martes, 16 de marzo de 2010

No se puede avanzar despreciando el pasado

Rusia
Ernest Buyvid
Pravda
Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

Mucho se ha hablado del artículo que escribiera el presidente Medvedev bajo el título: ¡Adelante Rusia!, y de la misiva que le siguió. Indiscutiblemente se trata de una muy buena propuesta. Lo único decepcionante es la falta de concreción en los plazos: a partir de qué día desaparecerán todas las úlceras de la sociedad, después de llevar veinte años desarrollándose intensamente, y cuándo llegará la felicidad general.
Los analistas y publicistas, concentrando la atención de la sociedad en los llamamientos del dueño del Kremlin a modernizar todo, intentan no advertir que la cabeza presidencial está mirando hacia atrás. Citemos a Medvedev: “Veinte años de intensas transformaciones no han servido para liberar a nuestro país de la humillante dependencia de las materias primas. Nuestra economía actual contrajo de la soviética su mayor defecto: en gran medida ignora la necesidad de la persona.” Esta es otra cita: “… No hemos hecho lo suficiente para resolver los problemas heredados del pasado. Seguimos sin desprendernos de la primitiva estructura de la economía, de la humillante dependencia de las materias primas, no hemos reorientado la producción hacia las necesidades reales de la gente”. Por lo visto, una herencia horrible. Seguramente los oligarcas debían haberse negado generosamente a privatizar todo ese horror y construir todo ellos mismos tan magnífica y elegantemente como en Londongrado1.
En resumen, según Medvedev, estamos estupendamente, y la culpa es de la herencia que nos dejó la URSS.
Nuestro padre es la URSS ¿Qué es lo que nos dejó de herencia?
Después de dilapidar la herencia, los herederos siempre echan la culpa a sus padres. Es algo normal. Pero veamos la valoración de una organización seria como la ONU. Allí se investigan las condiciones de vida de la gente en todos los países del mundo y anualmente se publica un informe sobre “desarrollo humano”. Allí se analizan multitud de datos sobre los diferentes ámbitos de la vida; economía, política, salud, educación, índice de natalidad, mortalidad, nivel de vida, gastos destinados a armamento, a la infancia, los derechos de la mujer, el respeto de las normas democráticas, nivel de delincuencia, etc., de todos los países del mundo. De acuerdo con esos datos, para cada país se establece un “índice de desarrollo humano” y se confecciona un ranking de países, que refleja hasta que punto cada país favorece ese desarrollo del potencial humano. Mientras existió la URSS, también se le asignó un índice de desarrollo.
Tomemos el informe de la ONU correspondiente a 1990.
La escala de valoraciones de toda esa variedad de parámetros es simple: “1” como ideal y “0” cuando peor imposible.
Encabezaba la clasificación entonces Japón con 0,996, seguido de Suecia con 0,987. Los EE.UU. tenían 0,961. Cinco países separaban a la URSS de los EE.UU. El índice de la Unión Soviética era de 0,920.
Recuerden. La distancia era de 5 países, de un total de 182 países. Como vemos, la tarea de “¡Alcanzar y superar a los EE.UU.!” no era un simple lema. Quedaba poco para alcanzarles.
Volvamos a esa “humillante dependencia secular de las materias primas” en la que se supone se encontraba la URSS. Por lo visto estábamos tan acostumbrados, que ahora ya no podemos desprendernos de esa costumbre. A los que trabajaban en aquel entonces en la industria, les tiene que dar risa oír eso. El desarrollo de la producción todo el tiempo iba por delante de la extracción de materias primas, no había suficiente. En la URSS de 1990 la producción de petróleo fue de 571 millones de toneladas, de las que se exportaron un 27,8%, mientras que el resto 72,2% se destinó al mercado interno. Una correlación muy normal. Vamos, que no le podemos pedir explicaciones a nuestro padre la URSS.
Si con China no, cuando menos habrá que equipararse a Níger
Al anunciar una futura modernización, hay que determinar dónde se encuentra ahora el país. Si hace 20 años la URSS iba 5 puestos por detrás de los EE.UU., ahora estos se encuentran en el puesto 13 del ranking, y la heredera de la URSS, Rusia, en el puesto 71. Y eso contando con que los indicadores en el mundo durante este tiempo han mejorado sustancialmente. Tomemos por ejemplo Níger: tanto entonces como ahora ocupa el último lugar, pero su índice de desarrollo humano ha crecido más del doble, del 0,116 al 0,340. De aquí pueden aprender, los “modernizadores” rusos.
Y qué decir de China. La RPCh durante ese tiempo en que la Federación de Rusia seguía su descenso, avanzaba 22 puestos, mejorando la calidad de vida de sus casi 1.500 millones de habitantes.
El desarrollo de un país en el mundo contemporáneo viene determinado por la composición de sus exportaciones. Veamos los datos del informe de la ONU en el 2006, cuando la crisis aún quedaba lejos. La Federación de Rusia exportaba el 35% de su PIB. Muy bien. China el 37% y Alemania el 40%. Pero la composición de esas exportaciones es deprimente: el 60% son materias primas sin tratar, mientras que la producción industrial es sólo del 19% y la de nuevas tecnologías supone apenas un 1,53%. Deséchense las materias primas no elaboradas y Rusia se encontraría al mismo nivel que Suazilandia. Y de ahí a Níger sólo hay un paso.
En China (a la que por aquel entonces la URSS ayudó a poner en marcha su proceso de modernización) la exportación de materias primas representa el 8% y la producción industrial el 92%, de la que un 28,3% son nuevas tecnologías. Más que en los EE.UU. donde la exportación industrial supone el 82% y las nuevas tecnologías el 26%.
Esa es la tarea de la modernización, alcanzar a China, cuyo PIB crece anualmente entre un 8% y un 14% independientemente de que haya crisis o un clima propicio.
¿Qué se necesita para llevar a cabo la modernización? Dos cosas: maquinaria moderna e ingeniero y obreros altamente cualificados. Y por supuesto, un dirigente del nivel de Den Xiaoping.
¿Cuánto va a costar la modernización industrial de Rusia?
En el 2007, en el sector industrial de la Federación de Rusia había ocupadas 14,3 millones de personas, un 61% de los trabajadores que había en la Rusia Soviética (RSFSR). El volumen de producción superaba el conseguido por la RSFSR, únicamente en el sector de la extracción de hidrocarburos, de petróleo y gas. El resto de indicadores permanecía muy lejos del nivel de entonces: la producción de maquinaria es del 61%, la de motores eléctricos del 33%, la de maquinaria para el corte de metales del 16%. Todo esto confirma una vez más que Rusia se ha convertido en un país de un solo monocultivo: la extracción de hidrocarburos, incluso sin tratar, pues la producción de derivados del petróleo supone e apenas el 79,9% del nivel de la RSFSR. Se vende el crudo así como se extrae de los yacimientos. ¿Qué yacimientos? Los mismos que ya existían en la RSFSR, porque todo eso ya se había descubierto y explotado con su trabajo y su dinero.
Mientras, las inversiones al capital principal incluso en el floreciente 2007, supusieron menos de la mitad de las inversiones de la RSFSR en aquel lejano 1990.
¿Qué se necesita para modernizar una economía atrasada? Lo primero claro está es dinero. Un puesto de trabajo junto con toda la infraestructura necesaria cuesta de media entre 150 y 400 mil dólares e incluso más. Pero seamos modestos, detengámonos en los 200 mil. En ese caso, para reequipar los 7 millones de puestos de trabajo (¿Por qué no son 14,3 millones, si es esa la gente que está ocupada en la industria? Porque hay que contar con que en muchas empresas se trabaja en 2 y 3 turnos) se necesitan 1,4 billones de dólares. Eso es sólo el coste de la nueva maquinaria. Luego vendría la puesta en funcionamiento de esa maquinaria, el reciclaje de los obreros, asimilar la nueva tecnología, la fabricación de nuevos productos. Todo eso también es tiempo y dinero. El coste habitual de la puesta en marcha de la maquinaria supone el 20% de su valor, el instruir al personal cualificado cuesta entre 7 y 10 mil dólares por persona, y ese ciclo dura año y medio, 2 años. Ese es el precio del sueño de la modernización y no hablamos de la modernización de toda Rusia, sino sólo de su sector industrial. Si dedicásemos todo el crecimiento del PIB de Rusia — que en los años buenos llega al 4 -6 % — a la modernización, todo este proceso ocuparía cerca de medio siglo.
La vana espera de la “Lluvia dorada” de inversiones
¿Por qué se necesita tanto? En los años 90, las inversiones en Rusia con respecto a 1990 se redujeron en 5 veces. ¿Qué significaba esto? Significaba que los “propietarios eficaces” como los denominaba Chubais, no llevaban intención de desarrollar las empresas que se habían apropiado, sólo pretendían extraer de ellas el máximo beneficio. Indudablemente estos “eficaces propietarios” tenían unas necesidades más apremiantes que atender: Yates, aviones privados, casas en Londres, huevos de Fabergé. Con esos niveles de inversión, Rusia, cada año que pasaba se rezagaba 5 años respecto al desarrollo mundial. Y luego, en los “años felices”, cuando Rusia aumentaba rápidamente sus reservas en divisas, el volumen de inversión era insuficiente para el mantenimiento y desarrollo de la industria. El nivel de inversiones no llegaba si quiera a la mitad de lo que invertía la RSFSR. Esto significa que en el periodo de “florecimiento” Rusia continuaba igualmente quedándose atrás, sólo que en lugar de perder 5 años por año como en los 90, perdía dos. Y así seguimos, porque por ahora la modernización no son más que palabras. La cuestión es ¿alcanzará Rusia a los actuales líderes en desarrollo o se mantendrá en el mercado mundial como tienda de combustibles?
Es una pregunta a la que la Unión Soviética encontró respuesta. A comienzos de los años 30, Stalin formuló así el desafío: “Llevamos 100 años de retraso. Debemos recorrer esa distancia en 10 o de lo contrario nos aplastarán.” Y la recorrimos. Y gracias a eso vencimos en la Gran Guerra Patria. Ya en 1942 la URSS fabricaba el triple de tanques, aviones y armamento que Alemania, que disponía de toda la industria europea. Industria y heroísmo, esa es la fórmula de la victoria.
¿Qué es lo que tiene que hacer hoy Rusia? No hay que ocultar lo fundamental: el estado burgués ruso no dispone de las palancas necesarias ni para la modernización, ni para recuperar el pasado de superpotencia. Por lo demás, el presidente Medvedev resuelve estos problemas de un modo muy sencillo: “Necesitamos el dinero y las tecnologías de los países de Europa, América y Asia. Estos países necesitan a su vez las posibilidades de Rusia.” Traducido al cristiano quiere decir: Nuestros oligarcas se han quedado en sus yates y en sus casas de Londres con sus huevecitos de Fabergé y no les vas a sacar dinero para el desarrollo. Se los pediremos a los oligarcas extranjeros, que seguro que se alegran y pondrán su dinero para traernos las nuevas tecnologías y convertir nuestra atrasada economía en competitiva.
Pero ¿por qué los oligarcas foráneos habrían de alegrarse de la posibilidad de traer su dinero y tecnologías a Rusia, ahora que la crisis se les ha comido ese dinero? ¿Y qué les ha impedido hacerlo antes? ¿Por qué han trasladado miles de sus empresas a China e India y no a Rusia? Todo queda claro cuando nos dirigimos al análisis del Banco Mundial: El beneficio producido por un obrero en Rusia es de 7.000 dólares, un 20% menos que en la India, y un 40% menos que en China, mientras que los costes laborales son el doble en Rusia que en la India o China. Por eso se van allí. El Partido Comunista mantiene allí el orden con firmeza. En el país fusilan a los corruptos y ladrones, y no son los ladrones los que matan a los ejecutivos de éxito o a los hombres de negocios.
Podrá ser contradictorio con la “democracia”, pero útil para el desarrollo.
La pregunta es ¿puede salir Rusia de este callejón sin salida? ¿Puede llevar a la práctica sus planes de modernización? Puede. Pero para eso necesita otro gobierno y otro sistema social. Esperaremos, pero no demasiado.
Notas de la Traducción.
1. Londongrado, en referencia a la capital británica, es un término que se repite a menudo en los medios rusos. Se calcula que tienen su residencia en Londres cerca de 300 mil rusos, de los que 100 son multimillonarios. Londongrado es también el título de un libro del periodista Mark Hollingsworth, donde describe la vida y costumbres de los oligarcas rusos en la capital inglesa.
Fuente: http://gazeta-pravda.ru/index2.php?option=com_content&task=view&id=4181&pop=1&page=0&Itemid=34

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