miércoles, 21 de julio de 2010

¿Sacristán contra Marx (II)?

Salvador López Arnal
Rebelión

Tal como se señaló [1], Jordi Soler Alomà [JSA] pretende realizar con “Sacristán versus Marx (I)” [2] “un análisis crítico del tratamiento de que es objeto el pensamiento de Marx por parte de Manuel Sacristán”. En la segunda parte de su escrito, pendiente de publicación, el mismo autor ha señalado que aspira a un demostrar que Sacristán “nunca se sintió cómodo dentro del marxismo, y que, en realidad, era un escolástico heideggeriano que oscilaba entre el formalismo lógico académico y el humanismo cristiano”.
Veamos, desde un punto de vista básicamente metodológico, cómo resuelve JSA la primera tarea que anuncia
JSA se centra en un artículo de Sacristán: “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, un escrito que se abre con una cita de 1978 de Maximiliem Rubel, el que fuera un enorme investigador, un estudioso competentísimo, documentado y nada ortodoxo de la obra de Marx [3], una muy breve reflexión en la que el marxólogo austriaco naturalizado francés se preguntaba si era posible hablar de Marx respetando las reglas elementales de la lógica y la verdad fáctica, no dejándose atrapar por juegos estériles al hablar de él y de sus enseñanzas [4]. Tal fue también siempre la finalidad del autor de Sobre Marx y marxismo[5].
Cabe preguntarse: ¿puede hacerse un análisis crítico del tratamiento de que es objeto el pensamiento de Marx por parte de Sacristán exclusivamente a partir del artículo referenciado? JSA se centra en su análisis en unos fragmentos del artículo de Sacristán que, en su opinión, contienen errores, desenfoques o están mal argumentados. Supongamos, aunque no admitamos (en una tercera entrega indicaré por qué) la corrección de su aproximación. ¿Se inferiría de su lectura lo que él parece y desea inferir, esto es, la falta de tacto, la impostura intelectual, la inadecuación de la lectura de Sacristán de la obra de Marx?
Sin cómputo exacto, Sacristán escribió más de cien trabajos centrados en la obra de Marx, Engels y en autores de la tradición por ellos abierta. Desde Lenin hasta Harich pasando por Labriola, Gramsci, Stalin, Lukács, Heller, Marcuse o Zeleny por ejemplo. Son, desde luego, trabajos de distinta naturaleza y de diverso alcance y finalidad. Desde prólogos y presentaciones hasta voces de diccionario, pasando por solapa interiores, contraportadas, anotaciones de lectura desarrolladas, conferencias transcritas o esquemas de sus intervenciones orales, artículos académicos, pocos, o escritos, densos escritos, de intervención política.
Supongamos -insisto: aunque no admitamos- que las críticas, o algunos nudos de los comentarios de JSA, son pertinentes. ¿Qué podría inferirse legítimamente de ello? Sea cual sea la teoría de la argumentación en la que tomamos base, la de Chaïm Perelman por ejemplo (a quien JAS considera un lógico sin serlo), parece que no puede ser algo muy distinto de: “este artículo, el dedicado a Marx y su noción de ciencia, contiene incorrecciones”, o, acaso, que está mal documentado en tal y cual apartado, o que las argumentaciones esgrimidas no son de recibo o que la tesis defendida tiene poca solidez, desarrollo defectuoso y escaso fundamento. No parece que quepa otra conclusión y, si es el caso, tal inferencia está alejada, muy alejada de la pretensión del autor. Si su argumento fuera sólido, si su crítica estuviera bien construida, que no lo está como intentaré mostrar, lo único, que no es poco, que él podría señalar es que ese trabajo de Sacristán, sin duda importante en su faceta de marxólogo, tiene puntos débiles, documentación errónea, argumentaciones no válidas y, por todo ello, sostiene y defiende una mala interpretación de ese nudo de la obra Marx: la noción de ciencia en Marx, sea cual fuera su trabajo como científico, no pasaría por las tres concepciones señaladas por Sacristán. ¿Es eso suficiente para defender que, así, en general, la lectura de Sacristán de Marx no es de recibo? No, no lo es. Hay mucha tela que cortar para aproximarse a la finalidad perseguida que JAS por el momento no ha cortado.
Más rápidamente si se quiere y a modo de analogía: de que Russell pudiera meter la pata, si allí la situó, en la interpretación de tal o cual afirmación del Tractatus, no se infiere que su lectura de Wittgenstein esté totalmente extraviada.
¿De dónde esta precipitación de JSA? Acaso del vértice siguiente. JAS señala en su escrito, no es la única referencia al tema, que “pretender criticar a Marx desde el pensamiento lógico formal, como hacen Bunge y Sacristán, es absurdo, porque al pensamiento lógico formal le falta la dimensión del movimiento (que, como he dicho antes, sólo puede asumir fragmentado como series de “estados”). Para decirlo metafóricamente, mientras ellos piensan inmóviles, en dos dimensiones y en blanco y negro, Marx piensa en movimiento, en tres dimensiones y a todo color”.
Seguramente Marx pensó en más dimensiones y con más colores. Bunge y Sacristán, estuvieran o no a su altura, no creo que pensaran casi nunca, salvo en contextos de lógica bivalente, sólo en dos dimensiones, en blanco y en negro. Fueron capaces de muchos más registros, fueran o no fueran competentes (lo fueron, Bunge lo sigue siendo, y mucho) en asuntos de lógica formal.
En cambio, no parece que esté tan puesto JAS. Si lo estuviera, JAS no podría afirmar que “al pensamiento lógico formal le falta la dimensión del movimiento”. La lógica formal no es un pensamiento, no es un estilo de pensamiento que dinamice o no los sistemas estudiados, o parte de una concepción fijista o dinámica de seres y sistemas. La lógica formal es una disciplina científica que pretende averiguar la corrección o incorrección de nuestros argumentos. Que la realidad sea o no dinámica, todo parece indicar que lo es y mucho, no impide que cuando pensemos sobre ella usemos enunciados de un lenguaje y construyamos unos argumentos que aspiren a la veracidad en el primer caso y a la validez en el segundo. La lógica formal es algo modesto, muy modesto, a pesar de éxitos suyos que engrandecen el espíritu humano como el citado y no siempre comprendido teorema de incompletud de Gödel tan bien estudiado y divulgado por Sacristán: la lógica formal, decía, y teorías de argumentación de mayor amplitud, intentan averiguar si hacemos saltos en al aire sin apoyo al construir nuestras argumentaciones o si, por el contrario, vamos pasito a pasito construyendo con calma y cuidado y sin transitar por senderos arrogantes e injustificados.
La concepción de la lógica que subyace a la posición de JAS recuerda lo señalado por Maximiliem Rubel en la cita que Sacristán tomó para su escrito: huyamos de la tentación de dejarnos apresar por juegos estériles y poco documentados al hablar de Marx y de sus enseñanzas. Bunge y Sacristán nunca pretendieron criticar a Marx desde “el pensamiento lógico formal”. O mejor dicho, no sólo criticaron a Marx desde esa atalaya, muy pobre, por lo demás, ya que permite sólo afirmar que en tal o cual nudo Marx durmió quince minutos y coligió, como casi todos, con alguna incorrección.
Pero, entonces, ¿se propusieron criticar a Marx y a su legado? Evidentemente, eso es enriquecer una tradición, y eso, además, estaba explícito en el lema marxiano por excelencia: “en lo que respecta a mi yo no soy marxista”, que es la mejor forma, casi condición sine qua non, para cultivar el legado político-filosófico de aquel revolucionario que tenía como modelo no sólo a Espartaco sino también a Kepler, al mismo tiempo que afirmaba, tomando pie en Bacon, que era bueno dudar de todo, incluso de las precipitadas afirmaciones de uno mismo.

La conocida crítica marxiana de Sacristán publicada en “mientras tanto”, indudablemente motivada por su traducción de la obra “La estructura lógica de “El Capital” de Marx”, de Jindrich Zeleny, en opinión de Jordi Soler Alomà [6], parece más meditada y profunda que las aproximaciones de Habermas a la obra de Marx, pero su análisis demuestra, según apunta el propio JSA, “que no es consistente”, es decir, que es inconsistente, y que, además, sucumbe alguna vez a la tentación del insulto falaz.
Son dos, pues, los nudos que JSA aspira a probar con su comentario: la inconsistencia de la aproximación de Sacristán a Marx en el artículo referenciado, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, nudo crítico con el que acaso JSA quiera indicar que en la argumentación de su tesis epistemológica Sacristán cae en afirmaciones contradictorias o bien que no justifica de manera suficiente su hipótesis sobre la presencia de tres nociones diversas de ciencia en la obra de Marx, y, en segundo lugar, los malos modos filosóficos, la descortesía intelectual que a veces utiliza el autor de Papeles de filosofía en este trabajo.
JSA empieza por el segundo nudo y lo hace citando el siguiente párrafo de Sacristán: “[…] Marx habla con desprecio de lo que él llama science, en malintencionado anglofrancés, y habla con orgullo de lo que llama deutsche Wissenschaft, saber alemán, literalmente “ciencia alemana”, igual que más tarde los nazis. Entre otras cosas, porque tiene en común con éstos una tradición: la del idealismo alemán. Cuando se quejaba del patriotismo de Marx, Bakunin tenía bastante razón…” [7], paso al que Sacristán añadía entre paréntesis: “tanta cuanta Marx, cuando se quejaba del paneslavismo de Bakunin”.
El fragmento en cuestión complementa una observación de Sacristán en torno a Lucio Colletti. El traductor de Labriola y Gramsci cree que las formulaciones del autor italiano de la crisis de su anterior convicción –que veía en la obra de Marx la obra de un científico puro y normal- es acertada. Colletti llevaba razón en su observación, “tanta, que uno puede preguntarse cómo no se dio cuenta antes de algo tan evidente”. En opinión de Sacristán, ni el pensamiento de Marx ni ningún marxismo relacionable efectivamente con el legado de Marx son ciencia pura ni sólo ciencia. El léxico de Marx permitía fácilmente darse cuenta de ello y de ahí la anotación de Sacristán sobre el uso de science y Wissenschaft en la obra marxiana.
En su comentario, JSA observa en primer lugar que “resulta sorprendente que Sacristán no recuerde que Marx usa “science”, en el sentido que Sacristán le atribuye, cuando se refiere a la “ciencia económica burguesa” o al positivismo de Comte; en ningún caso a las ciencias de la naturaleza ni a las matemáticas”. JSA señala a continuación que “respecto de la ciencia alemana, y especialmente de la “ciencia económica alemana”, Marx es muy crítico, lo que no obsta para que no reconozca la superioridad del pensamiento filosófico alemán (muy visible desde Kant a Heidegger, excluso el último), hecho al que alude como si fuera una especie de “compensación” por la inferioridad de Alemania en otros ámbitos”. Prosigue JSA señalando que “Sacristán no solamente está insultando a Marx, sino también a la especie humana cuando lo mezcla con los nazis” y que, además, su proceder es alevoso “al sacar a colación a Bakunin para darle la razón incurriendo en argumentum ad veredundiam (y ad hominem) contra Marx (dicho sea de paso, Bakunin, además de ser un traidor, fue un pésimo teórico)”.
Para justificar sus comentarios críticos JSA señala en primer lugar que “cuando uno lee las obras de Marx puede constatar que Alemania no sale muy bien parada, ni histórica ni políticamente”, no hay pues patriotismo germano; en segundo lugar, afirmar que Marx tenía algo en común con los nazis y que, además, compartía con ellos el “idealismo” es, cuando menos, surrealista: Marx fue implacablemente crítico con el idealismo en general y con el idealismo alemán en particular, si bien “esto no le impidió reivindicar el legado de Hegel cuando, durante el período hipercrítico, fue tratado como un filósofo de segunda clase por aquellos que tenían prisa por hacer leña del árbol caído (cuya raíz era más fuerte de lo que se creía)”.
Hasta aquí JSA; algunos comentarios sobre sus observaciones.
En prime lugar, es obvio que Sacristán no comete la falacia, el argumentum ad verecundiam, que JAS le atribuye porque Sacristán no está apuntando ningún argumento. Simplemente afirma como información, como mera observación, no como argumento, que en su opinión Bakunin tenía bastante razón cuando se quejaba del patriotismo de Marx. Podrá ser verdadera o acaso falsa la nota de Sacristán pero de ninguno modo, como es obvio, hay aquí apelación alguna a ninguna autoridad para disolver la crítica o asentar argumentativamente tesis alguna. La referencia al argumentum ad hominem es, en mi opinión, un non sequitur. No se ve que citar a Bakunin, que es lo que hace Sacristán, sea criticar o denunciar al hombre Marx
En segundo lugar, Sacristán hace referencia al gusto de Marx por la “ciencia alemana” señalando su proximidad en este punto con las concepciones filosóficas del nazismo e indicando a un tiempo la raíz de esta proximidad: el idealismo filosófico común que compartían. No es probable que Sacristán hubiera escrito un paso así, apenas una línea y media, en un escrito independiente de alguna intervención oral. Su texto, el artículo en el que JSA centra su atención, es trascripción reelaborada de una conferencia y es posible que la citada formulación oral respondiera a un intento retórico de Sacristán por llamar la atención de los oyentes.
Sea como fuere, tampoco aquí parece que haya error ni insulto: muchas tradiciones filosóficas, alemanas o no, muchos autores de muy diversa orientación política, pueden tener troncos comunes que no ocultan ni niegan enormes diferencias en otros ámbitos. Marx y Milton Friedman pudieron compartir admiración por la obra de Smith y Ricardo, leída desde coordenadas muy distantes, pero de ahí no se infiere necesariamente coincidencia alguna en nudos o tesis fundamentales o que señalar ese vértice sea insultar al coautor del Manifiesto Comunista y mucho menos a la Humanidad toda. Marx pudo usar la expresión ciencia alemana, como la usarían décadas más tarde algunos teóricos nazis en sentido no siempre coincidente, y esa vindicación conceptual común pudo tener raíz en una vindicación del idealismo filosófico, que en Marx no es incompatible con su materialismo ni con críticas a finalidades fáusticas imposibles de ese cuerpo teórico, sin que ello disuelva u oculte sus enormes, sus aléficas distancias teóricas, políticas y filosóficas.
Por último, JAS afirma que Marx usa “science”, en el sentido que Sacristán le atribuye, sólo cuando se refiere a la “ciencia económica burguesa” o al positivismo de Comte, pero en ningún caso cuando hace referencia a las ciencias de la naturaleza o a las matemáticas. Sacristán da en este mismo artículo algunos ejemplos que transitan en una dirección opuesta a la consideración de su crítico [8].
Páginas más adelante, Sacristán afirma que incluso en épocas posteriores a la edición del primer libro de El Capital Marx no se ha librado completamente “del lado extravagante de la teoría dialéctica de la ciencia” que ignora la constitutiva estrechez “del punto de vista científico en comparación con el objeto de la dialéctica”. En opinión de Sacristán, es a la herencia idealista hegeliana a la que debe Marx su curiosa debilidad para caer en las aguas de la pseudociencia. Por ejemplo, en su injustificado entusiasmo por el astrónomo desorientado Daniel Kirkwood o en su favorable juicio al evolucionismo arbitrario de P. Trémaux [9]. Sacristán comenta entre paréntesis, como hiciera en otras ocasiones, que, en contra de un prejuicio en aquellos años muy extendido, era Engels quien “corrige juiciosamente las fantasiosas salidas cientificistas y pseudocientíficas de Marx, evitando que dejen poso en la investigación capital de éste”.
De igual modo, transitando por esa senda de crítica a la ciencia normal, pese a la admiración que sentía por él, la obra de Darwin le parecía a Marx en los años sesenta del siglo XIX “ruda ciencia inglesa”, la ciencia normal, la science, hablando de una de las ciencias de la naturaleza, frente a la compleja completitud de la Wissenschaft, de la ciencia alemana [10].
Sobre el, digamos, patriotismo epistemológico marxiano, Sacristán cita también una carta de Marx a Engels de 20 de febrero de 1866 en la que aquel afirmaba: “Comprenderás, my dear fellow, que en una obra como la mía tiene que haber muchos shortcomings de detalle. Pero la composición, la cohesión es un triunfo de la ciencia alemana, triunfo del que el alemán individual tiene que confesar que no es in no way mérito suyo, sino que pertenece a la nación. Cosa tanto más grata por tratarse, en todo lo demás, de la silliest nation bajo la luz del sol” [la cursiva es mía].
En cuanto a las consideraciones de Sacristán sobre la aproximación de Marx a la matemática, no es lugar aquí para desarrollar con detalle este nudo pero sí destacar que en ese mismo artículo Sacristán apuntaba una rectificación de su punto de vista: “[…] También son de la última época de la vida de Marx los manuscritos matemáticos ahora accesibles (aunque no con todos los extractos de lectura) en dos ediciones de bolsillo europeas occidentales. Aparte de que tienen poca importancia en la obra de Marx, reproducen en lo esencial el pensamiento antianalítico de tradición goethiana y hegeliana, así como las inútiles metáforas a propósito de la noción de diferencial ya conocidas por el Anti-Dühring de Engels. Debo decir que no todos los lectores de esos manuscritos opinan lo mismo, y dos muy caracterizados, la señora Janovskaia, editora de los manuscritos, y Lucio Lombardo Radice, presentador de la edición italiana, aprecian mucho en ellos méritos que, desde luego, tienen. Los principales desde mi punto de vista son la crítica de la noción de infinitésimo y la construcción de una noción de variable muy próxima de criterios operacionalistas”.
Consideración a la que Sacristán añadía: “Con este reconocimiento debo rectificar algo mi artículo de 1964 “La tarea de Engels en el Anti-Dühring” en el cual, basándome en los elementos de juicio de que disponía entonces, arriesgué la conjetura de que los manuscritos matemáticos de Marx no debían de ser interesantes. Pero el rechazo por Marx de la noción de límite, el camino algebraico tradicional que emprende y algunos otros puntos de detalle (como su forzada comprensión de Leibniz) no me permiten por el momento cambiar por completo mi vieja opinión, aunque sí que me considero obligado a estudiar de nuevo el asunto” [11.
En el coloquio de esta misma conferencia, Sacristán hizo una observación sobre el trabajo de Marx en este ámbito a raíz de una pregunta de Jesús Mosterín sobre el conocimiento de Marx de la ciencia no social de su época.
Señaló Sacristán que Marx, a mediados de los años cincuenta, en la misma época en que vuelve a cultivar a Hegel, llega a la convicción de que tiene que estudiar matemáticas. Marx había tenido de joven aficiones algebraicas y, según se cree, repasa en aquellos años cincuenta su álgebra elemental y se da cuenta que para seguir en este campo lo que necesita es el cálculo infinitesimal. Lee manuales de la época, “los lee con concepción crítica y hegeliana, es decir, le molesta mucho lo que él considera la metafísica -que no andaba desencaminado-, la metafísica de la idea de infinitésimo, la atribuye con cierta injusticia no sólo a Newton sino a Leibniz, a pesar de que Leibniz era una lectura favorita suya, pero él cree que Leibniz ha sostenido la existencia actual del infinitésimo -cosa falsa, pero que él tampoco podía saber; no estaban editadas las cartas en las que Leibniz afirma positivamente que él no lo considera más que un expediente de cálculo, y entonces lee algunos clásicos del cálculo infinitesimal (Taylor)”.
Marx se orienta bien en su estudio, en opinion de Sacristán, en el sentido de rechazar esa metafísica del infinitésimo pero, en cambio, en ocasiones, en opinion de Sacristán, se mete en aporías sin salida “con esto voy a lo que decía antes del paréntesis autocrítico, en este sentido es mejor que lo que yo había supuesto antes de que se publicaran estos textos. Yo había supuesto que iba a repetir la idea de Engels de variable sin más. En cambio, no. Hace un cierto desarrollo en un sentido ligeramente operativista, no piensa la variable como negación de la negación al modo de Engels [Anti-Dühring], pero, en cambio, en el momento decisivo, cuando tendría que trabajar por la idea de límite, da un salto atrás. La idea de límite también le parece mala metafísica y se mete por lo que me parece un callejón sin salida -los matemáticos, si hay alguno presente, o economistas más matemáticos, podrán decirlo-, a saber: intenta un tratamiento algorítmico pero algebraico de la cuestión, que supongo yo que es un callejón sin salida”.
Por todo ello, Sacristán no veía justificada la euforia con que se recibieron en 1968, por parte de los editores soviéticos y por el mismo Lucio Lombardo Radice, los manuscritos matemáticos de Marx. En su opinión, esos manuscritos mostraban “la preocupación científica de Marx, la seriedad de su estudio. Era un hombre que para cualquiera cosa era capaz de ir a los clásicos. Primero miraba su manual, pero luego se iba a los clásicos. Pero no creo que saliera de la problemática, del callejón sin salida que Hegel ha impuesto a todos sus discípulos matemáticos, por lo menos en filosofía de la matemática, obligándoles, en el mejor de los casos, a una existencia esquizoide: una explicación filosófica absurda y luego la práctica matemática por otro lado”.
Por otra parte, en carta fechada el 20 de octubre de 1982, probablemente dirigida al Ministerio de Educación y Ciencia, Sacristán apuntaba [12]: “Apartado A. Descripción de la labor realizada en el período. Como se indicaba en la última memoria, es conveniente matizar la optimista opinión de Francesco Materrese, en su introducción a la edición italiana de los manuscritos matemáticos de Marx, sobre la fundamentación del cálculo infinitesimal. Parece confirmarse la función instrumental de sus trabajos matemáticos de vejez, en particular la mencionada formulación analítica de la teoría de la reproducción, recogida en el Libro II del Capital, que, como se señaló, queda frustrado por su desconocimiento del cálculo matricial. Nuestra mencionada intención de analizar la filosofía de la ciencia en Marx, parece apuntar la hipótesis de que en su obra se pueden, en principio, localizar diversas nociones de ciencia, entre las que la tradicional idea de corte positivo no es la central, al coexistir con otras de raíz clásica y hegeliana.” [la cursive es mía]
Sobre esos puntos, proseguía Sacristán, estaba rastreando en la obra de Marx, aspectos “que juegan un papel de notable Importancia en sus escritos sobre metodología y sociología de la ciencia”. Algunas de sus investigaciones fueron expuestas en su seminario impartido en la UNAM en 1982-1983, “Karl Marx como sociólogo de la ciencia”, base de un artículo del mismo título que publicaría poco después mientras tanto en el especial dedicado a Marx con ocasión del primer centenario de su fallecimiento.

Más brevemente, telegráficamente esta vez, para no agotar la agotada paciencia del lector/a, indicando únicamente pasos del artículo de Jordi Soler Alomà [13] que considero erróneos, mal argumentados y, en algún caso, con nudos de descortesía innecesaria.
El segundo fragmento del artículo de Sacristán que merece la atención de JSA es el siguiente: “…los conceptos de ciencia que presiden el trabajo intelectual de Marx, las inspiraciones de su tarea científica son no dos, sino tres: la noción de ciencia que he propuesto llamar normal, la science; la noción hegeliana, la Wissenschaft, […]; y una inspiración joven-hegeliana, recibida de los ambientes que en los años treinta del siglo pasado, a raíz de la muerte de Hegel, cultivaban críticamente su herencia, ambientes en los cuales vivió Marx; en ellos floreció la idea de ciencia como crítica. Science, Kritik y Wissenschaft son los nombres de las tres tradiciones que alimentan la filosofía de la ciencia implícita en el trabajo científico de Marx, así como este trabajo mismo.”
JSA sostiene que Sacristán parece querer imitar al Lenin de “Las tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”. En absoluto, no tienen nada que ver ambas aproximaciones, nada parece sostener es especulativa conjetura. Nada pasaría en principio, si así fuera desde luego
El objetivo de ambos, según el punto de vista de JSA, “es etiquetar a Marx, acotarlo; delimitarlo…”. Ni uno ni otro, y Sacristán menos que Lenin, “ven que Marx es un pensador genuinamente original, que su cosmovisión es única y que, cuando toma algo “prestado” de otro autor, siempre lo hace constar explícitamente (al contrario que los que usaban sus ideas sin mencionar la fuente, como Lassalle y Proudhon)”.
El comentario de JSA es un sinsentido: Sacristán afirmó desde siempre que Marx fue un pensador, o mejor, un revolucionario con pensamiento propio, original. Lo de “cosmovisión única” exige matices que voy a dejar de lado por no alargarme y el asunto de las citas y préstamos no es aquí sustantivo. Lo interesante es ver cómo Marx interpreta y construye a partir de los préstamos que toma, como cualquier otro autor. Por lo demás, como es sabido y reconocido, si de algo está alejado el marxismo de Sacristán es del etiquetado y delimitar un asunto de estudio o investigación no parece que sea una maldad gnoseológica. También JSA ha delimitado a Sacristán en su aproximación. ¿Cómo si no?
Si en el caso de Lenin, prosigue JSA, “aunque su artículo tenga poco que ver con el pensamiento de Marx”, la intención era “buena”, se trataba de la divulgación de la teoría de Marx, no es “bondadoso” el adjetivo pertinente para el caso de Sacristán. En su caso, se trata de aislar artificialmente a Marx “como objeto de “investigación” para tenerlo “bajo control””.
Otro nuevo sinsentido: es obvio que Sacristán en ese artículo, y en el conjunto de su obra, no aisló artificialmente, en contra de la naturaleza de su obra, a Marx y mucho menos para “tenerlo bajo control”. De hecho, ¿qué querrá decir exactamente aislar a un pensador para tenerlo bajo control? ¿Cómo se consigue eso? ¿Con qué finalidad?
Aún más, conjetura JSA, si Marx hubiera estado sujeto por el corsé sacristaniano, un corsé que no delimita ni dibuja mínimamnte, “nunca hubiera podido escribir Das Capital”. ¿Por qué? Pues “porque ninguno de los tres elementos que aduce, ni cualquier posible combinación entre ellos, permiten la creación de una construcción intelectual tan poderosa ni un análisis tan profundo de la realidad como los que contiene esta obra maestra del pensamiento”. ¿Y eso por qué? Porque, por una parte, “la mezcla que hace Sacristán es arbitraria” [14] y porque, “puestos a poner determinantes del pensamiento de Marx”, Sacristán olvida su admiración por los pensadores griegos, como Aristóteles, Demócrito y Epicuro; su asimilación de la crítica social a través de autores como Balzac y Diderot y, además de todo ellos, “por un interminable etcétera, puesto que Marx era un lector infatigable”.
Un nuevo sinsentido, éste algo indocumentado. Sacristán escribe un texto de epistemología sobre la obra de Marx y sus propias reflexiones metacientíficas. No se entiende el sentido de la afirmación de que la “mezcla” que realiza Sacristán (¿de qué mezcla está hablando JSA cuando habla de mezcla?) es arbitraria quien se limita a destacar, mostrar y argumentar tres usos de ciencia en Marx, mostrando su complementariedad consistente. Es obvio que la reflexión sobre este nudo gnoseológico no puede generar o producir ninguna obra maestra sobre la realidad, como las reflexiones de Sneed, Carnap, Quine, Popper, Searle, Dennet o Jay Gould, por ejemplo, sobre asuntos de ciencia y lenguaje no han generado ninguna obra maestra de ciencia o lingüística, y apuntar, por otra parte, que Sacristán no tiene en cuenta o ha olvidado la influencia de autores como Aristóteles o Epicuro en la obra de Marx es haberle leído poco y mal.
Marx, asegura JSA, pensaba por su cuenta y tenía su propia teoría. Obró como obra cualquier individuo de la llamada “comunidad científica”: usó los elementos que ya existían, “pero los transformó y los desarrolló, creando una nueva teoría”. Es lo mismo, según JSA, que hizo Einstein en física, pero “la teoría de Einstein es más fácil de explicar porque ser reduce a fórmulas; en cambio, la teoría de Marx, requiere de un tipo de argumentación más compleja”. ¿Qué argumentación más compleja? La dialéctica que es, pues, permítaseme la tautología, un tipo de argumentación de características complejas.
Otro sinsentido: la dialéctica no es un tipo de argumentación; acaso es, en alguno de sus nudos, un estilo de pensamiento, pero más allá de la complejidad de “la teoría de Marx”, pobre fórmula por lo demás para hablar de la aportación praxeológica de Marx, la teoría de la relatividad general o restringida de Einstein no se reduce a fórmulas (¿a qué fórmulas por cierto?) ni es elemental su explicación frente a la complejidad de la obra de Marx. La modestia gnoseológica se estremece con una afirmación así. No es Marx más que Einstein. Son finalidades distintas las de uno y otro.
En el punto de la dialéctica es donde topan, según JSA, Bunge, Popper y Sacristán. La no asumibilidad de la dialéctica por parte de estos filósofos lógico-formales es algo visceral y no científicamente argumentado, añade. Para todos ellos es algo “añadido”, que “sobra”, que no es compatible con el “método científico”.
Aquí hay falta de información y análisis erróneo. Ni Popper ni Bunge ni Sacristán han sido o son filósofos lógico-formales. Church quizá lo fuera, o Gödel o Brouwer apretando mucho, aunque no sólo fueran eso. Las críticas a la dialéctica de Popper y Bunge no son, por otra parte, idénticas. Diferenciarlas es conveniente: no todo crítico de A es afín a cualquier otro crítico de A. En lo que cabe a Sacristán, hasta el final de su vida [15], tuvo una lectura original del programa dialéctico e, igualmente, nunca renunció a esa programa. No siguió en ese sendero ni a Popper ni a Bunge. En una de sus últimas cartas, una carta dirigida a Adolfo Sánchez Vázquez, habla de escribir un texto de homenaje al filosofo republicano centrado en asuntos dialécticos y el último curso que impartió de metodología de las ciencias sociales tuvo la dialéctica como estrella destacada.
Sacristán ensaya, prosigue JSA, otra vía: “critica a Marx a través de Hegel, ¡responsabilizando a Marx de las ideas de Hegel! o presentándolo como su reencarnación”. Cita el siguiente texto de Sacristán para ello: “La idea de fundamentación como desarrollo, en vez de como deducción o como validación empírica, expresa la convicción de que la argumentación acerca de algo no debe ser una cadena de razonamientos indiferentes a la cosa, sino que ha de consistir en la exposición del desplegarse de la cosa misma. […] Según esa convicción, la argumentación por necesidades externas al objeto, que no sean específicamente suyas —por ejemplo, la lógica general, o la matemática, o la mecánica, etc.—, no es científica, porque no es verdaderamente necesaria: «La necesidad externa es propiamente necesidad casual»: así ha expresado el fundamento metafísico de esa metodología del desarrollo el fundador de ésta, Hegel. El criterio de esta metodología hegeliana es considerar científica sólo la explicación por lo que se podría llamar la ley interna de desarrollo del objeto, entendida como algo que no se puede captar desde fuera”.
Si bien este reproche, prosigue JSA, “se le puede hacer (con matices) a Hegel”, hacerlo extensivo a Marx es una falacia y, “en alguien que ha traducido el primer tomo de Das Kapital, una falta de honestidad (o de memoria)”. Quien haya leído los textos auxiliares de Marx -prólogos, epílogos, etc-, prosigue JSA, habrá podido comprobar que Marx “entendía la fundamentación como el paso previo a la exposición, siendo así que, para Marx, no había fundamentación sin un trabajo previo de concienzuda investigación y de tratamiento científico del material”. Una vez llegado a este punto, es necesaria una reelaboración del material para su exposición; esto es lo que “normalmente” hace cualquier escritor científico serio que publique en Science o en Nature.
Tampoco aquí acierta JSA del todo. Aparte de que Sacristán no sólo tradujo el primer tomo sino que tradujo los dos primero libros de El Capital (y la mitad del tercero), no se ve por qué sostener que la concepción hegeliana sea extendible a Marx, en algún momento de su proyecto y obra, es una falacia y, bien leído, cuando Sacristán alude a la exposición gnoseológica de Marx, a su digamos método artístico de exposición sumado a su método de investigación, no se refiere a un asunto meramente didáctico como parece indicar JSA cuando habla de Science o Nature. Marx no entendía el proceso de exposición de sus descubrimientos como lo puede entender un científico cualquier que escribe para Science o Nature.
La dialéctica de Marx, va concluyendo JSA, “está muy lejos de las nimiedades sacristanianas”. ¿Qué nimiedades.. Sobre estos asuntos, dio cuenta Marx, según JSA, “en unos cuadernos de anotaciones de uso personal, cuyo contenido era, en buena parte, “discusiones” consigo mismo sobre problemas abiertos”. Cuadernos así también elaboró Sacristán. Puede verse actualmente en Reserva de la Biblioteca Central de la UB. Ninguno de ellos fue una nimiedad y en ninguno de ellos afirmó Sacristán que la dialéctica fue un asunto sin sentido. Se limitó a señalar que había que repensar la dialéctica, no arrojarla al cubo de los trastes inútiles.
Pero repensar, como es sabido, no es anular ni liquidar. El resto no era silencio para él.
Notas:
[1] Salvador López Arnal, “¿ Manuel Sacristán contra Karl Marx (I)? “ http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109781
[2] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109464
[3] Con M. Rubel dialoga también Sacristán en sus presentaciones de la traducción castellana de El Capital para Critica-Grijalbo.
[4] La influencia de Rubel es evidente y decisiva en la interpretación de Marx de uno de los grandes discípulos de Sacristán, Francisco Fernández Buey. Véase, por ejemplo, su Marx (sin ismos). El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), varias ediciones.
[5] El escrito de Sacristán fue reimpreso en Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983, pp. 317-367. La conferencia, base del texto, está incorporada al cuarto DVD de los documentales de Xavier Juncosa, “Integral Sacristán”, El Viejo Topo, Barcelona, 2006.
[6] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109464
[7] Manuel Sacristán, Sobre Marx y marxismo. Icaria, Barcelona, 1983, p. 32.
[8] Ibidem, pp. 347-348 (entre otros ejemplos).
[9] Sacristán cita a pie de página (Ibidem, p. 347, nota 33) una carta de Marx a Engels fechada el 7 de agosto de 1866 en la que juzga la obra de Trémaux, Origen y transformación de los hombres y de los otros seres, como un avance muy importante respecto a la obra de Darwin: si en éste el progreso es meramente casual, en la (fantasiosa) obra de Trémaux el progreso es necesario sobre la base de los períodos de desarrollo de la Tierra.
[10] Para ilustrar su comentario, Sacristán cita un paso de la conocida carta de Marx a Lasalle de 16 de enero de 1861 en la que el autor de El Capital afirma que la obra de Darwin era muy importante y que le convenía como fundamento científico-natural de la lucha de clases histórica pero que “el precio que hay que pagar, naturalmente, es la grosera manera inglesa del desarrollo”.
[11] Manuel Sacristán, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”. Sobre Marx y marxismo, ed cit, p. 354.
[12] Reserva de la Biblioteca Central de la Universidad de Barcelona, fondo Sacristán.

[13] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109464
[14] En incomprensible y un pelín descortés paréntesis añade JSA: “[...] es su opinión, que, en cambio, presenta como revelación científica”.
[15] Que, dicho sea de paso, afirma en un nuevo paréntesis JSA, “sólo se ha molestado en explicitar Mario Bunge, el cual honestamente reconoce, por otra parte, que existen tantos métodos científicos como científicos” (sic). Por no hablar de Sacristán, más allá de la inteligibilidad del paso d JSA, ¿Popper no ha hablado de metodología científica en su obra? ¿Ha permanecido silente ante este nudo?
[16] Véase Manuel Sacristán, Sobre dialéctica. El Viejo Topo, Barcelona, 2009. El último texto recogido en este dialéctico volumen es de 1985.

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