domingo, 14 de marzo de 2010

Dos Hombres, una idea

Consideraciones para leer en el Cementerio de Highgate el 14 de marzo de 2010
Martín León
Rebelión

“Prepárate a conocer al mayor, y posiblemente al único filósofo vivo verdadero….un hombre todavía muy joven – ronda los veinticinco años – y que asestará el golpe de gracia a la religión y política medievales. … reúne en su persona la más profunda seriedad filosófica y la más incisiva ironía. Imagínate a Rousseau, Voltaire, Jolbach, Lessing, Heine y Hegel juntos en una sola persona – y digo juntos, no revueltos – ”
(Carta de Moses Hess a Berthold Auerbach)
En 1818, el 5 de mayo, la Renania Alemana se encontraba en estado de involución desde el punto de vista político, económico y social. Por voluntad del poder absoluto y divino de Federico Guillermo III, se había implantado de manera retrograda un régimen jurídico que recordaba las etapas mas oscuras de la llamada “Edad Media”. Lejos quedarían los avances en la nueva visión de la sociedad obtenidos luego de los sucesos en Francia del año 1789 con la toma de La Bastilla. Para contribuir con este cuadro decadente de cosas se agrega la epidemia de tifus que azota a buena parte de Europa, bajo este contexto nace el segundo de los hijos del matrimonio formado por Heinrich y Henriette, en una ciudad de esa región (Tréveris) que a la sazón alcanzaría los 12 mil habitantes, no obstante, pese a los condicionantes sociales, aquel hogar gozaba de cierta holgura económica, producto de la audacia y actividad legal-mercantil del padre. El recién nacido, años más tarde habría de marcar la historia de la cultura occidental, (y aun mas allá de esta) dado sus importantes aportes en los espectros político, económico y social, a partir de su obra escrita y accionar diario, que sólo mentes afines a la del Rey de Prusia [1] , se atreven a negar y descalificar. En palabras de Engels “fue el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo” hoy, como ayer ocurre lo mismo.
Por esa misma época “un hombre de a caballo”, fustigaba de manera inclemente, sin tregua ni concesiones al absolutismo español, de quien se dice, había jurado por su honor, por dios y su patria que liberaría a America del dominio de aquel imperio, sin dar descanso ni a su vida ni a su brazo, hasta no dejar ni a uno sólo de aquellos “opresores de pueblos” en tierras del Nuevo Mundo. Pertenecía al contingente de hombres luchadores por la independencia y que como Miranda, San Martín, Nariño, Montufar, O´Higgins, entre otros, harían la guerra a España levantando el alba el siglo XIX cronológico, cuya justificación teórica y objetivos económicos, políticos y sociales estarían trazados, a nuestro entender, en los escritos del jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. [2]
El hombre, odiado y calumniado “… era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos. Primera Gaceta del Rin, 1842; Vorwärts de París, 1844; Gaceta Alemana de Bruselas, 1847; Nueva Gaceta del Rin, 1848-1849; New York Tribune, 1852 a 1861, a todo lo cual hay que añadir un montón de folletos de lucha, y el trabajo en las organizaciones de París, Bruselas y Londres, hasta que, por último, nació como remate de todo, la gran Asociación Internacional de Trabajadores, que era, en verdad, una obra de la que su autor podía estar orgulloso, aunque no hubiera creado ninguna otra cosa.” [3]
Estas consideraciones pronunciadas hace 127 años, tres días después del fallecimiento del más incansable emancipador de conciencias en el cementerio de Highgate de Londres, nos dan cuenta de las razones por las cuales fue tan odiado y tan calumniado y por quienes ha sido vituperado de manera tan severa e irracional, tal como lo fuera en su momento “el hombre de a caballo”.
La explicación, para tanto odio acumulado es simple, versa sobre la base de haber puesto en evidencia de manera científica y sistemática “el eje en torno al cual gira toda la sociedad moderna” según nos explica Engels, “la clave del misterio está en que, bajo el régimen social vigente, el capitalista encuentra en el mercado una mercancía que encierra la peregrina cualidad de que al consumirse engendra, crea nuevo valor: esta mercancía es la fuerza de trabajo”, [4] que en su forma de plus trabajo constituye la base de la depredación ilegitima del hombre por el hombre. Por su parte la sustanciación de la animadversión hacia “el hombre de a caballo” viene referida al hecho de haber identificado filosófica y jurídicamente los elementos para dar al traste con la sociedad violenta colonial, mas allá de los convencionalismos que atribuyen las causas para la independencia en la revolución de Washington, el enciclopedismo francés o las abdicaciones de Bayona, nos apoyamos en un fundamento que responde al “espíritu emancipador universal, radicado en la condición libre de la razón humana, crecido y madurado en el tiempo, expresamente manifiesto desde el comienzo de la Controversia de Indias. En este sentido la Independencia es un movimiento propio del Continente americano, o de cualquier país injustamente ocupado” [5] , cuya expresión máxima la encontramos en el sólo hecho de haber nacido en estos territorios de lo que nacen los Derechos de posesión sobre tales territorios y a la formación de un gobierno propio, por lo que la Independencia resulta de un acto perfectamente racional.
En 1883, el 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, cesaron las funciones biológicas del hombre “odiado y calumniado”, pensador total en sentido estricto, murió rodeado de limitaciones.“Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca” [6] , quizás la vida le advertía irónicamente que la “emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos” sólo si logran la unidad en la lucha por tal ideal. En aquel año en julio harían 100 años del nacimiento de otro pensador de talla universal, incansable emancipador de pueblos, también nacido bajo comodidades y muerto entre calamidades, con la cruz acuestas de haber “arado en el mar”.
Aunque estos dos hombres nunca coincidieran físicamente, anduvieron juntos en la misma idea, no era otra que la de excluir del diccionario de la humanidad la palabra EXCLUSION. Parafraseando a Engels, sus nombres vivirán a través de los siglos, y con ellos sus obras.
Es autentico,
[1] Se trata de Federico Guillermo III, quien gobernó entre 1797 y 1840.
[2] Al respecto, léase la llamada “Carta a los Españoles Americanos” de Vizcardo y Guzmán
[3] Engels, Federico. Discurso ante la tumba de Marx, el 17 de marzo de 1883
[4] Engels, Federico (1978) Siete artículos sobre el tomo primero de “El Capital”. En: Breves Escritos Económicos. México D.F. Editorial Grijalbo S.A. p. 52
[5] Ramis, Pompeyo (1984) La Razón Filosófico-Jurídica de la Independencia. Caracas. Academia Nacional de la Historia. p. 11
[6] Engels, Federico. Discurso …

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