios países, señala, “los precios de los bienes raíces se dispararon a partir del año 2000”. ¿Qué son los bienes raíces? ¿Por qué se dispararon sus precios a partir de 2000, con la entrada del euro?
IP: Los bienes raíces incluyen viviendas, edificios, la tierra o predios; varios de estos bienes se caracterizan porque su oferta no es elástica (por ejemplo, la cantidad de tierra no se puede aumentar porque el suelo no es un bien reproducible). Los bienes raíces son activos financieros en los que la gente decide denominar parte de su riqueza. Normalmente la vivienda es el principal activo de las familias trabajadoras de menor ingreso. Las variables económicas claves para la dinámica de los precios de los bienes raíces son la tasa de interés y el ingreso disponible de los hogares. Por ello, estos bienes son muy sensibles a los avatares del crédito, a la evolución de las tasas de interés y del ingreso. Los flujos de capital suelen tener efectos en estas variables, sobre todo cuando –como en la zona del euro y en los Estados Unidos-, en virtud de la liberalización financiera, los mercados de capitales, por los acuerdos de Basilea, operan de forma desembridada o con una “regulación prudencial” endeble. Esto explica por qué, con la liberalización financiera, “los precios de los bienes raíces se dispararon” en España “a partir del año 2000” y en Estados Unidos a partir de 1995, después de que en la Unión Americana se habían mantenido relativamente estables durante un siglo (1895-1995). En general, cuando los bancos centrales practican políticas monetarias desinflacionarias (o, peor aún, deflacionarias), los precios de los bienes raíces se disparan. Este fenómeno se observó en la Inglaterra de M. Thatcher, en los Estados Unidos de las eras Reagan y Bush II, en el Japón de los años ochenta y noventa y en México durante 1990-1994. Afirma Krugman “la historia comienza con la burbuja inmobiliaria española”. Su diagnóstico implica la pregunta siguiente: ¿cuál fue la causa causans de “la burbuja inmobiliaria española”? En tal caso hay que decir, entre otras cosas, que “la historia comienza” con el hecho de que la unión monetaria que condujo a la adopción del euro en 1999 no resolvió la rigidez estructural de las economías de Europa del Sur, prueba de ello es que el desempleo rampante y los desequilibrios fiscales aumentaron en lugar de disminuir, contrario sensu de lo que Maastricht había prometido. En realidad, “la historia comienza” con la metamorfosis hacia la financiarización que ha venido experimentando el capitalismo contemporáneo desde los años setenta del siglo pasado. Paul Sweezy y Harry Magdoff fueron los primeros en identificar este complejo proceso, recientemente estudiado por Robert Boyer, Robert Brenner, Jerry Epstein, John Bellamy Foster y Fred Magdoff, Costas Lapavitsas, Thomas Palley y Carlo Panico.
SLA: La situación, sigo de nuevo a Krugman, llevó a masivas entradas de capital. Mientras que Alemania lograba un enorme superávit por cuenta corriente, España y otros países periféricos sufrían un déficit enorme. ¿Por qué esa entrada de capital en España? ¿Por qué esa diferencia de superávit por cuenta corriente?
IP: Por teoría económica se sabe que un país que registra un superávit en el balance comercial (exportaciones menos importaciones) debe registrar un déficit en el balance de capitales. Así, el balance de pagos se equilibra necesariamente porque es un registro contable. Si Alemania tiene un déficit por cuenta de capitales es porque ha exportado esos capitales a otro país, por ejemplo, España, que por contra experimenta un déficit comercial y un superávit por cuenta de capitales porque necesita financiar el déficit comercial aludido. Pero esto es un puro registro contable. Desde el punto de vista económico, lo que importa es lo que apunta Krugman. Es decir, el país con déficit por cuenta de capitales (Alemania) recibe pagos de intereses por esas inversiones y así registrará un superávit por cuenta corriente, mientras que el país (España, por seguir con el ejemplo) con superávit por cuenta de capitales debe pagar intereses al país (Alemania) que le otorgó esos capitales (crédito, inversiones financieras) para financiar su déficit por balance comercial. De este modo, España, en el ejemplo, terminará con un déficit por cuenta corriente. Y a mayor nivel de las tasas de interés, mayor será el fardo de este déficit.
SLA: ¿Y dónde radica la importancia económica de ese superávit?
IP: La importancia de lo anterior radica en que el país deficitario en cuenta corriente (aunque superavitario en cuenta por capitales porque ha recibido créditos) es un país deudor y su socio o contraparte, un país acreedor. El deudor está obligado a generar excedentes financieros para solventar sus pasivos financieros; la forma ideal de lograrlo es mediante un incremento de sus exportaciones. El problema es que éstas están en función del crecimiento de la economía internacional y no dependen de decisiones domésticas, internas. Si el deudor no consigue exportar y así generar divisas para pagar la deuda, en el corto plazo le quedan dos opciones: devaluar su moneda –para ganar competitividad, aumentar exportaciones y reducir importaciones- o contraer su demanda agregada (consumo, inversión, gasto del gobierno). España renunció a su moneda propia (la peseta), por lo cual no puede decidir devaluar el euro. Ergo, sólo tiene un camino: contraer su demanda agregada. Pero esto implica menor actividad económica y más desempleo. El país deudor pierde autonomía en su política económica. La importancia de esto, ya se ve, es que el dinero en el capitalismo moderno ha devenido de res fungibiles , tal como lo define la Biblia, en la posibilidad más abstracta de crisis económica, para decirlo con el viejo Marx.
SLA: Estas enormes entradas de capital, prosigo con el artículo de Krugman, produjeron el clásico problema de las transferencias: elevaron la demanda de bienes y servicios españoles. Consecuencia: la situación llevó a España a una inflación sustancialmente superior a la de Alemania y a la de otros países con superávit. ¿Cómo se produce esa relación causal? Por lo demás, ¿la inflación no ha sido tradicionalmente superior en España independientemente de la existencia o no del euro?
IP: La sustancia de esto, la relación causal, la he comentado líneas arriba. Las transferencias de capital aumentan el consumo y la demanda en general, distorsionan los precios causando inflación, porque esas transferencias tienden a: i) apreciar la moneda (aunque España no tiene una moneda propia, en este caso se aprecia el costo laboral unitario del euro relativo de España); ii) desalentar las exportaciones y a favorecer a las importaciones, desequilibrando el balance comercial y el balance de pagos; iii) deprimir la inversión y la productividad de la economía al tiempo que aumenta el consumo y deprime el ahorro. En consecuencia, aumenta la inflación. La inflación española ha sido tradicionalmente mayor que la inflación de los países más desarrollados. Esto se explica en parte porque la productividad es menor y por el rezago tecnológico. En suma, la inflación también tiene sus raíces en la estructura del balance de pagos.
SLA: Krugman alude a la incompetencia de la élite de la política europea, es ella quien debe cargar con la responsabilidad: empujó con firmeza hacia la moneda única. ¿Por qué? ¿Con qué finalidad? Si la cosa era tan evidente, ¿para qué suicidarse?
IP: La élite europea pugnó por y tomó la decisión de la moneda única, y en ese sentido le cabe responsabilidad en la debacle. Pero yo no exageraría la cuestión tanto como lo hace el profesor Krugman. Lo sucedido no fue un simple error de cálculo o de política monetaria, aunque ya se sabe que errare humanum est. Tus preguntas de por qué, para qué y (el Durkheimiano) para qué suicidarse dan la clave. Desde la crisis del sistema monetario de Bretton Woods a inicios de los años setenta las monedas europeas venían padeciendo volatilidad y ataques especulativos, unas más (la lira italiana, la peseta española, el dracma griego, el escudo portugués, incluso la libra esterlina, etc.) y otras menos (el marco alemán, el franco francés, la moneda austriaca operaba indexada a la alemana). Los avatares del dólar estadounidense, particularmente durante la llamada diplomacia del dólar orquestada por el cowboy Ronald Reagan, se reflejaban también como “choques asimétricos” en los mercados cambiarios y laborales europeos. Por ejemplo, en 1980 la sobrevaluación de la libra esterlina hizo que se perdiera un millón de empleos británicos; algo similar ocurrió en los Estados Unidos pocos años más tarde. El mismo Paul Krugman documentó la tremenda volatilidad monetaria internacional, desencadenada a partir de 1973, cuando en 1988 dictó las Lionel Robbins Memorial Lectures en la London School of Economics (ver su Exchange Rate Instability , Cambridge, MA. 1990, p. 18, passim). Lo que a la sazón resultaba evidente era la incapacidad de la mayoría de los gobiernos europeos para garantizar la estabilidad de sus monedas en un mundo regido por lo que James Tobin, otro Nobel de Economía, denominó un “no sistema monetario internacional”. Con el agravante de que el dólar, en este no sistema, retenía la hegemonía monetaria sin asumir ya la responsabilidad de garantizar la estabilidad de la paridad oro-dólar que había sido estipulada en el sistema Bretton Woods de 1944-1971. Esta asimetría operaba en contra de las economías europeas y del resto del mundo. Algunos gobiernos europeos vieron en la unión monetaria una solución de continuidad a esta asimetría monetaria. El proyecto tenía cierta racionalidad en su origen, aunque no estaba exento de conflictos. Esto responde parcialmente tus preguntas anteriores. En la siguiente me referiré a otros aspectos, así como al Durkheimiano para qué suicidarse.
SLA: Por lo demás, ¿por qué las élites económicas españolas apostaron por una moneda única que, al cabo de apenas diez años, tan lesiva parece para nuestro país?
IP: Lesivo era también –para España y otras naciones- el statu quo monetario descrito en el punto anterior. Quizás la diferencia es de grado, aunque no menor. No me parece que España, Grecia o cualquier otra nación de capitalismo subalterno tuvieran un gran futuro dentro del no-sistema monetario prevaleciente a partir de 1971. Esta década es la de la propagandística “crisis del keynesianismo” (John Hicks dixit ). Robert Triffin había recomendado, un poco antes de la crisis de Bretton Woods, que la alternativa para salvar la estabilidad monetaria internacional era aplicar lo que del Plan Keynes se había desechado en Bretton Woods, particularmente la creación de una moneda que hiciera de dinero mundial, no controlada por Estados Unidos sino por la comunidad internacional. Keynes también había propuesto un mecanismo de compensación de los desequilibrios en balance de pagos que garantizara la estabilidad financiera internacional. Todo esto se ignoró en las negociaciones de Bretton Woods. En la segunda posguerra lo que se aplicó fue un Keynes exorcizado y fue esta versión adocenada “de” Keynes la que entró en crisis en los años setenta. Ante la negativa del hegemón estadounidense y, con él, de las élites financieras (Wall Street, la City) de aplicar las recetas propuestas por Keynes, la creación del euro parecía sensata incluso a los ojos de algunos sectores democráticos. El proyecto de la moneda única resultaba congruente con los intereses de las élites financieras europeas por razones bien distintas a los motivos inspirados en Keynes y en el afán de sortear la camisa de fuerza impuesta por el no-sistema monetario internacional hegemonizado asimétricamente por Washington y Wall Street. La creación del euro y de un Banco Central Europeo autónomo de los gobiernos es consistente con los intereses del capital financiero y contraria a los intereses del capital productivo (industria, agricultura) y de los trabajadores. La unión monetaria requiere disciplina monetaria y fiscal, baja inflación, y en ese sentido es funcional a los intereses de la financiarización del capitalismo. Esto implica el suicidio del sector real de la economía pero no el suicidio de las élites financieras rentistas que viven de extraer excedentes al sector no financiero y a los salarios. De ahí la inflación de los precios de los bienes raíces y de otros activos financieros y de ahí el incremento espectacular de las deudas públicas y privadas en todo el mundo, las burbujas inmobiliarias, el desempleo rampante y la depresión de los salarios. Las élites sabían lo que hacían, negligencia calculada, como en el suicidio de Durkheim.
SLA: ¿Habría entonces, en tu opinión, que desmantelar el euro y volver las divisas nacionales de hace más de una década?
IP: El profesor Krugman sugiere que hay que continuar con el euro porque los costes de abandonarlo son “inmensos”. Ciertamente, en la historia monetaria no hay evidencia de que el abandono de un régimen monetario haya sido inocuo. En el corto plazo la unión monetaria se mantendrá. La cuestión es el método que habrá de usarse para ello. Yo veo dos opciones. Una estriba en mantener intacto el precio de las deudas financieras y realizar el ajuste mediante contracciones fiscales, recesiones, más desempleo y jibarización de los gobiernos: la eutanasia de la economía pública y del empleo; otra consiste en depreciar las deudas mediante inflación, expansión fiscal y crecimiento económico. Esto requiere la eutanasia del rentista de la que ya hablaba Keynes en su General Theory. Sea lo que fuere, dependerá de la economía política –en la acepción de los clásicos Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx- instrumentada como solución de la crisis.
SLA: Krugman cree que Europa necesita avanzar tan rápido como le sea posible hacia la integración fiscal y la de los mercados laborales. ¿Es eso posible realmente? Suponiendo que lo fuera, ¿qué se evitaría con ello? ¿No estaríamos asistiendo a ningún eurodesastre?
IP: Considero que la integración fiscal y laboral es el camino correcto que debe seguir Europa. Desgraciadamente eso, en el corto plazo, es más deseable que posible. Es el camino que debió de haber seguido Europa desde que se propuso la unión monetaria, el euro. El dogmatismo mainstream, pero sobre todo los intereses ligados al proceso de financiarización del capitalismo, impidieron que los hacedores de política consideraran la necesaria interacción entre política monetaria y política fiscal. En el corto plazo ese tránsito es difícil –no imposible- porque implicaría: i) construir una autoridad fiscal centralizada entre países muy heterogéneos; ii) un cambio más o menos radical y keynesiano en el bloque histórico –para decirlo con el venerable Gramsci- que hoy gobierna Europa; iii) permitir una tasa de inflación más alta de la actual, lo cual disgustaría a los tenedores de bonos europeos, iv) una tendencia a la igualación de los salarios en la zona del euro, lo que resulta non grato para los empresarios del sur de Europa; v) en suma, la propuesta de Krugman implica hacer de la unión europea, en materia de política económica, más o menos algo parecido a lo que hoy día es la unión estadounidense (recuérdese el ejemplo que contrasta la Florida y España): Estados Unidos constituye lo que en teoría económica se denomina un área monetaria óptima (AMO), es decir, su configuración se basa en una integración monetaria y fiscal; en el territorio estadounidense no existen hiatos fundamentales en la interacción entre las políticas monetaria y fiscal, a diferencia de lo que se observa en Europa. La construcción del AMO estadounidense se desplegó a lo largo de varios decenios, abarcó por lo menos el periodo comprendido entre el fin de la Guerra Civil (años 1860) y la fundación del sistema de la Reserva Federal en 1913 [3]. Este proceso, además, contó con una doble ventaja: i) este periodo fue la era dorada del patrón oro, el Gobierno estadounidense se apoyó en él para acelerar la integración regional de la Unión Americana y aupar la hegemonía del dólar sin que su fortaleza in crescendo indujera efectos recesivos en la economía nacional; y ii) la integración del AMO de Estados Unidos después de la Guerra Civil ocurrió en el contexto de una acendrada bonanza (boom) económica, lo cual facilitó y abatió los costes del ajuste y la transición. Ninguna de estas dos ventajas están presentes en el caso europeo actual: el euro –equivalente, mutatis mutandis, del patrón oro- se encuentra amenazado, su situación es similar a la del patrón oro después de 1915, y la economía europea no está en auge. No obstante, la integración fiscal y la de los mercados laborales no significaría “ningún eurodesastre” necesariamente. Suponiendo que fuera posible, a mi me parece que sería un proceso prolongado; ¿qué se evitaría con ello? Creo que mucho: la Zona Euro dispondría de mecanismos contra cíclicos similares a los que tiene la AMO estadounidense, y entonces, para esos fines prácticos, España sería como Florida.
SLA: Por lo demás, más allá del artículo de Krugman, se ha insistido estas semanas en que la especulación se cebó con la debilidad europea, con la falta de respuestas de España y la UE. Los fondos de alto riesgo tumbaron los mercados con grandes beneficios. ¿Cómo actúan esos fondos de alto riesgo? ¿Cómo consiguen tumbar los mercados? ¿Cómo consiguen, por ejemplo, debilitar la deuda pública española?
IP: Los hedge funds son muy volátiles, se mueven con gran prestancia en busca de la maximización de la tasa de retorno; suelen radicarse temporalmente en los mercados cuyos bonos de deuda pagan un spread (rendimiento) relativamente más alto. Esto ocurre cuando los gobiernos flagelados por la astringencia financiera emiten bonos que pagan tasas más altas porque de otro modo no conseguirían créditos en los mercados financieros; cuando un gobierno ha entrado en esta senda de endeudamiento el proceso se torna recursivo; las calificadoras de riesgo (Moody’s, Fitch), las mismas que fallaron en la crisis de las hipotecas subprime, colaboran con los fondos de alto riesgo ora edulcorando el grado de riesgo país ora degradando a los gobiernos que no se someten a la férula de los mercados financieros. De este modo, una vez un país ingresa en la senda especulativa de los fondos de alto riesgo comienza un proceso recursivo de adicción a estos fondos riesgosos, gestándose así lo que el economista Hyman Minsky denominó estructura financiera Ponzi: una espiral de deuda para validar deudas previas hasta configurar la fragilidad y la inestabilidad financiera, premisas de las “crisis gemelas” (bancarias y monetarias). En el caso de la Zona Euro, los eslabones más débiles contra los que se han cebado los fondos de alto riesgo son los países de Europa del sur, pero también Islandia, Hungría, Letonia y Rumania, teatros de lo que Michael Hudson ha llamado “las guerras de deuda que se avecinan en Europa”.
SLA: La vicepresidenta económica española, como recuerdas, se entrevistó con la dirección del Financial Times. Desde entonces, toquemos madera, parece que las opiniones de este diario han variado respecto a la economía española. ¿Qué pudo haberles comentado para conseguir este cambio de actitud?
IP: Ignoro el contenido de esa entrevista. Pero, siendo como es el Financial Times un celoso vocero de los mercados financieros, puede conjeturarse que el cambio de actitud se deba a promesas del Gobierno español de cumplir a pies juntillas con sus obligaciones financieras aun al precio de un ajuste recesivo y del alto desempleo.
SLA: ¿Por qué el paro español llega a las cifras que llega (más de cuatro millones de parados)? ¿Por qué el desempleo español es mucho mayor que en otros países europeos a pesar de que los salarios y las condiciones laborales son mucho peores que en Alemania o Francia por ejemplo y, por lo tanto, lo que suelen llamar, en expresión despreciable, “mano de obra” es muy competitiva?
IP: Este es un viejo problema discutido en la teoría económica desde por lo menos el siglo XIX. Marx, en Das Kapital, explica que el capitalismo necesita un “ejército industrial de reserva” (EIR), para funcionar adecuadamente; el paro, el EIR, es consustancial al ciclo de la economía capitalista, provee fuerza de trabajo en la fase de expansión cíclica y recibe y guarda la mano de obra repelida en las fases de recesión y crisis. A principios del siglo XX, el economista inglés A. C. Pigou formuló la “teoría” de que el desempleo se debía a que los salarios eran elevados y rígidos a la baja debido al monopolio de los sindicatos y a las leyes laborales. Keynes demostró en su General Theory (1936) que el empleo no dependía del nivel de los salarios sino de la demanda efectiva, y que los salarios bajos más bien deprimían la demanda y con ello el nivel de empleo. Keynes demostró que el mecanismo de precios que supuestamente equilibraba los mercados de bienes y capital (la llamada ley de los mercados) no se aplicaba al mercado de trabajo. Así, si los salarios en España son más bajos que en otros países (Alemania, por ejemplo), lo más probable es que el paro sea más alto.
SLA: Finalmente, Grecia ha recurrido al FMI y a la Unión Europea (UE) en busca de ayuda financiera. Por primera vez desde que entró en vigor la unión monetaria un país de la Zona Euro requiere la intervención del FMI. ¿Qué significado tiene todo esto? ¿Qué otras políticas gubernamentales serían posibles sin que fueran forzosamente revolucionarias? Un gobierno de izquierda reformista, sin pretender asaltar los cielos, ¿no tiene otro remedio que ponerse a los pies de los desbocados caballos neoliberales sin rechistar, sin decir esta boca es mía y que los ciudadanos, sobre todo los más desfavorecidos, merecen algún respeto?
IP: Grecia recibirá 110.000 millones de euros (la UE aportará 80.000 millones y el FMI la parte restante) en el curso de los próximos tres años para evitar la interrupción del pago de su deuda que asciende a más de 310.000 millones. Quizás este guarismo represente sólo una porción de las necesidades financieras griegas. Sea como fuere, esta cuestión tiene varias connotaciones; citaré sólo tres: i) a pesar de que bajo la égida de D. Strauss-Khan, el FMI supuestamente practica una “nueva” filosofía más proclive a admitir las fallas del libre mercado y la necesidad de políticas contracíclicas, G. Papaconstantinou, Ministro de Finanzas griego, acepta que Grecia tendrá que aplicar un programa multianual de estabilidad macro y austeridad fiscal, privatización de activos públicos, consolidación de las finanzas públicas y reformas laborales y tributarias regresivas que aumentarán el desempleo y la desigualdad social: ¡la condicionalidad del Consenso de Washington ha llegado a la Zona Euro!; ii) el riesgo de deflación es inminente (los salarios nominales ya están disminuyendo): dado que el tipo de cambio no es una variable de ajuste disponible, se pretende incrementar la competitividad vía deflación, lo cual es peligroso en una economía dominada por oligopolios y una deuda apreciable; y iii) el rescate pergeñado por la tríada UE-FMI-Grecia deja incólumes las reglas del Pacto de Crecimiento y Estabilidad y su carácter de juego no-cooperativo entre las políticas monetaria y fiscal; la falta de coordinación adecuada entre estas políticas en el contexto de la Unión Monetaria Europea ha generado restricciones de demanda efectiva, estancamiento productivo y baja productividad. La UE necesita un aggiornamento institucional que instaure juegos cooperativos coordinados entre las políticas aludidas.
Alemania ha sido la principal beneficiada de la creación del euro: la unión monetaria le ha permitido disfrutar de una ventaja competitiva cambiaria y, en consecuencia, de superávit comercial y crecientes ahorros que en gran parte los bancos germanos han invertido en bonos españoles, griegos, irlandeses, italianos y portugueses inflando las deudas de estos países. Además de proveer un mercado amplio, la Eurozona garantiza que estas inversiones de los bancos alemanes no confronten el riesgo cambiario que implicaría invertir en títulos no denominados en euros. Si Grecia hubiera repudiado el pago de su deuda y abandonado la unión monetaria, los bancos y las finanzas públicas teutones habrían padecido un tremendo impacto. Por este motivo, hay buenas razones, consistentes con la mejor teoría económica, para sostener que la “ayuda” a Grecia podía –puede- basarse en políticas que no inducen recesión económica, mayor desempleo y pobreza, migración de fuerza de trabajo educada y dramáticas reducciones de los niveles de vida... pero esta alternativa habría requerido trasladar una gran parte del fardo del ajuste al sistema bancario.
La miopía y la avaricia de los bancos generó la crisis, y la reducción del déficit fiscal en presencia de elevadas tasas de desempleo simplemente la prolongará. Una buena política sería gravar con impuestos a los bancos “tóxicos” y financiar con ellos inversión pública para la reactivación económica.
Notas:
[1] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3102. Traducción de David Casassas.
[2] Nota IPH: Triaca es un bello vocablo hoy caído en desuso; lo utiliza Sor Juana Inés de la Cruz en su inmarcesible y cósmico poema Primero Sueño .
[3] Nota IPH: El dólar como moneda fiat o de curso legal fue emitido por primera vez por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en 1862. A partir de 1913, cuando se aprobó la Federal Reserve Act , la Reserva Federal relevó al Tesoro en la función de emisión monetaria; el valor actual de la circulación monetaria mundial de dólares asciende a 890.000 millones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario